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Guerra mental, adicciones en pantalla y un Estado en defensa: los Cursos de Verano diseccionan las nuevas amenazas sociales

 

 

  • Expertos alertan de que la nueva estrategia del terrorismo es la “guerra psicológica”, mientras la cultura audiovisual “romantiza las adicciones” y las cifras de suicidio en jóvenes exponen una profunda crisis de salud mental

 

  • El Gobierno presenta un escudo legal para proteger a los periodistas y combatir la desinformación, en un foro donde creadores y analistas exigen mayor responsabilidad y conciencia frente a las nuevas amenazas, mientras desde la cultura se reivindica la responsabilidad de los creadores y el valor de la literatura para desvelar “lo siniestro”

 

San Lorenzo de El Escorial, 14 de julio de 2025.- Toda literatura, en su esencia, nace de un impulso por “sacar a la luz lo siniestro, lo escondido, lo que no se ve”. Con esa premisa, casi como un manifiesto, ha arrancado este lunes la tercera semana de la 38ª edición de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense de Madrid. Lejos de la calma estival, las aulas se han convertido en un foro de disección crítica, un espacio para confrontar sin rodeos las fracturas y las amenazas, a menudo invisibles, que tensionan a la sociedad contemporánea y ponen a prueba la fortaleza de sus instituciones.

La jornada ha funcionado como un diagnóstico preciso y sin concesiones. Se ha puesto sobre la mesa la nueva estrategia del terrorismo, que ya no busca la victoria militar sino “doblegar la voluntad de la ciudadanía” a través de la “guerra psicológica”. Se ha desmontado el “peligroso lado romántico” con el que la industria audiovisual vende las adicciones al juego o al sexo a los más jóvenes, mientras los datos epidemiológicos exponían la cruda realidad del suicidio como un “problema de salud pública” de primer orden. Y como respuesta a este panorama de riesgos, se ha presentado el “escudo legal” con el que el Gobierno de España pretende defender la democracia de la desinformación y el acoso en la era digital y, así, proteger una democracia bajo asedio.

 

El campo de batalla es la mente

La estrategia del terrorismo contemporáneo ha mutado: su principal objetivo ya no es la aniquilación física del Estado, “sino la fractura psicológica de la sociedad”. Esa fue la contundente tesis expuesta por Juan Benito Valenciano, presidente de la Fundación Víctimas del Terrorismo, quien recurrió al sistema trinitario de Clausewitz para desgranar la lógica terrorista. Según explicó, todo contendiente se apoya en tres pilares: el racional (el Gobierno), el volitivo (el ejército, la economía, las fuerzas de seguridad) y el pasional (la ciudadanía). El terrorista, afirmó, es consciente de que no puede derribar los dos primeros pilares: un líder asesinado es reemplazado y es “imposible derrotar militar o policialmente a un Estado moderno”.

Descartados esos objetivos, la estrategia se concentra en el único pilar que consideran vulnerable: la ciudadanía. “¿Qué elemento nos queda para debilitar la estructura del Estado? La ciudadanía (…). Hay que doblegar la voluntad de la ciudadanía”, sentenció Valenciano. El método no es atacar a cada ciudadano, sino cometer atentados en “espacios de máxima audiencia” para que, a través de la repercusión mediática, todo el mundo “se sienta en peligro”. El fin último es generar una ola de pánico tal que la población acabe exigiendo a sus gobernantes que cedan, convirtiendo el conflicto en un “choque de voluntades” donde gana quien no se rinde.

 

El poder medible de la pantalla: cifras y consecuencias

En paralelo, se alertó de una amenaza más sutil pero omnipresente: la que se proyecta en las pantallas. El guionista Nacho Solís ofreció una crítica interna y demoledora sobre cómo la industria audiovisual “vende” adicciones al revestirlas de un falso glamur. Lejos de ser una crítica abstracta, su ponencia del guionista se apoyó en cifras y datos concretos para demostrar cómo la industria audiovisual moldea conductas de riesgo. El caso más dramático, expuso, es el del tabaco: la imagen glamurosa del cine contribuyó a que el cáncer de pulmón, antes poco común en mujeres, sea hoy el tercer más prevalente entre ellas. Esta influencia, argumentó, se basa en la repetición y el volumen. Como ejemplo, citó los “108 minutos de escenas de sexo” acumulados en la serie Juego de Tronos o los picos de producción de películas sobre póker y juegos de azar en las últimas décadas.

