Jesús Cintora: “Lo que molesta de mí es que digo verdades”

Por Manuel Tapia Zamorano

El cura de su pueblo, don Saturio, le daba cinco pesetas de propina cuando le compraba el diario “Ya” en el kiosco, aunque su afición por el periodismo le vino de la mano de dos profesores de la escuela que le ayudaron a publicar sus primeros artículos y a vencer su natural timidez. Jesús Cintora (Ágreda, Soria, 1977) ha sufrido en carne propia las decepciones de una profesión que no siempre premia a los más valientes y atrevidos, pero eso no le hace renunciar a sus principios.

El periodista soriano ha publicado No quieren que lo sepas (Espasa), un texto “valiente y necesario”, muy crítico con los poderosos y los corruptos. “Es un libro crítico con la impunidad que ha habido con la Jefatura del Estado, con la politización de la justicia, con el excesivo clientelismo que hay en los partidos políticos y con la excesiva intromisión política y económica existente en los medios de comunicación”.

Cintora, que en su día llegó a formar un grupo de rock que teloneó a Rosendo y Lagartija Nick, defiende en esta entrevista realizada por videoconferencia la cultura del esfuerzo y la voluntad de cambiar las cosas para salir del letargo y el conformismo.

Y para nada se considera l’enfant terrible del periodismo español, pese a que en varias ocasiones los directivos le han señalado la puerta de salida, sin dar valor a la repercusión y los buenos datos de audiencia obtenidos en esos proyectos. “Hago periodismo a secas, puro y duro. Analizo y reflexiono, y eso es lo que tenemos que hacer los periodistas”.

 

¿Por qué eligió ser periodista?

Todos llegamos a una profesión porque hemos tenido contacto con personas que nos han marcado un camino. En mi caso fue determinante la influencia que ejercieron sobre mí dos maestros de escuela: José Vilda, profesor de Lenguaje, y su mujer, que me dio la oportunidad de hablar por la radio cuando una emisora local vino al colegio para hacer un programa.

Vilda era colaborador de prensa y envió algunos textos míos a los medios en los que publicaba. También recuerdo una obra de teatro en el colegio que él dirigió y en la que me ofreció el papel protagonista. Eso me sirvió para perder el miedo escénico porque yo era una persona muy tímida.

Hoy en día, más allá de que pueda haber un profesor, unos padres o unos amigos que te animen a ser periodista, todo va muy relacionado con internet y con las redes. Yo animo a los estudiantes a que tengan habilidades en la generación de nuevos contenidos mediante las nuevas tecnologías. El mercado laboral está ahí. De hecho, estamos viviendo una transición que no sabemos dónde nos lleva y en un trasvase de los canales tradicionales a las nuevas tecnologías, con sus pros y sus contras. Uno de los puntos a favor puede ser que ya no se va a depender tanto de que te llame una gran empresa para trabajar. Animo a la gente a que ponga en práctica sus propias ideas, que intente tener creatividad e imaginación y las lleven a cabo.

Los jóvenes se están acercando al mundo de la comunicación a través de las nuevas tecnologías y la oportunidad para los periodistas es dotar ese espacio de conocimiento periodístico, de control y veracidad de las noticias, del necesario contraste entre lo cierto y lo falso, del sentido público de las noticias.

El oficio de periodista, que es muy importante y se aprende con la experiencia, tiene que estar también en la red. Tenemos que ser los profesionales los que ocupemos ese espacio y le demos valor.

En el libro comenta que fue muy importante para usted el paso por la Universidad para formarse como periodista. No obstante, muchos profesionales mantienen que para ejercer el oficio no es necesario pasar por las aulas universitarias.

