Proyectos de Investigación

Contextualización de las Buenas Prácticas

Para qué una selección de Buenas Prácticas

En los ámbitos de la arteterapia y de la intervención social y educativa existe una necesidad creciente de dar a conocer y visibilizar Buenas Prácticas que constituyan acciones, programas o proyectos que se desarrollen de forma óptima y que puedan servir como modelos de transferencia.  

Con la elaboración de un repositorio de Buenas Prácticas sobre la aplicación de la arteterapia en el trabajo con el trauma en la infancia se quiere contribuir a difundir experiencias exitosas para facilitar aprendizajes comunes, la expansión de criterios de altos estándares de calidad en la intervención basada en arteterapia y la creación de nuevos proyectos e ideas innovadores. 

Esta selección muestra buenos ejemplos, en diversos contextos de intervención –centros sanitarios, educativos, para menores con medidas judiciales, para madres e hijos/as víctimas de la violencia machista, etc.–, en los que el uso de las artes expresivas vinculadas al abordaje terapéutico del trauma en la infancia, se convierte en un medio potencialmente valioso y diferenciado.  Con ello, se busca mostrar cómo implementar una acción y cómo mejorarla para su posible transferencia, siempre teniendo en cuenta los elementos diferenciales del contexto y la realidad donde se han aplicado originalmente.

El objetivo es que cualquier organización, centro educativo, centro hospitalario, profesional de la arteterapia, etc., con la evidencia y documentación disponibles, pueda inspirarse para llevarlas a la práctica y adaptarlas a su situación. Para ello, se han seleccionado prácticas que cumplieran algunas de las siguientes características: que estuviesen descritas de un modo claro, concreto, didáctico detallando las fases de experiencia, donde se señalaran los recursos utilizados, la metodología, su fundamentación teórica, las actuaciones realizadas, los contratiempos y dificultades surgidas durante el proceso de implantación, las lecciones aprendidas o el sistema de evaluación.



Criterios de selección de las Buenas Prácticas

Es difícil aportar una definición única aceptada de Buena Práctica, pero existen una serie de elementos que, al estar presentes, la convierten en una experiencia valiosa, modelizable y, por tanto, transferible a otros contextos de intervención similares. La literatura consultada coincide en que una Buena Práctica consiste en una acción que responde a una necesidad manifiesta o latente diagnosticada o basada en estudios e investigaciones y, por lo tanto, tiene un objetivo definido.  Tiene altos estándares de calidad que provocan efectos positivos y prolongados en la población a la que se dirigen. Estos efectos se muestran a partir de la evidencia que generan y que se documenta, lo que permite su transferencia o replicabilidad.  Es innovadora, porque introduce nuevos elementos, posibilidad de mejorar los procesos existentes o aporta una perspectiva diferente. Además, cuenta con una amplia participación de las personas implicadas, entidades y trabajo en red.  Dispone de los recursos necesarios para su desarrollo y es sostenible porque se puede mantener en el tiempo con esos medios. Posee un sistema riguroso de seguimiento de los resultados, que evalúa, y tiene mecanismos que permiten la retroalimentación.  Presenta un código ético específico que guía la implementación de la práctica.

Partiendo de estos elementos comunes en las diferentes definiciones o catalogaciones, para la identificación de las Buenas Prácticas se han seleccionado ocho criterios e indicadores de calidad y se han definido así:


 

  CRITERIOS E INDICADORES DE CALIDAD
PARTICIPACIÓN Existen evidencias de participación de las personas implicadas, o afectadas por el proyecto, en el proceso de su diseño, desarrollo, evaluación y mejora. Implica la corresponsabilidad y la inclusión de los distintos agentes presentes en el proyecto.
NOVEDAD No implica únicamente la utilización de, por ejemplo, nuevas tecnologías, sino una implementación/diseño significativamente diferente que suponga una mejora sustantiva. Se introduce alguna novedad o diferencia en los modos habituales de hacer, en las metodologías de intervención, en el proceso desarrollado, en los materiales utilizados, en la organización, en las relaciones establecidas, en las estrategias de observación y evaluación, que representan mejoras significativas y con valor potencial.
ÉTICA Existen principios éticos explícitos que regulan de manera efectiva la investigación/proyecto con respecto a, por un lado, la información recolectada, su manejo, utilización, difusión y custodia, y por otro, el respeto a la persona y su intimidad e imagen, el derecho a la confidencialidad y el anonimato.
LEGITIMIDAD Se fundamenta no solo en planteamientos teóricos sino en situaciones reales. Parte de un problema existente, de una necesidad detectada, de una demanda realizada, que diagnostica y delimita teniendo en cuenta a las personas afectadas y el conocimiento de esa realidad en su complejidad. Se planifica y se desarrolla la intervención sin perder de vista los intereses y necesidades de los participantes.
IMPACTO PERSONAL - SOCIAL

