Departamentos

A cien años de una lección magistral del periodismo de guerra español

Cuando Luis de Oteyza, Alfonsito y Pepe Díaz entrevistaron a Abdelkrim en el Rif

Por Pablo Sapag M.

Se suele decir que el periodismo de guerra español nunca ha logrado levantar el vuelo. La razón para ello sería la no participación directa de España en las dos guerras mundiales, escuelas de periodismo bélico para franceses, alemanes, británicos o estadounidenses. Los libros de ex corresponsales de guerra de medios del Reino Unido y Estados Unidos no solo se han traducido del inglés al castellano y otras lenguas españolas, repletan los anaqueles de las bibliotecas de los centros universitarios en los que se enseña periodismo. Esas mismas estanterías acogen con entusiasmo y en el formato correspondiente a cada época las películas que retratan las experiencias de esos reporteros pretendidos o reales.

En muchos casos esos libros no son sino una sucesión de anécdotas hilvanadas sin ningún criterio académico y por lo tanto formativo. En el caso de las películas, destacan los biopic hagiográficos o las que promueven una idea del periodismo que desde el romanticismo se entiende como lo que no es: un defensor de causas, un juez de parte que al abrazar esa misión justiciera inevitablemente termina alejándose de la información y acercándose a la propaganda. De paso, ese tipo de libros y películas promueven un periodismo temerario en escenarios en los que toda precaución es poca.

Pero el periodismo de guerra español existe y da para llenar tantas estanterías como el de los demás. Rescatar sus hitos es tarea de la Historia de la Comunicación Social, la Historia del Periodismo y la Historia de la Propaganda.

-----------------------------------------------------------------------

(La imagen que acompaña al texto es una reproducción de la portada del diario madrileño La Libertad, del 8 de agosto de 1922, donde se incluía la entrevista del director del medio, Luis de Oteyza, a Abdelkrim).

 

Y en ello se está, aunque no resulta fácil porque los esfuerzos por recuperar la historia del periodismo de guerra español chocan con la interpretación más general y popular que se hace de la Historia de España, esa que termina por asumir acríticamente un papel subsidiario en el marco europeo y global y en todos los órdenes. Se olvidan así los conflictos armados en los que España ha participado en los últimos cien años, que coinciden con los del desarrollo de un periodismo de guerra industrializado. Y no hablamos aquí de la Guerra Civil, el tipo de conflicto en el que la propaganda se enseñorea y que pese a todo dejó ejemplos de gran periodismo informativo, valga más que nunca la redundancia. Ahí está Manuel Chaves Nogales, por ejemplo.   

Hablamos de la segunda guerra de Marruecos o del Rif (1911-1927), la de Ifni (1957-1958) y la guerra por el Sahara Occidental (1973-1975). Conflictos todos que se tienden a olvidar, quizás por las dificultades españolas para asumir, aceptar y digerir una tradición imperial tan larga como consustancial a una España de vocación marinera y expansionista desde la fusión misma de los reinos peninsulares. Haber sido uno de esos imperios espaciales considerados por Colás “modernos tempranos”, aquellos que se habían formado siglos antes de que la Revolución Industrial impulsara a mediados del siglo XIX la carrera por construir imperios coloniales de vocación más económica que política, como los de Francia y Reino Unido. Frente al modelo de esos nuevos imperios esencialmente necesitados de materias primas para alimentar la segunda Revolución Industrial, estaba el de aquellos para los que lo económico era importante pero mucho menos que el poder político construido a partir del dominio sobre territorios y pueblos y al servicio de una religión determinada. En el caso de España y Portugal el catolicismo, en el de Rusia el cristianismo ortodoxo y en el de Turquía, el islam suní.

Leyendo entre líneas la lección de periodismo que en forma de entrevista aquí se recuerda justo cuando va a cumplirse un siglo de la misma, algo también puede intuirse de la orgullosa y a la vez incómoda relación de España y los españoles con su vasta trayectoria imperial. Un desasosiego que parece imponerse a lo primero y al hacerlo por extensión censura e ignora la historia del periodismo en esos conflictos. Una historia de la que, sin embargo, se puede aprender mucho.

