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“Alfonso García-Gallo y el Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano”, por Eduardo Martiré, de la Universidad de Buenos Aires. En Homenaje al Profesor Alfonso García-Gallo, T. I, Historiografía y varia. Madrid, 1996, pp. 69-88.

ALFONSO GARCÍA-GALLO Y EL INSTITUTO INTERNACIONAL DE HISTORIA DEL DERECHO INDIANO

EDUARDO MARTIRÉ 
Universidad de Buenos Aires 

 

A1 celebrarse el IV Centenario de la fundación de la Universidad Mayor de San Marcos de Lima, se reunió en la Ciudad de los Reyes un Congreso Interna­cional de Juristas, cuya Comisión de Historia y Filosofía del Derecho resolvió dirigirse al Instituto Panamericano de Geografía e Historia para proponer el es­tablecimiento de una Comisión especial de Historia del Derecho, además de di­versas medidas dirigidas a coordinar e intensificar los estudios de esa discipli­na, entre las cuales se contaba la creación de un Instituto Central de Historia del Derecho, que tuviese por objeto proyectar y realizar investigaciones y publica­ciones atingentes al proceso histórico del Derecho Hispanoamericano, con la cooperación de institutos, centros de investigación y cátedras de Historia del Derecho. Las conclusiones fueron publicadas en el número correspondiente al año 1952 de la Revista de Derecho y Ciencias Políticas de Lima. Ricardo Levene, gran promotor de los estudios histórico jurídicos, reprodujo esos acuer­dos en el volumen 7º, correspondiente a los años 1955/1956 de su Revista del Instituto de Historia del Derecho de la Facultad de Derecho y Ciencias Socia­les de la Universidad de Buenos Aires, que aparecía desde 1949. Los acuerdos fueron acompañados de unas entusiastas palabras del maestro, en las que com­prometía todo el apoyo del Instituto de Historia del Derecho, del que era funda­dor hacía ya casi veinte años, y que aún dirigía con toda enjundia. El instituto tenía una vida fecunda, había editado una cincuentena de trabajos de la espe­cialidad, y cumplía con los objetivos trazados por el fundador, entre los cuales destacaba en importancia, según recordaba Levene en esa oportunidad, «inten­sificar las investigaciones acerca de nuestro pasado jurídico y estrechar las vin­culaciones intelectuales con los demás especialistas de Europa y América».

Por ello veía Levene con la mayor simpatía la posible creación del Institu­to Central de Historia del Derecho acordado en el Congreso de Lima, que venía a coincidir con su viejo empeño de coordinar esfuerzos e intercambiar informaciones y conocimientos entre los distintos especialistas de la historia jurídica, especialmente de Hispanoamérica. En sugerente mensaje prometía entonces, además de la colaboración intelectual que significaba la experiencia del Instituto de Buenos Aires, con cuatro lustros de vida, la realización del «Primer Congreso Internacional de Historia del Derecho Indiano y America­no», que «brindará la oportunidad necesaria para cambiar opiniones con los profesores e investigadores de historia jurídica, y permitirá adoptar un plan conjunto de trabajo que sirva para el organismo proyectado»[1].

Estaba claro que para Levene la reunión de un congreso de historiadores del derecho Indiano era la base necesaria para poder avanzar hacia la concreción del Instituto que proyectaban los juristas reunidos en Lima, y que el maestro deseaba concretar en Buenos Aires. Pero, por desgracia, Levene falleció imprevistamente, el 13 de marzo de 1959, apenas cumplidos los 74 años, debido a un paro cardíaco, mientras descansaba. Es decir, que la muerte lo sorprendió en un alto de sus absor­bentes tareas, dejando truncos muchos de los ambiciosos proyectos que tenía en preparación; entre ellos, la creación de una cátedra independiente de Historia del Derecho Argentino en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, ya que la materia se enseñaba en la de Introducción al Derecho e Historia del De­recho Argentino, a su cargo, y la reunión del Primer Congreso Internacional de Historia del Derecho Indiano y Americano. En el momento de su fallecimiento, Levene estaba al frente del Instituto de Historia del Derecho de la Universidad de Buenos Aires y de la Academia Nacional de la Historia de la Argentina.

Esa doble circunstancia dio motivo para que un año después, el 15 de oc­tubre de 1960, en el ámbito del Tercer Congreso Internacional de Historia de América, que había convocado la Academia Nacional de la Historia, se cons­tituyera en Buenos Aires la Fundación Internacional Ricardo Levene, integra­da por un grupo de colegas y discípulos de Levene. Entre sus objetivos, según podía leerse en el acta constitutiva, se encontraba la antigua preocupa­ción del maestro desaparecido: «El incremento de los estudios históricos e histórico jurídicos a cuyo cultivo dedicó su vida el doctor Ricardo Levene». A este efecto, la fundación otorgaría becas de investigación, establecería pre­mios y realizaría y promovería la publicación de libros y la celebración de reuniones de especialistas. Su primer y único presidente, ya que la fundación se disolvió, hace pocos años, fue Ricardo Zorraquín Becú, que había sucedi­do a Levene en la dirección del instituto[2].

Como vemos, estaba presente en el ánimo de los fundadores la realización de reuniones de especialistas y la creación de una organización internacional al estilo de la que el mismo Levene había prometido, en consonancia con la recomendación del Congreso de la Ciudad de los Reyes. Aun cuando este plan de acción no coincidía estrictamente con el proyecto de Levene, que trazó en los comentarios con que acompañó los acuerdos del Comité de Juristas de Lima, publicados en la misma revista nº 7[3], venía a dar satisfacción de alguna manera al empeño del ilustre maestro de la historia jurídica argentina.

Un año más tarde se fundaba en Padua, el 23 de mayo de 1961, la Asocia­ción Internacional de Historia del Derecho y de las Instituciones, afiliada al Comité Internacional de Ciencias Históricas, que presidía el ilustre historiador Vicente Arangio Ruiz. En su comisión directiva figuraba, representando a Es­paña, nuestro querido Alfonso García-Gallo. De inmediato y a instancias del propio García-Gallo el Instituto de Historia del Derecho de la Universidad de Buenos Aires, que ahora llevaba con justicia el nombre de su fundador Ricar­do Levene, fue invitado a asociarse, concretando su incorporación el 8 de marzo de 1962, por decisión del consejo directivo de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, dictada merced a la gestión de su director Ricardo Zorraquín Becú.

Advirtamos que el principal objetivo de la asociación era reunir grupos nacionales, internacionales o regionales, especializados en la Historia del De­recho y de las Instituciones y realizar, con motivo de cada congreso convoca­do por el Comité Internacional de Ciencias Históricas, una sesión particular dedicada a esas disciplinas, para intercambiar noticias, conocer el resultado de nuevas investigaciones e intensificar los lazos de unión entre los distintos especialistas. También aquí podemos encontrar, con matices, el objetivo pro­puesto por Levene.

