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Prólogo de Jaime Jaramillo Escobar

Estos poemas

por

Jaime Jaramillo Escobar

 

Llegó a Medellín (Antioquia) un poeta griego. Le pedí permiso para palparlo y saber que era real. Le dije que lo respetaba y admiraba por asumir la tremenda responsabilidad de ser poeta griego a comienzos de este siglo XXI, que poco promete para la poesía. Es la misma responsabilidad que tiene el poeta español de hoy, asentado sobre una abrumadora tradición. No es nada fácil ser poeta español en este 2006, con tan grandes voces acosándolo desde un pasado portentoso que la Historia reverencia por considerarlo insuperable. Los poetas y escritores en América tienen todavía la libertad de inventar un mundo. Los herederos de excelsas tradiciones soportan un reto poco menos que imposible, y sin embargo se atreven.

El autor de estos cantos ha podido hacer eso porque conoce muy bien sus tradiciones. Cervantista erudito como el que más, investigador del Centro de Estudios Cervantinos en Alcalá, profesor titular de Filología Románica en la Universidad Complutense, estudiante y profesor en famosas universidades de Europa y América, autor de muchos libros importantes en espléndidas ediciones, y conferencista insigne, su trayectoria intelectual no cabe en un simple prólogo. Mejor consúltela en Internet. Viajero por medio mundo (escribió un libro en la China), es uno de esos hombres de excepción que uno no se explica cómo pueden hacer tantas cosas y además escribir perdurable poesía. Hasta en Colombia (donde escribo) ha estado varias veces, y por eso puede decir que “Sólo en algunos rincones de Colombia uno puede imaginarse el paraíso”. En este paraíso donde vivimos también hay diablos y serpientes, pero de todos modos es el paraíso. Diablos y serpientes –usted sabe– son habitantes naturales del paraíso. Y También sobre ese tema tiene el autor otro libro. Qué no tendrá: teatro, ensayo, crítica, extensos estudios, y no continúo porque la envidia es mejor sentirla que provocarla. Cuando, hace unos años, las universidades de Alcalá y la Complutense se lo disputaban, y entonces él se encontraba en un dilema, le escribí un soneto jocoso para burlarme de su situación:

 

SONETO

en donde se relata el suceso que ocurrió en las ilustres universidades de Alcalá de Henares y Complutense de Madrid con motivo de una célebre oposición de Filología Románica en las postrimerías del año de gracia de 1999.

 

La de Alcalá, que no conoce el pánico,

ornada de blasones y prestigio,

la Complutense desafió en litigio

por un joven filólogo románico.

 

José Manuel Lucía es el ingrato

por el que Manuel Gala se pelea

con Rafael Puyol que lo desea

y le pide su firma en un contrato.

 

Cual dos aves que pican un sombrero,

los contendientes con igual esmero

se baten por su honor o por sus celos

 

ante siglos atónitos y mudos,

y arrojando por tierra sus escudos,

terminan agarrados de los pelos.

 

Desde que los profesores decidieron escribir también la poesía, ésta entró en decadencia porque los profesores manejan moldes. Por excepción, la que en este momento tenemos en las manos, usted y yo, y que aparece firmada con el nombre de José Manuel Lucía Megías, puede leerse como se ha leído siempre la poesía, sin la tutela académica. Dichas estas palabras, nos disponemos a leerlo, cada quién en el resguardo de su casa. No es para leer en el tráfago de las vías públicas. Aunque parece fácil, requiere privacidad y atención, como toda gran poesía. Porque cada autor es la suma de sus maestros, y en estas canciones se encuentran, con la claridad del clásico las sugerencias del Simbolismo, las intuiciones del Surrealismo, las imágenes del Modernismo, el tono engañoso de la poesía conversacional y los imprevistos recursos de los posmodernistas. Todo lo cual requiere discreta ayuda de la Hermenéutica.