Actividades, congresos y jornadas

El aliento del klai 2021

25 de marzo de 2021 a las 19'00 horas

Paraninfo de la Facultad de Filología. UCM

Video completo




Alejandro Céspedes

Alejandro Céspedes (Gijón, 1958): "Poeta consagrado, canon indiscutible, Céspedes aporta al arte más que talento: le da un provenir" (Ainhoa Sáenz de Zaitegui). "Céspedes es una de las voces principales de la generación de los ochenta, con una obra amplia y muy reconocida" (Javier Lostalé). "Céspedes es un poeta de reconocido prestigio y amplia trayectoria que demuestra en toda su obra un gran conocimiento de los géneros literarios, tanto en verso como en prosa" (Emilio Porta)

www.alejandrocespedes.com



El aliento del klai, pequeñas historias sobre la indiferencia

 

Guión, dramatización e interpretación: Alejandro Céspedes

Basado en el libro El aliento del klai (Huerga y Fierro, 2020) y en el documental Los niños de Leningradsky, de Hanna Polak y Andrzej Celinski (Óscar al mejor documental corto, 2005)

 

Moscú, años 2004 a 2009. Con el desmembramiento de la URSS unos cuatro millones de niños se convirtieron en vagabundos en Rusia. Cuando se hizo el documental las autoridades estimaban que unos treinta mil niños vivían abandonados en las calles y estaciones de Moscú.

Cada año, solo en Rusia, se calcula que unos 100.000 niños huyen de los malos tratos y los abusos sexuales continuados dentro unas familias empobrecidas, desestructuradas, estranguladas por el alcohol y la violencia para buscar un mundo mejor en el alcohol, la violencia, el sexo y la pobreza que encontrarán en las calles de Moscú. Adictos al pegamento que aspiran en una bolsa de plástico, sobreviven en condiciones inimaginables. Morirán tras los golpes de cualquier policía, bajo el ansia de un viejo pederasta, saciados por el sida para calmar el hambre, a veces asesinados a manos de alguno de los suyos por las sobras de un bote de pegamento medio seco. De día vagabundean por las calles y las estaciones de metro, robando, pidiendo limosna y prostituyéndose. De noche viven en las alcantarillas, fábricas abandonas, escombreras…

El aliento del klai, pequeñas historias sobre la indiferencia, sube a escena a un grupo de estos niños de la Estación de Leningrasky víctimas de la historia reciente de Rusia. No existen para nadie, no tienen ningún derecho, conscientes de su aterradora realidad solo apaciguada por las devastadoras consecuencias de su adicción al pegamento.

Si alguien piensa que esto es una historia antigua se equivoca. Se repite con absoluta precisión y mimetismo en muchas otras ciudades de la tierra hoy mismo: los meninos da rua en Brasil, los niños rata en Méjico, los niños de las Villas miseria en Buenos Aires, por no hablar de los niños soldados de Somalia, la niñas prostituidas en Nigeria, los niños medio esclavos de la India… Hanna Polak ha vuelto a poner de manifiesto en 2015 una situación similar en su película Something Better to Come; niños que sobreviven en uno de los lugares más desolados de la Tierra: el Svalka, el vertedero más grande de Europa, a veinte kilómetros del centro de Moscú. 

La miseria, lo mismo que el dinero, es de las pocas cosas que no tiene fronteras. El aliento del klai muestra las consecuencias de la demolición de una sociedad que pasó de soportar los estragos del comunismo más ferviente a abrazar con el mismo afán el ansia consumista de un capitalismo desmedido. Un arrasamiento que siempre afecta a los más débiles y los empuja a la misma miseria, desheredados por unos sistemas económicos injustos y despiadados.

 

La confianza de las ovejas en sus pastores

Muchos de los vídeos consultados entre 2001 y 2005 para la escritura del libro que da origen a este espectáculo estaban colgados en la red, pero al intentar volver a ellos en 2019 para las correcciones finales antes de su edición me encontré con una gran sorpresa: la mayoría habían sido eliminados por YouTube. Al pinchar sobre los enlaces que había conservado junto a las primeras notas de escritura apareció este mensaje: “Hemos eliminado este vídeo porque infringía la política de YouTube sobre contenido dañino o peligroso”. En otros que a fecha de hoy aún no han sido eliminados, antes de que comience el vídeo aparece este mensaje: “¡AVISO! El siguiente documental contiene imágenes que pueden herir la sensibilidad de algunas personas. Se recomienda visionar con discreción”.

A los nuevos dictadores de la corrección política, dueños de YouTube, de Facebook y las grandes tecnológicas, les resulta más intolerable ver dos tetas que los muertos por unas metralletas. Se han autocoronado como los pastores (con la ambivalencia del significado, tanto predicadores como guardias y guías de ganado) de este inmenso rebaño de ovejas en el que voluntariamente nos hemos convertido. Así nos domestican: “Políticas y seguridad: Al utilizar YouTube te unes a una comunidad compuesta por personas de todo el mundo. Las funciones nuevas e interesantes de la comunidad YouTube implican un cierto nivel de confianza. Millones de usuarios respetan esa confianza, y estamos seguros de que tú también estarás a la altura de las expectativas. Sigue las directrices que encontrarás más adelante para conseguir que YouTube siga siendo un lugar en el que todo el mundo pueda disfrutar y pasar un buen rato”. Menos mal, estamos a buen recaudo.

Es cierto que los vídeos son aterradores. Tal vez por eso esta puritana y adocenada sociedad de lo correcto considere que debe protegernos y salvaguardar nuestras conciencias con sus políticas de seguridad. Qué terapéutica resulta la inconsciencia y, como consecuencia, también la indiferencia. ¿Para qué sufrir inútilmente si al lado de ese vídeo (o incluso antes de dejarte verlo) está el anuncio de una compañía de vuelos baratos que nos ofrece experiencias inolvidables y únicas para el fin de semana?

Una indiferencia que necesita un cómplice: la invisibilidad. Esa repugnante indiferencia y esa inmunda pulcritud podría ser la que hace a YouTube eliminar los vídeos que considera impertinentes o inoportunos para nosotros. Esa indiferencia que convierte a unos seres inocentes en “despojos que deben eliminarse a través del insecticida que procura el olvido y la marginalidad” (Rubén Redondo). No nos ensuciemos viendo esto.

¿Para qué preocuparse por cosas como estas?

La sociedad camina alzada sobre absurdos y altísimos zapatos, como dice uno de los poemas del libro, para no ver que allá abajo, despreciados encima de la acera, hay muchísimos seres como los de este libro. Zapatos con tacones de aguja, agujas hipodérmicas que anestesian a quien los lleva puestos y hacen que estos pequeños seres nos imiten. Su mundo insoportable también se hace más dócil a base de inhalables: el activo (o la mona) para los niños de Méjico; el paco o pasta base (baratísimos residuos tóxicos del procesamiento de la cocaína mezclados con matarratas) para los de Argentina; el klai, pegamento inhalado para tratar de unir los sueños rotos de unos niños de Rusia.

La poesía, ya que sirve de tan poco, al menos tiene el deber de ser un revulsivo emocional, intelectual, social…, tiene la obligación de conmocionar de algún modo a los escasos lectores que aún le quedan.


Organiza

Vicedecanato de Biblioteca, Cultura y Relaciones Institucionales

Facultad de Filología. UCM

 

Colabora

Editorial Huerga & Fierro