Proyectos de Investigación

COVID en una parroquía madrileña

por José Olábarri Azagra

“Se han visto muchos gestos que demuestran que se ha reaccionado de manera muy solidaria y haciendo el barrio mucho más cercano. Hay mucha gente que se conoce del barrio que antes ni se saludaba”


A continuación, presentamos un fragmento de la entrevista realizada a don Jorge Olábarri Azagra el día 16 de noviembre de 2020, en su parroquia, Nuestra Señora de la Peña y san Felipe Neri, en la calle Puerto de Canfranc, 19 (barrio de Vallecas). Don Jorge tiene 25 años de edad, es sacerdote en la diócesis de Madrid y lleva destinado dos años en esta parroquia, donde también reside. Para más información, se adjunta la ficha de la entrevista, donde se ven más datos acerca de la entrevista.

 

Esa atención a las personas vía online fue espiritualmente pero también sacramentalmente, con la retransmisión de las Misas, ¿cómo cree que la gente siguió estas retransmisiones?
Pues bueno, la atención la podríamos dividir en dos partes. Por un lado, una atención espiritual-formativa. Por otro, una atención, que es yo creo la más visible para las personas, solidario-caritativa. Las personas normalmente ven a la Iglesia muy identificada con Cáritas y este ha sido un momento en el que se identificó mucho. Pero también está esta otra parte, la espiritual, que para nosotros es la más importante.

Ha sido complicado, pero, al mismo tiempo, nos ha acercado a personas que veíamos todos los días, pero que empezabas a preocuparte uno por uno para ver si todo el mundo estaba bien. La parroquia en la que me encuentro es un parroquia muy de barrio, muy familiar y, por tanto, rápidamente sabes si hay alguna persona que se encuentra enferma, si ha fallecido algún familiar, si necesitan algo… y, en ese sentido, sobre todo las primeras semanas, estábamos mucho tiempo al teléfono, escuchando a las personas, intentando saber de cada uno. Hicimos los sacerdote listas de gente habitual de la parroquia, que queríamos saber cómo estaba cada uno de ellos. Luego, para los grupos de la parroquia, al tener bastantes catequistas y gente joven, fuimos distribuyendo los niños, los adolescentes, los jóvenes… para que se encargaran y cada uno estuviera pendiente de cada uno de ellos. Yo siempre he sido un poco contrario a seguir las cosas online, porque me parece que la presencialidad gana mucho más, pero, en este caso, era la forma de estar y, para muchos, ha sido el momento de engancharse de alguna manera, creyendo estar muy acompañados, pero en ese momento han descubierto las personas que de verdad les acompañaban. Ha sido para ellos un volver a esa atención más personalizada.
A nivel caritativo, simplemente hay que ver las noticias, las colas del hambre, que muchas veces terminaban en la puerta de una parroquia. Era la principal labor. Había gente durante el confinamiento que decía que le sobraba tiempo. A mí, prácticamente no, porque, entre seguir el ritmo normal de la parroquia, de forma online, que se tarda un poco más de tiempo, todos esos grupos… Sumarle esa acción caritativa que en prácticamente todas las parroquias de Madrid se ha multiplicado, pero en puente de Vallecas quizá aún más, pues nos llevó su tiempo: recoger los alimentos, hacer la entrega de alimentos, entregarlo en las casas, porque al principio la gente no podía salir… Luego pudieron ir viniendo y, al final, se ha ido haciendo una labor buena para las familias que recibían. Más o menos, cada sábado dábamos comida a unas cien familias. Se les daban alimentos crudos, tuppers, alimentos donados por gente buena… Al mismo tiempo, ha sido una labor que les ha venido muy bien a los propios voluntarios. Jóvenes de la parroquia o del barrio, simplemente, que no tenían por qué venir a Misa, pero que se han animado y lo siguen haciendo, desde marzo hasta ahora mismo.

Antes lo comentaba usted, las noticias que nos llegaban a todos, a usted quizá con mayor motivo, debido a la cantidad de gente con la que trata. ¿Cómo le afectó el recibir noticias prácticamente a diario de gente que fallecía, de gente que tenía familiares enfermos…? Porque entiendo que eso no debió de ser sencillo, no ya solo para usted, sino en general, para los curas de la parroquia y de la diócesis.

Nosotros, en particular, tuvimos pocos fallecimientos directos de fieles de la parroquia, pero sí de muchos familiares y, en Madrid, prácticamente casi a diario conocías a una persona o a un familiar o de un compañero sacerdote o de un familiar de un feligrés de la parroquia… que fallecía o que se había contagiado por el virus. De alguna manera, lo ibas normalizando, porque, si no, uno no es capaz de ayudar si le afecta cada vez como si fuese la primera. Pero rezamos mucho por ellos e intentamos acompañarles y, como todos, (los sacerdotes) estábamos un poco desbordados o sobrecogidos por la situación. Es verdad que ha habido momentos que, anímicamente, al ver que parecía que no se podía salir de esta situación, debíamos encontrar ánimo en esos momentos y darlo a los demás. Debíamos ser optimistas a la hora de hablar con las personas, porque los datos estaban allí. Es verdad que conocías muchas personas que morían, pero también veías a personas que salían adelante después de tres o cuatro meses ingresados y luego han podido salir adelante. Eso ahora mismo son signos de esperanza.

