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Don Quijote en Azul 11. Leer el mundo desde el arte

 

Portal de las I Jornadas Educativas Cervantinas en Azul



Leer el mundo desde el arte.

La escuela, la educación y todos los ámbitos productores de pensamiento y conocimiento, como instrumentos e impulsores de transformaciones

 

Liliana Leiva

 

Estas reflexiones ponen al arte, a la educación y a todos los ámbitos donde se producen conocimientos en forma teórica y práctica, como protagonistas en el debate acerca de la lectura del mundo y sus consecuencias. Invito a que necesariamente circule y atraviese a esta exposición, toda la genial producción artística del gran Miguel de Cervantes Saavedra, pero en especial la idea de “deshacer entuertos”. Esa será en definitiva una condición fundamental a la hora de pensar en leer el mundo desde el arte.

Dice Rudolf Arnheim en Consideraciones sobre la educación artística[1]:

 

Cuando se mira la imagen ascendente de un arco o una torre en la arquitectura, o la caída de un árbol doblado por la tormenta, se recibe algo más que la información que transmite la imagen. […]

El cuerpo del espectador reproduce las tensiones del balanceo, de la ascensión y de la inclinación de tal forma que él mismo une en su interior las acciones que está viendo realizarse en el exterior. Y estas acciones no son simple gimnasia mental, son formas de estar vivo, formas del ser humano.

Lo que estoy diciendo en alabanza a la expresión dinámica convencerá a quienes conocen sus virtudes por experiencia propia. Pero para muchas personas tal experiencia es infrecuente, no porque su naturaleza esté privada de ella sino porque una vida concentrada en tareas y ganancias prácticas ha suprimido estas respuestas espontáneas.

Quizá piensen que una educación puede ser completa pese a no cultivar la expresión artística. En respuesta a esto, yo creo que lo mejor que se puede hacer es plantear una pregunta que pocas personas se hacen explícitamente, pero a la que todo el mundo se enfrenta implícitamente antes o después. Es la pregunta del fin último de la vida. […]

Percibir en toda su plenitud lo que significa amar verdaderamente, interesarse por algo, comprender, crear, descubrir, anhelar o esperar es, en sí mismo, el valor supremo de la vida. Una vez que esto se comprende, es igual de evidente que el arte es la evocación de la vida en toda su plenitud, pureza e intensidad. El arte, por tanto, es uno de los instrumentos más poderosos de los que disponemos para la realización de la vida. Negar esta posibilidad a los seres humanos es ciertamente desheredarlos.

 

Los sujetos que deseamos participar –a veces sin saberlo- de esa forma de leer el mundo, debemos poner en juego todo el potencial que como hombres y mujeres tenemos, y que a veces se esconde bajo un manto de pesimismo inútil. Pero resulta que el pasaje hacia el optimismo produce la transformación reparadora. Pues bien, ¿de qué manera el ser humano podría abarcar una lectura del mundo, que podríamos considerar completa, verdadera y profunda, para producir esa transformación sin abandonar la batalla e intentando ser sujetos plenamente humanos y optimistas? Obviamente habrá múltiples caminos, como múltiples y complejas son las relaciones humanas. Pensemos en dos de esos caminos que a veces van paralelos, otras se cruzan y otras se presentan de a uno en pequeños tramos.

Uno de esos caminos será mirar el mundo desde la posibilidad que nos brinda el arte. Es decir, a partir del conocimiento que nos ofrecen las múltiples producciones artísticas, intentar comprender y resignificar las acciones humanas, y otorgarles sentido. Y no me refiero a alguna época histórica en especial ni a una región en particular, sino a la mayor y más diversa cantidad que amplíe nuestro derecho a conocer.

Sabemos, por supuesto, que cada época, cultura, grupo social, movimiento artístico, científico o filosófico posee su propia cosmovisión, su propia manera de aprehender lo que sucede en el mundo y actuar en consecuencia. Y formulan a través de sus producciones particulares, un modo singular de percibir el universo que transitan. De ese entramado el arte es el lugar en donde se juntan las ideas. El arte como representación de un estado particular del pensamiento. Esa zona en la que la humanidad converge para decir su verdad.

