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Noticias - Universidad Complutense de Madrid

Pepa Horno Goicoechea: “Podríamos estar educando a los niños para ser víctimas de violencia”

En el curso “Trauma y abuso en la infancia: implicaciones para la salud mental”

22 jul 2014 - 18:47 CET

La psicóloga y consultora en infancia, Pepa Horno Goicoechea, previno esta mañana ante cuatro mensajes que las familias suelen transmitir en la educación de sus hijos y que habría que desmontar para que los niños no obedezcan ni callen ante el maltrato.

La psicóloga explicó que un tipo de mensaje que puede engendrar problemas serios en la vida adulta sería la justificación de la violencia por razones de amor: “Te pego porque te quiero”, “lo hago por tu bien”, “los demás no te pueden pegar pero yo sí porque soy tu madre”… En este tipo de actitud “estamos uniendo el amor a la violencia, les estamos diciendo que el amor justifica la violencia y, en una educación que legitima la violencia, ¿cómo se les puede explicar cuando sean adultos que su pareja no les puede pegar?” 

En este mismo sentido, se enmarcarían las actitudes posesivas, así la psicóloga se pregunta “¿qué diferencia hay entre la frase “mi hijo es mío” o “la maté porque era mía”?” ya que, con este tipo de actitud, se enseña a los niños a unir el concepto de amor con el de posesión. Otro mensaje dañino sería el de: “Obedece y calla”. Según la psicóloga, para que los niños puedan denunciar que han sufrido abuso, hay que enseñarles a que es bueno expresarse y que no siempre es bueno obedecer. Asimismo: “ Defiéndete solo, sé fuerte” sería otro mensaje que es peligroso “ya que el mensaje protector sería educar a los niños a pedir ayuda”, afirmó Horno.

El hecho de que los abusos se suelan engendrar en el círculo cercano del niño se debe a que “para poder ejercer violencia sobre una persona hay que tener poder sobre esa persona. Y las personas a las que se quiere son las que tienen más poder sobre nosotros. Cuando quiero a alguien le otorgo poder a esa persona.” Para la psicóloga el abuso del niño no es tanto una “cuestión de sexo como una cuestión de poder, de tener a un niño al que puedas someter y, por esta razón, no existe un perfil masculino o femenino del abusador.”

De esta manera, Horno propone realizar una lectura diferente de las estadísticas: “Demasiado a menudo los niños se convierten en números y uno olvida que es un niño el que está sufriendo. La violencia se debe evaluar desde la víctima no desde la intención del que la comete, es más fácil entender las estadísticas si comprendemos quién es la víctima.” Por ejemplo, “cuando el abuso sucede en edades muy tempranas el niño crece creyendo que eso es normal, será sólo a partir de los 6 o 7 años cuando empiece a cuestionar que eso que le ocurre no es normal. Por eso, en las estadísticas se dice que el abuso suele comenzar a los 6 o 7 años.”

Sobre las consecuencias del abuso, la psicóloga aseguró que se está comprobando que algunos trastornos alimenticios, sobre todo la bulimia, pueden estar vinculados a abusos sufridos en la infancia.

La psicóloga apeló a “fomentar en los niños la inteligencia somatosensorial, es decir, fomentar en los niños la conexión con los estados corporales para que aprendan a escuchar a su cuerpo y defenderse desde lo que éste les transmite”, concluyó.   

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