Javier Docampo Capilla (1962-2020)
Historiador del arte, bibliotecario vocacional e investigador
Licenciado en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid (1985)
Director del Departamento de Manuscritos, Incunables y Raros de la Biblioteca Nacional de España (2016-2020)
Director del área de Biblioteca, Archivo y Documentación del Museo del Prado (2005-2016)
Asesor del Libro y Bibliotecas en la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha
Falleció en Madrid el 27 de marzo de 2020 víctima del coronavirus
In memoriam:
- Nota de prensa de la Biblioteca Nacional de España
- Homenaje en Radio Nacional de España (Radio 5)
- Fernando Gutiérrez Baños y Rosa Mª Rodríguez Porto. In memoriam: Javier Docampo (1962-2020)
"Decir amigo..."
Mi primer recuerdo de Javier me sitúa en la facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, en la década de los 80, cuando ambos éramos estudiantes de Historia del Arte (en ese momento, licenciatura de Geografía e Historia especialidad en Historia del Arte) y, desde esas ya lejanas fechas, nuestras vidas personales y profesionales no han dejado de estar enhebradas.
Él, como yo, formamos parte de la generación de los 60 y de familias donde somos la primera generación de licenciados universitarios. Por eso, mi primera dedicatoria va destinada a sus padres, Cecilia y Paco, porque tuvieron la sabiduría de inculcar en el ADN de sus hijos la responsabilidad por el estudio y el acierto de, por encima de otras opciones a priori con más salidas profesionales, dejarles elegir su propia vocación: Historia del Arte, Javier; Filología Clásica, Silvia; periodismo, Nacho. La inteligencia y el tesón de Javier hizo el resto. Una carrera brillante, una trayectoria profesional hecha peldaño a peldaño en bibliotecas universitarias gallegas, la sección de Bellas Artes de la Biblioteca Nacional, asesor del Libro y Bibliotecas en la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, la dirección del Área de Biblioteca, Archivo y Documentación del Museo Nacional del Prado o, finalmente, la dirección del departamento de Manuscritos, Incunables y Raros de la Biblioteca Nacional de España. Todo con el inmenso privilegio de dedicar su vida a un trabajo que le apasionaba. Se sintió profundamente satisfecho con ello y el reconocimiento nacional e internacional a su legado manifestado estos días, ciertamente abrumador, da prueba de su valía.
Le gustaba definirse como Bibliotecario, un oficio que desempeñó con brillantez, audacia, riesgo y mesura, sensatez y exceso porque todos esos perfiles definen su poliédrico carácter capaz de deslizar una mirada de lupa en marginalias iluminadas y, paralelamente, idear o gestionar ambiciosos e ilusionantes proyectos integradores y de corte transversal como el comisariado de La Biblioteca de El Greco o la planificación de la futura exposición Luces del Norte. Todo con un marcado sentido de trabajo en equipo, de la dignidad profesional y de la defensa de la res publica. Cualidades que, conociendo a su prima Susana Calvo Capilla, constituyen un claro marchamo de familia.
Además de bibliotecario, Javier fue un referente indiscutible en las publicaciones sobre manuscritos iluminados, particularmente Libros de Horas (en la actualidad formaba parte de un proyecto I+D+i dirigido por Josefina Planas). Y en esa faceta investigadora, compartimos nuestra fascinación por la Edad Media gestionada a través de colaboraciones mutuas en proyectos de investigación [(Formación del pintor y práctica de la pintura en los reinos hispanos (1350-1500)], en la organización científica y académica de congresos especializados [Ver y crear: obradores y mercados pictóricos en la España Gótica (1350-1500), Retórica Artística en el tardogótico castellano: La capilla de Álvaro de Luna en contexto, …] o en la coautoría junto con Matilde Miquel de monografías como La Biblia de los Cruzados. Horas de trabajo comunes vinculadas a viajes, actividades de proyecto, salidas de departamento, itinerarios de coche, tardes de debate o charloteo donde la atención pasaba de la Historia del Arte a la Música y de esta a la política, la comida o lo más marcadamente trivial. Lo cotidiano y lo extraordinario de una vida vivida con intensidad.
Pero, no estábamos preparados para la despedida. Todo iba a ser transitorio: el hospital, la recuperación,.. Por delante, muchas ganas de viajar, comidas aplazadas de amigos, retomar un proyecto que empezaste con nuestro querido Fernando Villaseñor (qué desasosiego!!). Todo iba a ser un compás, pero éste se tiñó de fatalidad y la voz dio paso al silencio, un silencio denso como escribe José Riello, que apenas nos deja respirar. Porque querido Javier, y hablo en nombre de todos los amigos, especialmente de los amigos de la facultad -de la otra familia elegida-, estamos enmudecidos.
Y, ante este eco vacío, sólo nos queda agarrarnos a la memoria. Al privilegio de haber sido tus amigos porque, además de todo, eras muy buena gente en el más amplio sentido del término. A la memoria de todas las personas que han exteriorizado su aprecio hacia ti y tu trabajo, lo que nos ha dejado enmudecidos de emoción. Asirnos a la memoria de tu familia y la nuestra reaviva las vivencias compartidas, las anécdotas, desempolva antiguas fotografías y entreteje aún más los sentimientos que mezclan el ayer con el hoy y, desde luego, con el mañana.
Como dice Joan Manuel Serrat en su canción,
“Decir amigo… es decir ayer y siempre.
Decir amigo,…se me figura que decir amigo es decir ternura,
solo mi llanto [canto] sabe a quién nombro tanto”
En nuestro recuerdo, siempre.
Olga Pérez Monzón
uando se nos va alguien tan cercano de manera tan injusta y a destiempo, es difícil sobreponerse para escribir unas líneas. No glosaré aquí su excelente trabajo como bibliotecario porque sus compañeros en la Biblioteca Nacional y el Museo del Prado lo han hecho ya maravillosamente.
Mis recuerdos son familiares. Javier era mi primo mayor, al que miraba con admiración de pequeña, al que escuchaba hablar de arte con toda mi atención cuando nuestros padres nos llevaban de excursión, cuyos libros de pintura hojeaba cuando iba a casa de mi tía... En algún momento debí decidir que yo también quería estudiar historia del arte, y sin duda Javier tuvo algo que ver con la elección. Nuestros padres nos enseñaron a respetar y ayudar a los demás, a trabajar con honestidad, desde la humildad y la generosidad, cualidades que Javier ha practicado y transmitido siempre con creces.
Hablaba con pasión de las cosas, no sólo de arte y de libros, también de música, de sus viajes, o de política, era un gran defensor de lo público como demostró en su trayectoria profesional. Recuerdo su empeño por superar las dificultades y conseguir lo que se proponía, como cuando hablábamos hace no mucho sobre cómo catalogar por fin todos los manuscritos árabes de la Biblioteca Nacional. Sin duda, lo hubiera logrado con éxito.
En los últimos diez años, desde que llegué a la Universidad Complutense, gracias a las actividades y visitas que se organizaban en este Departamento y en las que Javier solía participar de la mano de su gran amiga Olga Pérez Monzón o mía, tuve la gran suerte de volver a viajar con él para hacer lo que más nos gustaba, ver arte y aprender. Era una oportunidad más, aparte de las reuniones familiares, de conversar con él de nuestros proyectos y viajes, disfrutar de su saber y de su sentido del humor. Javier, te echaremos mucho de menos.
Acompáñanos desde allá donde estés.
Susana Calvo Capilla