Las aulas y la educación en general son fundamentales y quien diga lo contrario miente. Yo no sería nadie sin los maestros que tuve en la escuela pública de mi pueblo. En mi casa no se leía, mi padre era ganadero, mi madre era ama de casa y para mí fue fundamental y decisivo lo que me enseñaron esos maestros de escuela. Además, este es un pilar fundamental para que haya un ascensor social porque, de lo contrario, sería imposible la promoción para personas como yo. Sin esos maestros que tuve no habría podido tener un primer contacto con los medios de comunicación, con la radio y con la prensa escrita. Y en lo que se refiere a la universidad, sea la que sea, yo he recibido clases en la de Navarra y he dado clases en la Carlos III de Madrid, y considero que es fundamental y la defiendo abiertamente.

Sí puedo decir que hay un porcentaje de asignaturas de las que no me acuerdo, pero hubo otras que fueron fundamentales. Aprendí a escribir en la universidad, en las clases de Redacción. Creía que sabía escribir, pero escribir con ese estilo periodístico, conciso, claro, me lo enseñaron en la universidad.

Los estudios de periodismo están necesitados de cierta remodelación, pero no se puede decir que no sirven para nada. Echo en falta en la carrera estudiar más idiomas, más geografía, más clases de nuevas tecnologías asignaturas humanísticas que te dan un bagaje y una cultura general.

Alguien que no es culto es un cretino. A mí me cambió la vida la enseñanza, yo sin la enseñanza no sería nadie. No voy a negar que hubo asignaturas que no me sirvieron, y no niego que puede haber gente desmotivada en algunas universidades. Yo sigo aprendiendo cada día, la vida es enseñanza permanente. Y defiendo firmemente la universidad.

Ha comentado que esa función de teatro en el colegio le ayudó mucho a superar la timidez y a comunicar mejor. ¿Si de usted dependiera, introduciría materias relacionadas con las artes escénicas en los plantes de estudio de periodismo?

El teatro me parece fundamental. Al igual que yo, mucha gente es tímida de joven. El teatro me abrió la mente un montón porque me permitió expresarme delante del público. Yo era de los que se moría de vergüenza cuando tenía que salir a la pizarra y era de los que no preguntaba en clase. El teatro ayuda mucho a combatir esa timidez porque es una forma de expresión y de perder el miedo escénico. A mí me gusta decir que somos más comunicadores que periodistas; comunicar es tener contacto con la otra persona, contactar con ella, y el teatro te da esa expresividad. Todos hemos tenido al típico profesor que era muy bueno, muy brillante, pero no era capaz de expresarlo o compartirlo ante los alumnos porque no conectaba con ellos.

Cuéntenos algo de su experiencia con el grupo de rock que formó a los 17 años y con el que llegó a telonear a Rosendo.

Al principio el grupo se llamaba “Arrebato”, pero al ir a registrarlo nos dijeron que ya estaba reservado. Fue entonces cuando escogimos el nombre de Juan Olvido, un personaje de Barrio Sésamo, una serie que nos marcó. Llegamos a grabar en Zaragoza con Ramón Gacías, que es el batería y el cerebro musical de Bunbury. Teloneamos a Rosendo, a Lagartija Nick y lo pasamos en grande. El grupo se disolvió cuando yo me fui a estudiar la carrera a Pamplona y el cerebro del grupo se fue al Conservatorio de Zaragoza.

Fue una experiencia maravillosa porque la música es otra de las grandes pasiones de mi vida. Tocábamos música rock y, modestamente, no lo hacíamos mal para el tiempo que llevábamos juntos. Por eso nos permitieron telonear a Rosendo.

En el libro se declara partidario de la cultura del esfuerzo. Parece complicado defender esta idea en unos tiempos donde hay prisas para todo y no existe margen para la dedicación, la constancia y el amor por el trabajo bien hecho.

Vivimos en una sociedad en la que, efectivamente, se premia a aquella persona que tiene un contacto. Eso es así, por desgracia, y funciona mucho el clientelismo. Pero eso hay que combatirlo. Vuelvo a mi caso particular. Sin esfuerzo yo no habría llegado a nada. Todo lo he conseguido a fuerza de trabajar mucho, hacer muchas horas de prácticas. De pequeño ya trabajaba en el campo y en la ganadería, y hasta de albañil. Sacaba buenas notas, pero mientras otros estaban muchas horas en la piscina yo me levantaba a las cuatro o las cinco de la mañana para ir con mi padre a cargar el camión. Esa cultura del esfuerzo la tengo y probablemente por eso nunca me ha costado madrugar. No quiero ir de duro del lugar, pero es la realidad. Luego me tocó hacer horarios de noche con Iñaki Gabilondo y eso es durísimo: levantarte a las diez de la noche para trabajar de madrugada.