Poco a poco, la situación fue mejorando, comenzamos a realizar más actividades públicas, ¿en ese sentido ha notado un cambio en el número de personas que asistían a los actos religiosos, a Misas o a cualquier otra actividad que desarrollase la parroquia?

Sí, por supuesto. Sobre todo al principio, había mucho miedo a salir. Más en sitios como los templos, que, no sé por qué, en el imaginario popular, siempre son considerados como templos a rebosar, pero ya nos gustaría que fuese siempre así (risas). Pero tampoco es siempre así. En las iglesias, afortunadamente, se han cuidado siempre muy bien las medidas de seguridad, no se conoce ningún foco que haya aparecido a partir de una iglesia, al menos, después del confinamiento. Por tanto, las personas se sienten seguras allí, pero es cierto también que a la población más mayor se le invita a permanecer en casa y tiene muchos reparos en acudir, si bien en la catequesis o en la labor con las familias, que son gente más joven, ya se ha recuperado un poco más lo normal, dentro de que no podemos tener actos muy extraordinarios, como viajes fuera. Se está convirtiendo un poco en una vida más cotidiana, más ordinaria, que tampoco nos viene mal. En la sociedad de hoy en día, es necesario volver a una vida más normal, por decirlo así, en la que no haya tantos actos extraordinarios y volvamos a recuperar el valor de esas cosas pequeñas que ya había en la parroquia y que, simplemente, es darle una vuelta o centrar todos los esfuerzos en mejorar esas cosas pequeñas.

Su zona, su barrio, ha sido de las que más restricciones ha sufrido y quizá las restricciones más duras, al menos en la ciudad de Madrid. ¿Cómo ha sido la reacción de la gente del barrio en general, no ya solo de la parroquia?

En general, ha sido ejemplar. Hay que reconocer que la gente se ha tomado las medidas muy en serio. Creo que a veces uno veía con un poco de incredulidad que en los foros de opinión pública se metiera mucha caña a estos barrios como si la culpa fuese de las personas que vivían en estos barrios, cuando creo que, en general, las restricciones se han cumplido bastante bien. Lo que ocurre es que son barrios en los que la densidad de población es mucho mayor. Muchos conviven en habitaciones alquiladas y es más fácil la propagación del virus, porque además, utilizan mucho más el transporte público.
Creo que, en general, se han tomado bien las medidas. A veces, han podido parecer excesivas pero, vistos los datos, en dos meses, en nuestra zona de salud, se ha bajado seis veces la incidencia del virus. Hay seis veces menos que hace dos meses. Parece que sí que funcionan. De alguna manera, la gente no solo ha reaccionado a esas restricciones sino que han reaccionado a la situación de forma muy solidaria. La verdad que el barrio, si ya era una familia, ahora es mucho más. Durante el confinamiento, cuando no había nadie por las calles, nosotros salíamos por las calles a repartir la comida y no era raro que saliera al balcón alguien a aplaudir en ese momento a los voluntarios que estaban llevándola o que alguien de allí diera un dinero para comprar más comida o, al pasar por la carnicería cercana, que es llevada por unos musulmanes, o sea que no es por afinidad religiosa, nos dieron un dinero para comprar para alguna familia del barrio. Los de la droguería lo mismo para el gel hidroalcohólico. Se han visto muchos gestos que demuestran que se ha reaccionado de manera muy solidaria y haciendo el barrio mucho más cercano. Hay mucha gente que se conoce del barrio que antes ni se saludaba.

Es cierto que 2021 es una incógnita, un gran interrogante. Nadie sabe qué vamos a hacer, qué va a pasar… Pero en lo que es la parroquia y el mundo parroquial, ¿cómo cree que se debe recuperar la normalidad, si es que se debe hacer?

Bueno, yo creo que se debe hacer poco a poco, tampoco hay que forzar nada, porque cada uno lleva su proceso. Quizá uno ya está más normalizado con la situación, no le preocupa tanto y se lanza a hacer más cosas. Pero hay otra gente que todavía está con más miedo. Poco a poco, hay que ir recuperando las cosas. No es recuperar lo que ya hacía antes y hacerlo igual, porque quizá este ha sido un modo de ver que había cosas que no funcionaban y no se hacían bien. Ir viendo, poco a poco, qué cosas se pueden ir haciendo. La mentalidad que hay es ver cómo vivíamos la Navidad el año pasado, qué cosas hacíamos… y qué cosas se pueden hacer este año. Pues hay cosas que no se pueden hacer. Debemos ver qué cosas se pueden hacer para sustituir esas otras. Quizá esta sea una Navidad mucho más familiar. Quizá no se pueden hacer grandes cosas en la parroquia, con todos los niños juntos, pero que cada uno lo haga en su familia. De alguna manera, encontraremos otras fórmulas para intentar mantener ese mismo espíritu, esa misma fe para los católicos, de una manera diferente.