“En esta nueva revolución sentimental, lo más difícil no es perdonar si no perdonarse”
Entrevista al investigador Javier Moscoso
25 jul 2019 - 10:29 CET
Julia Martínez Mallada / Foto: Nacho Calonge
Si hay un tema de ferviente actualidad y del que todo el mundo habla, pero nadie se atreve a definir de manera concreta, es el amor. Javier Moscoso, profesor de Investigación de Historia y Filosofía de la Ciencia del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), tiene algo claro y es que “el amor es mágico y está en el aire”. El filósofo e historiador se define como un “fiel defensor” del amor romántico o sentimental, ese que tiene que ver con las distintas formas de atracción entre los sexos. Muchos fueron los interrogantes que el investigador trató de responder sobre esta cuestión social en el curso que dirige este año: El amor: anatomía, medicina, historia y política.
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Pregunta: Si tuviera que dar una única definición del amor, ¿cuál sería?
Javier Moscoso: A mí me gusta mucho la definición que daban los románticos, algunos de los tratadistas del romanticismo, que consideraban que el amor era la amistad aderezada con el deseo; es decir, el amor no es solamente amistad, pero tampoco es solo el deseo sexual. Quizás si tuviera que remitirme a una sola definición, me quedaría con esa.
P: Usted es el director del curso El amor: anatomía, medicina, historia y política… ¿Cómo surge la idea de ponerlo en marcha? ¿Cuál es la idea global que se quiere transmitir a los alumnos?
J.M: Había dos motivaciones. La primera de ellas es continuar con algo que llevamos haciendo ya hace algunos años: tratar las distintas pasiones humanas que tienen una influencia incisiva en el conjunto de la sociedad contemporánea. Este es el tercer curso en El Escorial. Empezamos con un curso general sobre la universalidad o localidad de las pasiones, seguimos el año pasado con un curso sobre el miedo y, este año, queríamos incidir en el amor, algo de lo que todo el mundo sabe, conoce y tiene una dimensión política discutida y fundamental, ya que está en la primera línea del debate político. Me refiero al amor llamado sentimental o amor romántico. Queríamos plantearnos una visión multidisciplinar, queríamos traer a expertos de diferentes campos que ayudaran a clarificar qué es esto del amor, en qué consiste, cuáles son sus ramificaciones y en qué medida puede estudiarse. Un poco la idea que late es esta: tomar un problema, sacarlo del ámbito de la privacidad, ponerlo ante el ojo de la opinión pública y convertir este espacio en lo que son los cursos de El Escorial, espacios de discusión gentil a propósito de temas de interés social.
P: Si el amor romántico no tiene que ver con el sexo ni con el matrimonio… ¿Con qué tiene que ver? ¿Cómo explicaría esto brevemente?
J.M: No tiene que ver necesariamente con el sexo ni necesariamente con el matrimonio. La idea que yo he querido poner encima de la mesa es que nos interesa el amor porque es un fenómeno político por dos razones esenciales: la primera de ellas es que el amor iguala, forma parte de la revolución democrática de la que somos herederos. El amor romántico es uno de los resultados de la Revolución Francesa, que se opone a los matrimonios de conveniencia. En segundo lugar, el amor profundiza en uno de los grandes legados del mundo contemporáneo: los pactos sentimentales y las relaciones de confianza. No hay amor sin confianza y todas las crisis que produce el amor son, en nuestro tiempo, crisis de confianza.
P: Si hablamos de “la amistad aderezada por la atracción”, ¿hay amistad en el amor y amor en la amistad?
J.M: Sin duda, no hay amor sin amistad, esto yo creo que es inevitable. La idea de denominar al amante amigo es una idea tremendamente romántica que quizás sale del contexto en el que nosotros colocamos tanto la amistad como el amor. Tenemos una idea muy delimitada. Nos hemos acostumbrado a trazar líneas fronterizas que son, a mi juicio, no necesariamente falsas, pero sí muy discutibles. La amistad es un fenómeno que quizás sea de los más interesantes de la condición humana y el amor es un ejercicio de amistad, pero también de deseo, por lo que la segunda parte no es del todo correcta. Puede haber perfectamente deseo sin amistad, y esto, está a la orden del día.
P: ¿Es verdad que existe el fenómeno denominado “flechazo”?
