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Segunda parte: Orígenes y llegada a la corte de Felipe IV

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Diego Velázquez, Retrato de Luis Góngora y Argote, 1622. Boston, Museum of Fine Arts.


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[SEGUNDA PARTE: Orígenes y llegada a la corte de Felipe IV]

 

[57r] Estuvo en su juventud cinco años debajo de la educación y doctrina de Francisco Pacheco, vecino de la famosa ciudad de Sevilla, pintor excelente, práctico y teórico, que al cabo de este tiempo, conociendo su virtud, limpieza de sangre y buenas partes, y de las grandes esperanzas que prometía su gran natural y agudo ingenio para esta nobilísima arte, le dio por esposa a su hija Doña [en blanco]

[Párrafo al margen]: Escribe Francisco Pacheco, su suegro, libro 3, p. 437, que siendo muchacho tenía cohechado un aldeanillo aprendiz que le servía de modelo en diversas acciones y posturas, ya llorando ya riendo, sin perdonar dificultad alguna, e hizo por él muchas cabezas de carbón y realce en papel azul, y de otros muchos naturales con que granjeó la certeza en el retratar.

Teniendo grande deseo de ver El Escorial (gran maravilla del mundo) vino de Sevilla a Madrid por el mes de abril año 1622, donde fue muy agasajado y favorecido de algunos caballeros que le conocían, y en particular de Don Juan de Fonseca, sumiller de cortina de Su Majestad (muy aficionado suyo). El primer retrato que hizo en esta Corte fue el de Don Luis de Gongora, que fue muy celebrado en ella. El año siguiente le llamó el dicho Don Juan de Fonseca (por orden del Conde Duque de Olivares, don Gaspar de Guzman, gran valido de su Majestad) y se hospedó en su casa Don Juan, donde fue servido y regalado, y le hizo su retrato, el cual llevó a Palacio un hijo del conde de Peñaranda, camarero del señor infante cardenal Don Fernando de Austria. Viéronle Su Majestad y Sus Altezas los serenísimos señores Infantes Don Carlos y Don Fernando sus hermanos, con que quedó calificado por famoso. Ordenóse que retratase a Su Majestad, cuyo retrato hizo por agosto del dicho año. Tan a gusto de Su Majestad, de los serenísimos Infantes y del Conde Duque, que afirmó no haber retratado al Rey hasta entonces. Hizo luego un bosquejo del Príncipe de Gales (que a esta sazón estaba en esta corte,) y le dio cien escudos de oro en un bolsillo.

Honróle el Conde Duque y le prometió que solamente él había de retratar a Su Majestad, que los demás retratos se mandarían recoger. Hízole traer su casa de Sevilla a esta corte, despachándole título de pintor de Su Majestad a los últimos de octubre del dicho año, con 20 escudos de salario al mes y sus obras pagadas, y médico y botica. Hizo un retrato de Su Majestad a caballo. Púsose en la calle Mayor, donde fue admirado de toda la corte y envidiado de los mejores artífices. A este retrato se le hicieron excelentes versos. Mandóle dar Su Majestad 300 ducados de ayuda de costa y una pensión de otros 300, que para obtenerla dispensó el papa Urbano 8 año 1626. Siguióse la merced de la casa de aposento de valor de 200 ducados.

Admiróse con estos favores y mercedes de Su Majestad, e hizo un retrato de la Majestad del rey Felipe 3 en un lienzo grande y la expulsión de los moriscos de España, en oposición de 3 pintores de Su Majestad, y habiéndose aventajado a todos (por voto del [57r] Marqués de la Torre, Don Juan Baptista Crecencio, caballero del hábito de Santiago, superintendente de las obras de los Reales Alcázares de Su Majestad, y del Padre fray Juan Baptista Maino, religioso de la orden de Santo Domingo, entrambos dos varones de grande conocimiento en la pintura y famosos pintores prácticos y teóricos). Le hizo Su Majestad merced del oficio de ujier de cámara con gajes, y la ración que se da a los de cámara que son 12 reales cada día para su plato, y otras muchas ayudas de costa.

 

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Diego Velázquez, Retrato de Francisco Pacheco, h. 1620. Madrid, Museo Nacional del Prado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vicente Carducho, Expulsión de los moricos, h. 1627. Madrid, Museo Nacional del Prado.