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Juan Cantavella: “El 'Ya' murió en la cruz, a manos de unos y otros, rodeado de ladrones”

Por Manuel Tapia Zamorano

Resulta complejo entender cómo un periódico que llegó a alcanzar una tirada media de 190.00 ejemplares poco después de la muerte de Franco fuera perdiendo peso específico en el escenario mediático español y certificara su acta de defunción apenas 23 años más tarde, el 1 de abril de 1998, tras un penoso proceso de litigios judiciales por impago de salarios y derechos de propiedad de la cabecera.

Se trata del Ya, un diario de orientación conservadora fundado en 1935 por la Editorial Católica, que durante el franquismo se convirtió en uno de los rotativos más populares e influyentes de España, pese a que el régimen le mostrara indiferencia y poco respeto.

El catedrático de periodismo Juan Cantavella, en su libro Los directores del diario Ya (CEU Ediciones, 2024) se ha propuesto repasar la andadura del medio en sus más de sesenta años de existencia, con sus errores y sus aciertos. Y arroja luz sobre una época, la de la dictadura franquista, en la que la falta de libertad y las presiones del poder ponían múltiples trabas a la labor periodística.

 

 

Tras el final de la dictadura y la llegada de la Transición, Ya parecía llamado a ejercer como medio de referencia en España, pero El País, según explica Cantavella en esta entrevista realizada mediante cuestionario, le arrebató ese espacio porque, “a los ojos de miles de lectores, estaba mejor hecho, era más abierto y por el mismo precio estaba en condiciones de ofrecer mejores contenidos”.

Cantavella destaca que el principal legado del Ya fue conseguir “avanzar con empuje en años difíciles, cuando el régimen no le ponía las cosas fáciles, y soportar un final complicado hasta morir en la cruz, a manos de unos y otros, prácticamente rodeado de ladrones”.

El diario Ya fue uno de los más populares e influyentes durante la última etapa del franquismo. ¿Cómo se explica su acelerada decadencia a partir de esa fecha?

Entiendo que fueron varias las causas, entre las cuales señalaría tres como decisivas: alguien hizo variar la marcha que mantenía el diario sustentada en una posición liberal, que ponía de relieve su apertura a una clase media que amaba la libertad y el cambio, para pasar a ser complaciente con el sector más conservador y con resabios franquistas; décadas de existencia sin abordar las reformas estructurales que el paso del tiempo demandaba, sin abordar el hecho de que el personal administrativo y de talleres era muy elevado y los gastos, excesivos; irrupción de otros periódicos (El País, Diario 16…) más dinámicos, abiertos y sin que arrastraran cargas económicas del pasado.

¿Jugaron la Transición y la incipiente democracia en contra del periódico?

La Transición y la búsqueda de la democracia la vivieron todos al mismo tiempo, pero no de la misma manera. Se hubieran debido sumar con entusiasmo a los cambios que se estaban ofreciendo, pero no lo hicieron. Fue un grave error.

¿Cuál era el perfil tipo del lector del Ya en la etapa más boyante del periódico?

En general, lectores conservadores y católicos. Pero no solamente estos, porque el tono mesurado y crítico (cuando resultaba oportuno) eran del agrado de muchos. Ese carácter sólo lo tenía Ya, por lo que gentes lejanas a este ideario recurrían a él para estar bien informados y conocer posturas distantes del franquismo.

Afirma en el prólogo del libro que la dictadura franquista mostró a Ya un “escaso aprecio”. ¿Cómo se explica este hecho cuando se trataba de un diario promovido por la Editorial Católica?

La dictadura franquista buscaba medios absolutamente fieles a su ideología y, por tanto, no le gustaban las medias tintas: tomaban la distancia que se mantenía en el diario como una falta de adhesión, una infidelidad. Por supuesto que el régimen hacía gala de un acendrado catolicismo, pero en todas las ideologías y religiones hay tendencias. En esa época hablábamos de integristas y progresistas. El primero se inscribiría en la primera y la Editorial en la segunda.

¿Perjudicó en su día al diario la consideración que muchos le otorgaron de ser el hermano menor de El Debate?

Podía haber miradas en esa dirección, pero no fueron relevantes. El papel de El Debate fue relevante mientras vivió, pero había muerto a manos del régimen y la empresa pudo mantener sus ideas en las páginas del Ya (a partir de 1952, porque desde 1939 hasta esa fecha hubo que soportar un director impuesto).

¿A qué achaca usted el continuo baile de directores que se produjo en la década de los ochenta?

A los malos resultados que se estaban obteniendo. A partir de 1980 todo fue de mal en peor. Algunos de los directores tenían una capacidad probada, pero las circunstancias en que debían moverse no facilitaron su lucimiento.

¿Fue Alejandro Fernández Pombo el mejor director que tuvo el Ya? No en vano, durante su gestión el periódico se convirtió en el más vendido de Madrid y afrontó una importante renovación tecnológica.

No lo sé. Son juicios de valor que entran en competición con otras personalidades no menos volcadas en buscar buenos resultados. Aquilino Morcillo y Alejandro Fernández Pombo fueron excelentes directores, que pusieron mucho empeño en su tarea y sabían lo que se traían entre manos. Vivieron años difíciles, pero sortearon las dificultades para empujar el diario hacia arriba.

¿Se puede considerar tibia la posición que adoptó el Ya en la intentona golpista del 23-F?

Bueno, digamos que no fue clamorosa su posición, pero no hizo un mal papel.

¿De dónde venía la animadversión que Diario 16, entonces dirigido por Pedro J. Ramírez, mostró contra el Ya a principios de la década de los ochenta?

Pedro J. Ramírez quiso mostrar ante la opinión pública un afán sobresaliente de ocupar posiciones de primer rango, pero no llegó muy lejos. Atacar a la competencia, a los diarios consolidados, fue una táctica más comercial que profesional. En realidad, tampoco tenía mucho que achacarle, sólo era cuestión de poner en evidencia los fallos informativos o las tomas de postura, que no eran ni mejores ni peores que las de otros medios.

¿Por qué un profesional de la talla de Fernando Ónega no logró consolidarse como director del Ya?

Tal vez porque no puso toda la carne en el asador, tal vez porque la situación era insalvable, tal vez porque no le dejaron poner en práctica las ideas que traía consigo… ¿Quién sabe?

Con la llegada de la Transición y de la democracia parecía que el Ya estaba llamado a ejercer como periódico de referencia en España. ¿Por qué perdió esa partida y cedió ese espacio al diario El País?

El contenido del periódico no era malo, pero tenía muchos lectores “prestados”, que emigraron en cuanto encontraron unas páginas más acordes con su ideología y con sus gustos personales. No cedió ese espacio, se lo arrebató El País, porque a los ojos de miles de lectores estaba mejor hecho, era más abierto y por el mismo precio estaba en condiciones de ofrecer mejores contenidos.

Juan Cantavella, durante una entrevista con el diario ABC.

Fotografía: José Ramón Ladra.

 

¿Cuál cree usted que fue el legado y la contribución del Ya a la historia de la prensa española?

El lanzamiento de un diario digno, juvenil y novedoso en 1935. El asumir el peso de El Debate cuando este fue prohibido por el franquismo (1939). El mantener un aire denso cuando la Editorial Católica pudo hacerse cargo de su dirección en 1952. El avanzar con empuje en años difíciles cuando el régimen no le ponía las cosas fáciles. El soportar un final complicado hasta morir en la cruz, a manos de unos y otros, prácticamente rodeado de ladrones.