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Cáliz de Doña Urraca

Museo de la Real Colegiata de San Isidoro de León

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INFORMACIÓN BÁSICA

caliz Urraca

 

Cáliz de doña Urraca
Apariencia actual de finales del siglo XI,
reutilizando vasos romanos del siglo I d.C.
Piedra de ónice tallada montada en relicario de oro,
perlas y piedras preciosas, 23 x 10 cm

 

Realizado durante la segunda mitad del siglo XI, el cáliz es un objeto litúrgico de capital importancia en la consagración del vino, que se convierte para los cristianos en la Sangre del Señor. Localizado en la Colegiata de San Isidoro de León, la aparición de las piezas de ónix de tipología romana se sitúa en la época del Fernando I “el Grande” (1016-1065), Rey de León y uno de los monarcas cristianos más influyentes del momento en Europa y en la recuperación del territorio peninsular al cristianismo. A su muerte, junto con la división de su reino entre los hijos, llegan los elementos pétreos a manos de su primogénita, doña Urraca (1033-1101), convertida en señora de Zamora y dómina del Infantado de León, encargada de la preservación de los monasterios pertenecientes a la corona. Es en este momento cuando, tras la donación de las joyas personales de doña Urraca, se montan los dos cuencos de ónix de época romana a modo de relicario conformando un cáliz. En la parte superior se superpone al original un cuenco de oro con decoración exterior a base de ricos cabujones y filigranas. Esta riqueza es desarrollada en el nudo que une la base con la copa, donde se incorporan cruces sobre fondo de esmalte verde.

Jorge Nicolás García Ramos (2019)

 