Para bien o para mal, sin esfuerzo es difícil conseguir nada. Animo a las generaciones nuevas a que empujen y aprieten porque, si no hay voluntad de cambiar las cosas, las cosas no van a cambiar. En este mundo no hay nada que haya cambiado por inercia, todo ha sido a base de pelear y de luchar. Hay derechos que se han adquirido que se lograron en la calle y con una vocación política, fuera del partido que fuera.

Los jóvenes están en un momento tremendo. Hay chavales con una doble licenciatura, que saben dos o tres idiomas y están condenados a la precariedad. Estoy convencido de que una sociedad aletargada o conformista con esa situación seguro que no cambia nada. Contra eso hay que revolverse y plantarle cara. Estar adormecidos no es el camino.

El periodismo deportivo fue determinante para que quisiera ser periodista. Tradicionalmente, la mayoría de estudiantes quieren ser reporteros, viajar, conocer gente importante, denunciar injusticias.

Hay que estar abierto a muchas cosas. Yo hago un periodismo más social. Dicen que más político, pero a mí me gusta decir que es un periodismo más social, muy pegado a la ciudanía.

En mis inicios consumía mucho periodismo deportivo porque era lo que hacía mi hermano mayor y mi padre. Es positivo estar abierto a muchas influencias y tener la mente abierta. Una de las suertes que he tenido en la vida ha sido trabajar cerca de la gente de Deportes de la Cadena Ser, que ahora están en la Cope, como Manolo Lama, Paco González o Pepe Domingo Castaño. Todos ellos dominan la improvisación, el buen rollo y hacer radio con dinamismo, agilidad, desparpajo y una sonrisa.

Hubo un tiempo en el que estaba la mitad de la semana con Iñaki Gabilondo y la otra mitad en el fin de semana con los compañeros de Deportes. Veía el estilo más sobrio de Iñaki y el buen entretenimiento que había con los de Deportes, y todo me ayudó enormemente. La vida es aprender y tener la mente abierta a un montón de influencias.

En “No quieren que lo sepas” hace un repaso sobre la situación de la justicia en España y las injerencias de los políticos, la corrupción, la actuación del Rey emérito, la crisis del coronavirus, etcétera. ¿Por qué estos asuntos sí caben en un libro, pero no tienen tanta presencia en los medios de comunicación convencionales?

El libro traza un mapa de relaciones de poder que marcan los designios de un país, y que van desde la Jefatura del Estado hasta el sistema de partidos, pasando por aspectos que son la espina dorsal de un Estado, como el sistema judicial, la sociedad del bienestar y los medios de comunicación. Es un libro crítico con la impunidad que ha habido con la Jefatura del Estado, con la politización de la justicia, con el excesivo clientelismo que hay en los partidos políticos, la excesiva intromisión política y económica y los medios, y con el poder y concentración que hay en los oligopolios relacionados con la banca y las energéticas.

Yo soy un testigo del tiempo que vivo y hay que contarlo. Así concibo el periodismo. ¿Qué ocurre?, que a estos temas que son los asuntos troncales de un país no se les dedica la suficiente atención porque son muy incómodos y están relacionados con los que tienen el poder. En este sentido, la editorial ha sacado un libro valiente y necesario

¿Se considera l’enfant terrible del periodismo español?

Lo lamentable es que por contar estas cosas te consideren l’enfant terrible del periodismo. En realidad, es periodismo a secas, puro y duro. Contar lo que uno ve, analizarlo y reflexionar sobre eso. Y es, además, un deber que tenemos como periodistas.

¿Cuántas veces le han echado de los medios de comunicación y cuáles han sido las razones oficiales y las reales?