J.M: Sin exagerar, sí existe, para bien y para mal. En ningún lugar está escrito que uno no pueda movilizar todos sus elementos perceptuales para saber de qué manera y cómo ha encontrado a una persona con la que le gustaría establecer un vínculo sentimental. Yo creo que nadie tiene la prerrogativa o la capacidad de decir que algo no puede ser cuando la historia demuestra que ha sido muchas veces y en muchas ocasiones de manera muy exitosa.
Sin embargo, el flechazo tiene también una parte que debe examinarse y analizarse con cautela. Se basa en la aplicación de lo que es el patrón cultural, de la idea de lo que es la belleza, y no me refiero solo a la física sino a la emocional, moral, sentimental… a por qué nos sentimos atraídos por alguien; es decir, estamos acostumbrados a enamorarnos de acuerdo a los patrones culturales aprendidos y esto, no es necesariamente bueno. Madame Bovary es un magnífico ejemplo para ver en qué medida el patrón cultural modula nuestros sentimientos. Esto es, en cierta medida inevitable pero también debe ser conocido porque impide el ejercicio mismo de la libertad.
Por supuesto, uno puede enamorarse de un flechazo porque reconoce en la persona amada el prototipo de la forma cultural del amor, pero, también es verdad que hay que encontrar formas de salir, de escapar, de improvisar, de alterar el mundo en el que estamos.
P: Como investigador del CSIC, ¿cuáles podrían ser las referencias científicas que expliquen por qué los seres humanos nos sentimos atraídos entre nosotros?
J.M: Esta es una pregunta que deberían responder desde el punto de vista biológico personas de otras áreas. Yo, a lo largo de mi intervención en el curso, he dado alguna de las respuestas más ingeniosas de algunos naturalistas, que es a lo que yo me dedico como historiador de las ciencias o de la cultura.
Algunas de ellas hoy nos parecen extrañas, como la del naturalista Mopertuis, que consideraba que las personas nos sentíamos atraídos por leyes newtonianas; nos atraíamos más cuanto mayor era nuestra masa y menos cuanto mayor eran nuestras distancias.
En realidad, es muy difícil dar una respuesta, incluso desde el punto de vista biológico, que permita entender la atracción entre los sexos. A mi modo de ver, hay varios elementos que permiten poner esto encima de la mesa. Vivimos en un mundo de confianzas frustradas, de confianzas que deben ser renovadas, donde nuestras formas de creer a los demás y de creernos a nosotros mismos tienen que ser puestas en valor. Esta es una de las razones por las que justamente el amor vuelve a estar en el aire, porque quizás, es el mejor ejemplo de que es lo que nos hace y lo que nos permite confiar en otros hasta el punto de entregarles una parte importante de lo que somos.
P: En esta nueva revolución sentimental, “lo más difícil no es perdonar si no perdonarse”, ¿qué significa realmente esta frase?
J.M: Bueno, significa que normalmente quien se siente traicionado y piensa que el amor ha sido truncado por una confianza vulnerada, entiende que debe ejercer una cierta actividad de disculpar a la persona que es el traidor, el delator. Lo que intento sugerir es que muchas veces el fenómeno es más bien contrario. Uno no solo tiene que lidiar con los engañadores sino lidiar con el propio engaño. En realidad, no es tanto que me hayan engañado, sino que me haya dejado engañar. Muchas veces el desengaño amoroso tiene ese efecto devastador porque no es solamente enfrentarse a la idea de la traición, sino que pone en cuestión todo el utillaje conceptual con el que la persona engañada contempla el mundo. Puede considerarse incapaz o tonta por creer que donde veía una cosa, había otra.
P: Por último, ¿qué les diría a todas aquellas personas que no creen en el amor? A todos aquellos que dicen que el amor no existe…
J.M: Que hagan lo que quieran. Allá cada cual con su experiencia.
Una de las cosas más interesantes en las que creo que hay que incidir en estos cursos es que, una cosa es clarificar un problema de interés social y otra, decir a la gente lo que hay que hacer. Lo que yo intento aclarar es en qué medida el amor romántico, sentimental, por oposición a otro tipo de amores, forma parte de los grandes valores democráticos y nos hace ser lo que somos colectivamente. Luego cada cual que se organice, faltaría más.