El pintor italiano Antonio Ricci aparece, a menudo, citado en la documentación de archivo como “Antonio de Ancona”, circunstancia que ha propiciado su vinculación con la ciudad italiana de la región de Las Marcas. a pesar de que no se dispone de su partida de bautismo u otros papeles que demuestren tal vínculo. Ceán Bermúdez, en cambio, señala Bolonia, sin justificar la fuente consultada, como su lugar de nacimiento. Nada se sabe acerca de su producción artística antes de su llegada a la península ibérica como miembro del taller de Federico Zuccari en 1586.  Debió participar, y así lo acreditan los pagos a los jóvenes que trabajaron junto al maestro italiano, en la decoración de algunos espacios del monasterio – palacio de san Lorenzo de El Escorial, pero no se dispone de noticias precisas acerca de cuáles fueron sus cometidos. Nuevamente Ceán Bermúdez sostiene que intervino en los frescos del claustro de los Evangelistas del monasterio. A su juicio, y a instancias de Felipe II, fueron eliminados por no encontrarlos de su gusto. Debió estrechar vínculos en este periodo con el escultor Pompeo Leoni, activo en la corte de Felipe II y, en lo específico, en el monasterio. A este respecto, Ricci fue llamado como testigo en el reconocimiento de un hijo natural del artífice, del mismo nombre, nacido de su relación con la milanesa Ginera Vila. Al término de la estancia de Federico Zuccari en la corte de Felipe II (1589), Antonio Ricci decidió permanecer en la península y continuar su carrera ya en solitario, pero no abandonó la profesión, en contra de lo que se ha dicho en repetidas ocasiones, aunque sí asumió otros trabajos debido a su precaria situación económica.

La historiografía, hasta fechas muy recientes, ha destacado preferentemente su trabajo como copista y su papel como progenitor de dos figuras destacadas de la escuela artística madrileña del Barroco: fray Juan Andrés Rizzi y Francisco Rizzi. Especialistas españoles han reconstruido algunos aspectos de su biografía posterior al encargo escurialense y sus trabajos como artista religioso y, sobre todo, de retratos. Así, a instancias de fray Juan de Ribera, arzobispo de Valencia pintó obras devocionales y el semblante de varios miembros de la familia real, hoy en el Colegio del Corpus Christi. Los servicios de Antonio Ricci como pintor, como también ha destacado la historiografía reciente, fueron requeridos por los Habsburgo y los Mendoza, entre otras familias de la nobleza hispánica. A la vez, el artífice se implicó en peticiones de mejoras salariales y de otra índole junto a otros pintores en 1603, el año en el que este colectivo solicitó a Felipe III la apertura de una academia dedicada a las Bellas Artes en Madrid. Conservó los vínculos con su patria de origen, tal y como se ha demostrado a partir de su relación con Jacopo Gratti, uno de los agentes del duque de Módena en Madrid. Así mismo, algunos de los retratos realizados por Antonio Ricci ponen en evidencia los vínculos con aristócratas del círculo del duque de Lerma. Quizá, como se ha argumentado recientemente, la caída en desgracia del valido de Felipe III explicaría el descenso de los encargos a Ricci a partir de 1621. A partir de esta fecha, uno de sus principales cometidos fue la tasación de colecciones privadas, pero las deudas contraídas previamente hicieron que el pintor y su esposa fueran encarcelados en 1633 y sus bienes confiscados. Dos años más tarde, y en medio de circunstancias muy complejas, falleció.

Bibliografía en orden de publicación:

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