De la frontera del cosmos a la infancia rota: los Cursos de Verano Complutense radiografían la España de los referentes ausentes y los héroes inesperados
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La astronauta Sara García Alonso reconoce a su madre como su gran referente ante la falta de modelos femeninos en la ciencia, mientras expertas denuncian una “violencia institucional” que provoca ideación suicida en niños de 6 años y deja sin protección al 82% de los menores en entornos de maltrato
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Mientras la neurotecnología presenta avances como el “polvo neural” para “dialogar con el cerebro”, el investigador Javier Bermejo Thomas expone la cruda realidad de la investigación, donde “la mayoría de los estudios mueren por extenuación” antes de poder ayudar a un solo paciente
San Lorenzo de El Escorial, 17 de julio de 2025.- En la atmósfera académica de la 38ª edición de Cursos de Verano de la Universidad Complutense de Madrid donde el lenguaje de la biofísica se encuentra con el de los derechos humanos, se está llevando a cabo una radiografía precisa y a menudo brutal de las contradicciones de España. Durante la tercera semana, las ponencias han dibujado un país de dos velocidades: el de la ciencia que avanza hacia el futuro y el de las instituciones que parecen ancladas en el pasado. El testimonio personal de científicas que han roto barreras se cruza con el análisis de datos que demuestran un fallo sistémico en la protección de la infancia; la promesa de una neurotecnología revolucionaria choca con la cruda realidad de la investigación clínica. Es el retrato de una nación en busca de nuevos faros, expuesto en unas jornadas que continuarán hasta el próximo 25 de julio.
Los referentes que inspiran: la ciencia y sus madres
La búsqueda de modelos comenzó con la confesión de quienes hoy lo son para miles de jóvenes. La astronauta Sara García Alonso, quien se definió como “una niña con curiosidad infinita que no sabía a qué dedicarse”, admitió no haberse identificado con los grandes nombres de la historia. “No sabía cómo eran sus vidas, no me sentía reflejada”, afirmó, para luego señalar a su verdadero pilar: “Mi referente número uno es mi madre. Me enseñó los valores del compromiso y el esfuerzo”. Un sentimiento que compartieron la matemática Clara Grima, quien de pequeña soñaba con ser escritora o filósofa, y la primatóloga Rebeca Atencia, quien supo “desde muy pequeñita” que su sueño estaba en el Congo. Todas ellas encontraron en sus madres la inspiración que los libros de texto no les ofrecían.
Ahora, asumen la responsabilidad de ser ese faro para otros. Rebeca Atencia explicó que su motivación para contar su historia es ser el referente que a ella le hubiese gustado tener. Clara Grima detalló cómo ha transformado su discurso para atraer a las niñas a las carreras tecnológicas, donde su presencia ha caído a un preocupante 30%. “Mi discurso ya no es que las matemáticas dominan el mundo, sino que van a salvarlo. Las chicas no quieren dominar, quieren cuidar y salvar”, sentenció. Por su parte, la neurocientífica Guillermina López-Bendito añadió otra capa a este desafío, al describir la dificultad de mentorizar a una nueva generación de investigadores que “necesitan saber que las cosas van a funcionar ya”, una expectativa que choca con la naturaleza impredecible y paciente de la ciencia real.
El referente que falla: la justicia y la infancia abandonada
Frente a la construcción de nuevos modelos, los cursos expusieron el derrumbe de uno que debería ser fundamental: el sistema de justicia. La pediatra Narcisa Palomino Urda lo describió como un “referente fallido” que se ha convertido en una forma de “violencia institucional”, donde se ignora sistemáticamente la Ley de Protección a la Infancia (Lopivi). Los datos que presentó, extraídos de un estudio judicial, son irrefutables: incluso en casos con condenas firmes por violencia de género, el 82% de los menores no son protegidos, manteniéndose un régimen de visitas con el maltratador.
Las consecuencias de este abandono sistémico son devastadoras y se manifiestan físicamente en las consultas. “Vemos dolor abdominal que provoca vómitos, cefaleas, dermatitis atópica que empeora, más broncoespasmos”, enumeró Palomino, antes de lanzar la declaración más dura de las jornadas: “Hemos tenido niños de 6 años que quieren morir y que se quieren tirar por una ventana antes de enfrentarse otra vez a una situación de violencia vicaria”. Este fracaso se apoya, según la jurista Lorena Garrido Jiménez, en herramientas como el falso Síndrome de Alienación Parental (SAP). Explicó que este constructo anticientífico se usa para desviar el foco “del delito de violencia hacia el marco del conflicto familiar”, logrando así “paralizar investigaciones” y culpar a las madres protectoras. Las cifras lo demuestran: de 40 casos de violencia sexual analizados en este contexto, 36 fueron archivados prematuramente.
El referente del futuro: reparar el cerebro y sus heridas
¿Puede la ciencia reparar lo que las instituciones rompen? La neurotecnología se presentó como una posible respuesta, un futuro referente terapéutico. El profesor Jose Carmena, de Berkeley, fascinó a la audiencia con los detalles del “polvo neural”, microimplantes de 50 micras cuyo núcleo es un cristal piezoeléctrico que convierte la energía de los ultrasonidos en su propia fuente de alimentación. La idea, relató, surgió casi por casualidad en un aparcamiento, después de que las simulaciones demostraran que usar radiofrecuencia era “literalmente imposible”. Su laboratorio ha demostrado la asombrosa plasticidad del cerebro, capaz de crear un “mapa neuronal” estable para controlar una nueva habilidad, que se vuelve ‘plug and play’ una vez aprendido.
El entorno para que estas ideas florezcan es clave. El profesor de Harvard, Álvaro Pascual-Leone, abogó por un “liderazgo por ‘greenhouse’”, es decir, crear el marco para que el talento multidisciplinar pueda proponer soluciones que “a ti ni se te han ocurrido”. Sin embargo, el investigador clínico Javier Bermejo Thomas recordó el “valle de la muerte” que separa la innovación de la aplicación real. “La mayoría de los estudios mueren por extenuación de los investigadores”, advirtió. Explicó las enormes dificultades de diseñar un estudio, como la necesidad de recurrir a “variables subrogadas” (indicadores intermedios) cuando medir el resultado final, como la supervivencia, requeriría un tamaño muestral o un tiempo inasumibles. “El secreto y la gran dificultad de la mayoría de los diseños está en eso”, concluyó.
Más allá de los datos y las innovaciones, lo que ha unido las diversas ponencias, desde la biofísica a los derechos de la infancia, ha sido un profundo sentido de la responsabilidad profesional y el coste personal que esta conlleva. Se ha palpado en la urgencia de las científicas por convertirse en los referentes que ellas no tuvieron. Se ha evidenciado en el dolor expuesto por pediatras como Narcisa Palomino, que no solo asumen el trauma de escuchar los relatos, sino que a menudo son atacadas por los propios agresores. Y se ha manifestado en la carga ética que soportan los investigadores al diseñar estudios que sopesan vidas. Este compromiso individual y colectivo es el verdadero motor que impulsa la búsqueda de nuevos modelos.
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