Gafas para ver un garbanzo en la superficie de la Luna
17 jul 2018 - 18:36 CET
Irene Monmeneu/ Fotos: Nacho Calonge
Los microscopios electrónicos son capaces de aumentar la materia hasta resolver distancias inferiores a un armstrong, es decir, inferiores a 0,000,000,000,1 metros. Ese es su poder: gracias a una lente condensadora electromagnética, la luz de un haz de electrones puede atravesar muestras y ver cómo está ordenada la materia en su interior, de modo que la información que se refleja se puede enfocar en una imagen. La utilización de microscopios electrónicos se asemejaría, según José María González Calbet, director del curso Microscopia electrónica para ver átomos en materiales funcionales, a usar unas gafas que permitieran ver un garbanzo en la superficie de la Luna.
El microscopio fue inventado a finales del siglo XVI por Zacharias Janssen. Desde el siglo XVII se han usado microscopios, durante cientos de años ópticos; sin embargo, el punto de inflexión fue el desarrollo del microscopio electrónico en 1931. Desde entonces, para González, el ritmo de avance en el campo de la microscopía electrónica ha sido “sostenido” hasta el año 2000 y “vertiginoso” desde entonces, porque se ha dado un paso fundamental en la resolución de las distancias: la corrección de las aberraciones -ciertas imperfecciones ópticas-.
En este sentido, el experto en microscopía comentó que antes se conseguía ver distancias muy cercanas al armstrong pero no se resolvían las imágenes que generaban. A finales del siglo XX se crearon unas lentes polares que, colocadas alrededor de las lentes electromagnéticas, corregían las aberraciones generando otras de signo contrario que lograran eliminar las aberraciones originales y así resolver las distancias. “Esto ha supuesto un enorme paso en el conocimiento de la materia”, apostilló el director del curso.
Una revolución para la medicina
González disertó sobre el futuro de la microscopía y señaló que el objetivo es poder seguir resolviendo distancias y atravesando muestras a voltajes cada vez más pequeños y reducir los 200-300 kilovoltios que se emplean para generar el haz de electrones actual. En este sentido se refirió al Premio Nobel de Química que en 2017 recibieron Jacques Dubochet, Joachim Frank y Richard Henderson, “unos físicos que trabajaron en biología”. Los científicos lograron, según González, trabajar con un microscopio electrónico en unas condiciones en las que la materia se destruía muy poco. Desarrollando la criomicroscopía electrónica, han dado un paso en pos de la finalidad última que es, para el director del curso, “dañar lo menos posible la materia para ver con resolución la materia inorgánica y orgánica” lo cual supondría, en campos como la medicina, una “revolución”.
Para su director, el objetivo del curso es que los alumnos se familiaricen con la técnica de la microscopía e incluso practiquen a través de una serie de ejercicios. Los alumnos del seminario suelen ser especialistas en física, química o algunas ingenierías, aunque la microscopia también se usa en la medicina. Los estudiantes aseguraron que el curso está “cumpliendo sus expectativas” y les está acercando al conocimiento más cercano de la materia.