Corría agosto de 1922 y tras una accidentada travesía pasando por Argelia, el periodista de La Libertad, Luis de Oteyza, los fotógrafos Alfonso Sánchez Portela, Alfonsito, y Pepe Díaz desembarcaban en la playa de Suani, en la bahía de Alhucemas. Se cumplía justo un año del desastre de Annual, en el que murieron 9.000 efectivos del Ejército Español y otros 2.500 encuadrados en las tropas locales que colaboraban para que España pudiera mantener su protectorado colonial sobre el norte de Marruecos.

En 1912 España y Francia se habían autodesignado potencias protectoras de Marruecos repartiéndose el territorio, tal como cuatro años después lo hicieron la propia Francia y el Reino Unido con la Siria histórica e Iraq por medio del hasta hoy discutido acuerdo secreto Sykes-Picot. Para España era una forma de resarcirse mínimamente por la pérdida de los restos de su imperio colonial ultramarino en 1898, cuando junto con Cuba, la joya del imperio, se evanescieron Puerto Rico, Filipinas y Guam.

Annual causó una enorme conmoción en una España que si bien se había beneficiado económicamente de su neutralidad durante la Primera Guerra Mundial, seguía aturdida por la crisis del 98. Ya no solo era la indignación por la tremenda mortandad, sobre todo entre soldados de reemplazo, que ocasionó la audaz ofensiva rifeña liderada por Abdelkrim sobre las mal protegidas y peor abastecidas posiciones españolas, esparcidas por una interminable línea de casi 140 kilómetros.

 Escandalizaba igualmente lo que reveló el Expediente Picasso: negligencia de los generales Berenguer y Navarro y temeridad del general Silvestre al defender la posición de Annual y luego ordenar una desorganizada retirada a Melilla, lo que permitió a las fuerzas independentistas rifeñas atacarlas a placer. Se supo también de la corrupción de no pocos oficiales y funcionarios de la administración del Protectorado, lo que favoreció el desastre. A la indignación se sumaba la angustia por la suerte de los más de 300 prisioneros en manos de AbdelKrim. El jefe rifeño se había convertido en el enemigo público número uno en España. En las ferias de pueblos y ciudades la gente pagaba para golpear un muñeco con su imagen. Trasunto popular del principio propagandístico del enemigo único, tan útil para esconder la complejidad y los fines reales de las guerras.

Como tituló La Libertad[1] la serie de crónicas que salieron de ese viaje, Oteyza, Alfonsito y el también fotógrafo Pepe Díaz se internaron “en campo enemigo” para tratar de informar sobre el estado de los prisioneros pero también para profundizar sobre la estructura de la República del Rif proclamada por Abdelkrim y hacer lo posible por entrevistar a su líder.

Después de pasar unos días retenidos, como les ha ocurrido a no pocos periodistas españoles en zonas de conflicto en los que, aunque participe bajo bandera de la OTAN u otra organización, España es el enemigo, periodista y fotógrafos empezaron a cumplir todos y cada uno de sus objetivos. Estuvieron con los prisioneros españoles y entrevistaron al hermano y el tío de Abdelkrim, que formaban parte del Consejo rector de la autoproclamada República del Rif.

En esa entrevista Luis de Oteyza demuestra que era capaz de controlar el compromiso patriótico que muchas veces termina tiñendo de propaganda las informaciones sobre conflictos en los que participa el propio país del reportero. Lo admitieron no pocos periodistas estadounidenses en Vietnam después de que Seymour Hersh, periodista que durante la guerra no estuvo en Vietnam, informara desde la retaguardia estadounidense con precisión de todos los detalles de la matanza de My Lai. Su conocimiento del Ejército, su manejo de fuentes y su capacidad de traducir los comunicados militares que los periodistas comprometidos con cualquier cosa menos con la información suelen despreciar, le permitió a Hersh trabajar ese scoop. Resultado del dominio de los recursos y técnicas de la profesión periodística y de la certeza de que para informar de fenómenos complejos y multidimensionales como las guerras, no siempre estar en primera línea es lo más acertado para llegar a la información. Desde Vietnam sus compañeros se justificaron diciendo aquello de que se autocensuraron por compromiso patriótico. Lo mismo dijeron los británicos años después, cuando la guerra de Malvinas/Falklands. Si se guardaron cosas, si no preguntaron lo que profesionalmente debían, fue porque “era nuestra guerra”.

