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Libro de horas

Libro de horas

Madrid, Calambur, 2000

 

Hacía tiempo que no se hablaba tanto de un primer libro como de éste en el que ahora me detengo, lo que resulta curioso, sobre todo si se tiene en cuenta que no trae faja de premio ni padrinos ilustres, que yo sepa.

El Libro de horas es un único poema dividido en dieciocho fragmentos sin más título que la hora exacta en que el poeta se detiene para contemplar aquello que le rodea, el día mismo desde las siete y media de la mañana hasta la una de la madrugada, un día intencionadamente lluvioso, anodino y oficinesco, en un Madrid con el que resulta difícil reconciliarse, lo que, por cierto, también ocurre con el Madrid de verdad, si es que Madrid es de verdad, cuestión que no hemos de debatir ahora. O sí debemos. El poema está enfermo de cansancio, cansancio por el amor lejano, por las calles lejanas, por las canciones lejanas. Cansancio por la lejanía del mismo poema, que está en el poema como deuteragonista de su transcurso, un tanto burlón y obcecado pero insuficiente, como ese amigo del bueno que en la película llega siempre tarde para ayudar en la pelea. Madrid no presta su paisaje al poema, apenas un par de pinceladas permiten reconocer la ciudad, y lo mismo me equivoco, pero sí su hostilidad, la necesidad constante de refugio, la contradicción de ser caldo de poema y a la vez aplastar el poema, de derrumbar los días que en ella se abren como quien sopla sobre un castillo de naipes. Ninguna de las muchas críticas que el libro ha tenido, todas elogiosas, lo que me parece muy justo, ha señalado esta presencia de la ciudad concreta, prefiriendo contemplarlo como si fuera una suerte de fábula existencialista, que pueda pertenecer a cualquiera y en cualquier momento. Pero no creo que este poema busque tal estilizamiento. Las horas de José Manuel Megías son estas mismas horas en que yo escribo esta reseña y en que el despistado lector abre esta página para curiosear lo que hoy despellejo. No puedo dejar de pensar que tal día es real, que sigue siendo real como lo es José Manuel, que no ha querido esconderse ni inventarse, y que se ha sacado de la manga de esta perra vida un gran poema acerca de lo que nunca dejará de abandonarnos en esta ciudad, en este preciso momento.

LOVAT

 

También puede leerse en

El único silencio

(Poesía reunida, 1998-2017)

Madrid, Sial Pigmalión, 2017


Presentación

 

  • Círculo de Bellas Artes (Madrid): 19 de marzo de 2001. Con la presencia de Emilio Torné, y los actores: Ernesto Filardi, Soraya Gonzalo, Déborah Vúkusic e Iria Márquez