Estas producciones artísticas no son aquellas que intentan mantener cierta tranquilidad de pensamiento y acción, y que tienen la intencionalidad de sostener un aparente estado cosas. Ni aquellas que insisten en crear ficciones, ilusiones que anulen ese pensamiento crítico. El arte aludido, por el contrario, producirá conmoción en su lectura. Por lo tanto, leer el mundo desde estas producciones, en principio, resultará inquietante. Pues, habrá cuestiones que no nos sean fáciles de afrontar porque nos permitirá reconocer monstruos y miedos, propios y ajenos. O tal vez, porque asumamos que frente al impacto de lo nuevo que nos ha brindado la experiencia estética, se ha producido en cada uno de nosotros y nosotras una irremediable transformación que será temida y luego, o casi simultáneamente, deseada. Ya no podremos volver atrás a pesar de que nuestras viejas limitaciones quieran imponerse. Estaremos obligados y obligadas, por nuestros irrefrenables anhelos de revertir el orden de las cosas, a tomar otras decisiones en el accionar diario. En esa dinámica es que comenzará un devenir hacia el optimismo porque habremos de develar con nuestra lectura, lo otro posible.

Frente a las diversas y complejas creaciones artísticas nos veremos interpelados e interpeladas con preguntas que no clausuran el pensamiento crítico, que nos descentran, nos conmueven, nos cuestionan acerca de nuestras propias creencias y acciones. Este es pues, un sendero lleno de incertidumbres impregnado en una textura estética arbitraria y compleja. Incómodo, difícil, inesperado, cuestionador, cuestionado. Y el mundo cuestionado es el mundo plausible de ser transformado. La tarea es pues, leer el mundo a través de él, teniendo en cuenta el trabajo doloroso y placentero que ello implica cuando se trata de desentrañarlo para el bien común. Este devenir, se transforma así en un proceso de mucha riqueza cuando reconocemos que esa dinámica nos involucra en un colectivo como sujetos sociales críticos.

Es decir, que, si la única experiencia estética estuviera dada solo desde un pequeño lugar de sujetos y universo de lecturas limitadas, posibles, palpables y, tal vez, tranquilizadoras, o que produjeran inmovilidad, no podríamos dar el salto y salir al vertiginoso mundo de la diversidad que es patrimonio de toda la humanidad, para producir las transformaciones deseadas.

El otro camino se enlaza de disímiles maneras y en momentos diversos, tendrá que ver con un lenguaje interno que una vez exteriorizado se vuelve palabra que, en su decir, completa la lectura del mundo.

Indicaré inicialmente y en forma arbitraria, la relación con la palabra solo porque nos permite observar la cuestión desde una estructura en la que estamos muy habituados a relacionar el conocimiento y la comunicación. En principio diré, quizás sencilla y rápidamente, que tal como lo planteara Noam Chomsky[2] el ser humano tiene una capacidad singular, que por lo que se sabe, es propia de la especie humana: una gramática universal que forma parte de nuestro patrimonio genético, una estructura lingüística innata. El uso corriente del lenguaje evidencia el tremendo potencial comunicativo, y también creativo. Pero, qué sucede con aquel lenguaje que se escapa de las estructuras lingüísticas convencionales, que al hacerse oír resuena metáfora, compacidad, ritmo, musicalidad, extrañeza. Aquel que desnaturaliza la percepción cotidiana. Pues bien, el autor citado lo resuelve indicando que esas estructuras son a-gramaticales. Y precisamente, ese es el campo que me interesa pensar. Pero, corriendo un poco más los límites, me permito reflexionar acerca del lenguaje que no esté ligado al artificio racional de la creación. Para ser más clara: pienso en un lenguaje de estructura poética que simplemente está, existe y que, utiliza el patrón lingüístico del que hablábamos solo para hacerse oír. Algo así como un “innatismo poético”. En definitiva, un lenguaje como propiedad específicamente humana ligado más al lenguaje prelógico que al artificio. Partiendo de estas pre nociones me pregunto ¿Qué ocurre, en definitiva, con este lenguaje poético en relación a la lectura del mundo? ¿Es posible leer el mundo desde ese lenguaje particular? Es decir, no una traducción del mundo sino decir el mundo mismo que es una forma de leerlo. Aunque añejo, resulta interesante el debate acerca de definiciones de lo poético. Y tal vez, afortunadamente, no acabe fácilmente. Pero aquí lo que me importa señalar es que en muchas ocasiones ese lenguaje al que me refiero, simplemente aparece, se exterioriza. Es un fluir que se dispara por motivos diversos y sin un por qué. Es una energía que existe, una fuerza que hay que echar a andar, una potencia incalculable.

Ahora bien, otra pregunta interesante de planteares ¿cómo hacer evidente este proceso? En principio, estaría ligado a la percepción como apropiación de ese “afuera” a través de los sentidos. Esta percepción indica una toma de posición frente a la complejidad que se presenta. Luego, por supuesto, este lenguaje interno se constituirá hacia el externo en diversos materiales. No solo en la palabra escrita o dicha, sino también en la imagen, o en el sonido, o en el movimiento, o en todas estas expresiones y más, a la vez. Cada ser decidirá cuál será su modo de leer el mundo.

