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Notas textuales de Prometeo condenado

Prometeo condenado

Madrid, Calambur, 2004

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Notas textuales

Prometeo condenado

(Madrid, Calambur, 2004)

Publicado en José Manuel Lucía Megías, El único silencio (Poesía reunida, 1998-2017), Madrid, Sial/Contrapunto, 2017, pp. 589-591

 

Cuatro años después se publicó también en la editorial Calambur Prometeo condenado. Como ya he dicho, en realidad, fue mi primer libro de poemas que di por terminado, incluso antes del Libro de horas, pero solo salió unos años después, gracias al enorme trabajo de relectura y de comentarios por parte de Emilio Romo. Sin él, sin duda, este libro hubiera quedado entre los inéditos, y solo algunos poemas se rescatarían para el apartado final de este volumen. El origen de esta obra, su origen remoto creo encontrarlo en la adaptación que hice del Prometeo encadenado de Esquilo para un grupo de teatro que montamos en Alcalá durante los años de la carrera de Filología. El tema me apasionó, y me dediqué a leer otros Prometeos, siendo el de Shelley, el romántico Shelley, con su Prometeo liberado el que más me acercó al tema, al tono que yo quería darle. El libro Prometeo: mito y literatura de Carlos García Gual, como todas sus obras, fueron una fuente inagotable de temas, de intuiciones, de respuestas y de nuevas preguntas. Pero el tema mítico fue tan solo el punto de partida, pues yo quería hablar del aquí y del ahora. Una poesía social que se saliera de la fácil vestimenta de la pancarta y del manifiesto, para vestirla con los ropajes del mito, de la tradición. No hacer concesiones a la forma poética para adentrarse en el fondo de la injusticia social, política, económicas y vital que entonces y ahora padecemos. Prometeo como símbolo del hombre, de cualquier hombre actual (de mí mismo), que estuviera en lo alto de su roca egoísta y al que se acercan hombres y mujeres que no tuvieron la suerte de ser hijo de dioses y que padecían torturas más sangrientas, más inútiles que la suya.

El libro, a pesar de ser uno de los que más sigo apreciando, en los que más me reconozco, no consiguió llegar a los lectores. Muchos de ellos, se sentían desbordados por su apuesta, como así me lo hizo llegar un buen amigo: “No puedo negarte que muchos versos me han parecido estupendos. Mi ‘problema’ es que no he sabido encajar el género híbrido, entre poema sacro y laico, teatral y estático. La concepción es tan ambiciosa y arriesgada que tocar algo significa desequilibrar algo también”.

El único que habló sobre el libro fue unos años después Antonio Joaquín González Gonzalo en su artículo ya citado: “Desde la realidad al sentimiento. La poesía de José Manuel Lucía Megías” (2007):

 

Hay un momento muy especial en la poesía de José Manuel Lucía Megías, es el representado en Prometeo condenado, obra en la que la soledad de Prometeo es todavía mayor que la del ángel y el demonio que se aman más allá del abismo que los separa. Prometeo ha llevado la sabiduría al ser humano, sin embargo se siente solo; es un Titán alejado totalmente del mundo que ha creado para sentirse a salvo de todas las desgracias que aquejan a su criatura. La soledad física, solo la física, de Prometeo se verá disminuida con la llegada de un hombre, el Exiliado, que, arrojado de su tierra, ha perdido todo. Tal es la condición del hombre. Cuando Prometeo convirtió a la bestia en hombre, los dioses originaron en la criatura la desgracia, como un modo de venganza, más allá del encadenamiento de Prometeo a la roca. Tal es la condición del Exiliado, que hasta la situación de Prometeo le parece más benigna, pues tiene una tierra a la que estar unido, mientras que al hombre solo le acompaña el olor de su tierra y el recuerdo.

            El concepto poético-dramático de José Manuel Lucía Megías es total, va más allá incluso que la representación cinematográfica, pues no se fundamenta en la bidimensionalidad del oído y la vista, sino que hace referencias, también, al gusto, al tacto, al olor, así sucede en cada una de las acotaciones que demuestran que este texto no va tanto encaminado a la representación como a la plasmación poética de la profunda tragedia que vive el ser humano libre.