Existen evidencias de cambios beneficiosos en lo personal, grupal o comunitario como consecuencia del desarrollo de una Buena Práctica con poder transformador, que van más allá de lo esperado, sobrepasando el resultado previsto de un programa o manteniéndose efectivamente a lo largo de los años. Por ejemplo efectos beneficiosos en bienestar social, reducción de desigualdades, justicia social, igualdad de género, autonomía, empoderamiento, u otras metas relacionadas con los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible).

REPLICABILIDAD/

TRANSFERIBILIDAD

El proyecto, y la información que se proporciona, pueden servir como referencia para iniciativas similares en otros contextos y obtener también resultados valiosos. Ello requiere partir de un buen diagnóstico del contexto y de la necesidad que viene a abordar, así como prever los recursos necesarios y su utilización. Pero también está en función de la concreción y precisión al describir el diseño, la implementación y los resultados. Por tanto, es importante la presentación clara y detallada de las fases de la experiencia en relación con los recursos utilizados, las actuaciones realizadas, las dificultades y limitaciones surgidas y el modo de afrontarlas, al igual que el sistema de seguimiento y evaluación utilizado.

SOSTENIBILIDAD

El programa es sostenible en el tiempo. No está pensado sólo como actuación a corto plazo, sino que considera su desarrollo a medio o largo plazo, y persigue efectos no simplemente puntuales, sino con potencialidad de mantenimiento, desarrollo y amplificación. Asimismo, planifica los recursos necesarios y cuenta con las vías para acceder a ellos, siendo flexible para adaptarse a cambios en el proceso, en el contexto o en los medios disponibles.

EFICACIA Y EFICIENCIA

La eficacia es la consecución de metas y objetivos planteados, mientras que la eficiencia se refiere al mejor uso posible de los recursos disponibles para alcanzar los objetivos propuestos. La eficacia implica contar con un sistema de evaluación inicial, del proceso o de los resultados obtenidos, y mostrar evidencias de los efectos y logros observables y tangibles. La eficiencia incluye alcanzar los objetivos ajustando adecuadamente los medios disponibles, ya sean económicos, personales o humanos. Asimismo, supone revisar y modificar durante el proceso el propio proyecto, en caso necesario, con la finalidad de incorporar adaptaciones y mejoras.

 


Cómo se ha hecho la revisión

Se recopilaron  210 publicaciones relacionadas con arteterapia o terapias creativas, que en una exploración preliminar parecían mostrar relación también con infancia y con trauma o violencia, seleccionadas entre artículos de revistas y libros, a través de búsquedas no sistemáticas en Google Scholar, bases de datos generales como son SCOPUS y Web of Science (WOS),  Education Resources Information Center (ERIC), revisión de revistas del ámbito y aportaciones de expertos/as.

Se hizo una primera valoración individual, por miembros y colaboradores del equipo del proyecto Brundibar, acerca del interés potencial de esas publicaciones. Los criterios de inclusión se definieron teniendo en cuenta  los focos principales del proyecto: 1) Arteterapia; 2) Infancia o adolescencia; 3) Trauma; 4) Violencia; 5) Metodologías de investigación; 6) Observación y registro, evaluación).  Y los criterios de exclusión: 1) No relación con el tema; 2) Adultos; 3) Educación especial; 4) Conflictos bélicos; 5) Desastres naturales. Se preseleccionaron directamente 105 publicaciones como potencialmente interesantes en relación al proyecto Brundibar. Además de éstas, con 15 publicaciones que ofrecieron dudas se realizó una segunda revisión, aceptando otras 2. Las 107 publicaciones preseleccionadas relacionadas con los focos del proyecto Brundibar se analizaron aplicando  variables sustantivas como la descripción de una intervención y la inclusión de cierto detalle sobre proceso, metodología, objetivos y resultados. Si se trataba de otro tipo de  escritos teóricos quedaban excluidos. En 77 de las publicaciones preseleccionadas se consideró que sí presentaban de una forma u otra experiencias prácticas, aunque algunas de ellas no parecían pasar de conjunto de ejemplos o pequeños casos, o aparecían solo en algún capítulo en los libros.