Pero, ¿cuál es la importancia, en este tránsito, de la escuela y de todos los ámbitos donde se producen conocimientos en forma teórica y práctica? ¿De qué manera podrán acompañarnos estos espacios?¿Cómo hacerlo desde esos lugares con el único objetivo de multiplicar, hacia el mundo, los mecanismos de este tipo de lectura?

Los lectores/as – productores/as, quizá no podamos leer, en un sentido crítico, las obras de arte sino, como hemos dicho, serán ellas las que nos lean e interpelen en un juego casi simultáneo que consistirá en dejarse atravesar por ellas para compartir y debatir la perspectiva ajena, de modo que cada uno/a pueda situar a esas ideas en un colectivo de pares heterogéneos, para complejizarlas aún más. El fin será, encontrar en ellas, las obras de arte, ese lado del mundo que suele desecharse por incómodo y del que todos tenemos algo que decir. Es decir, que la lectura de cada uno/a consistirá, entonces, en un gesto de valentía: visibilizar nuestro punto de vista y aceptar críticamente el de los otros. Luego, el resultado compartido podrá traducirse en obra de arte.

O sea, que el producto genuino no será un texto reflexivo y teórico que explique lo que se ha leído. Quizá sí en un primer momento, pues el orden de la lógica del lenguaje comunicativo - en el sentido más estricto de la lógica de la comunicación- nos atrapa en ese lugar. Luego indefectiblemente, el producto será una nueva obra de arte, cuyos destinatarios serán los múltiples sujetos que deseen ese encuentro, el sujeto colectivo de una enorme comunidad más vale universal. La obra será de todos y de todas. Será patrimonio cultural que sigue poniendo en debate nuevas y viejas ideas. No sabremos las consecuencias pero podremos decir que todos/as seremos sujetos de conocimiento.

Propongo a la escuela y a todos los ámbitos donde se producen conocimientos en forma teórica y práctica, como lugares de encuentro y multiplicadora de estos mecanismos de lectura. Pero es necesario que también desde esos lugares parta la idea de que fuera de esos espacios, sujetos no escolarizados realizan la exteriorización poética de esa lectura del mundo. No solo desde las obras de arte sino desde cada suceso cultural y natural que ocurra y/o se nos imponga. Necesariamente esa potencialidad debe entrar a esos sitios y es allí en donde el diálogo de los caminos planteados se potencia. Es allí donde las barreras que separan a esos dos senderos descriptos se pueden derribar. El universo se convierte en una formidable escuela productora de sentido poético y la escuela (y todos los ámbitos culturales) se transforma en un universo poético deseado.         

El genial artista argentino, Atahualpa Yupanqui, refiere la siguiente anécdota[3]:

 

Recuerdo que una vez me pasó algo parecido con una mujer nativa del pueblo y su changuito (su niño) de seis años, travieso, que corría delante de ella. Al cruzar el río, aquí más abajo, a un kilómetro de esta casa, el niño se agachó y tomó una piedra de colores, la miró un rato, la limpió y la guardó en el bolsillo. La madre lo vio y lo llamó.

–¿Qué guardas ahí?- le dijo.

 –La piedrita, esta piedrita.

Entonces la madre le dijo que no, hizo volver al niño diez metros, al lugar donde había encontrado la piedra, y le ordenó que la repusiera en su lugar. Y le dijo:

–No vuelva a robarle cantos al río.

Después los dos siguieron su camino. Yo me quedé con eso.

 

            Se ha producido una creación artística, pues esas palabras únicas así lo demuestran. Me quedo pensando en esa mujer en medio de la Puna, lejos de toda urbanidad posible, junto a su hijo que aprende de la voz de su madre, una voz que posiblemente no necesite de un trabajo de poeta, y que sería simplemente un canal transparente entre lo poético y el niño. También pienso en ese momento vacío de mundo moderno, y me pregunto ¿cómo hizo para construir esa metáfora?, ¿quién le enseñó a hacerlo? Pues, una posibilidad es que haya aflorado el “innatismo poético” y leyó la situación, re- significándola. La sorpresa de que el lenguaje de esa mujer, alejado del supuesto lenguaje culto, nos estremezca, nos provoque un extrañamiento que posibilita una mirada diferente del mundo, produce más preguntas: ¿Cómo es posible el surgimiento de una belleza tan particular que vehiculice la idea de su ser parte de la naturaleza? En todo ser anida esa potencialidad. Simplemente el lenguaje poético, es. Y qué ocurriría si esa madre tuviera en sus manos pinceles o lápices, o si hubiera una música que la hiciera bailar, o si su voz se cubriera de melodía y su cuerpo danzara al ritmo de ese río. ¿Qué necesitamos para que ello ocurra? Pues, agudizar nuestra percepción. Bucear en nuestro verdadero ser para encontrarnos con nuestros ancestros en la misma actitud poética hecha memoria eterna en misteriosas cuevas, antes de que quedaran ocultas, o visibles solo para estudiosos/as y turistas.

