Desde 2003 el gimnasio de la facultad de Derecho acoge clases de capoeira, una especialidad a caballo entre las artes marciales, el baile tribal o incluso una filosofía de vida.
Una noche, en un bar hace ya unos 8 años, José Luis, joven profesor de la Facultad de Informática, entonces aún estudiante, presenció una roda, un combate, de capoeira. Lo que eran capaces de hacer en apenas unos metros cuadrados aquellos dos capoeristas le maravilló. "Eso quiero hacerlo yo", dice que pensó. Al poco tiempo se enteró de que en su propia universidad, en la Complutense, en la Facultad de Derecho se impartían clases de esa entonces casi desconocida especialidad. "Me apunté y aquí sigo", señala con orgullo.
Era el año 2004 y desde entonces José Luis ha intentado perderse el menor número de clases posibles. Ha aprendido a gingar, a seguir el ritmo del berimbau, a hacer rodas, pero también cosas mucho más importantes como el sentirse orgulloso miembro de un grupo o seguidor de una ancestral tradición, e incluso algunas más terrenales como una espectacular mejora de su elasticidad y su flexibilidad.
Para José Luis, como para el resto de sus compañeros -unos 20 en los días de aforo completo- la capoeira es mucho más que un arte marcial, como muchos la consideran, e incluso más que una expresión cultural, como otros defienden. Para ellos, en palabras de Picachu, alias con el que se presenta el graduado que imparte este año las clases, es toda una "forma de vida". Para ellos la capoeira es respeto, es cultura, es elegancia, es personalidad, es destreza, es delicadeza.
A diferencia de las artes marciales orientales, en las que los contrincantes tratan de apabullarse con todos los medios técnicos que tienen a su alcance, en la capoeira el oponente es ante todo un compañero de juego que merece el respeto máximo por el simple hecho de dedicarte una parte de su tiempo. Un capoerista no puede dejar a su oponente sin salidas, sin opciones para zafarse. Siempre debe dejar puertas abiertas a su compañero de juego y éste debe encontrarlas para que el juego siga fluyendo.
Como en el resto de las artes marciales, en la capoeira también existe una graduación de los conocimientos de quienes la practican. Pero a diferencia de lo que ocurre en esas otras, la graduación simbolizada en el color del cinturón que se ata a la cintura, no sólo responde a los conocimientos técnicos, sino también al grado de implicación en el grupo que se demuestra e incluso al propio respeto y difusión que se hace de la capoeira. Además, cada color lleva implícito un significado. El color oro del cinturón de José Luis viene a significar el "valor del aprendizaje", mientras que el azul-verde de Picachu es la referencia a la labor de "pulmón" que desempeña.
Alcanzar la técnica necesaria para poder participar en competiciones de capoeira es algo realmente complicado y para lo que se necesita un aprendizaje de años y una gran implicación. Sin embargo, iniciarse en este arte, ser capaz de participar en una roda, es algo, según indican José Luis y Picachu, bastante sencillo. "En apenas un mes se consigue", afirma el graduado, quien anima a todo aquel que quiera probar a asistir a una de sus clases, de manera totalmente gratuita. "Basta -interviene José Luis, o Windows si lo llamamos por su alias- con que se pasen por el gimnasio de Derecho (planta sótano) cualquier martes o jueves del curso entre las 17 y las 18 horas".
La clase va a empezar. Hoy, cosas de los exámenes, tan solo son seis los estudiantes que siguen las instrucciones de Picachu y el ritmo de su berimbau - instrumento de cuerda arco musical hecho de una vara de madera flexible-. Dos de esos seis estudiantes son alumnos de José Luis en sus clases en la Facultad de Informática. Bromea que les ha animado "para poder pegarles de manera legal", pero en realidad reconoce que lo ha hecho para hacerles partícipes de un deporte, de una filosofía, de una tradición que en cierta manera es cierto "que para mí se ha convertido en una forma de vida".