En su texto Oteyza incluye no solo preguntas y respuestas sobre lo que había ocurrido en Annual y cómo se había preparado el golpe de mano rifeño. También sus esfuerzos por controlar la subjetividad. “Hago un esfuerzo tal para contener mi emoción, que siento contraérseme los músculos al tirón de los nervios. Logro así que no me tiemble ni la voz”. Notable contraste con el de tanto seudoperiodista que antepone la proyección de sus emociones y opiniones a la información, sobre todo cuando de conflictos armados se trata.

Lo mismo hará Oteyza en otros pasajes de una larga entrevista con los miembros del Consejo rifeño, en las que con tono respetuoso y nada histriónico logra que el hermano y el tío del líder independentista le hablen no solo de cómo se gestó el desastre de Annual. También del uso de la violencia extrema, de armamento, de la organización política de la nueva República que aspira a su independencia formal, de los prisioneros y de lo que esperan de España en caso de que se alcance la paz. Todo ello aportando datos de contexto histórico y personal de sus interlocutores. En definitiva, una entrevista total.

Es así como obtiene una de las grandes exclusivas del periodismo de guerra español. Habiéndose ganado la confianza de sus primeros entrevistados y sus guardaespaldas, logra entrevistar al mismísimo Mohammed Abdelkrim. Lo hace con su técnica de siempre. Es la misma que un siglo después tan bien cultivaba David Beriain antes de que lo asesinaran junto a su compañero Roberto Fraile en Burkina Faso.

En las selvas de Colombia frente a un jefe de las FARC, con narcotraficantes mexicanos o sicarios albaneses, al igual que Oteyza, Beriain siempre buscaba comprender sin juzgar para así poder informar, lo que le alejaba de los periodistas pretendida y pretenciosamente justicieros que más que deberse a la información se entregan a la propaganda de las muy respetables –o no- causas que promueven, en cualquier caso, siempre en el lugar equivocado. Ejemplos de entrevistas provocativas pero a la postre sin sentido hay muchas. Aquellas que dilapidan la posibilidad de entender las razones de aquel al que se considera enemigo o se juzga moralmente al margen de cualquier pretensión informativa. No pocas decisiones que se toman en los conflictos armados dependen del factor humano, sobre el que un periodista también debe indagar.

Oteyza se gana a Abdelkrim desde el principio, cuando le dice que quiere oír de él lo que antes le ha dicho su hermano respecto a la posibilidad de negociar una liberación de prisioneros. “Quiero para los lectores de La Libertad las respuestas de tu boca. En España ignoran la absoluta identificación que existe entre tu hermano y tú, y creerán más lo que tú digas que lo que otro diga por ti”. Entonces Abdelkrim se abre.

El diálogo entre entrevistado y entrevistador bascula entre la cuestión de los prisioneros, el concepto de independencia y el juego entre potencias por controlar Marruecos. Ahí es donde se revela el elevado idealismo español a la hora de acometer y evaluar indulgentemente sus aventuras imperiales respecto a las de otras potencias. Mientras el líder rifeño insiste en que no tiene nada en contra de España siempre y cuando respete la independencia y el honor de su pueblo, Oteyza señala:  

 

—Sin embargo, sidi, no debe ocultarse a tu buen juicio y a tu alto saber, que aunque España accediese a concederos la independencia hay otras naciones que no la aceptarían (…) Yo no sé nada. Juzgo, sin embargo, que las potencias europeas no consentirán fácilmente que se forme un nuevo Estado en la costa del Mediterráneo, junto a ellas, casi entre ellas. Por eso he apuntado la sospecha de que tal vez, si España abandona su intervención en África, otra nación ocupe el puesto dejado.

 

La respuesta de Abdelkrim ante la comparación positiva que implícitamente hace Oteyza entre la intervención española y las de otras potencias, es muy decidora:

 

—Pues pasaría con ellas lo mismo que ha pasado con España.

 

 Es la misma respuesta que más recientemente se oyó en los Balcanes, Iraq o Afganistán en el curso de operaciones militares españolas que se proyectaban y entendían solo desde una perspectiva positiva. Ocupantes son otros, pero no España. Quizás eso impide asumir y estudiarlas como lo que son y lo que se deriva de ellas: coberturas periodísticas en el marco de conflictos armados puros y duros. Si se hiciera, tal vez no habría que recurrir tanto a historias periodísticas ajenas.

