Santo Tomás apóstol

Saint Thomas the apostle

Autor: Tomás IBÁÑEZ PALOMO tibanez@ucm.es

Palabras clave: Santo Tomás Apóstol; Apóstoles; Apostolado; Hagiografía; Mártires.

Keywords: Saint Thomas; Apostles; Hagiography; Martyrs

Fecha de realización de la entrada: 2015

Cómo citar esta entrada:  IBÁÑEZ PALOMO, Tomás (2015), "Santo Tomás apóstol", Base de datos digital de Iconografía Medieval. Universidad Complutense de Madrid. En línea: https://www.ucm.es/bdiconografiamedieval/santo-tomas-apostol

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La duda de Santo Tomás, Monasterio de Santo Domingo, Santo Domingo de Silos (Burgos). Siglo XII.

Foto: Tomás Ibáñez Palomo


Estudio iconográfico

Discípulo de Cristo que perteneció al grupo de los Doce Apóstoles. “Tomás” procede de la raíz hebrea t’ôma, que significa “ser gemelo” y, por ello, a menudo se le otorga el apelativo Didymos, la traducción griega del vocablo. Conocido principalmente por su incredulidad ante la Resurrección de Jesús, se ha querido ver en su nombre una referencia alegórica a la “doblez” que presenta a la hora de creer. Rasgo que le valió convertirse en patrón de los jueces, que siempre deben desconfiar ante la falta de evidencias.
Tomás aparece mencionado en todas las listas de apóstoles ofrecidas en los evangelios sinópticos (Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 15) y en los Hechos de los Apóstoles (Hch 1, 13). Sin embargo, apenas tiene relevancia en ellos y es en el Evangelio de Juan donde adquiere un mayor protagonismo. Es él quien anima a los discípulos a acompañar a Jesús a Betania para resucitar a Lázaro a pesar del peligro que corren (Jn 11, 16) y, más adelante, el que manifiesta la incertidumbre de sus compañeros tras las palabras de Cristo en la Última Cena (Jn 14, 5). No obstante, será su recelo ante el testimonio de los apóstoles el causante de su pasaje más conocido.
Según el Evangelio de Juan, Tomás no se encontraba con los otros discípulos cuando Cristo se apareció ante ellos tras la Resurrección. Estos le narraron lo ocurrido, pero el santo no dio crédito a sus palabras y pronunció su frase más famosa: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.” (Jn 20, 25). Ocho días más tarde, Jesús se presentó de nuevo y pidió al apóstol que introdujese su mano en sus heridas. Tomás quedó convencido, pero su maestro le reprochó: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.” (Jn 20, 29). No obstante, a pesar de la reprimenda, santo Tomás sería uno de los siete discípulos ante los que más tarde se manifestaría junto al lago Tiberíades (Jn 21, 2), su última aparición en los evangelios.
El pasaje de la duda es recogido por todos los evangelistas. Sin embargo, únicamente Juan identifica al apóstol incrédulo con Tomás. Mateo habla en plural, refiriéndose a varios discípulos sin especificar (Mt 28, 1), y Marcos pone de relieve que ninguno de los Once creyó a María Magdalena ni a quienes habían visto a Cristo resucitado (Mc 16, 1). Por su parte, Lucas hace extensiva a todos los apóstoles la invitación de Jesús a tocarle para comprobar que no se trata de un espíritu (Lc 24, 39).
En cualquier caso, fue la versión de san Juan la que se impuso en el arte. El episodio ha sido ampliamente representado en todas las épocas y con una gran variedad de técnicas. Generalmente, santo Tomás aparece de pie, aunque también es representado de rodillas en señal de respeto. A partir del siglo XIII, Cristo adquirió un papel más activo y, en ocasiones, dejó de limitarse a descubrir su costado para coger la mano del apóstol e introducirla en su herida. La escena puede reducirse a sus dos personajes principales, aunque lo más común es que aparezcan rodeados de los apóstoles. En este sentido, resulta interesante comprobar que, en ocasiones, para no alterar el número de doce se incluye a san Pablo entre los presentes, como ocurre en los relieves del Monasterio de Silos.
A mediados del siglo II, el gnóstico Heraclión aún contaba a santo Tomás entre los discípulos que no habían sufrido martirio. Sin embargo, los Hechos de Tomás, un texto apócrifo de origen sirio fechado a comienzos del siglo III, ya hace referencia al tormento que habría sufrido en su apostolado en la India. La tradición habla precisamente de su predicación en las regiones orientales de Siria, Persia e India, donde habría sufrido martirio en la ciudad de Calamina –que se encontraría en el área de la actual Chennai–. Aunque es posible que esta historia se deba a un error en la interpretación del texto, leyéndose “India” en lugar de “Judea”, lo cierto es que tuvo su repercusión en el plano artístico y acabaría determinando otra de las representaciones fundamentales del santo.