            ¿Qué pretende una tragedia? Conmover en lo más profundo de nuestro ser, es por ello que José Manuel Lucía acomete la acción de actualizar la tragedia originada en los tiempos clásicos, mediante la continua presencia de la realidad contemporánea. Esa actualidad alcanzará totalmente al lector cuando parezca que cada palabra está escrita para él; cuando como un escalofrío, el lector se percate de que la realidad del personaje del drama coincide en algún momento con la suya propia.

            Ese escalofrío se percibe perfectamente en la visita de la Mujer a Prometeo; la mujer que perdió a su hijo sin que llegase a nacer. Solo palabras de desprecio siente ante Prometeo, pues su desgracia es mucho mayor que la de él. La mujer ve en Prometeo a un hombre que, aunque se llame a sí mismo muerto, no sabe lo que realmente es la muerte, pues no ha sentido la vida en su interior, en su vientre. Las palabras de la mujer causan tal dolor en Prometeo que este le pide que le deje solo con el recuerdo del desprecio que ha encontrado en sus palabras.

            Los males de la soledad de Prometeo no son nada comparados con los de las criaturas a las que dio la luz, tal y como demuestran las palabras de la Refugiada, que también acude al paraje del Titán; o el Hombre que afirma que Prometeo robó el fuego a los dioses para humanizar a la bestia, pero ese fuego se transformó en la maldición de un tiempo que hay que aprovechar al máximo en un sistema que solo contempla la vida desde la producción. El hombre quiere volver a ser salvaje, liberarse del fuego civilizador.

            Con las palabras de un Anciano y del coro de las Oceánidas, Prometeo comienza a arrepentirse de haber creado al ser humano, y es con ese darse cuenta de la inutilidad de su acción que Prometeo consigue liberarse de su tortura.

 

Y de este silencio de los lectores, de los críticos, surgió la sorpresa: en el año 2011, la estudiante italiana Francesca Viviani, que estaba haciendo un ERASMUS en la Universidad Central de Barcelona, decidió dedicar su tesi di laura a estudiar la evolución de la figura de Prometeo en tres autores españoles: Calderón de la Barca, Eugenio D’Ors… ¡y José Manuel Lucía Megías! Su tesis se tituló: I tre volti di Prometeo. Prometeo condenado ha sido la única de mis obras que ha pasado por los exámenes universitarios. Y con buena nota para Francesca, que consiguió licenciarse gracias a su espléndido trabajo. Rescato algunas de sus conclusiones, que muestra la buena lectura que hizo de mi texto:

 

Infine, Lucía Megías pubblica Prometeo condenado nel 2004, nella più recente fase della globalizzazione, quando tutto il mondo, e la Spagna in prima persona, vive la minaccia del terrorismo, l'ombra della crisi economica, l'ansia degli sconvolgimenti climatici e ambientali. Ne derivano un senso diffuso e collettivo di precarietà e di incertezza sul futuro, di solitudine e di alienazione nei confronti del mondo quotidiano, di disillusione e perdita di fiducia nel progresso, sensazioni che si ritrovano tutte nelle pagine dell'opera di Lucía Megías, la cui maggiore innovazione rispetto alla struttura eschilea è proprio la presenza in primo piano degli uomini. I visitatori di Prometeo infatti non sono dei e dee, bensì semplici esseri umani, che rinfacciano a Prometeo la propria sofferenza personale, causata proprio dal suo sciagurato dono del fuoco e della civiltà, che è degenerata in un progresso malato, deforme e disumanizzante. Lungi dall'essere comprensivi con la sofferenza del titano, o men che meno dal ringraziarlo per ciò che ha fatto per loro, i vari uomini, donne, anziani che si recano al suo cospetto lo trattano con disprezzo e rancore, soprattutto quando Prometeo cerca di ottenere compassione per la propria punizione, ben misera cosa in confronto a quella cui sono sottoposti quotidianamente gli essere umani. La creazione è un lontano ricordo, e la fiamma della ribellione è ormai spenta. Prometeo è completamente solo e abbandonato, uomo tra gli uomini, ma finché non lo capirà e si ostinerà a considerarsi un martire vittima delle circostanze non potrà essere accettato. L'opera di Lucía Megías, quindi, non è né politica né individualista, bensì ha una funzione sociale, poiché parla all'umanità che condivide gli stessi sentimenti e vi si riconosce. L'unica speranza rimasta all'uomo, forse, risiede nella consapevolezza di non essere soli ad affrontare i drammi che ci riserva l'esistenza.

 

Sin palabras.