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Noticias - Universidad Complutense de Madrid

Lisardo Boscá habló sobre imagen biomédica en la patología cardiovascular

Participó en el curso “Avances en imagen biomédica: del laboratorio a la clínica”

16 jul 2014 - 13:56 CET

Lisardo Boscá, profesor investigador del Instituto de Investigaciones Biomédicas Alberto Sols, habló sobre el diagnóstico del proceso aterogénico y su relevancia en la patología cardiovascular, durante su participación en el curso “Avances en imagen biomédica: del laboratorio a la clínica”.

El profesor explicó que el proceso aterogénico desempeña “una parte muy significativa dentro de la patología cardiovascular”, posicionándose en el inicio de la misma. El también subdirector del CSIC afirmó que: “El uso de técnicas de imagen, en la medida de lo posible, tiene que enfocarse hacia el uso de moléculas u otros esquemas de valoración que, aunque sean técnicamente invasivos, no comporten la introducción de moléculas con potencial negativo“. Asimismo, en cuanto al desarrollo de las enfermedades, Boscá explicó que todas las patologías, incluido el cáncer, “arrancan con un evento inflamatorio inicial”, convirtiéndose éste en el punto de partida del que se desencadenan los distintos tipos de afecciones.

En este sentido, el investigador focalizó su atención en los macrófagos, unas células del sistema inmunitario localizadas en los tejidos que “proceden de células precursoras de la médula ósea y que forman monocitos – un tipo de glóbulos blancos - cuando se dividen”, apuntó el investigador. Estas se convierten en macrófagos cuando atraviesan las paredes de los capilares y penetran en el tejido conjuntivo. “Hoy día se sabe que los macrófagos se regeneran en muchos tejidos. Son eficientes utilizando la glucosa y existen de distintos tipos, ya que poseen una diferenciación terminal”, explicó Lisardo Boscá. En relación a estas células se hallan también las lipoproteínas de baja densidad (LDL), que se incrustan en la pared de las arterias, a través del torrente sanguíneo, cuando se da un exceso de las mismas. Esto hace que los monocitos lleguen al sitio de la lesión, adhiriéndose a ellas. Por su parte, los macrófagos son capaces de captar parte de estas lipoproteínas una vez oxidadas, cuando se encuentran en cantidades pequeñas, dando lugar a la reacción inflamatoria. Sin embargo, si se encuentran en grandes dimensiones acaban por formar “células espumosas o cebadas, que forman cristales de colesterol”, subrayó el profesor. Así, estas células espumosas se unen en la pared del vaso sanguíneo y forman una veta de grasa, una masa de macrófagos muertos, dando lugar a la formación de la placa de ateroma: “Los ateromas están situados en puntos críticos y causan problemas vasculares muy graves”.

Del mismo modo, el profesor Lisardo Boscá mencionó que actualmente se están llevando a cabo en las empresas aproximaciones farmacológicas en el “tratamiento del ateroma, para estabilizarlo y evitar que se desprenda”. El desprendimiento tiene como principal problema el llegar a bloquear otra arteria, pudiendo derivar en un infarto de miocardio o cerebral.

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