El momento clave de la entrevista, sin embargo, es cuando Oteyza le pregunta a Abdelkrim por los once meses que pasó en una prisión española en Cabrerizas por un motivo tan peregrino como revelador de lo que llevó a la muerte de tatos españoles y rifeños.

 

—El capitán Alemán, uno de la Guardia civil, ¿sabes?, y Riquelme me llevaron a presencia del general Aizpuru y me anunciaron que estaba detenido. El general me dijo que se veía obligado a detenerme, de orden de Jordana, porque mi padre no había querido ir al Peñón a cumplimentarle.

 

Sin autocensurarse, Oteyza extrae de eso una conclusión lapidaria y en parte desafiante de ese principio elemental de la propaganda de guerra que dice que quien pone en entredicho la misma es un traidor. En nuestro caso, la construcción psicológica persuasiva con la que España se resiste a ver sus intervenciones coloniales y militares como lo que son. No porque en los códigos españoles su pretendida acción civilizadora y sus justificaciones teóricas se llamen “africanismo” dejan de ser más o menos lo mismo que lo que británicos y franceses han hecho bajo la etiqueta de un “orientalismo” que tan bien dejó al desnudo el gran pensador cristiano árabe Edward Said. Al hablar de España en Marruecos, aunque se trate del Rif y de bereberes y no de árabes, la precisión al mencionar a Said es obligada. Escribió Oteyza:  

 

“Ahora soy yo el que tengo que dominarme para que no se note mi emoción. ¡Es mi país el que hace tales cosas! Por satisfacer el orgullo de un funcionario, más o menos encumbrado, se falta a la ley de gentes, y –“es peor que un crimen: es una torpeza”– se falta atacando a un hombre cuyo poder debía conocerse, y que nos estaba sirviendo, sosteniendo… Trato de disculpar lo que sé que no tiene disculpa”.

 

Matiza, sin embargo Oteyza. al hablar de desmanes individuales contrarios al derecho de gentes, ese que se desarrolló en plena conquista de América y que al tiempo que mejoró las condiciones de quienes antes eran considerados cosas sirvió para justificar hasta la fecha todo lo demás, ahí o en el mini imperio africano con el que se intentó compensar la pérdida del ultramarino.

Pero Oteyza le arranca algo más a Abdelkrim. Una nota manuscrita en la que el líder rifeño, perfecto conocedor del idioma de un país en el que había estudiado, señala en castellano que “Las puertas del Rif están abiertas para todos los paisanos españoles como lo han estado para el director de La Libertad / Mohamed Abd El Krim / Aydir 2 de agosto 1922”.

Y luego viene un detalle que también es parte de la buena historia del periodismo de guerra español, en este caso, gráfico. Oteyza, Alfonsito y su ayudante, el también fotógrafo Pepe Díaz, convencen a Abdelkrim para que se deje fotografiar junto al periodista.

 

 —No puedo, no; de veras que no puedo. No es por prejuicio político ni religioso. Es que… ¡Es otra cosa! Imposible, imposible.

 

 Al ver la resistencia del entrevistado, los tres insisten con argumentos que resultan tan decisivos como reveladores de la importancia de conocer –y respetar- la psicología de los entrevistados.

 

—Insisto porque es cosa que a ti y a mí nos conviene. Yo tengo enemigos que, acaso no sabiendo cómo combatirme, negarán esta entrevista; y respecto a ti ya sabes que nuestros gobernantes propalan que estás herido. Desmiente tu herida como Pajarito[2] ha desmentido su muerte. ¡Que te vea el pueblo español a mi lado, bueno y sano, para que sepa cómo se le engaña. 

 

  Alfonsito afirmó más tarde que el argumento suyo que lo convenció fue que si no se le veía en Madrid pensarían que la entrevista no existió y que por tanto el posible acuerdo de liberación de prisioneros a cambio de una importante suma de dinero, vital para la República del Rif, no se desembolsaría. Fuese por las razones esgrimidas por Oteyza o por las de Alfonsito, finalmente Abdelkrim cede.  

 

—Está bien. Ven aquí.

 

“Pepe Díaz y Alfonsito van hacia la puerta mientras yo arrastro mi butaca junto al sillón de Abd-el-Krim. Se tiran las pruebas sin ninguna dificultad”, escribió Oteyza.