La Primera Reunión de Historiadores del Derecho Indiano, que tenía en mente Ricardo Levene en 1956, estaba próxima a concretarse. Las entrevistas personales y el estrecho contacto epistolar que mantuvieron durante esos años (de 1962 a 1965) tres figuras consulares de la historia jurídica hispano­americana: Alamiro de Ávila Martel, de Chile, Alfonso García-Gallo, de Es­paña, y Ricardo Zorraquín Becú, de la Argentina, y la propuesta de este últi­mo a García-Gallo formulada en 1965 en Viena con motivo de la asistencia de ambos al Congreso del Comité Internacional de Ciencias Históricas, cua­jaría felizmente en la convocatoria de esa Primera Reunión de Historiadores del Derecho Indiano, que formalizó el Instituto de Historia del Derecho Ri­cardo Levene de la Universidad de Buenos Aires, junto con la Fundación In­ternacional Ricardo Levene, ambas instituciones dirigidas por Ricardo Zorra­quín Becú, quien echaba mano al viejo proyecto de Levene, y lo ponía en obra, contando para ello con el decidido apoyo de otras dos figuras promi­nentes de la Historia del Derecho Indiano, Ávila Martel y García-Gallo, de países en donde la disciplina se desarrollaba con gran empuje. Estos tres distinguidos maestros trazaron de común acuerdo el programa de esa primera reunión, que anotamos en los párrafos siguientes.

La convocatoria se hacía dentro del marco del IV Congreso Internacional de Historia de América, que organizaba la Academia Nacional de la Historia, también presidida por Zorraquín Becú, con el objeto, según se leía en la noti­cia aparecida en el número 16 de la Revista del Instituto de Historia del Dere­cho Ricardo Levene, de «congregar durante algunos días a los más caracteri­zados especialistas de la materia, a fin de intercambiar informaciones e ideas sobre métodos, planes de estudio, fuentes, enseñanza y demás cuestiones de interés». De esta manera, seguía diciendo la dirección de la revista, «los orga­nizadores han creído, no solo llenar una necesidad reclamada por la historio­grafía del Derecho Indiano, sino cumplir una aspiración varias veces enuncia­da por los precursores modernos de esta rama del saber y especialmente por Ricardo Levene, fundador de este instituto»[4].

A esa primera reunión, que se llevaría a cabo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, durante los días 6 a 11 de octubre de 1966, fueron convocados destacados especialistas de la materia, cuya nómina se indica en las páginas de la revista del instituto[5], para tratar el temario ya citado, que ahora aparecía más elaborado:

1. La enseñanza e investigación del Derecho Indiano.

a) Enseñanza de la historia jurídica indiana en los distintos países;

                        b) Información sobre instituciones que se dedican, total o parcial­mente, al estudio e investigación del Derecho Indiano, o que pa­trocinan su estudio. Cátedras de esta materia.

            2. Información sobre fuentes del Derecho Indiano en cada país. Fuentes éditas e inéditas.

3. Derecho Indiano general y local. Relaciones y diferencias.

4. Influencias ideológicas, sociales, políticas y económicas que gravitaron en la formación y desarrollo del Derecho Indiano.

Se cumplía finalmente el deseo de Ricardo Levene. Su instituto y la fun­dación, ambas con su nombre, convocaban la Primera Reunión de Historiado­res del Derecho Indiano en Buenos Aires, en su tan querida Facultad de Dere­cho y Ciencias Sociales. Las actas de la reunión se publicaron en la revista del instituto número 1 X.

Las palabras de don Ricardo Zorraquín Becú, expuestas con ocasión del acto inaugural, hablaban a las claras del proyecto conjunto del triunvirato fundador:

«Realizar un encuentro de esta naturaleza fue originalmente una idea del doctor Leve­ne, que nunca pudo materializarse debido a las erogaciones que significaba. Al reco­ger esa iniciativa, he tenido la suerte de poder aprovechar la realización simultánea del IV Congreso Internacional de Historia de América, que congrega también a los participantes en esta reunión De tal manera he podido cumplir un antiguo deseo del fundador de nuestro Instituto, y cuya obra está destinada a perpetuar la fundación.

Pero debo declarar que también he contado, para decidirme a esta convocatoria, con el apoyo entusiasta e insistente que brindaron con toda generosidad los doc­tores Alfonso García-Gallo y Alamiro de Ávila Martel. Deseo agradecerles, en esta ocasión, el interés con el cual sumaron sus esfuerzos a los míos, en un gesto de gran solidaridad amistosa e intelectual»[6].

En esa misma oportunidad, en nombre de los historiadores extranjeros, ex­presaba Alamiro de Ávila Martel su empeño en lograr «la creación de una or­ganización estable, que en congresos periódicos, permita la comunicación de los resultados de los trabajos, en lo posible realizados con planes comunes, y la evaluación crítica de sus resultados». Y precisando su pensamiento, agre­gaba que «esta asociación internacional de historiadores del Derecho Indiano o como se la quiera llamar, con su reglamentación básica, debe nacer de esta reunión que iniciamos. La mayor parte de los que nos dedicamos al Derecho Indiano estamos presentes y agradecemos de corazón la hospitalidad argentina, y estamos dispuestos a retribuirla cumpliendo efectivamente los fines para los que hemos sido invitados». Acto seguido se designaron las autorida­des de esa Primera Reunión de Historiadores del Derecho Indiano: presiden­te, Alfonso García-Gallo; vicepresidente, Alamiro de Ávila Martel, y secreta­rios, Víctor Tau Anzoátegui y el que esto escribe.

De manera que, conforme surge de lo expuesto por Ávila Martel, la con­vocatoria a esta primera reunión de historiadores del Derecho Indiano tenía por objeto, además de tratar el temario ya señalado, sentar las bases de un instituto o asociación internacional que los agrupase, con los objetivos ya se­ñalados. ¿Estaban de acuerdo los tres maestros que habían coordinado esfuer­zos para concretar esa reunión en fundar una institución internacional, al estilo de lo recomendado por la Comisión de Juristas de Lima, que tanto entusias­maba a Levene? Si bien es cierto que no todos llegaron a Buenos Aires con igual propósito, en el transcurso de la reunión lograron pleno acuerdo, y die­ron nacimiento «de modo espontáneo y unánime», al decir de García-Gallo[7], al Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano.