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PARA SABER MÁS

La palabra cáliz proviene del griego antiguo kílix, copa. Es un vaso sagrado usado durante el sacrificio de la misa para verter en su interior el vino y el agua que, mediante la consagración, se convertirán de manos del sacerdote (transubstanciación) en la sangre del Señor. Nos encontramos ante un cáliz consagrado o sacrifical, es decir, aquel que es empleado en la liturgia eucarística.
Su papel destacado, en contacto con el preciado líquido, ha hecho que a lo largo del tiempo se haya prestado especial atención a los materiales empleados en su realización. Así, frente a la disparidad de los mismos en los primeros siglos, poco a poco fueron desapareciendo algunos considerados poco nobles y especialmente aquellos que por su porosidad se consideraban contenedores inadecuados.
Se trata de recrear el vaso sagrado empleado por Jesús en la Última Cena junto a sus discípulos. En este caso, incluso proteger uno de la misma época realizado con ónix. Para ello se desarrolla una funda de oro y piedras preciosas que elevan la copa facilitando su manipulación y la preservan del contacto durante su uso.
Este cáliz está constituido por tres partes bien diferenciadas: copa, nudo y pie. La copa, de contorno circular y volumen semiesférico, es de generosas dimensiones, proporciones comunes en los vasos románicos. Lo que en apariencia puede parecer un recipiente único en realidad se corresponde con dos superpuestos: el pétreo y el áurico. El primero correspondiente con un vaso romano de ónix del siglo I d. C. y el segundo con otro en oro del siglo XI d. C. en el que se despliega la decoración a base de piedras preciosas como zafiros, perlas, esmeraldas, aljofares y un camafeo de pasta vítrea en el que se representa un rostro sonriente.
El nudo sirve de unión de la parte superior e inferior del cáliz junto con ocho tirantes decorados también de oro. En él encontramos el mismo desarrollo ornamental de filigrana y cabujones a los que se añade la existencia de cuatro placas romboidales con cruces sobre fondo esmaltado verde. Bajo este nivel encontramos otro de forma troncocónica que sirve para situar, con la técnica de la filigrana, la inscripción IN NOMINE DOMINI URRACCA FREDINANDI (En nombre del Señor. Urraca hija de Fernando).
El pie está configurado de manera similar a la copa, aunque con una decoración más sencilla. De esta manera, el cuenco de ónix se encuentra rematado por un reborde, en este caso calado, de arquillos de medio punto y cordoncillos haciendo guirnaldas en oro.
Con todo, se obtiene una pieza esbelta, con una base que otorga al conjunto la estabilidad necesaria y un nudo que facilita el manejo de la pieza sin recurrir a tocar la copa con la totalidad de la mano. En este punto hay que tener en cuenta la preservación del dedo índice y pulgar desde la consagración del pan hasta la purificación tras el reparto de la comunión y las dificultades que esto puede ocasionar en el manejo de la pieza.
Cabe reseñar la doble funcionalidad, como cáliz y como relicario de un vaso anterior. Este último, el pétreo, es guarnecido de tal manera que queda a la vista pero no puede ser utilizado como recipiente. Esto parece querer indicar un carácter sagrado del mismo, del que no se puede beber directamente, sino simular su uso a través del cuenco metálico.
La celebración de la Eucaristía, del griego “acción de gracias” es el centro de la vida de la Iglesia que renueva la pasión, muerte y resurrección, mediante la acción del sacerdote in persona Christi durante la consagración de las dos especies, el pan y el vino, en el cuerpo y la sangre de Jesucristo.
El montaje del cáliz de doña Urraca converge, de forma paralela, en un momento de cambio ritual del rito hispánico a la liturgia romana. En el rito hispánico, como en los ritos orientales, la comunión se distribuye bajo las dos especies: el pan y el vino. De esta manera, el sacerdote da de comulgar el pan diciendo a cada uno “el cuerpo de Cristo sea tu salvación”, siendo recibido por el fiel sin responder. Luego, el diácono entrega el cáliz diciendo “la sangre de Cristo permanezca contigo como verdadera redención”, siendo tomado por el feligrés que, sin decir nada, bebe del vaso sagrado. Esta necesidad motivaba el uso de cálices de vaso ancho que permitieran albergar una mayor cantidad de la especie eucarística.
Desde mediados del siglo IX, el Papa León IV había prohibido los cálices de madera, plomo y vidrio, que por otra parte eran cada vez más raros. Es por ello que, para la factura de este cáliz se destinan los mejores materiales que se poseen. A las piezas en ónix preexistentes se suman el oro y los cabujones a base de perlas, zafiros, esmeraldas, aljofares y el enigmático camafeo blanco realizado en pasta vítrea.
Se trata de una donación de doña Urraca, regalando sus joyas personales para la configuración de esta rica pieza que ensalza las piezas pétreas y dota de la mayor dignidad posible a un instrumento que se inserta dentro de una rica liturgia en signos y símbolos. En este mismo sentido, no todos los días se emplearía un objeto de esta riqueza teniendo en cuenta que se suelen preservar para los días señalados por el calendario litúrgico.
Este estado casi de ocultación no era óbice para que los orfebres leoneses del siglo XI realizaran uno de los trabajos más destacados del momento, un vaso sagrado con el que glorificar a Dios, presente entre los mortales, y con el que ensalzar la figura de doña Urraca, mecenas de la pieza.
Nos situamos ante uno de los máximos exponentes de la orfebrería religiosa del momento en la península Ibérica. La combinación de materiales, nobles todos ellos, unida a su vinculación con la casa real leonesa, y en concreto con uno de sus personajes más destacados, doña Urraca, lo hacen único.
Es llamativa su configuración como un cáliz que hace las veces de copa y de relicario. Esto es lo que ha llevado a pensar en la importancia de las piezas interiores, correspondientes al siglo I d.C.
En fechas recientes, ha surgido la polémica teoría de que pudiera tratarse de la copa utilizada por Cristo en la Última Cena y venerada como tal desde el siglo IV en los santos lugares hasta que fue robada en 1009 por Al-Hakam. La llegada de los cuencos a León se explicaría, a través de unos textos existentes en la biblioteca de Al-Azhar en El Cairo, como un trato entre el emir del pequeño reino taifa de Denia por su ayuda al califa egipcio durante una gran hambruna en el país africano.
La presión que ejercía por entonces el rey cristiano Fernando I “el Grande”, llevó a la entrega de los objetos sagrados como presente para evitar el mismo destino que el reino de Valencia.
Es, por tanto, una pieza de uso sagrado con una importancia artística e histórica más que evidente, incluso rodeada de cierto halo de leyenda relacionada con el grial.

Jorge Nicolás García Ramos


GLOSARIO

Diácono

Es considerado un servidor, un clérigo o un ministro eclesiástico, cuyas calificaciones y funciones muestran variaciones según las distintas ramas del cristianismo. En la rama católica el diácono ha recibido ya el sacramento de la Orden aunque no puede llevar a cabo las potestades sacramentales. No le permite aun celebrar las potestades sacramentales.

Aljofares

Perla pequeña o conjunto de ellas con formas irregulares que tienen poco valor monetario. Proviene del árabe alǧáwhar. 

Camafeo

Todo relieve tallado en piedra preciosa, de colores variados y con delicadas figuras. Para los camafeos, las piedras utilizadas eran las ágatas y ónice, aprovechando la distinción de colores que ofrecen las diferentes capas de estas piedras. El arte de producir camafeos y otros objetos como entalles se llama glíptica.


BIBLIOGRAFÍA

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