Proyectos de Investigación

Lo que el COVID-19 quitó a mi madre

por Lucía Nuño Gutiérrez

 

Hablamos con Milagros Gutiérrez Heras, una mujer que reside en el municipio de Meco, lindando con Castilla-La Mancha, comunidad en la que nació y a la que aún no ha podido volver. A parte de ser todo eso, Milagros es mi madre. Trabaja en una empresa de cosméticos, haciendo un trabajo en línea donde el contacto físico es casi imposible de evitar. Nos habla sobre cómo vivió el confinamiento como una persona de riesgo que pasó el coronavirus y a quién le ha dejado secuelas como una alteración en el gusto. Nos cuenta cómo fue vivir aquello con una de sus hijas, estando esta hija ausente durante el confinamiento: yo misma, que residía en otro país. La incertidumbre que eso supuso para ella. Para mi madre esta fue una de las cosas más duras, el no tener a toda su familia bajo el mismo techo para poder cobijar y cuidar, como toda madre hace.

Hablamos sobre las consecuencias de este virus a largo plazo en las relaciones interpersonales, en la clase de sociedad que nos estamos volviendo. También hay espacio para recorrer las secuelas psicológicas que esta situación le genera a ella y a tanta gente: ansiedad al salir a la calle, pesadillas recurrentes, imposibilidad de conciliar el sueño a horas normales o el temor que esto dejará al contacto ajeno cuando demos por finalizado este trágico momento de nuestra historia. Sin dejar de lado el abandono que en algunos casos vivieron los habitantes de la Comunidad de Madrid por parte de las autoridades tanto sanitarias como por parte de la policía.

 

¿Cómo fue el confinamiento para usted? ¿Qué tipo de secuelas cree que ha dejado?

Fue fatal. Fatal, fatal, porque murió muchísima, muchísima gente. Perdí amigos y luego, aparte de eso, somos cuatro en la familia y éramos tres porque mi hija estaba en Polonia en un Erasmus.

¿Pasó usted el confinamiento sola o acompañada? ¿Cree que esto ayudó o empeoró?

Lo pasé con mi marido y mi hija. Y sí, ayudó a no sentirme tan sola.

En cuanto a su hija, a la que no convivió con ustedes. ¿Cree que esta situación agravó la preocupación o la sensación de incertidumbre?

Pues sí, muchísimo, porque ella se quedó allí confinada en la residencia de estudiantes. Y no sabíamos cuándo nos íbamos a volver a ver. Y si se ponía enferma, ni podíamos ir, ni ella volver.

¿Ha pasado el COVID?

Sí.

¿Cómo lo pasó? ¿Fue el único de su unidad familiar?

Sí, fui la única. Mi marido y mi hija, la mayor, no lo tuvieron. Y la pequeña tampoco lo pasó en Polonia.

¿Algún efecto que aún dure del COVID?

Sí, por ejemplo. Todo es cansancio y dolores musculares. De hecho, los sabores todavía no los controlo bien. Hay veces que como cocido y por ejemplo me sabe, me sabe dulce.

Al vivir fuera del centro de Madrid, ¿considera que la situación es más fácil de sobrellevar?

Pues sí, porque por ejemplo viviendo en un pueblo pues te encuentras muchísima gente, no tienes que usar, yo personalmente, el transporte público. Porque por suerte trabajo en el mismo pueblo donde vivo. Aquí, además, vivo frente al campo y puedo salir a él si necesito despejarme. No voy a mezclarme con gente necesariamente, y eso me genera menos inseguridad o ansiedad que si mi domicilio quedase en... Gran Vía.

 

La fotografía elegida es tomada por mi hermana, Alejandra Nuño Gutiérrez, en el Aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez, en el reencuentro con mi madre a mi llegada a España después de medio año sin poder vernos.