Se estableció una serie de criterios para la identificación de Buenas Prácticas a partir de la revisión de los utilizados en una amplia selección de publicaciones sobre Buenas Prácticas en los ámbitos próximos y relacionados de educación, intervención comunitaria o inclusión social, y de los planteamientos, focos y objetivos del proyecto Brundibar. Se generó un listado de ocho criterios fundamentales, con su respectiva descripción, abarcando las características más relevantes que podría presentar cada experiencia o proyecto revisado para ser considerado Buena Práctica.

Aplicando estos ocho criterios, con las 77 publicaciones seleccionadas que recogían prácticas relacionadas con el proyecto Brundibar, se llevó a cabo a continuación una descripción y valoración más detallada de cada una, en bastantes casos por pares. La tabla correspondiente que se elaboró para cada trabajo recogía en la descripción los datos básicos de la publicación y la experiencia, sus objetivos, grupo destinatario, duración, metodología de intervención, de investigación, de evaluación y los principales resultados; para la valoración como posible Buena Práctica, la tabla presentaba columnas con los criterios seleccionados y se consideró el grado en que cada experiencia atendía a esos ocho criterios.

Durante esta fase del proceso, en el análisis más en detalle de cada publicación se acabó desechando algunas de las preseleccionadas por estar repetidas, por considerar que no reunían el interés esperado, por no presentar mucha información sobre prácticas desarrolladas… El número de publicaciones que finalmente fue analizado, descrito y valorado en cuanto a sus características de calidad como Buenas Prácticas fue de 34, de las que 20 fueron descritas y valoradas por pares, lo que proporcionaba posibilidades de contrastación, confirmación y comparación de detalles y apreciaciones.

Finalmente con esas 34 se realizó una nueva descripción y valoración en profundidad, por otras dos personas del equipo, elaborando una ficha descriptiva y valorativa final para cada una de ellas, que permitió seleccionar las 12 experiencias que podemos considerar Buenas Prácticas en cuanto a su calidad en alguno o algunos de los ocho criterios tenidos en cuenta.

Las prácticas seleccionadas se pueden organizar en tres ámbitos fundamentales de intervención:  Ámbito Hospitaliario, Escuela, Centros Sociales (menores infractores,  madres e hijas/os víctimas de la violencia machista, violencia sexual).


Reflexión crítica

Al aplicar los criterios fijados para la identificación de las Buenas Prácticas, no todas las seleccionadas alcanzan una puntuación máxima en cada uno. Se ha tenido en cuenta la especial relevancia que mostraban algunos de ellos, asumiendo que algún apartado podría tener una puntuación más baja, pero que una valoración de conjunto era relevante para ser considerada una Buena Práctica por su rigor, definición, detalle, resultados, etc.  

Esta circunstancia nos ha permitido hacer una reflexión crítica sobre los criterios previamente definidos.

Participación

Se observa en este indicador unas puntuaciones muy bajas en casi todas las prácticas valoradas, es el que menores valoraciones recibe de los ocho indicadores, incluso alguna nota como No Aplica. En general puntúa muy bajo por el tipo de documentos que se están valorando: fundamentalmente artículos de investigación en los que las personas participantes a lo sumo, son preguntadas por su voluntad para tomar parte en ella. 

Este criterio, tal como se ha definido aquí, parece aplicar más si se trata de prácticas vinculadas a desarrollo comunitario, emprendimiento social, etc. En estas dinámicas, la comunidad, los participantes se integran desde el principio en el diseño, proceso, evaluación, y esa implicación en el entramado social y sus dinámicas es precisamente lo que se procura. Sin embargo, en proyectos de tipo educativo o terapéutico, como son la mayor parte de los que se pretende conocer y valorar, puntuaciones bajas en este criterio probablemente no resaltan las posibilidades de implicación, autonomía, opinión y decisión puntuales sobre aspectos del proceso vivido, corresponsabilidad, acuerdos de trabajo y relación, etc. que sí se pueden encontrar en los proyectos valorados, pero que quedan en parte invisibilizados.