Quien apareció rechazando la idea de crear una institución internacional fue García-Gallo. Lo dijo en la segunda de las sesiones, el 7 de octubre de 1966, al reseñar su ponencia sobre los problemas metodológicos de la Histo­ria del Derecho Indiano que, junto con los demás trabajos presentados, se pu­blicó en el número 18 de la Revista del Instituto de Historia del Derecho Ri­cardo Levene. Se refirió a la recomendación del Congreso Internacional de Juristas de Lima de crear un Instituto Central de Historia del Derecho, y re­cordó que también fue la idea de Levene, «que concibió este instituto de ám­bito continental, con sede rotativa», pero expresó seguidamente su disconfor­midad con tal institución: «No creo que un instituto de esta índole, que ha de tener a su cargo tareas concretas y permanentes, pueda estar supeditado a un continuo desplazamiento, a los naturales cambios de criterio de quienes pe­riódicamente hayan de dirigirlo, y a las posibilidades variables del centro na­cional o de la persona que por un tiempo haya de atenderlo». Su propuesta, en cambio, era prescindir de esa creación «y confiar las tareas permanentes que aquél hubiera de realizar a alguno de los institutos o centros hoy existen­tes y en pleno funcionamiento». Sí en cambio consideraba conveniente cele­brar sucesivas reuniones de historiadores del Derecho Indiano, que bien podí­an ser rotativas, en las que se establecerían proyectos de investigación, se su­gerirían publicaciones y se coordinarían trabajos. Para concretar su razona­miento, agregaba el maestro español: «Ante la improbabilidad de la creación de un instituto internacional de Historia del Derecho con medios propios y suficientes para realizar investigaciones por su cuenta, estas han de correr a cargo de institutos o investigadores determinados». Creía, asimismo, que el instituto que tuviera a su cargo la coordinación de las tareas debía hacer cir­cular un «boletín informativo» que sirviera de órgano de enlace entre los in­vestigadores de los distintos países.

Su propuesta fue discutida en la sesión en que la expuso y nuevamente en la cuarta reunión, el 11 de octubre por la mañana. En esta segunda oportuni­dad ya se habían eliminado las diferencias de criterio entre los tres maestros. García-Gallo, que como hemos dicho presidía aquel primer encuentro de his­toriadores del Derecho Indiano, abrió la sesión expresando varias propuestas encaminadas a promover los estudios de la disciplina: debía formarse un am­biente, o intensificarlo en caso de existir, en favor de la creación de cátedras, institutos o centros de Historia del Derecho, tanto en facultades de Derecho, como de Historia; creía necesario publicar una «guía» de historiadores del Derecho Indiano; como también formar un inventario de fuentes documentales éditas e inéditas y repertorios bibliográficos; sugería elaborar un «programa» de Historia del Derecho Indiano destinado a la enseñanza e investigación, al estilo de los editados por el Instituto Panamericano de Historia y Geografía, que sería circulado entre los especialistas de los distintos países a fin de que hicieran conocer sus objeciones. Ese importante haz de medidas, expresadas con todo el entusiasmo y energía que sabía poner en sus cosas nuestro queri­do Alfonso, «merecieron unánime aceptación», según reza el acta respecti­va, y se encomendó al propio García-Gallo la redacción del proyecto de pro­grama.

Acto seguido propuso que estas reuniones de historiadores del Derecho Indiano, tal como lo había sugerido en su ponencia, se realizaran periódica­mente. Fue entonces cuando «luego de un vivaz intercambio de ideas» entre los asistentes y en especial entre los tres maestros de la Historia del Derecho Indiano, se resolvió fundar «de modo espontáneo y unánime» el Instituto In­ternacional de Historia del Derecho Indiano, que estaría integrado por los his­toriadores que se especializasen en la materia en los distintos países y presidi­do por un consejo directivo de tres miembros, con una secretaría permanente con sede en el Instituto de Historia del Derecho Ricardo Levene. Fueron desig­nados directores, como no podía ser de otra manera, los maestros fundadores: Ávila Martel, García-Gallo y Zorraquín Becú. Tuvimos el honor de ocupar la secretaría permanente Tau Anzoátegui y yo[8].

De las palabras liminares de aquella célebre primera reunión de historia­dores del Derecho Indiano pronunciadas por Zorraquín Becú y Ávila Martel, y de las ideas traídas a ella por García-Gallo, se desprende que la primitiva idea de crear una asociación internacional había evolucionado hasta concre­tarse satisfactoriamente en el actual instituto internacional. Las objeciones de García-Gallo fueron receptadas y sirvieron para eliminar los inconvenientes que podía aparejar una institución como la que se había pensado primitiva­mente. Por lo pronto, no se trataría de un instituto continental, sino interna­cional, ni su sede habría de ser rotativa, sino que se la fijaba en Buenos Aires, más precisamente en el Instituto de Historia del Derecho Ricardo Levene, donde funcionaría la secretaría permanente. La existencia de esta secretaría permanente, con sede fija, alejaba los peligros señalados por García-Gallo en cuanto al continuo desplazamiento de la sede del instituto, que de esta mane­ra tendría un punto estable de referencia, y a las variables posibilidades del centro o la persona que por un tiempo habría de atenderlo, ya que su ubica­ción en el Instituto de Historia del Derecho Ricardo Levene significaba contar con los elementos materiales para el sostenimiento de un mínimo aparato bu­rocrático y fijaba una sede estable. Se eliminaba el inconveniente que podría surgir de los naturales cambios de criterio de quienes periódicamente hubie­ran de dirigirlo, señalado por García-Gallo, con la existencia de un triunvirato directivo perpetuo. En cuanto a la periodicidad de los congresos, cada tres años, quedaba establecida en el acta de su fundación. En suma, se había com­patibilizado el proyecto originario con las observaciones de García-Gallo, quien asumió desde entonces con la energía y el entusiasmo del converso la codirección del instituto. Energía y entusiasmo que mantendría hasta el últi­mo momento de su vida.

En la primera reunión en la que se sentaron las bases del instituto interna­cional se había acordado, a instancias de Alamiro de Ávila Martel, que el II Congreso se llevaría a cabo en Santiago de Chile. Circulada la convocato­ria y encontrándonos en Santiago los asistentes a la reunión, la Universidad de Chile, en cuya Facultad de Derecho y Ciencias Jurídicas y Sociales se rea­lizaban las sesiones, resolvió, tal como había ocurrido con Ricardo Levene y Rafael de Altamira, «que son, podemos decir con toda exactitud, los fundado­res de los estudios de Historia del Derecho Indiano, el uno en Argentina y el otro en España», según palabras de Alamiro de Ávila Martel, otorgar su más alta distinción, la de «Miembro Honorario de la Universidad», a los profeso­res Alfonso García-Gallo y Ricardo Zorraquín Becú, quienes la recibieron en la reunión inaugural del congreso[9]. La decisión, honrosa para los homenajea­dos, indicaba asimismo el reconocimiento de la importancia de los estudios de Derecho Indiano y la jerarquía del flamante instituto internacional, en cuyo congreso, y en su sesión inaugural, se anunciaban las distinciones y se entregaban los diplomas.