 

En realidad, el momento fue de una tensión extrema y Alfonsito y su ayudante tuvieron que tomar -como ocurre en las guerras cuando de profesionales se trata- una decisión pensando en la foto pero también en la seguridad de todos. Prescindieron del flash de magnesio, que provocaba una pequeña explosión, para que el guardaespaldas del líder rifeño no pensara que era un atentado contra su jefe. Y así, solo con la luz natural, lograron hacer una fotografía que no solo inmortaliza a Abdelkrim y a Oteyza sino que revela mucho sobre la presión a la que estaban sometidos los reporteros, por más que Oteyza pretenda quitarle hierro con una nota entre frívola y vanidosa redactada cuando ya todo había pasado y, en ese contexto particular, comprensible humana y mediáticamente.

 

“Mientras nos retrataron yo tuve apoyada en la nuca la pistola de Amogar[3]. No lo noté. Pero aunque lo hubiese notado no me habría movido… ¡No era cosa de estropear un cliché tan valioso por semejante pequeñez!”

 

De eso han pasado cien años ya. Vale la pena revisitar esa página de un periodismo de guerra español que, desde luego, también existe.

 

 

Referencias

 

-Alcalá Perálvarez, J.M. (2016): Las muecas de los días, Getafe, Editores Madrileños del Sur (EMS).

-Colás, A. (2009). Imperio. Madrid: Alianza.

-Del Campo, E. (2012): Luis de Oteyza entrevista a Abdelkrim y su hermano, fronterad REVISTA DIGITAL https://www.fronterad.com/luis-de-oteyza-entrevista-a-abdelkrim-y-su-hermano/

-García Palomares, A. (2014): El origen del periodismo de guerra actual en España: el análisis de los corresponsales en el conflicto del norte de África entre 1893 y 192. Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid. https://eprints.ucm.es/27709/1/T35547.pdf ¨ [Consulta, 1 de mayo de 2019].

-González, J.R. et al. (2016): Testimonios del desastre. Periodistas y escritores en los campos de batalla. Gijón: Trea.

-Hersh, S. (2019): Reportero, Barcelona, Península.

-Knightley, P. (2000): The first casualty: The war correspondent as hero and myth maker, from the Crimea to Kosovo, London, Prion.

-Morales Lezacano, V (1984): España y el Norte de África: El Protectorado en Marruecos (1912-1956), Madrid, UNED.

-Pérez García, G. (2005): Información y propaganda en el último periodo colonial español (Ifni-Sahara), 1957-1976. Tesis doctoral inédita. Universidad Complutense de Madrid.

-Said, E. (2015): Orientalismo, 7ª edición, Barcelona, Debolsillo.

-Sapag, P. (2016): Historia y actualidad de los corresponsales de guerra, en González, J.R. et al. Testimonios del desastre. Periodistas y escritores en los campos de batalla. Gijón: Trea.

-Agencia informativa gráfica Alfonso: Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores http://www.sbhac.net/Republica/Prensa/Fotografos/Nacionales/Alfonso/Alfonso.htm

 

 

 

 

[1] El periódico fue fundado en 1919 por redactores y trabajadores de El Liberal que habían ido a la huelga. Inmediatamente se consolidó como un medio de tono progresista y atento a las preocupaciones de la clase obrera, por ejemplo, la suerte de aquellos que sin influencias no tenían forma de escapar de un servicio militar que se cumplía librando la guerra en África. Entre sus redactores y colaboradores, además de Luis de Oteyza, que fue uno de sus directores, Antonio Zozaya, Eduardo Ortega y Gasset, Pedro de Répide, Luis de Zulueta, Augusto Barcia, Manuel Machado o Luis de Sirval, del que hay una interesante novela biográfica de Juan Manuel Alcalá Perálvarez sobre su trabajo periodístico durante la Revolución de Asturias de 1934. Defensor del régimen republicano y se su gobierno durante la Guerra Civil, La Libertad desapareció al término de la contienda civil.

[2] Se refiere al rifeño que actuó como enlace entre sus  jefes y los informadores, atendiendo de paso las necesidades de los reporteros durante su estancia en el norte de Marruecos.

[3] Guardaespaldas de Mohammed Abdelkrim.