¿Qué puede esperar un visitante que llega de primeras a la Facultad de Bellas Artes? Lo más probable es que salas donde se dibuja, del natural o no, exposiciones, creatividad y mucho arte. Todo eso existe, pero también hay una pequeña isla dentro de las instalaciones, una isla ocupada por el laboratorio de química aplicada a la conservación y restauración del patrimonio. Según la descripción de la propia Facultad, este laboratorio dispone de una campana de extracción de gases tóxicos, seis microscopios (uno de ellos equipado con cámara digital), tres lupas binoculares (una de ellas equipada con cámara digital), tres balanzas, dos pHmetros, una pulidora para la preparación de muestras, dos estufas de desecación, agitadores vortex, placas calefactoras...Allí se celebró una de las actividades de la IX edición de la Noche Europea de los Investigadores e Investigadoras, celebrada el viernes 28 de septiembre. O, para ser más exactos, no se celebró específicamente en ese laboratorio, sino en uno improvisado en un aula al que se trasladó gran parte del material. ¿La razón? La respuesta la tiene Ruth María Chércoles, del Departamento de Pintura y Conservación - Restauración: "El interés por esta actividad ha sido tan grande que no cabían todos en el laboratorio".
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