La labor ejemplar de Alfonso García-Gallo en el Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano se adelantó a su misma fundación, en aquellas jornadas preliminares de Buenos Aires, donde arremetió con sus enseñanzas sobre metodología, sin cuyo conocimiento juzgaba imposible promover y adelantar los estudios histórico jurídicos, y continuó durante cinco lustros, hasta su muerte. En este II Congreso de Santiago de Chile, que se celebró del 29 de septiembre al 3 de octubre de 1969, presentó una voluminosa ponencia acerca de la metodología del Derecho Indiano, que como hemos visto era un tema muy caro a sus inquietudes docentes, y que respondía y excedía el en­cargo que se le había efectuado en la reunión de Buenos Aires. A fin de faci­litar su utilización y darle, por su importancia, una individualidad propia, lo editó por separado el Seminario de Historia y Filosofía del Derecho de la fa­cultad convocante. La obra se ha constituido, por mérito propio, en el lugar de consulta habitual para iniciar los estudios de la materia y su utilidad es enor­me. Con ella García-Gallo aspiraba a «misionar», como gustaba decir, en aquellos países en donde se había olvidado el estudio de la materia o nunca se había emprendido seriamente, y aun a despertar vocaciones entre juristas e historiadores dedicados a otros temas, mostrándoles un camino que él había transitado durante muchos años. «Esta metodología no pretende enseñar a los maestros; por el contrario, se ha aprovechado y beneficiado de sus enseñan­zas -decía el autor-. Tampoco dogmatizar o imponer criterios a nadie. Aspira tan solo a recoger con cierto orden referencias bibliográficas indispensables y observaciones y sugerencias prácticas sobre el modo de estudiar la Historia del Derecho Indiano, que la experiencia de un cuarto de siglo de enseñanza de la disciplina ha mostrado orientaban y facilitaban la labor de los estudio­sos que se iniciaban en ella»[10].

A su vez, en la primera sesión del Congreso, el 20 de septiembre, trazó una relación general sobre las autoridades de la corona en Indias, que suscitó animado debate y en donde precisó con rigor histórico jurídico un nuevo es­quema del gobierno territorial de las Indias, hasta entonces -según el exposi­tor- adherido a una distinción elaborada en base a informes de hombres que no fueron juristas. La versión magnetofónica obtenida en esa oportunidad se publicó bajo el título «El gobierno territorial de las Indias», junto con los demás trabajos presentados a esa reunión, en el volumen 6 de la Revista Chi­lena de Historia del Derecho[11].

Tocaba ahora, trazadas las líneas directrices en Buenos Aires y afianzado el instituto en Santiago de Chile, plasmar en una reunión memorable la nueva institución, que de esa manera arraigaría en el mundo científico ya para siem­pre. Correspondió a García-Gallo esta tarea. En la plenitud de su capacidad intelectual, desbordando en actividades científicas y docentes, era la figura clave para la empresa. Catedrático de Historia del Derecho Español en la Fa­cultad de Derecho, y de Historia del Derecho Indiano en la de Filosofía y Le­tras, ambas de la Universidad de Madrid, secretario general del Instituto Na­cional de Estudios Jurídicos, académico de número y bibliotecario perpetuo de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, director del prestigiosí­simo Anuario de Historia del Derecho Español y reconocido en España y fuera de ella como una de las primeras espadas de la Historia del Derecho Es­pañol e Hispanoamericano, García-Gallo puso manos a la obra, que se con­cretaría en el III Congreso del Instituto Internacional, celebrado en Madrid del 17 al 23 de enero de 1973.

La impronta del maestro español se advierte claramente en este congreso, que marcará un hito en la marcha del instituto, dando una estructura nueva a las reuniones y a la forma de realizar la consideración en conjunto de las po­nencias presentadas, con distintos moderadores para cada reunión. A su vez, a instancias del propio García-Gallo, se amplió el número de participantes y de países invitados, a la vez que se ciñeron las invitaciones a quienes realiza­ban un enfoque más jurídico de la materia. De esa manera podrá decir en el discurso inaugural que en la calidad de los trabajos y su temática, como en el planteamiento y desarrollo de las investigaciones, se advierten las nuevas ten­dencias que han venido abriéndose paso en los estudios de Derecho Indiano. Demostraba de tal manera que su prédica, expuesta en las primeras reuniones del instituto y en los trabajos metodológicos llevados a los anteriores congre­sos, y su empeñosa y perseverante dedicación, habían dado sus frutos. Por ello, con natural satisfacción, cerrará ese párrafo de su discurso inaugural sos­teniendo que el Congreso de Madrid marca, «valga la expresión, una mayor juridicidad en el estudio del Derecho Indiano».

También podía señalar la mayoría de edad del instituto: En la presentación del volumen en el que se editaban las actas y estudios del congreso, decía don Alfonso que «por vez primera las actas y estudios de los congresos del insti­tuto se publican formando un volumen propio e independiente, y no insertos en las revistas de los centros que los han patrocinado. Ello testimonia que el Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano ha alcanzado su ma­yoría de edad y puede presentarse por sí mismo, sin tutela. El número y cali­dad de los trabajos publicados y la amplia relación de miembros que ahora se integran en el instituto acreditan por igual el crecimiento y la vitalidad de este». Palabras con que el maestro, legítimamente orgulloso de la obra reali­zada, testimoniaba una realidad incontrastable, en la que él había tenido sin­gular protagonismo.

Se reunieron en Madrid representantes de la Argentina, Chile, Ecuador, España, Francia, México, Nicaragua, Perú, Uruguay y Venezuela. Desde en­tonces la ampliación del número de investigadores de la historia jurídica in­diana fue una constante en los congresos. Era el empeño «misionero» de García-Gallo, que se traducía en este congreso, no solo con la incorporación de nueva gente, sino también a través de un breve pero sustancioso trabajo que tituló «Bases para una programación de la enseñanza de la Historia del Dere­cho, y en especial de la del Derecho Indiano», en donde insiste con sus plan­teamientos metodológicos referidos al estudio y enseñanza de la materia.

A su vez, en la sesión de clausura, García-Gallo pronuncia una magistral disertación en el aula «Miguel de Unamuno» de la Universidad de Salaman­ca, adonde se había trasladado el congreso para cerrar sus actividades. El tema resultaba singularmente apropiado: «La Universidad de Salamanca en la formación del Derecho Indiano».

La comisión organizadora del congreso, presidida por Alfonso García-Gallo, reunía un haz de discípulos suyos, que indicaba por sí mismo la obra docente en que estaba empeñado: Juan Antonio Alejandre García, María Luz Alonso Martín, Antonio Álvarez Morales, Ana María Barrero García, Agus­tín Bermúdez Aznar, Enrique Gacto Fernández, Julio Medina Font, Rogelio Pérez-Bustamante González, Marta Milagros del Vas Mingo, Gustavo Villapalos Salas. Algunos, como Barrero García, Bermúdez y Villapalos, queda­rían integrados al Instituto Internacional, y muchos son hoy distinguidos cate­dráticos, o avezados investigadores del pasado jurídico, que dan testimonio de la obra del maestro[12].

Pero la energía de don Alfonso no se agotaba en España ni mucho menos. Concluido el congreso madrileño y en prensa el rico volumen de sus Actas y Estudios, alargaría inmediatamente su empeño hacia América, más precisa­mente hacia México, donde podía reconocer discípulos aventajados y una vieja y prestigiosa tradición en el estudio de la Historia del Derecho que no aparecía reflejada hasta entonces, al menos en igual medida, en los Congresos del Instituto Internacional[13]. Auxiliado por Beatriz Bernal, residente en Mé­xico, y los mexicanos María del Refugio González, José de Jesús Ledesma, Andrés Lira, Marta Morineau, María Guadalupe Ordóñez y Chaves, José Luis Soberanes y Fernando Vázquez Pando, con la inestimable asistencia de su discípula española Ana María Barrero García, que aportaba su experiencia en la organización del congreso anterior, García-Gallo impulsó la celebración del nuevo congreso, que se desarrolló en Morelia. Para ello, contó con la ayuda sin reservas del catedrático de Historia del Derecho Guillermo Floris Margadant, que dirigía el Seminario de Derecho Romano e Historia del Dere­cho de la Escuela de Derecho de la Universidad Autónoma de México. Pero debemos hacer honor a la verdad, fueron sin duda el empeño y entusiasmo del maestro español los elementos decisivos para el éxito de la reunión, sin mengua, por cierto, del reconocimiento de todos a la labor sin descanso y a los afanes generosos de los miembros de la comisión organizadora local.