Según el Pseudo José de Arimatea, todos los apóstoles, a excepción de Tomás por encontrarse en India, asistieron a la Virgen en el momento de su muerte. Una vez fallecida, depositaron su cadáver en un sepulcro y, en se momento, fueron cegados por una luz celestial que les impidió ver cómo el cuerpo de María ascendía a los cielos. En cambio, santo Tomás fue transportado al lugar en ese mismo instante y fue testigo del prodigio. Alabó a la Virgen y esta, en agradecimiento, le arrojó su cíngulo. En esta ocasión, fueron sus compañeros quienes dudaron del apóstol incrédulo, que se vio obligado a mostrarles el cíngulo y el sepulcro vacío. Este pasaje propició la inclusión del santo en numerosas escenas de la Asunción, donde aparece recibiendo el obsequio. Además, también es la causa de que en ocasiones sean solo once los apóstoles que acompañan a María en la Dormición.
En la mayoría de las ocasiones, las historias del apostolado y el martirio suelen representarse conjuntamente. La versión más difundida es la recogida por Santiago de la Vorágine en su Leyenda Dorada. Según este relato, Gondóforo, rey de la India, había enviado a su ministro Abanés en busca de un constructor que pudiera diseñarle un palacio como los que se levantaban en Roma. Abanés coincidió con Tomás en Cesarea, donde Cristo se apareció para animar al apóstol y convencer al ministro. Ambos embarcaron y, tras algunas jornadas de viaje, llegaron a una ciudad en la que se vieron obligados a asistir al banquete nupcial de la hija de un rey. El santo permaneció absorto y sin probar bocado, por lo que uno de los escanciadores le golpeó. Colérico, Tomás profetizó: “No me levantaré de aquí hasta que esa mano que me ha golpeado sea traída a esta sala por los perros […]” Poco después, un león devoraba al escanciador y un perro transportaba su mano al festín. Una testigo de la predicción relató lo ocurrido y todos quedaron asombrados. Finalmente, Tomás bendijo y bautizó a los esposos. Algo que también ocurrió, según una tradición recogida por san Juan Crisóstomo, cuando el apóstol se encontró con los tres Reyes Magos. Al parecer, habrían coincidido en algún momento de su predicación en Oriente y, tras ser bautizados, los Magos se unirían a la difusión del mensaje cristiano.
Una vez que santo Tomás llegó a la India, Gondóforo puso a su disposición el tesoro real para que iniciara la construcción del palacio y permaneció ausente durante dos años. En ese tiempo, el apóstol repartió las riquezas entre los pobres y se dedicó a cristianizar a la población. Al encontrar esta situación a su vuelta, el rey mandó encarcelar al santo, pero lo liberó cuando su hermano Gad, recientemente fallecido, resucitó para informarle del magnífico palacio celestial que le había construido Tomás en el Paraíso. Sin embargo, cuando, a causa del apóstol, la reina y otras damas se negaron a mantener relaciones sexuales con sus maridos hasta que no se convirtieran al cristianismo como habían hecho ellas, Gondóforo no perdonó. Durante su martirio, el santo es acompañado por Dios, que hace brotar agua cuando le obligan a caminar sobre láminas de hierro ardiendo; apaga el horno en el que le introducen y derrite el ídolo del sol ante el que le fuerzan a arrodillarse. Finalmente, viéndose imposibilitados de torturarlo, le clavaron una espada, o lanza según otras versiones. Esta última se ha convertido, junto con la escuadra de arquitecto –alusiva al palacio– y el cíngulo de la Virgen, en atributo del santo.
Un milagro post mortem, recogido en Hechos de Tomás 170, justificaría que los restos del apóstol no se encuentren en la India, ya que habrían sido trasladados por un hermano de la fe a Mesopotamia. De hecho, la peregrina Egeria recoge esta tradición al relatar su visita al sepulcro del apóstol en la ciudad de Edesa (Itinerario de Egeria 17, 1; 19, 2). De ser ciertos los hechos narrados, se trataría de la primera traslación de reliquias martiriales en la historia de la Iglesia.