Debemos estar atentos y atentas, y latir en comunidad desde el lugar que ocupemos en este mundo. La propuesta es ser el mundo y ser en el mundo. Todos los seres debemos ser arrojados a esta experiencia permanentemente. Para ello habrá que buscar los mecanismos de diálogo que habiliten esta propuesta. Cada miembro de la comunidad tendrá que colocarse en estado de aceptar el desafío. Y cada acción y decisión sobre los contenidos específicos a tratar en los diversos ámbitos, y las formas de abordarlos tendrán que sostenerse desde esta perspectiva.

Todos los sitios productores de conocimiento, reflexión, cultura, son los ámbitos privilegiados para poner en práctica el proceso descripto, incluso tomando, por supuesto, la mirada atenta de aquella mujer y su niño. Serán, esos sitios, la cocina de lo que ocurrirá. Luego, cada acontecimiento deberá circular hacia afuera poniendo en juego todos los medios posibles para que ello ocurra. Ya sean las obras creadas o las ideas encarnadas en pensamiento/acción.

En lo cotidiano todos y todas debemos luchar contra nuestros propios fantasmas de la certeza. Pero la emoción más profunda, tarde o temprano, ocurre. Los niños y las niñas transitan por el libre juego de la imaginación y cuestionan el complejo mundo de los adultos, planteando ideas para transformarlo a partir del deseo verdadero. Los y las adolescentes canalizan la rebeldía en increíbles creaciones que rompen vallas inútiles, y tensionan el debate con lo establecido para entender de qué se trata y verificar la posibilidad de otro mundo incluso complementando el mundo impuesto. Los adultos y las adultas podríamos cumplir el sueño de ser aquello que quizás la vida nos ha negado en el vertiginoso camino hacia lo que se creyó seguro. Tal vez, (¿por qué no?) podremos convertirnos en bailarines y bailarinas, actores y actrices, escritores y escritoras, narradores y narradoras, cantantes, payasos/as, etc., etc.

Para concluir, la provocación hacia la exteriorización de lo poético que hay en cada uno y en cada una de los que habitamos este universo, es tarea de todos y de todas. Es una obligación, y el resultado debe impactar en lo profundo del tejido social. Leer desde el arte y producir sentidos desde el lenguaje artístico será una tarea que nos complete plenamente en este increíble y fascinante planeta. Como se ha dicho, no es tarea sencilla. Pero hay miles de experiencias lejanas y/o cercanas en el espacio y en el tiempo que demuestran que es posible, y nos permiten recobrar el entusiasmo. Si las recordamos es porque hay algo de ellas que nos ha conmovido. No es la nostalgia lo que nos convoca. No se trata de sacralizar ideas o personas. Se trata de actualizar, revisar, pensar, experimentar, sentir y continuar el camino.

 

Bibliografía

 

Acoshky, J y otras, Arte y escuela. Buenos Aires, Paidós, 1998.

Aguirre Arriaga, Imanol, Teorías y prácticas en educación artística: ideas para una revisión pragmatista de la experiencia estética. Barcelona, Octaedro / EUB, 2005.

Arnheim, Rudolf Thoughts on ArtEducation. Buenos Aires. Ed. Paidós Estética, 1993.

Badiou, Alain. El siglo. Bs. As. Ed Manantial, 2005.

Chomsky, Noam.Estructuras sintácticas. México, Siglo XXI, 1957.

Eisner, Elliot W. Educar la visión artística. Barcelona, Paidós, 1995 (1972).

-----, El arte y la creación de la mente. Barcelona, Paidós, 2002

Feinmann, José Pablo. La filosofía y el barro de la historia. Buenos Aires, Planeta, 2009.

Kristeva, Julia El sujeto es cuestión: el lenguaje poético. Barcelona, Petrel, 1981.

Montes, Graciela La frontera indómita. México. F.C.E., 1999.

Oliveras, Elena Estética. La cuestión del arte. Buenos Aires, Emecé Editores, 2007.

-Pintos, Héctor Atahualpa Yupanqui. Este largo camino: Memorias. Buenos Aires, Ed. Cántaro, 2008.

 

[1]Arnheim, Rudolf Thoughts on ArtEducation. Editorial Paidós Estética, 1993.

[2] Chomsky, Noam Estructuras sintácticas. México, Siglo XXI, 1957.

[3] Don Atahualpa Yupanqui, relata esta anécdota en varias ocasiones, pero aparece impresa en Atahualpa Yupanqui. Este largo camino: Memorias. Bs As., Ed. Cántaro, 2008, una obra de Héctor Pintos.