Aun las gestiones previas, los preparativos y el mismo plan del congreso fueron inspirados por García-Gallo. Por supuesto que los otros directores del Instituto Internacional y los secretarios tuvieron que ver en ello, como tam­bién mucho se deberá atribuir al empeño de los organizadores en México, como hemos dicho más arriba, pero sin don Alfonso nada se hubiera hecho. Hasta la concreción misma del Congreso en México, puesta en duda ante la inexplicable actitud del gobierno mexicano de discriminar políticamente a los asistentes chilenos (debido a que en Chile se había producido un movimiento armado que terminó con el gobierno marxista de Salvador Allende), fue obra de Alfonso, que supo limar asperezas, conciliar actitudes y hacer triunfar su idea de mantener la reunión, aun sin la presencia en el congreso de los miem­bros chilenos, que habían dispuesto a alguno, incluyendo al mismo director Alamiro de Ávila Martel, a no asistir ante la posición de las autoridades mexi­canas. A instancias de García-Gallo, el consejo directivo acordó realizar el congreso según lo proyectado, pero también se dispuso no reunir en esa opor­tunidad el plenario del instituto ni, por ende, formalizar nuevas incorporacio­nes a la institución, según venía haciéndose en cada congreso, como una ma­nera de acompañar a los chilenos ausentes. Gracias a su intervención los esfuerzos realizados y los compromisos adquiridos pudieron encontrar satisfac­ción, y el congreso, a pesar de la penosa ausencia del nutrido y brillante grupo chileno, se llevó a cabo con éxito.

Las reuniones de este IV Congreso se realizaron en Morelia, Estado de Michoacán, del 6 al 13 de agosto de 1975, en un ambiente sumamente propi­cio. La sesión inaugural se celebró en la Universidad michoacana de San Ni­colás de Hidalgo y fue, naturalmente, Alfonso García-Gallo quien pronunció el discurso inaugural. No ocultó su satisfacción al expresarse en esa oportuni­dad, «ya que fui yo -decía- quien hace tres años tomó la iniciativa de propo­ner que este IV Congreso se reuniera en México, para de este modo incorporar plenamente a los investigadores de este país a nuestras tareas e interesarlos en ellas». Más adelante, en ese mismo discurso, trazaba una excelente síntesis del objetivo del Instituto Internacional:

«Formamos el Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano un grupo de estudiosos de diferentes países interesados por nuestro pasado jurídico. Al in­tegrarnos en él buscamos encontrar eco a nuestra labor individual, comunicar y contrastar nuestros proyectos y trabajos, hallar estímulo y crítica, mostrar a los extraños un mundo de temas y posibilidades científicas, de técnicas y experien­cias. Constituimos un cuerpo activo y laborioso, vivificado por nuestro espíritu científico y nuestro entusiasmo.»

Ese era el instituto pensado por los maestros fundadores en la reunión de Buenos Aires, que ahora consideraba consolidado definitivamente, antes de que la institución cumpliese sus diez años de vida, pero ya con cuatro congre­sos internacionales en su haber. Tocaba a él, que había dudado de la conve­niencia de fundarlo, formular este generoso reconocimiento.

También en esta ocasión tuvo por conveniente insistir en que a la amplitud de la convocatoria para acercar nuevos investigadores, y sobre todo de países hasta entonces no representados, se unía la necesaria limitación a aquellos que se ocuparan del Derecho Indiano:

«Nuestro congreso no es uno más de historia americana como lo son los de los ame­ricanistas-, ni tampoco de historia institucional, en que en un amplio sentido se en­globa lo social, económico, político o cultural. El objeto de su atención es más con­creto: el Derecho Indiano; sin que esto quiera decir que este se contempla en una perspectiva estrictamente técnica o dogmática, ya que el derecho es inseparable de la sociedad en que rige. Por eso ilustres investigadores de la historia general americana o de diversas especialidades, cuyas obras son inapreciables y de constante consulta por nosotros, no son convocados a estos congresos donde se pone énfasis en lo jurídico. El contacto con ellos, en ocasiones muy estrecho, lo mantenemos a través de nuestros respectivos trabajos o en la asistencia a congresos más generales en los que, por serlo, se basca precisamente la coordinación de las distintas especialidades.»

No variaba su postura y celaría durante toda su vida por el mantenimiento de este criterio riguroso, a fin de dar contenido propio y singular al estudio de la Historia del Derecho Indiano, que no es la Historia de América Española ni la de sus instituciones políticas, sociales o económicas. El énfasis en lo jurídi­co, como nota distintiva de los estudios de Historia del Derecho, era para García-Gallo lo que daba fuerza y sentido a los estudios histórico jurídicos.

Presentó en esta reunión el maestro español un enjundioso trabajo, «El tí­tulo jurídico de los reyes de España sobre las Indias en los pleitos colombi­nos», de ineludible consulta para comprender acabadamente el tema de los «justos títulos» de España sobre América[14].

El Instituto Internacional ofreció al doctor José Reig Satorres, decano de Estudios de la Universidad Católica de Guayaquil, en Ecuador, que desde la reunión de Madrid integraba nuestro Instituto Internacional con gran solven­cia y autoridad, la organización del próximo congreso, que por ello fijó su sede en Quito y Guayaquil. La Academia Nacional de la Historia del Ecuador y la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil tutelaron este nuevo en­cuentro. Fue en México donde surgió la idea, y se concretó luego de varias y animadas conversaciones mantenidas por los directores y secretarios con Reig Satorres. El modelo del Congreso de Madrid sirvió de base al nuevo, que se celebró del 23 al 30 de julio de 1978.

Desde México venía sosteniendo García-Gallo la necesidad de dar una es­tructura más precisa al Instituto Internacional, cambiando opiniones con los demás directores y con los secretarios. En la sesión plenaria del instituto, lle­vada a cabo en Guayaquil el 28 de julio de 1978, se dio un nuevo reglamento, que receptaba esas inquietudes. En los fundamentos del nuevo estatuto, re­dactado sobre la base de un proyecto de García-Gallo, se insiste en la espe­cialización de la Historia del Derecho Indiano, en la necesidad de profundizar los aspectos jurídicos de su estudio, que dan sentido a la propia existencia del Instituto Internacional: «... siendo el Derecho Indiano objeto de destacada atención también por asociaciones, academias, centros de investigación y congresos generales de historia americana, la existencia autónoma y diferen­ciada de nuestro instituto solo tiene razón de ser en cuanto se estructure como órgano de dirección y trabajo especializado que, sin desconocer en modo al­guno la vinculación del derecho con los restantes aspectos de la vida social centre su atención en él tratando de estudiarlo con método adecuado».