Este poder de la pantalla, señaló, tiene consecuencias tangibles y medibles en la sociedad. Así como Gambito de Dama “disparó las ventas de tableros de ajedrez”, las ficciones que idealizan las adicciones tienen un efecto directo y peligroso. Solís aportó un dato alarmante: la edad media de inicio en el consumo de pornografía ha descendido a los ocho años, una realidad directamente ligada al acceso a través de los móviles y a una cultura audiovisual que distorsiona la sexualidad. Ante esta influencia demostrada, concluyó que la solución no es la censura, sino una mayor responsabilidad de los creadores y la educación, para que el público, especialmente el más joven, “aprenda a diferenciar la ficción de la realidad”.

 

Un drama silencioso con cifras ensordecedoras

La crudeza de los datos expuso otra de las grandes grietas sociales. La psiquiatra Marina Díaz-Marsá, presidenta de la SEPSM, calificó el suicidio como un “problema de salud pública” de máxima urgencia, recordando que en 2021 fue la primera causa de muerte en España para la franja de edad de 15 a 29 años. Díaz-Marsá dibujó un panorama desolador con dos focos demográficos claros. Por un lado, la brecha de género: la tasa de suicidios en hombres cuadruplica a la de las mujeres en la UE, algo que atribuyó a que los hombres usan métodos más violentos y sus “dificultades de comunicación les impiden comunicar el sufrimiento”, mientras que para las mujeres “el poder hablar al final nos protege”. Por otro lado, alertó sobre el pico de suicidios en mayores de 85 años, un fenómeno de los países desarrollados ligado a “la soledad, la desesperanza y la comorbilidad con enfermedades crónicas”.

Díaz-Marsá insistió en el factor de la conexión social como un elemento protector clave. Explicó que las tasas de suicidio son significativamente más altas en países del este de Europa como Lituania o Hungría, en contraste con las cifras más bajas de los países mediterráneos como Grecia o Italia, donde “los vínculos son más importantes”. Para ilustrar la paradoja de la soledad en las sociedades del bienestar, recomendó la película La teoría sueca del amor. En cuanto a España, detalló que tras alcanzar un máximo histórico en 2022 con 4.227 fallecidos, la cifra descendió a 4.126 en 2023 y a 3.846 en 2024, una leve mejoría que sugiere que “los planes de prevención empiezan a ser algo exitosos”. Sin embargo, recordó que por cada suicidio consumado hay 20 intentos, lo que dimensiona la verdadera escala de la crisis.

 

La respuesta institucional: un escudo para la democracia

Frente al panorama de amenazas expuesto, la respuesta institucional llegó de la mano de Alberto Herrera Rodríguez, Subsecretario de la Presidencia, quien presentó el Plan de Acción para la Democracia del Gobierno. Herrera contextualizó el plan reconociendo que, si bien España es una “democracia consolidada”, no es inmune a la polarización y la desinformación que han provocado un descenso en la satisfacción ciudadana con la democracia en toda la Unión Europea. El plan, aprobado en septiembre de 2024, articula 31 medidas en tres ejes: mejorar la transparencia de la administración, fortalecer el ecosistema informativo y aumentar la calidad de la representación política.

Entre las medidas más destacadas, Herrera detalló la creación de un registro de medios de comunicación, que dependerá de la independiente CNMC, para hacer transparente su estructura de propiedad y financiación. Anunció una nueva ley para regular la publicidad institucional y, crucialmente, una directiva anti-SLAPP para proteger a los periodistas del acoso judicial. Explicó también la necesidad de actualizar leyes que se han quedado obsoletas, como la Ley de Secretos Oficiales, que es preconstitucional, o la Ley del Derecho al Honor de 1982, para adaptarlas a un entorno digital donde cualquier usuario puede lanzar un ataque difamatorio masivo “a golpe de clic”.

 

La literatura como espejo de lo oculto

Como cierre temático de una jornada dedicada a iluminar las zonas más oscuras de la sociedad, la escritora Marta Sanz ofreció una reflexión sobre el propósito de la narrativa. Defendió que el “rastro negro” no pertenece solo a la novela criminal, sino que es inherente a toda la literatura, que nace de “la necesidad de sacar a la luz lo siniestro, lo escondido, lo que no se ve”.

Sanz explicó que incluso en sus novelas no consideradas de género, como en la investigación de una “relación tóxica” en El frío o las muertes violentas de Lenguas muertas, existe ese impulso por desvelar la violencia latente bajo la superficie de lo cotidiano. Su intervención funcionó como una clave de bóveda para toda la jornada, enmarcando el debate sobre terrorismo, adicciones o salud mental dentro de ese impulso humano, artístico e intelectual, más necesario que nunca, de confrontar las realidades más incómodas.


Acreditación de la prensa en el siguiente enlace:

https://cursosdeverano.ucm.es/comunicacion/acreditacion

 

NOTA DE PRENSA (PDF) 

 

Gabinete de Comunicación Cursos de Verano

Universidad Complutense de Madrid

Teléfono: 658 916 606 / E-mail: com.fundacion@ucm.es

cursosdeverano.ucm.es