Selección de obras

  1. Santo Tomás y san Felipe, s. XII, mosaico. Iglesia de Santa Maria dell’ Ammiraglio (“La Martorana”), Palermo, Sicilia (Italia).
  2. Apóstoles de Orcau, s. XII, fresco traspasado a lienzo. Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona, Cataluña (España).
  3. La duda de santo Tomás, s. XII, relieve. Monasterio de Santo Domingo de Silos, Santo Domingo de Silos, Burgos (España).
  4. La duda de santo Tomás (Salterio de St Albans), s. XII, miniatura. Dombibliothek, Hildesheim, Baja Sajonia (Alemania).
  5. Tímpano de la iglesia de Cabestany, s. XII, relieve. Iglesia de Notre-Dame-des-Anges, Cabestany, Languedoc-Rosellón (Francia). El tímpano, de temática asuncionista, muestra a Cristo flanqueado por la Virgen y santo Tomás con el cíngulo.
  6. Vidriera con escenas de la vida de santo Tomás Apóstol, s. XIII, vidriera. Catedral, Bourges, Centro (Francia). Narra prácticamente al completo el apostolado en la India y el martirio del santo.
  7. Tímpano con escenas de la vida de santo Tomás Apóstol, s. XIII, relieve. Portada lateral norte (Porte des Bleds) de la iglesia de Notre-Dame, Semur-en-Auxois, Borgoña (Francia). Representa algunas escenas de la vida del santo, especialmente las referentes a su apostolado en la India.
  8. Duccio di Buoninsegna, La duda de santo Tomás (panel de la Maestà), h. 1308-1311, temple sobre madera. Duomo, Siena, Toscana (Italia).
  9. Santo Tomás consagra obispos a los tres Reyes Magos (panel de la Cancela de los Reyes Magos), h. 1332-1349, pintura. Coro de la catedral, Colonia, Renania del Norte-Westfalia (Alemania).
  10. Asunción de la Virgen, h. 1400, relieve policromado. Iglesia de Santa María de los Reyes, Laguardia, Álava (España).
  11. Maestro de Los Balbases, Milagro en el banquete de santo Tomás Apóstol (restos del retablo de santo Tomás Apóstol), s. XV, pintura. Colegiata de San Cosme y San Damián, Covarrubias, Burgos (España).
  12. Hugo van der Goes, Tríptico Portinari, h. 1476-1478, óleo sobre tabla. Galleria degli Uffizi, Florencia, Toscana (Italia). Santo Tomás aparece en el ala izquierda del retablo, identificado por la lanza, como santo protector de Tommaso Portinari, promotor de la obra.
  13. Taller de Fernando Gallego, Asunción de la Virgen, h. 1490, pintura. Retablo mayor de la iglesia de Santa María, Trujillo, Cáceres (España).
  14. Maestro de Morata, Retablo de santo Tomás Apóstol, último tercio del s. XV, óleo sobre tabla. Museo de los Corporales, Daroca, Zaragoza (España). En la calle central se representa al santo, identificado por la lanza, y la entrega del cíngulo en la Asunción de la Virgen. Las escenas de la predicación en la India y el martirio se distribuyen en las calles laterales, mientras que el episodio de la Duda ocupa el espacio central de la predela entre otras escenas de la Pasión de Cristo.
  15. Martin Schongauer, La duda de santo Tomás, s. XV, pintura. Musée d’Unterlinden, Colmar, Alsacia (Francia).

 


Bibliografía básica

Biblia [Edición castellana, Desclée De Brouwer, Bilbao, 1975].

CARMONA MUELA, Juan (2003): Iconografía de los santos. Akal, Madrid.

Evangelios Apócrifos [Edición de SANTOS OTERO, Aurelio de (ed.) (2006): Los Evangelios Apócrifos. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 13ª reimpresión de la 1ª edición de 1956].

KASPER, Walter (dir.) (2006): Diccionario enciclopédico de los santos: biografías y conceptos básicos del culto. Vol. 3, Herder, Barcelona. [Traducción de (2003): Lexikon der Heiligen und der Heiligenverehrung. Herder, Freiburg im Breisgau].

LEONARDI, C.; RICCARDI, A.; ZARRI, G. (dirs.) (2000): Diccionario de los santos. Vol. 2, San Pablo, Madrid. [Traducción de (1998): Il grande libro dei santi: dizionario enciclopedico. San Paolo, Torino].

RÉAU, Louis (1998): Iconografía del arte cristiano. Tomo 2, volumen 5. Iconografía de los santos de la P a la Z. El Serbal, Barcelona. [Traducción de RÉAU, Louis (1959): Iconographie de l’art chrétien. Tome 3. Iconographie des Saints. Presses Universitaires de France, Paris].

SANTIAGO DE LA VORÁGINE (siglo XIII): La leyenda dorada [Edición de MACÍAS, José Manuel (2011): La leyenda dorada. Alianza, Madrid, 2 vols. 15ª reimpresión de la 1ª edición de 1982].