Colectivo de Personas sin Hogar. Asociación DUAL y Candelita UTE. Colores de la voz comunitaria.


Visita a la exposición

Hoy es un día muy especial para nosotras,nos visita la Asociación Dual y Candelita UTE que trabaja con personas sin hogar. Es una nueva experiencia y eso nos hace estar un poquito nerviosas. En una reunión previa con una de las trabajadoras de la asociación, nos comparte que le gustaría para esta sesión que el objetivo fuese fomentar la integración entre los miembros del grupo y promover un tipo de ocio saludable. El perfil del grupo es realmente diverso, personas de diferentes nacionalidades, edades y género, algunas personas con discapacidad intelectual, discapacidad por consumo, algunos están en sus primeros pasos en el aprendizaje del español además de aprender a leer y escribir. 

Es por ello, que una de las primeras cosas que tuvimos en cuenta fue la comunicación, el uso del lenguaje corporal y explicaciones accesibles para promover la inclusión. Por otro lado, es importante que tengamos en cuenta que es una exposición que se centra en la voz sobre la imagen, y por lo tanto, el contenido de lo que se dice tiene un peso a la hora de poder generar un diálogo con las imágenes y poder acceder al pensamiento del artista. Esto nos hace pensar una vez más sobre la necesidad de seguir investigando y haciendo de los museos un lugar más accesible para todos. En este caso, nos planteamos si, por ejemplo, pudiendo tener el texto escrito para cada fotografía o subtítulos en las imágenes, podría facilitar y guiar la escucha, y qué papel juega en el cambio o no de la experiencia de la mano con el objetivo de la exposición. Esto no nos impide sentarnos y pensar juntas formas de crear la experiencia. 

Recibimos a un grupo de 27 personas y para poder hacer un primer acercamiento y empezar a conocerlos, les proponemos que se presenten, y si quieren, compartir el lugar donde nacieron, o de dónde se sienten parte. 26 hombres y una mujer, de lugares del mundo completamente diferentes: Ecuador, Rumanía, Letonia, República Democrática del Congo, Polonia, Colombia, Perú, República Dominicana… Algunos más tímidos que otros, pero en general brilla una gran sonrisa y entusiasmo. 

Nos vamos al Patio Sur, para empezar a navegar por la historia del Centro Cultural Conde Duque. Solo para 4 de ellos es la primera vez que están aquí pero en general han venido más de tres veces, en gran parte, promovido por la asociación. Por ello, les devolvemos la pregunta, para que sea su voz quien comparta lo que saben sobre este espacio. De repente, un comentario tras otro van generando una narrativa, rica y compleja, llena de detalles particulares, por ejemplo, sobre el escudo de la puerta o sobre el motivo por el que el portón es tan alto o la palabra yeguadas como se les decía anteriormente a las caballerizas. 

Con esto, visitamos la exposición. 

Los participantes de la bóveda 1, seis hombres y 1 mujer  se centran en la imagen que comparte Pedro G. Romero de la carátula del libro de Susan Sontag y de sus reflexiones acerca de la persona que es fotografiada, surgen preguntas acerca de su aspecto, proveniencia, posibilidades y contexto “quizás sea un gitano o no” se centran en la frase: “ (...) Entre otras cosas porque nuestro protagonista, seguramente, no es propiamente un gitano, no es un romaní, si no un traveller, un grupo asimilado a los gitanos que, en realidad, son una cultura itinerante (...)”. Dos hombres dicen identificarse con el traveller y que han compartido mucho con personas gitanas ¿Es acaso malo estar con ellas? ¿Por qué siempre está el estigma con el otro, con su imagen y su procedencia? ¿Acaso no somos libres de ser quienes queramos? Preguntas que quedan en mi mente y en mi corazón resonando.

Al salir, mientras unos suben por las escaleras y otros por ascensor, vamos comentando la sala de bóvedas 4. Me cuentan que a pesar de que se les hacía bien difícil entenderlo, se han visto muy reflejados en la obra de Ángela Bonadies, especialmente con la frase “Bailar para no morir”. Ahora, volviendo atrás veo el inicio de algo que se convertirá característico en esta sesión: una voz que busca todo aquello que acerca y acaricia la vida. Me cuentan las cosas que les gusta hacer a ellos y rellenan la frase a su manera “charlas con los amigos para no morir”, “escuchar música para no morir”, “mirar un paisaje para no morir”. Hablan, directos, sobre la muerte y lo cercana que la sienten, lo mucho que la han visto en su infancia y ahora en las personas que tienen cerca “hay que aprovechar la vida que nunca se sabe cuando te vas de ella”. Me toca, me mueve tremendamente, me agita. Lo escucho.