Se especificaba la misión del Instituto Internacional, las condiciones que debían reunir sus miembros, que se limitaban a 70, se daba más amplitud al gobierno de la asociación, creándose un consejo adjunto de diez miembros, con la intención -expresada por Alfonso en las reuniones preliminares- de otorgar una mayor participación a los miembros del instituto, ya que hasta en­tonces todas las funciones de gobierno se concentraban en el consejo directi­vo permanente formado por los fundadores Ávila Martel, García-Gallo y Zorraquín Becú..

«La organización territorial de las Indias de 1492 a 1824» fue el trabajo que llevó García-Gallo a esta reunión, recibido con especial beneplácito y animadamente comentado en la sesión en que lo sintetizó[15].

En este encuentro ecuatoriano el propio García-Gallo y Demetrio Ramos Pérez tomaron a su cargo convocar el próximo congreso, en Valladolid. Allí se reunió del 12 al 18 de diciembre de 1980, conmemorando el tricentenario de la promulgación de la Recopilación de leyes de Indias de 1680. Don Alfonso se había jubilado, lo que no quería decir que se hubiese retirado ni de la enseñanza ni de la investigación, ya que continuó su prédica magistral hasta su muerte, pero en virtud de ese «accidente» burocrático, en la sesión plena­ria del Instituto Internacional, celebrada en el Salón de Grados del Palacio Universitario de Santa Cruz, en Valladolid, el 18 de diciembre de 1980, se de­cidió que los volúmenes de trabajos del VI Congreso se dedicaran a Alfonso García-Gallo, «como homenaje de los historiadores del Derecho Indiano a tan eminente maestro, con motivo de su jubilación como catedrático», según puede leerse en el primer volumen de la publicación. En el acta de la sesión plenaria del instituto en la que se adoptó este acuerdo se hace notar que la propuesta «fue acogida y aprobada con aplausos»[16].

Alfonso García-Gallo tuvo a su cargo el discurso de bienvenida y realzó las sesiones de esas jornadas vallisoletanas con una intervención permanente y destacada, en casi la totalidad de las exposiciones, haciendo, como siempre, aportaciones agudas propias de un maestro inteligente y afectuoso.

El VII Congreso se celebró en Buenos Aires. Para don Alfonso, que tanto quería a la Argentina y que tanto disfrutaba de su estancia en Buenos Aires, y para todos nosotros, que guardábamos un cariño entrañable por el maestro y amigo, fue un acontecimiento inolvidable. No era que no hubiese visitado otras voces la Argentina, pero llegaba esta vez como «doctor honoris causa» de la Universidad de Buenos Aires, que no hacía mucho le había otorgado esa alta distinción, para asistir a la celebración del VII Congreso del Instituto In­ternacional de Historia del Derecho Indiano. Demostraba de ese modo que la vitalidad de sus directores había prendido hondo en los demás miembros de una asociación que corroboraba su permanencia a través de los años, con un nuevo Congreso internacional. Los profesores de Historia del Derecho Argentino, los docentes e investigadores, los auxiliares y los alumnos habíamos aprendido mucho del maestro. Tenerlo cerca era un acontecimiento!

En el solemne acto de inauguración, celebrado el I de agosto de 1983, a las 11 de la mañana, en el Salón Dorado del Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires, le correspondió pronunciar el discurso de respuesta, en nombre de los extranjeros que concurrían a la reunión, a las palabras de bienvenida que brindó Ricardo Zorraquín Becú a los asistentes. Aun cuando ese discurso está publicado en las actas y estudios del congreso[17], creo importante trans­cribirlo íntegramente en atención a la trascendencia de su contenido; en él nos brinda detalles de la fundación del instituto, y su visión sobre la labor cumplida:

«Me ha correspondido el alto honor de hacer uso de la palabra en este acto so­lemne en nombre de los asistentes al congreso, venidos de Alemania, Colombia, Chile, Ecuador, España, Paraguay, Puerto Rico y Uruguay. Sean mis primeras palabras para corresponder a las de bienvenida que nos acaba de dirigir el doctor Zorraquín Becú, presidente de la comisión organizadora y director del instituto, y a la vez para expresar nuestra gratitud por las atenciones que desde el momento de la convocatoria, y en especial de nuestra llegada a esta acogedora tierra argentina, hemos venido recibiendo; atenciones que reflejan la cordialidad nunca des­mentida de las gentes de este país hermano, y el afecto y amistad de nuestros co­legas argentinos. Gracias por todo.

»Hace más de un siglo que en distintos puntos de América y España comenzó a manifestarse un interés cultural y científico por el derecho que había regido en tierras americanas en el tiempo en que estuvieron unidas a España, y que aun des­pués de su independencia continuó en buena parte presidiendo la ordenación de su vida. Comenzaron a aparecer y publicarse colecciones documentales, estudios monográficos y aún exposiciones de conjunto que se ocupaban de ese derecho. Hace medio siglo estas investigaciones habían alcanzado ya un alto nivel de de­sarrollo en la Argentina bajo el magisterio de Levene, en Chile bajo el de Bascuñán y en España bajo el de Altamira, donde todos ellos habían llegado a formar una escuela; y aun en otros países, donde de modo aislado destacados investiga­dores se ocupaban de estos temas.

»Fue el doctor Zorraquín Becú quien tuvo la iniciativa de coordinar estos esfuer­zos. Me habló de ello en 1965 en el Congreso Internacional de Ciencias Históri­cas reunido en Viena, y sin perder tiempo procedió a convertir en realidad su pro­yecto. Fue aquí, en Buenos Aires, con ocasión de celebrarse el Congreso conme­morativo del 150 aniversario del Acta de Tucumán donde, por vez primera, los estudiosos del Derecho Indiano llegados de distintos países se reunieron en sesio­nes de estudio para ocuparse del mismo. Sesiones en las que se dieron a conocer trabajos del más alto interés, pero que sirvieron también para estrechar viejos lazas de amistad entre unos asistentes, crearlos entre otros y despertar en todos el deseo de superar el aislamiento o distanciamiento en que muchos de ellos se mo­vían. Allí surgió la idea de estimular y coordinar los estudios de Derecho Indiano creando un marco institucional adecuado. Así nació, en la última sesión de traba­jo, el Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, de modo espontá­neo y unánime, y donde a las anteriores sesiones de trabajo, ricas en aportacio­nes, se les confió el carácter de I Congreso del Instituto, que nunca como tal había sido convocado.

»Han pasado diecisiete años desde entonces, y tras un largo peregrinar por tierras americanas y españolas, hoy nos encontramos de nuevo reunidos en Buenos Aires, en el VII Congreso del Instituto. Algunos de los fundadores de este, por inexorable ley de la vida, desgraciadamente no están hoy con nosotros; para ellos un recuerdo cordial. Por fortuna, otros muchos estudiosos se han venido incorpo­rando a lo largo de los años.

