Proyectos de Investigación

El COVID y la conciencia de barrio en la Ribera de Manzanares

por Raquel Moreno López

 

La entrevista fue realizada el jueves 19 de noviembre de 2020 en el barrio Casa de Campo, distrito Moncloa-Aravaca. Se trata de un barrio residencial y familiar, en plena Ribera de Manzanares y muy próximo a Príncipe Pío. La persona entrevistada fue María José Peñuelas Ros, mujer de cuarenta años y camarera en uno de los bares del barrio, el Patanegra. En su elección jugó un papel muy importante, además de su lugar de residencia, pues considero que los barrios pequeños pueden darnos más información que las grandes zonas del centro; su trabajo, el hecho de que tiene hijos pequeños, lo que hace que tenga una perspectiva muy interesante sobre el asunto; y su personalidad. Se trata de una persona muy activa, que se mueve mucho y que conoce muy bien el barrio y sus habitantes.

La entrevista ha girado en torno a diferentes temas relacionados con el cambio que ha experimentado este barrio tras la pandemia, tales como el colegio y el ocio de sus hijos (cómo han cambiado los parques especialmente); la relación con los familiares; la movilidad dentro y fuera del barrio y el transporte; y, sobre todo, el resurgimiento de la conciencia de barrio. Considero que esta última cuestión es la más interesante de toda la entrevista. La persona entrevistada considera que esta conciencia de barrio ha regresado a raíz de la pandemia. María José ha visto en su barrio un aumento y una mejora en las relaciones vecinales, generándose así una solidaridad común mucho más sólida que en los momentos previos al COVID. La cosmopolitización de Madrid y su gran crecimiento ha podido generar la desaparición de este sentimiento del que se habla en la entrevistada y, es cierto, que es más que probable que la situación que hemos vivido ha colaborado en su recuperación. En esta misma línea, también considera que los pequeños comercios se han visto beneficiados de todo ello, en detrimento de las grandes plataformas comerciales ubicadas en zonas más alejadas del barrio. Los pequeños negocios de alimentación, concretamente los de los mercados de Fuente de la Teja y San Pol, que son los que conoce y consume María José, han transformado sus recursos y se han adaptado a la venta a domicilio, teniendo como preferencia el reparto a las personas mayores. Algunos bares, como es en el que trabaja María José, también se han reinventado durante los meses de confinamiento. El Patanegra, concretamente, se convirtió en el almacén del banco de alimentos del barrio durante los meses que se vieron obligados a cerrar. Por todas estas cuestiones parece más que razonable afirmar que el COVID ha traído de vuelta a los barrios el apoyo y la cooperación.

¿Crees que el barrio, el vecindario y la relación con los vecinos ha cambiado? De ser así, ¿cómo ha cambiado?

Sí, desde luego, la relación con los vecinos sobre todo durante los meses de confinamiento. Bueno, aparte de conocer a más vecinos con los que habitualmente no hablabas, pues sí que la gente se ha vuelto muy colaboradora con el resto del vecindario y con la gente mayor, sobre todo, ofreciéndose a llevarles la compra o a hacer los pequeños recados, como pasearte al perro si no podías o este tipo de relaciones que a lo mejor en otra situación no tenían cabida. Es cierto que a raíz del COVID la gente toma conciencia de las personas que tienen al lado solas y a las que normalmente no echan mucha cuenta.

¿Han cambiado de funcionalidad o se han transformado en el barrio a lo largo de la pandemia algunos comercios como bares o tiendas?

Bueno, pienso por ejemplo yo que tengo el mercado aquí abajo, que nadie ha cambiado la esencia de su negocio, pero igual esta gente del mercado a la que vas y le compras pues han empezado a recibir pedidos a domicilio. Todo eso sí que se ha incrementado. La frutería ha repartido y ha dado prioridad a las personas mayores. Y así como reinventarse pues mi bar, los meses que hemos estado cerrados, ha sido el almacén del banco de alimentos del barrio. De algún modo a ese espacio de ese restaurante se le ha dado un uso distinto durante los meses de confinamiento y la gente venía ahí a recoger su bolsa o cesta de la compra.

¿Crees que se ha recuperado esa conciencia de barrio que estaba tan presente en otras generaciones y que se perdió como consecuencia de la cosmopolitización de Madrid?

Totalmente. El progreso en este sentido es grande, porque los pequeños negocios, los puestos del mercado, que estaban de capa caída, han sido los que han hecho que podamos tener comida durante los meses de confinamiento. Los propios comerciantes te decían ojalá se den cuenta y continúen comprándonos para que las cosas vayan bien al pequeño comerciante. Se ha potenciado el pequeño comercio de barrio, desde luego que sí. Creo que casi todos los comercios, sobre todo de alimentación, también lo tengo que decir, tampoco hay comercios de más cosas aparte de la farmacia o el bazar, han mejorado. Incluso han surgido negocios. Ha abierto una panadería; una tienda de frutos secos, chucherías y encurtidos; una frutería y otra tienda de alimentación pequeñita. La gente ha recurrido a su barrio, no se ha ido fuera a buscarlo o a comprarlo, sino que lo tienes aquí y lo compras y lo gastas aquí.

¿Cómo ves la situación de tu vecindario en los próximos años?

Pues yo espero que la transformación sea volver un poco a lo de antes, a ir a comprar a las tiendas de tu barrio, no de irte al centro comercial o a las grandes superficies de supermercados. Creo que la evolución es a eso, a los pequeños comercios, sobre todo de alimentación, de cosas básicas. En eso sí que veo prosperidad e incluso pienso que van a seguir surgiendo pequeños negocios aquí. Ya solo por gente que se ha quedado sin trabajo y quiere intentar algo pequeño en su propio barrio, sin distancias en las que moverse. Creo que sí. Ojalá.