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Tras dos años de tratamiento, las personas con dependencia alcohólica moderada o grave siguen mostrando una alta reactividad al alcohol y riesgo de recaída

 

 

 

 

  • Los resultados subrayan que dejar de beber no significa haberse recuperado de la adicción. Las huellas que deja el alcohol en el cerebro requieren estrategias de recuperación sostenidas en el tiempo, al menos durante cinco años, y personalizadas. En este sentido, es crucial implementar programas de continuidad de cuidados que apoyen a estas personas en su entorno habitual, para evitar recaídas.

 

Madrid, 11 de julio de 2025.- Dos años después de finalizar el tratamiento, las personas con dependencia alcohólica moderada o grave siguen mostrando una elevada reactividad ante estímulos relacionados con el alcohol y están en riesgo de recaída. Así lo revela un nuevo estudio publicado en la revista Frontiers in Psychiatry liderado por Gabriel Rubio, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital 12 de Octubre, en colaboración con el catedrático de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH) Jorge Manzanares. Los resultados apuntan a la necesidad de revisar tanto la duración como el enfoque de los tratamientos actuales y se recomienda implementar programas de apoyo a la recuperación.

Según Gabriel Rubio, jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital 12 de Octubre y catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid, es posible evaluar la presencia de ciertos marcadores biológicos de la adicción. En este estudio, se ha tenido en cuenta la respuesta al cortisol cuando los pacientes observaban imágenes relacionadas con el alcohol. “Es sabido que el cortisol es una hormona que el cuerpo libera en situaciones de estrés. Los resultados indican que la reactividad hacia las imágenes de alcohol y los niveles de cortisol antes y después de su visualización no se modifican significativamente ni siquiera tras años de abstinencia” explica el doctor Rubio, para quien “este tipo de respuesta ocurre de forma automática, sin necesidad de que la persona tenga deseos conscientes de beber”.

El problema no es tanto tener “altos niveles de cortisol” explica el jefe de Psiquiatría del 12 de Octubre, como que el sistema de respuesta al estrés no funciona adecuadamente. Este patrón de respuesta, conocido como blunted cortisol response, es un indicio de sobrecarga del eje del estrés.  “Es decir, una persona con adicción al alcohol, aunque está en abstinencia, tiene activada de forma permanente su respuesta de estrés, lo que facilita que priorice el consumo de alcohol y el riesgo de recaída”.

En el mismo sentido, lo explica el profesor Jorge Manzanares, quien realiza su investigación en el Instituto de Neurociencias, centro mixto de la UMH y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC): “El cortisol es un buen indicador del impacto que tiene un estímulo en nuestro cuerpo, y hemos observado que su concentración aumenta cuando una persona se expone a imágenes o situaciones que su cerebro relaciona con el alcohol”. Añade, además, que esta alteración era más marcada en hombres y en personas que habían tenido recaídas durante el proceso, lo que sugiere que la vulnerabilidad al estrés puede mantenerse con el tiempo. “Considerando que medir el cortisol en saliva es un procedimiento sencillo y poco invasivo, podría utilizarse como herramienta para identificar a quienes tienen más riesgo de sufrir recaídas o problemas médicos relacionados con el estrés crónico”, apunta el catedrático de Farmacología de la UMH.

En este estudio se evaluaron 154 pacientes del Programa de Tratamiento del Alcoholismo del Hospital Universitario 12 de octubre (Madrid) en dos momentos: al inicio del tratamiento y dos años después de finalizarlo. Los síntomas de ansiedad, depresión e impulsividad disminuyeron con el tiempo. Por el contrario, los niveles de reactividad a estímulos visuales relacionados con el alcohol y la respuesta del cortisol se mantuvieron estables. Además, los pacientes seguían presentando diferencias marcadas respecto a un grupo control de personas sin problemas de adicción.

Gabriel Rubio destaca que estos datos confirman el carácter crónico del Trastorno por Uso de Alcohol: “Los resultados subrayan que dejar de beber no significa haberse recuperado de la adicción. Las huellas que deja el alcohol en el cerebro requieren estrategias de recuperación sostenidas en el tiempo, al menos durante cinco años, y personalizadas”. Según el experto, es crucial implementar programas de continuidad de cuidados que apoyen a las personas en recuperación en su entorno habitual, para evitar recaídas y consolidar una recuperación basada en valores.

Este trabajo ha sido financiado por el proyecto PI22/00355 del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), cofinanciado por la Unión Europea. También ha contado con el apoyo de la Oficina Regional de Salud Mental de la Comunidad de Madrid, la Federación de Ex-Alcohólicos de la Comunidad de Madrid y la Red de Investigación en Atención Primaria de Adicciones (RIAPAd). El Instituto de Neurociencias UMH-CSIC, donde se ha llevado a cabo parte del estudio, cuenta con la distinción Centro de Excelencia Severo Ochoa (CEX2021-001165-S).


Referencia: Rubio, G., Marin, M., Martín-Arriscado Arroba, C., Rubio-Escobar, E., Arias, F., Torregrosa, A. B., & Manzanares, j. Changes in neurobiological markers of reactivity to alcohol-related stimuli in alcohol-dependent patients after two years of treatment. Frontiers in Psychiatry, 16, 1613169. DOI: 10.3389/fpsyt.2025.1613169

 

 

 

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