Taller de Arteterapia

La sala de teatro les acoge, con unas mesas que crean un gran círculo, con manteles rojos y negros. Lo cierto es que la sala es preciosa, entra luz por ambos lados con unos ventanales grandes que dejan ver por una parte, el interior de uno de los patios internos de Conde Duque, un por el otro, una corrala de Madrid. Es tal la admiración y entusiasmo, que decidimos partir con un calentamiento corporal diferente al que habíamos pensado para dirigirlo a la exploración del espacio. En cuanto empiezan a caminar, casi de inmediato rodean la mesa de material acariciando lo que encuentran en ella

Liliana explica la propuesta que hemos pensado para la creación: "hacer un collage o creación a partir de un tema con el que nos hayamos conectado con la sesión". Empiezan y curiosamente nos preguntan, como quien quiere ir directo al grano "¿Hace falta que esté conectado con la exposición?" "Sí" - contesta casi automáticamente un miembro del equipo de intervención. Siento por dentro que ese sí está cargado de contenido detrás, miró a Marta y sé que piensa lo mismo. Le preguntamos si hay algo en particular con lo que se ha conectado desde que hemos llegado a esta experiencia. “Sí, hemos llegado y nos hemos hecho una foto con los amigos en la puerta, con el escudo. Me recuerda a mi infancia, y cuando hice la mili. Pero ahora con buena compañía, me siento bien”. “Pues a por ello”. Que forma tan hermosa de materializarse el bienestar que los vínculos generan. 

Mientras la creación se da en el espacio, nos permitimos recorrer la sala intentando echar un vistazo y conocer sus historias, escuchando el color de sus voces, las anécdotas, las referencias, los recuerdos, visitamos personalmente las creaciones de uno a uno de los participantes, compartiendo su mirada, su expresión, intentando captar la esencia de lo vivido, nuestras mentes y nuestros corazones se abren aún más para escucharlos para verlos, para sentirlos. 

Luego de la creación invitamos a cada participante a volver a su grupo inicial, con aquel que compartieron en la sala de bóvedas, nos disponemos a sentarnos con cada uno de ellos y darle voz a sus creaciones, conversamos, compartimos la mirada que se tiene de un hecho que les resuena no solo en la mente sino en su corazón, como cada línea temática influye en las experiencias vividas que se hacen evidentes en su obra.

Durante el darle voz a nuestras creaciones, en el grupo 1 surge una reflexión particular, ¿Cómo cada uno creando logra conectar con el otro que crea apartado, en un lugar diferente del espacio? ¿Cómo es posible?  Santiago dice “Es porque conocemos de lo que nos han hablado, sabemos que es estar solo y ahora lo que es estar acompañado, estamos conectados” la sensación de ser parte del otro, del entender lo que el otro propone, crea y comparte nos brindó la posibilidad de conocernos más, de sentir que los interrogantes, las reflexiones y quizás los juicios nos vienen de identificar algunos estigmas que la sociedad pone en nosotros, somos migrantes de fronteras invisibles y limitantes, nos movemos porque necesitamos ser de muchos lugares, vivir múltiples historias sin aquellas etiquetas que nos dicen quienes debemos ser o actuar, es así como surge y llega a nosotros la palabra empatía, “si nos conocemos, sabemos de nuestra historia ¿Por qué no podemos ser empáticos?”. Resonamos con las historias que hacen parte de uno y de todos al mismo tiempo, hoy hemos descubierto que todos estamos conectados.

Después de compartir un cierre en los pequeños grupos nos disponemos a hacer un círculo grande, mirándonos y reconociéndonos desde nuestra individualidad y a la vez siendo parte de un gran grupo, somos nosotros y el conjunto con otros; es así como se invita a compartir una palabra o una pequeña frase de la experiencia vivida durante la visita, ¿Que surge en nosotros? ¿Cómo nos sentimos? una palabra que pueda expresar lo que siento frente a lo que he vivido en este lugar; es así como surgen palabras como conexión, gratitud,  aprendizaje, conocimiento, “Ceva nou” -algo nuevo- alegría, compartir, empatía…