Grupos de investigación

Manuel Abril y ARTE. Revista de la Sociedad de Artistas Ibéricos

 

Manuel Abril, además ser el director de Arte: Revista de la Sociedad de Artistas Ibéricos, fue una figura clave para presentar e introducir el arte de vanguardia. En cada número de la revista presentó un trabajo de carácter pedagógico y estético con los que buscaba que el lector pudiera entender la cultura moderna, enseñándole a ser más activo en la recepción del arte. Así, en el primero número compara la vanguardia con el paraíso de la biblia, mientras que en el segundo defiende y explica el trabajo de Ortega y Gasset de La deshumanización del arte, de reciente publicación entonces.

 

Manuel Abril, desde su papel de director de Arte. Revista de la Sociedad de Artistas Ibéricos, contribuyó al acercamiento del arte moderno y de vanguardia a la sociedad española, la cual era mayoritariamente reticente a entender un arte denominado deshumanizado y caótico, el cual “cualquier podía hacer”. En el primer número de Arte apareció publicado su ensayo “El Paraíso perdido y el arte moderno”; para el segundo escribió “Humanización y desnaturalización, o lo humano y lo demasiado humano”. Con estos dos artículos, voluntariamente relacionados y en palabras del propio autor, quería iniciar una serie de textos con los que explicar y presentar el panorama del arte nuevo en España. Sin embargo, dadas las circunstancias y la corta vida de la revista, este proyecto se vio truncado.

El primero de los artículos comienza con “una parábola pseudo religiosa, mediante la cual establece, en el caso concreto de este artículo, un cierto paralelismo entre el Creador y el creador, entre Dios y el verdadero artista, porque ambos comparten, al actuar, un mismo deseo de originalidad, de alejarse de cualquier imitación de los modelos naturales existentes, de rechazar todo arte representativo.”[1] Según Abril, el espectador es un sujeto poco crítico y  muy complaciente, es decir, critica la pasividad del público que acude a las exposiciones de arte moderno y recibe ese arte como algo caótico e ininteligible, respondiendo que se trata de obras que cualquiera podría hacer, careciendo de sentido e interés para el público general. En su artículo, Abril apunta que, en el principio, cuando Dios creó a Adán, este carecía de referentes estéticos y de criterios artísticos para saber cómo debía ser ese nuevo hombre, pero aun así inventó y creó, dejando claro cómo debía ser la imagen del hombre, un ser con cabeza, dos piernas y brazos, y un tronco, aun cuando los ángeles le criticaran. Así procede el público ante el arte de vanguardia; pues los ángeles vieron que ellos podrían haber sido tomados como modelo y no lo fueron, de manera que ese nuevo ser no tiene nada de hombre, siendo así hasta el momento en que lo aceptaran como tal. Más tarde cuando Dios creó a Eva, los ángeles -el público-, acostumbrados ya a la forma y cuerpo de Adán, no entendieron por qué esa necesidad de cambiar elementos, pues Adán no poseía un pecho tan desarrollado o un cabello tan largo, al igual que determinados rasgos fisionómicos, resultaban diferentes. Finalmente, los ángeles aprendieron a aceptar que tanto Adán como Eva son representaciones del ser humano, ambas son personas aunque se presenten diferentes. Para Abril, lo mismo ocurre con el arte, pues remitiendo a la parábola, el Artista o creador no es un representante de la realidad, sino que replanteará la realidad, es decir, la mostrará bajo su propio punto de vista, haciendo uso de la forma o del color del objeto, para poder crear así una suerte de puzle con el cual componer una idea original. De todos los ismos que encontramos en las vanguardias, Manuel Abril destaca el cubismo, pues es el que presenta unas formas nuevas y un empleo del color rompen con las convenciones tradicionales de los géneros artísticos, ya sea para representar una manzana o una mujer a caballo, donde ambos temas se presentan de manera irrelevante, interesando únicamente “producir una emoción estética profunda”[2] en el espectador. 

Mediante la comparación entre la creación del hombre (según la Biblia) y la creación de la obra de arte, Manuel Abril va a explicar que el arte de vanguardia no es un arte preocupado en mostrar la realidad, pues la realidad es la excusa. Lo que importa son los medios, las formas y los colores, no el tema. La originalidad prima, sobre todo, en la emoción que logre transmitir. Así pues, lo que plantea es que el artista es una especie de dios que crea belleza, sin importar lo que muestre o represente, es pura emoción.