»A1 hacer ahora el balance de lo obtenido en estos años, creo objetivamente que el saldo es notoriamente positivo. La ilusión que pusimos en la fundación del ins­tituto y la tenacidad y el esfuerzo de todos han rendido sus frutos. El estudio de la Historia del Derecho Indiano ha conquistado pleno ambiente y una madurez cien­tífica equiparable a la que han logrado otras ramas de la investigación histórico jurídica. No es este el momento de enumerar logros y resultados. Pero baste re­cordar la celebración de los anteriores congresos internacionales en Santiago de Chile, Madrid, Morelia, Quito y Valladolid; así como los de ámbito nacional, o jornadas, en Argentina y México. La aparición de nuevas revistas especializadas, como la del Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho de Buenos Aires, la de la Universidad Católica de Valparaíso, el Anuario Histórico-Jurídico Ecuatoriano o la revista paralela, ambos de la Universidad Católica de Guaya­quil; a la vez que se continúan la veterana del Instituto Ricardo Levene y la de la Universidad de Chile, y el «Anuario de Historia del Derecho Español» dedica buena parte de sus páginas al Derecho Indiano. En un reciente y documentado es­tudio del doctor Reig puede encontrarse un amplio inventario de las principales aportaciones a la Historia del Derecho Indiano en todas las partes del mundo; al que habría que añadir, por ser posteriores a su publicación, la edición de impor­tantes textos jurídicos indianos en la Argentina, México y España.

»El programa de este VII Congreso ofrece la más reciente prueba del interés des­pertado, de la rica gama de temas y de la destacada colaboración personal. Por desgracia, la crisis económica mundial, el elevado precio de los transportes aé­reos y algunas otras circunstancias han hecho imposible la presencia en Buenos Aires de muchos estudiosos que se habían propuesto asistir; no todos van a estar ausentes porque han enviado sus comunicaciones.

»Cara al futuro, y próximo ya el V Centenario del Descubrimiento de América, tal vez es ocasión de que el instituto proyecte sus trabajos de manera que al llegar tal fecha pueda ofrecer una aportación amplia y rigurosamente científica sobre el Derecho Indiano, sistema jurídico que si nace del español, se constituye y adquie­re plena personalidad en tierras americanas, y del que emanan principios funda­mentales sobre la libertad de los pueblos y el Derecho Internacional.

»Y nada más, sino agradecer una vez más las palabras de bienvenida y disponer­nos al trabajo.»

En esta ocasión llevó García-Gallo un importantísimo trabajo acerca de la jurisdicción y el territorio en la esfera local del Derecho Indiano, que fue ex­puesto en la tarde del 2 de agosto de 1983 y se publicó bajo el título «Territorio y término en el ámbito local castellano e indiano. Notas sobre su naturaleza[18]».

La Universidad de Chile, la Universidad Católica de Chile y la Universi­dad Católica de Valparaíso se encargaron de organizar el VIII Congreso del instituto, que se celebró en Santiago de Chile del 23 al 28 de septiembre de 1985, bajo la dirección de Alamiro de Ávila Martel y en conmemoración del centenario de Ricardo Levene. Alfonso García-Gallo presentó en la tercera sesión un sustancioso trabajo acerca de «El consejo y los secretarios en el go­bierno de Indias en los siglos XVI y XVII»[19] y estuvo como siempre al servi­cio de todos, interviniendo en cada sesión, animando a los que comenzaban y cooperando con todos con observaciones e inquietudes.

El Instituto Internacional, demostrando una vez más su vitalidad, transcu­rridos los tres años de rigor, convocó su IX Congreso, que se reunió en Espa­ña, en febrero de 1990. Alfonso García-Gallo, al borde de los 80 años, pero incansable y juvenil como siempre, asumió una vez más la tarea de organizarlo, que cumplió con la holgura que le brindaban su rica experiencia y una ca­pacidad de organización pocas veces igualada, que, como era su costumbre invariable, puso al servicio de la Historia Jurídica, pero también al servicio de sus discípulos y amigos. Una vez más nos abría su casa y su corazón con la generosidad que todos le conocíamos.

En el discurso inaugural volvió don Alfonso a recordar los primeros pasos del instituto, fundado en Buenos Aires en el marco del IV Congreso Interna­cional de Historia de América, en octubre de 1966: «Los allí presentes -dijo-, unos pocos y dispersos estudiosos interesados por el conocimiento de nuestro pasado jurídico común, apenas podemos dar crédito al hecho de que hoy nuestra convocatoria haya encontrado respuesta de un nutrido grupo de especialistas de España, de la práctica totalidad de los países iberoamericanos -de Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México, Nicaragua, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela- y de destacados hispanistas de otros como Alemania y Estados Unidos igualmente interesados en nuestra tradición histórico jurídica». Pero el asombro era mayúsculo, aun cuando gratificante y estimulante -agregaba-, «por cuanto este considerable avance de nuestros estudios se ha venido produciendo en un clima general de pragmatismo científico, fruto del espectacular desarrollo tecnológico de las últimas décadas, sin duda esencial para la vida de los pueblos, pero que ha relegado a un plano muy inferior la consideración debida a los saberes humanísticos condenados así a una difícil subsistencia al verse privados en no raras ocasiones del apoyo institucional y económico necesarios».

No asistió esta vez el codirector Alamiro de Ávila Martel, gravemente en­fermo; tanto, que habríamos de lamentar su fallecimiento poco tiempo des­pués. Se desintegraba así el triunvirato fundador, que había conducido el ins­tituto desde 1966.

«Domingo de Soto y el Derecho Indiano» fue el trabajo presentado por García-Gallo, quien intervino con gran entusiasmo en todas las reuniones, formulando acertados comentarios y dando orientaciones y consejos a los participantes. El congreso auspiciado por la Universidad Complutense se ce­lebró en Madrid del 5 al 10 de febrero de 1990 y fue un gran acontecimiento científico. Lamentablemente sería el último en el que participaría nuestro querido Alfonso. Ya entonces su salud no acompañaba su entusiasmo y poco a poco iba agravándose. No cejaba, sin embargo, en mantener firme el timón del barco.

En esta reunión, siguiendo su línea de apertura para el gobierno del Institu­to, el consejo directivo, de pleno acuerdo, propuso suprimir el número limita­do de miembros del instituto y ampliar el de su consejo adjunto. Las razones se basaban fundamentalmente en el deseo de que ante el importante desarro­llo de la Historia del Derecho Indiano, se pudiese contar con nuevos miem­bros, ya que se encontraba casi colmado el número tope establecido hasta en­tonces, a la vez que, con el aumento de los integrantes del consejo adjunto, se ampliaba la representatividad de ese cuerpo[20]. Eran medidas que fueron reci­bidas con beneplácito y aprobadas de inmediato.

