Los españoles en la leyenda negra: marranos, herejes, chulos e incultos
La académica de la RAE, Carmen Iglesias, desgrana los porqués del odio a la Monarquía Hispánica
22 jul 2015 - 13:33 CET
En el imperio donde nunca se ponía el sol, los enemigos de la Monarquía Hispánica nunca ocultaron su animadversión hacia España y los españoles. Tachados de marranos, moriscos, incultos y herejes, los españoles sufrieron la ira panfletaria de una leyenda negra creada con el único objetivo de acabar con el dominio patrio en el Viejo Continente y en las Indias. Sobre sus fundamentos y argumentos habló Carmen Iglesias, miembro de la RAE y de la Real Academia de la Historia, en el curso de El Escorial El don Carlo de Verdi y la Leyenda Negra, dirigido por la académica Carmen Sanz.
En la dramaturgia de los últimos siglos, una figura siempre ha permanecido: la del capitán español, bravo y chulo. Una imagen del soldado aragonés con la que comenzó la leyenda negra en tierras italianas. “Los italianos hicieron que España pagase, en lo que hoy llamamos opinión mundial, sus victorias en Italia”, reflexionó la académica de la silla E. Una mala imagen que los grandes eruditos de su tiempo, como Dante y Petrarca, alimentaron, dando pie a que toda Europa hablase mal de los españoles. “Las grandes ciudades italianas consideraban que el dominio español era una desgracia”, explicó Iglesias. Una opinión que tuvo como exponentes a la familia Borgia y, en especial, al papa Julio II, a quien su sucesor, el cardenal della Rovere, calificó de “catalán marrano y circunciso”.
Y es que a pesar de la limpieza de sangre que imperó en España tras la expulsión de los judíos en 1492, para los europeos, España, en opinión de Iglesias, estaba ligada irremediablemente a la idea de “impureza racial y religiosa, donde lo oriental y lo africano estaba presente”.
“Hasta los acompañantes de Carlos V, cuando llegó a España en su primer viaje, criticaron a los españoles”, exclamó Carmen Iglesias. Reproches centrados, en el caso de los alemanes, en el ataque a las mujeres hispánicas, y en especial a las valencianas, que “se dan a todo lo que se desea”. Y en lo surrealista de la leyenda negra, las acusaciones iban desde el excesivo moreno y los ojos negros de las asturianas, a las costumbres moriscas de las vecinas de Burgos.
“Cuando Cisneros preparaba su Biblia Complutense, llama a Erasmo, y éste le dice que ‘no le place España’”, contó Iglesias. “Y Erasmus escribe a Tomas Moro para contarle que hay demasiados judíos en España”, prosiguió. Así, el antisemitismo extendido por Europa no dio tregua a España, “marcada como el pueblo marrano”, y a quien la puntilla, para la miembro de la Real Academia de la Historia, se la dio la imprenta: “Lutero decía que Dios le había dado la imprenta para prensar a España”.
La derrota de la Felicísima Armada de Felipe II, a la que los ingleses llamaron irónicamente, en un ejercicio de maestría propagandística, la Invencible, supuso, en opinión de Iglesias, un cambio de percepción: “En España se pasó a pensar que Dios nos había abandonado”. De esta forma, la propaganda negativa hacia la Monarquía Hispánica hizo mella en los españoles.
Tachado de demonio por sus enemigos, a Felipe II, que Dios le había dado tantos reinos y negado un hijo para gobernarlos, la muerte de su esposa y de su heredero no fueron más que yesca para encender los fuegos de la maquinaria propagandística inglesa. Y aquel sol que iluminaba siempre su imperio no fue capaz de eclipsar una leyenda que cubrió de oscuridad su reinado.