En su segundo trabajo, “Humanización y desnaturalización, o lo humano y lo demasiado humano”, sigue su labor de introducir el arte de vanguardia en España y de participar en la creación de un espectador activo, que pueda entender y disfrutar de ese nuevo arte que estaba floreciendo en todo el mundo. Para ello, Abril toma las ideas planteadas por el filósofo José Ortega y Gasset en su trabajo La deshumanización del arte, un texto que, en opinión del propio Abril, fue incomprendido y mal interpretado, ya que no dejó bien definido los límites de la naturaleza humana, de lo natural y de lo humano. Para En un intento de aclaración, Manuel Abril comienza dando una razón para explicar el efecto que supone en la gente la llegada de la vanguardia; así, señala que todo arte de no aparición es primeramente rechazado por el ser humano al no lograr comprenderlo, pues al ser humano no le gusta aquello que no comprende, dado que parece reflejarse como un fallo en su inteligencia, es decir, en su propia razón de ser. Sin embargo, con el paso del tiempo, podría comenzar a comprender este arte, pues al aparecer explicaciones, estudios, exposiciones, etc. estos movimientos, que ya no son nuevos, se asumen, quedan incorporados a los imaginarios e incluso adquiere prestigio, pues las personas lo comprenden o, por lo menos, creen comprenderlo, de manera que ya no lo rechazan. El comprender algo, antes incomprensible, puede verse como una nueva forma de prestigio, pues no todo lo humano ha de ser entendible, y entender esta nueva cultural, podría verse como una elevación del hombre en la ciencia, el arte o la moral, logrando así entrar en un plano más culto o superior. 

El ser tiene una parte humana y una parte animal, no debiendo confundir lo natural con lo humano, pues son dos conceptos, aunque parecidos, diferentes. El ser humano no se puede desprender de su cuerpo, es decir, de su forma anatómica, siendo por ello que se tiene un prestigio al cuerpo, ya que se piensa que el cuerpo es lo que hace que el hombre sea hombre, y plasmarlo en el arte es lo que se comprende como “humanizado”. No obstante, plasmar directamente las formas propias del ser humano, vistas en la naturaleza, sería algo más propio del naturalismo que de la humanización. El papel del artista será representar un arte con nuevas formas y colores, que plasme ese pensamiento e inteligencia que lleva a elaborar una nueva naturaleza, teniendo así el poder de la abstracción, cualidad que los animales no poseen, por lo que el concepto de “arte deshumanizado” carecería de sentido.

 

Todo esto queda resumido en palabras del propio Manuel Abril:

Lo humano en el arte consistirá […] en presentar las cosas como son, pero depurándolas; o sea presentando de ellas lo que valga para que el hombre al mirarlas sienta la poesía que hay en ellas. Así, la irrepresentación en el arte…en tanto en cuanto prescinde de la representación deja de atenerse a las formas naturales, fisiológicas…pero en tanto en cuanto se atiene a las líneas, colores, tonos, masas, calidades y relaciones entre éstas, en función de la sensibilidad, se atiene al mundo de las formas y de lo físico y de lo humano.[3]

En definitiva, estos dos trabajos de Manuel Abril también dan cuenta de los debates estéticos y plásticos que el autor compartía con los otros miembros de la Sociedad de Artistas Ibéricos. Por lo que, para entender la revista de Arte. La Sociedad de Artistas Ibéricos, sus propuestas y alcance, conviene analizar los trabajos de Manuel Abril, quien, pese al empleo de un lenguaje académico, realiza una serie de ensayos divulgativos muy interesantes para comprender el origen del arte de las vanguardias en España y su recorrido.  

 

Notas

[1] Pérez Segura, Javier. (2003). La Sociedad De Artistas Ibéricos (1920-1936). Tesis de Doctorado, Universidad Complutense de Madrid.

[2] Ibidem.

[3] Abril, Manuel, (1933), “Humanización y desnaturalización, o lo humano y lo demasiado humano”, Arte. Madrid, núm 2, pp.20-25

 

Palabras clave: Manuel Abril, Sociedad de Artistas Ibéricos, Arte de Vanguardias en España, Ortega y Gasset, Deshumanización del Arte

 

Jorge Fernández Legid. Grado en Historia del Arte, 3er curso, 2021-2022.