A mí me echaron de la Cadena Ser en 2011 al incluirme en un ERE. Después de la muerte de Polanco en el Grupo Prisa pasaron cosas muy lamentables. En aquella radio hubo un descabezamiento bastante importante y ahí me di cuenta de que quien me llamó a un despacho para echarme no valoró tanto lo que había hecho sino el vínculo que consideró que tenía con mis jefes. Y eso que yo era un hombre de la cantera de la Ser desde las emisoras de provincias de Soria, Pamplona y Zaragoza. Yo era leal a mis jefes, tenía un puesto de responsable de Informativos de Fin de Semana, pero ya probé en mis carnes lo que es que te quiten porque alguien ha considerado que estás en el grupo de confianza de unos determinados jefes.

En el caso de “Las mañanas de Cuatro”, se partía de un programa con unos datos de audiencia muy discretos, que luego fueron mejorando notablemente, hasta llegar a cuadriplicar la audiencia algún día y a triplicarla como media. En un año ya éramos líderes del país en los espacios de información de la mañana, mientras que en el segundo año nunca perdimos cuota de audiencia. El programa era un fenómeno social, todo el mundo en la calle te hablaba de él y tenía una proyección ascendente espectacular. Para mi sorpresa, me llamaron a un despacho y me quitaron. Era un programa que también tenía esa vocación de programa de denuncia y que estaba muy conectado con la calle.

En el caso de Televisión Española, ocurrió algo bastante parecido. “Las cosas claras” era un programa que partía de cero, una producción mixta de TVE y Lacoproductora, que tenía una buena audiencia que iba en progresión y que, además, respondía a lo que nos pidió la dirección de TVE.

Yo me encontré allí con que desde el minuto uno se quería dinamitar, incluso algún sindicato lo llevó al Tribunal de la Competencia y este órgano dictaminó que no era un espacio informativo sino que era un formato de actualidad con vocación de servicio público y que se podía hacer. Pero eso no bastó, acabaron cargándoselo y un montón de gente se quedó flipando porque era un programa que gustaba a la audiencia e iba en ascenso.

Es vergonzoso que pasen estas cosas y, ojo, que yo no tengo ninguna condena por mentir. De mí no pueden decir que mienta sino lo que molesta es que digo verdades y conecto con aspectos que habitualmente no están en los medios o no se les dedica el tiempo necesario.

Con los jefes nunca he tenido discusiones, tengo muy cara la jerarquía y la línea editorial, ni en Mediaset ni en Televisión Española. Simplemente se toman decisiones que yo no podría explicar y que correspondería a otros hacerlo.

Con la perspectiva que da el paso del tiempo, ¿qué es lo que queda de movimientos como el 15-M y otros a favor de la regeneración política? ¿Han incurrido en los mismos errores que denunciaban?, ¿han contribuido de alguna forma a sanear la vida pública?

Es bueno explicar y analizar la escena política desde distintos ángulos o aristas. Yo trato de huir de los simplismos. Vivimos un tiempo de auge de la extrema derecha, donde hay derechos conquistados desde hace mucho tiempo que están en peligro, y al mismo tiempo hay que analizar el desgaste de la izquierda, que también puede estar relacionado con expectativas incumplidas.

También hay que reflexionar sobre lo que los partidos políticos prometen y lo que luego cumplen, así como los errores cometidos en todos los ámbitos, en la izquierda, la derecha y en donde sea.

En el caso del 15-M yo me quedo con el empuje de esa sociedad -en muchos casos gente joven- que salió a la calle. Hay cosas que se han conseguido, pero otras no. También es verdad que luego hubo quien aprovechó ese trampolín para hacer su trayectoria política, aunque no siempre se cumplía lo prometido. Eso puede estar detrás de la opción de la gente que se desmoviliza.

Yo me quedo principalmente con la movilización, con que la gente no se quede solamente poniendo tuits y metida en casa. El poder que tiene la calle es fundamental. Yo creo en la movilización cívica.