Cuando se trata de estos contextos, la participación podría ser entendida como grado de implicación que se busca, diversidad en las opciones y niveles de acción; posibilidad de que el propio participante pueda ir eligiendo la dirección del proceso según sus propias necesidades, deseos o intenciones… La poca participación, desde esa perspectiva, sería la elaboración y aplicación de metodologías de intervención estandarizadas, fijas, uniformes, en cuyo desarrollo los participantes solo tendrían la posibilidad de realizar los planes previstos.

Participación es también el derecho a ser consultados y ser tenidos en cuenta al tomar cualquier decisión que afecte a los participantes, especialmente en el caso de menores. En esta revisión este aspecto ha podido ser considerado en bastantes casos dentro del criterio ética, pero perfectamente podría incluirse dentro del criterio participación.

Asimismo, incidiendo en otro sentido de participación, en las prácticas valoradas es frecuente encontrar experiencias desarrolladas como trabajo de un profesional o un pequeño equipo, y presentadas a través de algún o algunos casos particulares. En ocasiones se trata de experiencias valiosas, pero la ausencia de una estructura de colaboración resta valor al trabajo y disminuye sus posibilidades de repercusión, continuidad y sostenibilidad. En cambio, en bastantes de las prácticas mejor valoradas en esta búsqueda, aquellos proyectos que cuentan con una red de colaboración y apoyo más compleja parecen tener también más y mejores recursos materiales y humanos, mayor contacto con la realidad, mayor legitimidad por tanto,  mayor influencia sobre esa misma realidad, mejores posibilidades de intervención, registro, evaluación, seguimiento, movilización de recursos, visibilización, impacto, también impacto social.

Novedad

La novedad aparece frecuentemente, de una manera u otra, entre los criterios utilizados más frecuentemente en revisiones de Buenas Prácticas en ámbitos como el educativo, el sociocultural o el comunitario. Sin embargo, en el proceso de revisión y valoración de prácticas que hemos realizado, relacionadas con experiencias de trabajo con infancia, arte, trauma, arteterapia, la aplicación de ese criterio de valoración no parece haber sido fácil ni evidente.

No es cualquier tipo de novedad la que buscamos, sino aquellas que sean relevantes porque introducen mejoras en el desarrollo de la práctica, o simplemente abren otras vías no habituales para pensarla, diseñarla, llevarla a cabo, que puedan tener quizás un valor potencial. 

Teniendo en cuenta estas consideraciones, la valoración del carácter novedoso, o innovador si se quiere, de una Buena Práctica en nuestro ámbito tendrá que abrirse necesariamente a la consideración de diversidad de marcos de referencia y a la valoración no solo de mejoras reales implementadas, sino de posibles mejoras o cambios virtualmente valiosos que pudieran esperarse a partir de las experiencias recogidas. Por ejemplo, podemos entender que una cualidad determinada, en relación a metodología de intervención, enfoque, actividades, materiales, modos de evaluación… en una práctica concreta de hace algunos años no sea considerada actualmente como novedosa, pero creemos que debería ser valorada así cuando en su época quizás lo fue o cuando, simplemente, ha podido facilitar que surjan novedades posteriores. O podemos entender también que, con los datos que los autores de un informe proporcionan,  no hay señales claras de novedad significativa manifiesta pero sí podemos intuir posibilidades de desarrollo posterior, novedad o interés potencial en algún grado.

Además, cuando la práctica da cabida a diferentes modos de expresión, a una metodología multidisciplinar entre diferentes áreas expresivas, consideramos que esa interrelación ya es en sí misma un signo de novedad y valor, aunque las actividades desarrolladas en algunas de esas áreas puedan no ser especialmente novedosas en sí mismas. 

Legitimidad

Es el criterio mejor valorado. El tipo de prácticas analizadas tienen bastante definido la problemática a la que se dirigen, el diagnóstico previo, población participante etc., ya que se tratan en su mayoría de investigaciones académicas, en el que este aspecto queda muy bien descrito en la mayoría de las ocasiones. Únicamente en cuatro de las valoraciones realizadas se indica que “no aplica”.