A pesar de su salud quebrantada, don Alfonso continuó preocupado por la vida del Instituto Internacional, esa criatura suya y de sus queridos amigos y colegas de tantos años, Alamiro de Ávila Martel (que se le había adelantado en el camino) y Ricardo Zorraquín Becú, con quienes lo había fundado y con­ducido nemine discrepante. El siguiente congreso se programaba en México, y a pesar de que ninguno de los directores podría asistir debido a problemas de salud, que se agravaban por la altura y las incomodidades del viaje, Alfon­so García-Gallo y Ricardo Zorraquín Becú acogieron con satisfacción la reunión del congreso del Instituto Internacional, que se celebraría por segun­da vez en tierra mexicana, donde los estudios de Historia del Derecho Indiano florecían con singular fuerza y calidad. Ello no quiso decir que se desenten­dieran ni de su organización ni de proyectar una nueva estructura que permi­tiese la gobernabilidad de la institución, aun cuando alguno de ellos faltare Tras un intenso intercambio de cartas entre ambos y con los secretarios, pre­sentaron al X Congreso del Instituto Internacional, reunido en Veracruz, un proyecto renovador de la estructura de gobierno de la asociación, que fue lar­gamente considerado por todos los miembros presentes y aprobado casi sin variaciones.

En las palabras preliminares con las que los maestros presentaron el pro­yecto, decían:

«Hemos cumplido ya más de un cuarto de siglo de existencia fecunda. Cuando fundamos el instituto en Buenos Aires en 1966, le dimos una organización senci­lla y ágil, que pareció entonces suficiente: un consejo directivo de tres miembros acompañados por dos secretarios. En 1990 tuvimos que lamentar la desaparición de don Alamiro de Ávila Martel, que fue uno de sus más entusiastas animadores. El instituto ha cumplido una función muy importante al promover y fomentar, en sucesivos congresos, el desarrollo de nuestros estudios e investigaciones. Sus miembros son cada vez más numerosos. Y el prestigio de esta institución científi­ca se ha difundido en muchos ambientes culturales. Hemos pensado que ahora conviene darle una organización más amplia, que sirva de fórmula de transición hacia un gobierno periódicamente electivo. Esto dará a sus miembros una inter­vención más activa en su funcionamiento.»

No fue el último acto oficial de don Alfonso en el Instituto Internacio­nal, pues como en México se había aceptado el ofrecimiento del rector de la Universidad de Castilla-La Mancha para celebrar en Toledo el siguiente congreso, García-Gallo se interesó vivamente en el proyecto, que llevaba nuevamente a su tierra española la realización de otro congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano. Conozco personalmente su entusiasmo por esa sede y su ilusión por poder esta vez asistir y participar intensamente, como lo había hecho siempre, ya que no terminaba de lamen­tar su ausencia en México. Toledo estaba muy cerca de Madrid y creía que no habría dificultades para concurrir, llevar una ponencia e intervenir acti­vamente, ya que no existirían los problemas derivados de los largos trasla­dos o de cambios de altura y de climas. Por lo demás, sabía que su capaci­dad intelectual estaba intacta, más sazonada por una experiencia octogena­ria. ¡Sí, Toledo era ideal! Se informó detalladamente de las gestiones a tra­vés de sus discípulos Ana María Barrero e Ismael Sánchez-Bella, que esta­ban comisionados para ultimar los detalles, junto a Feliciano Barrios Pinta­do, por entonces decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de esa Universidad. No pudo sin embargo llegar a Toledo; Dios, que se lleva a quienes mejor lo sirven, dispuso otra cosa: don Alfonso García-Gallo deja­ría su impronta fecunda e indeleble en el Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, sin necesidad de Toledo.

En nuestro Instituto Internacional su obra perdurará para siempre, como cuadra a la de un maestro cabal, que llegó a comprometer su salud y su vida misma en aras del servicio que debía a la ciencia y a su familia, a sus discípu­los y a sus colegas y amigos.


[1] Revista del Instituto de Historia del Derecho nº 7 (Buenos Aires, 1955-1956), pp. 136-137.

[2] Revista cit., nº 11 (Buenos Aires, 1960), pp. 217-218.

[3] Ver nota 2.

[4] Revista cit., nº 16 (Buenos Aires, 1965), p. 225.

[5] Revista cit., nº 17 (Buenos Aires, 1966), pp. 300-301.

[6] Revista cit., nº 18 (Buenos Aires, 1967), pp. 228 y 229.

[7] Así se expresa en el discurso que pronunció en el Congreso de Buenos Aires. Véase VII CONGRESO DEl INSTITUTO INTERNACIONAL DE HISTORIA DEl DERECHO INDIANO, Buenos Aires, 1 al 6 de agosto de 1983, Actas y Estudios, T. I (único publicado). Pontificia Universidad Católica Argentina, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Historia (Buenos Aires, 1984), p. 22.

[8] Revista cit. en nota 6, pp. 227-240.

[9] Revista Chilena de Historia del Derecho, nº 6. Editorial Jurídica Chilena (Santiago, 1970), pp. 15 y ss.

[10] García-Gallo, Alfonso, Metodología de la Historia del Derecho Indiano (Santiago de Chile, 1970), p. 11.

[11] Revista Chilena cit., pp. 87-90.

[12] Todos los trabajos, conferencias, actas y noticias se publicaron en III CONGRESO DEl INSTITUTO INTERNACIONAL DE HISTORIA DEl DERECHO INDIANO, Actas y Estu­dios, Madrid, 17-23 de enero de 1972, Instituto de Estudios Jurídicos (Madrid, 1973).

[13] Así lo advierten HERA, Alberto de la; BARRERO, Ana María, y Martínez DE CODES, Rosa María, La Historia del Derecho Indiano. Aportaciones del Instituto Internacional de His­toria del Derecho Indiano a la bibliografía jurídica americanista, Editorial de la Universidad Complutense (Madrid, 1989), p. 28.

[14] Las actas y trabajos presentados se publicaron en Revista de la Facultad de Derecho de México, T. XXVI, enero/junio de 1976, nº 101-102, de la Universidad Autónoma de México, México D.F.

[15] La publicación de las actas y trabajos se efectuó en los T. V y VI del Anuario Histórico-Jurídico Ecuatoriano (Quito,1980).

[16] Justicia, sociedad y economía en la América Española (siglos XVI, XVII y XVIII), VI CONGRESO DEl INSTITUTO INTERNACIONAL DE HISTORIA DEL DERECHO INDIANO, Seminario Americanista de la Universidad de Valladolid, 1983, pp. 8 y 42.

[17] VII CONGRESO DEL INSTITUTO INTERNACIONAL DE HISTORIA DEL DERECHO INDIANO, cit. en nota 7, pp. 22-23.

[18] Ídem, pp. 357-384.

[19] Revista Chilena de Historia del Derecho, nº I 1 (Santiago de Chile, 1985), pp. 329-353.

[20] IX CONGRESO DEL INSTITUTO INTERNACIONAL DE HISTORIA DEL DERECHO INDIANO, Madrid, 5 a 10 de febrero de 1990, Actas y Estudios, T. I, Madrid, Editorial de la Universidad Complutense, 1991, p. 45. En este y otro volumen (T. I y II) se recogieron todos los trabajos, crónicas e informaciones del congreso.