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Prometeo condenado

Prometeo condenado

Madrid, Calambur, 2004

 

Prometeo aparece solo en medio de una roca. Encadenado a una roca. Anochece. Prometeo cree estar solo, pero en realidad se encuentra en medio de un torrente de voces, plegarias, preguntas, lamentos... y su voz en ocasiones es el eco de las voces que llegan a su encuentro. Anochece y el poema se extiende, como la balsa de un interrogante, a lo largo de las horas nocturnas. Amanece y Prometeo sigue encadenado a su roca. Solo. Más solo que nunca: ya no le quedan palabras después de tantas preguntas, después de tantas palabras oídas, de tantas entrecortadas.

            Prometeo condenado es la crónica de una noche (la de todos nuestros días), la expresión de una soledad (la que nos condena nuestro mundo) y el grito absurdo de las preocupaciones más insignificantes (el que nos enfrenta al espejo de verdaderos dolores). Prometeo está solo porque vive en su pequeño universo del egoísmo. Prometeo se ha quedado sin palabras porque nada puede decirse a quien de verdad sufre.

 

También puede leerse en

El único silencio

(Poesía reunida, 1998-2017)

Madrid, Sial Pigmalión, 2017