Religiosos en la corte: confesores, consejeros y mediadoras

La sociedad de la Edad Moderna estaba intensamente sacralizada, es decir, la vida temporal de las personas estaba subordinada a la promesa de una vida eterna tras la muerte. No había excepciones:  todos los individuos estaban supeditados al juicio de Dios y responderían por sus actos en el Juicio Final, incluidos los monarcas. Por eso, la posición de los religiosos en la corte era tan valiosa.

El confesor real era un fraile escogido por el propio monarca para desempeñar el sacramento de la reconciliación de manera rutinaria. Es importante recordar que el rey en la Edad Moderna es visto como delegado directo de Dios, lo que coloca al confesor en una posición singular en el sistema cortesano, es la única persona con la potestad de “pedir cuentas” al soberano por sus actos y cuestionar sus decisiones. Era el encargado de la atención espiritual del hombre y del jefe de Estado encapsulados en la misma persona. Difícil era separar la faceta más personal de la política del monarca, y con frecuencia los confesores saltaban de la escena espiritual a la política.

A diferencia de otros cargos cortesanos como los secretarios o incluso el propio monarca, es complicado definir todas las funciones del confesor real. Esto se debe a que su faceta política dependía del individuo particular que ocupara el cargo en un momento concreto y de la influencia que quisiera y pudiera ir ganando en la corte. Cada monarca tenía un temperamento distinto y mantenía una relación diferente con su confesor. Además, la coyuntura política fue evolucionando a lo largo de los tres siglos de gobierno Habsburgo en la península ibérica y las oportunidades de influir y ganar poder que se presentaron a cada uno de los religiosos que ocuparon el cargo eran diferentes. En definitiva, era una figura sin unas reglas claras que limitasen sus potestades y por ello es preciso el estudio de biografías particulares de confesores para entenderla.

Analizando las vidas de estos frailes se pueden identificar características comunes. Por ejemplo, muchos de estos religiosos antes de conseguir esta posición en el sistema administrativo del Estado no ostentaban grandes cargos en la jerarquía eclesiástica ni provenían de familias de la alta nobleza. En un número considerable de casos, la virtud de estos clérigos les convirtió en miembros reputados de sus órdenes a los que los monarcas quisieron acercarse. Solo cuando dejaron la posición de confesor, en muchas ocasiones apartados por sus opositores cortesanos tras adquirir una gran influencia, obtuvieron cargos prestigiosos dentro del organigrama de la Iglesia.

El estudio de los confesores regios fue liderado por las propias órdenes religiosas a las que estos individuos pertenecían, incluyéndose sus biografías en crónicas escritas por otros clérigos. No fue hasta la segunda mitad del siglo XX que los historiadores seculares empezaron a mostrar interés por este cargo, fundamental para comprender las dinámicas de poder en la Edad Moderna.

 

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Bibliografía complementaria

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Estudiantes encargados de la sección

Irene García García

Juan Esteban Salazar Pérez

Pilar Ysusi Vallecillo


 

 

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