Impacto Personal/Social

En la mayoría de las prácticas seleccionadas el impacto social, entendido como  los efectos que una propuesta tiene sobre la comunidad en su conjunto, no ha sido posible valorarlo por limitación en el alcance de las intervenciones descritas y el modo de evaluar sus resultados. En las intervenciones valoradas, la medición del  impacto se centra casi exclusivamente  en los logros a nivel  personal de cada uno de los participantes o del grupo.  Es indudable que los resultados alcanzados en cada una de las experiencias pueden contribuir a la reducción de las desigualdades, justicia social, igualdad de género, etc. tal como se describe en este criterio, pero no incorporan en su diseño una medición explícita de este impacto, más allá de los resultados propios de la intervención en los participantes.  

A esta circunstancia se une que muchas de las prácticas analizadas no son programas o proyectos de intervención, se trata de investigaciones circunscritas a una población muy concreta: intervención familiar, estudio de casos, etc. Esto hace muy complicado aplicar el  criterio de  impacto, entendido como transformación social duradera y medible en el tiempo. Este indicador implica la evaluación del valor que la intervención crea en la sociedad, para ello tendrían que incorporarse parámetros para medir en cada grupo de personas relacionadas con el programa, proyecto, el valor que se genera para ellos.

Además, tal como está definido este indicador en cuanto al “mantenimiento a lo largo de los años”, es complicado aplicarlo en prácticas que se circunscriben a investigaciones de corte académico que en muchos casos son puntuales y circunscritas a un momento o espacio concretos.

Replicabilidad, transferibilidad

La valoración de este criterio se ha realizado teniendo en cuenta el nivel de modelización que la práctica propone.  Pueden ser prácticas diversas en alcance y amplitud –más pequeñas, puntuales, el estudio de un caso, programa de intervención…– pero si se encuentran bien descritas las fases, procesos, temporalización, etc. y sus elementos esenciales pueden ser exportados a otro contexto de intervención,  se han considerado transferibles.  Se han seleccionado, por tanto,  todas aquellas intervenciones que consisten en la aplicación de un modelo diseñado  –objetivos claramente establecidos, fases, duración, modo de evaluación, etc.–, y se ha valorado positivamente que  una explicación detallada de todos estos elementos la convierten en reproducible, al menos en algún grado.  Además se ha tenido en  cuenta que las prácticas no incorporen elementos muy específicos o excesivamente tecnificados que impidan su exportación a contextos similares de intervención.

Sostenibilidad

La sostenibilidad hace referencia a la capacidad de mantener un proyecto en el tiempo, que sus resultados puedan continuarse a medio y largo plazo. Para poder valorar este aspecto es necesario observar diversas dimensiones: sostenibilidad económica, social, técnica, organizativa. 

Si nos situamos bajo el prisma de la sostenibilidad económica, se trata de un criterio que en ocasiones no aplica y cuando lo hace, salvo algunas excepciones,  tiene una puntuación baja.  Esto se debe a la propia definición del criterio, pensado para programas o proyectos de más larga duración donde se puede evaluar de un modo más claro esa sostenibilidad económica, financiera, planificación de recursos, gestión de los mismos, etc. No obstante, evaluar desde las dimensiones de la sostenibilidad social y organizativa nos ha permitido valorar positivamente  experiencias que se encontraban integradas en procesos clave o en servicios de apoyo dentro de programas en escuelas, organizaciones, centros de atención social, etc. y que se han desarrollado a lo largo de varios años. Se ha entendido que cuanto más respaldo institucional y soporte por parte de una red social tiene la práctica, es  más sostenible organizativamente.

Eficacia/Eficiencia

La eficacia se ha  valorado con puntuaciones altas en las prácticas descritas, ya que todas ellas incorporan una planificación, un sistema de evaluación, una definición clara de objetivos y una descripción extensa y documentada del cumplimiento de los mismos en cuanto al  beneficio sobre las transformación provocada en los participantes.

Asimismo, al tratarse la mayoría de ellas de publicaciones académicas, éstas en su descripción no ponen el foco en la eficiencia y, por tanto, no se detallan o aportan indicadores económicos, sociales o de otro tipo que permitan medir la optimización  de  la gestión de los medios técnicos, económicos,  personales, etc.