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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 29 de marzo de 2024

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Personas normales vestidas de superhéroes

Su día a día no es sencillo, nunca lo ha sido. Matricularse en la universidad tampoco fue una decisión fácil, pero la tomaron y ni mucho menos se arrepienten, sino todo lo contrario. De lo primero, la Complutense trata que no sea un impedimento. De hecho, desde hace ya más de 15 años la UCM cuenta con una oficina dedicada a la integración de las personas con diversidad (OIPD). "Nuestro objetivo -señala la coordinadora de la oficina, Antonia Durán- es que la universidad se adapte a ellos, no al revés". Hablamos de estudiantes con diversidad funcional, personas como Aína y Manuel, con problemas de visión; o como Edgar y Leo, que precisan de una silla de ruedas para desplazarse. Sus historias, sus dificultades diarias, sus dudas, pero también sus alegrías y satisfacciones, las han contado ellos mismos en una de las sesiones del curso de Comunicación e Interacción con Personas con Diversidad, celebrado el pasado mes de febrero, organizado por la Unidad de Diversidad de la UCM. La sesión se tituló: "Ponte en mi piel".

 

La charla la abre Manuel. Estudia 2º del grado en Historia y tiene una disfunción visual que le provoca ir perdiendo campo visual, sufrir ceguera nocturna, fotofobia o falta de sensibilidad a los contrastes. En clase, el principal problema lo tiene cuando la explicación va acompañada de una proyección. Él en su ordenador siempre pone el fondo negro y las letras o trazos en blanco, pero en el aula no suele proyectarse así.

 

A veces, son pequeñas cosas

También en Campus Virtual encuentra algunos problemas. Los hay de fácil solución, que como tantas cosas basta con conocer la problemática para evitarlo. Como él precisa de tamaños de letra grandes, cuando los apuntes se dejan en formato PDF al poner el tamaño de fuente más grande se descolocan las tablas o imágenes del documento. Bastaría con que el documento estuviese en formato word para evitar la complicación.

 

Con adaptaciones, pero por mí mismo

En Historia no son pocos los exámenes que incluyen imágenes o mapas. Algunos profesores le proponen sustituir la prueba escrita por una oral, y aunque a él el cambio no termina de gustarle lo acepta. En general, su experiencia con la mayoría de los profesores en muy buena. A veces, incluso la atención que recibe es exagerada. Cuando eso pasa siempre les dice lo mismo: "Yo me quiero sacar la carrera con las adaptaciones necesarias, pero por mí mismo". Antonia Durán, la responsable de la OIPD, recuerda a los asistentes al curso, estudiantes, profesores y PAS, que la ayuda que se preste a un estudiante con diversidad funcional siempre es bienvenida, pero nunca puede suponer "que se haga una rebaja de conocimiento".

 

Aína, estudiante de 3º de Fisioterapia, también tiene problemas de visión. Según cuenta, le provienen de una lesión cerebral causada por una negligencia médica. Sus ojos están perfectos, pero el centro de visión en el cerebro no procesa la información que recibe. Con el tiempo ha conseguido percibir la luminosidad. "Sé si la luz está encendida o apagada o si es de día o de noche. Para mí es muy importante".

 

Una estudiante más

Antes de venir a la Complutense, Aína cursó Estudios Árabes en la Universidad de Cádiz. Allí la experiencia, según relata, no fue buena y aunque los profesores hacían lo que podían, no tenía a su disposición medios suficientes, ni siquiera para leer o escribir en árabe. En la UCM, gracias sobre todo, como ella recalca, a la OIPD, todo le va mucho mejor. También sus profesores contribuyen a que se sienta como una estudiante más.

 

Las limitaciones del Campus Virtual

Por supuesto, hay cosas por pulir. La más importante, como ya señaló Manuel, en la insuficiente accesibilidad del Campus Virtual. No es suficiente que sus profesores activen la accesibilidad visual de los documentos, porque eso solo significa que la letra se pueda hacer más grande, "y a mí eso me da igual". Tampoco los "exámenes on line" son accesibles para ella, aunque este problema lo solventa acudiendo a la OIPD a realizarlos.

 

En clase Aína toma apuntes y si algo se le escapa se lo facilitan sus compañeros. No graba las clases por respeto a sus profesores. Aunque algunos la dicen que no pasaría nada, ella prefiere no hacerlo para no condicionarlos.  Como a Manuel a Aína no la gusta que la digan: esto no hace falta que tú lo hagas. "A mí no pasa nada. Lo único es que no puedo ver. Soy una persona normal", concluye.

 

El caso de Edgar

El caso de Edgar ha salido hasta en los periódicos. De hecho, El País le dedicó un artículo hace unos meses. Edgar tiene una enfermedad sin diagnosticar, que poco a poco le ha ido dejando sin movilidad, sobre todo, en las extremidades superiores. Tampoco el cuello lo mueve bien. "En cambio las piernas sí van bastante bien, que es lo raro porque suele ser al revés", comenta. "Dentro de poco me van hacer unas pruebas genéticas y a ver si se ve algo".

 

Del "acojone" a la "maravilla"

Desde 1º de Bachillerato Edgar no puede escribir, aunque gracias a un profesor que tuvo un curso después las matemáticas, su gran pasión, no desaparecieron de su vida. "Me enseñó a hacer todo en la cabeza". Con esas decidió matricularse en la Universidad. "La verdad es que  me acojonaron muchísimo, pero... Está siendo una maravilla".

 

Calvario diario solucionado

Edgar estudia el doble grado en Matemáticas y Estadística. Ya está en segundo y el año que viene comenzará también el grado en Físicas. "Me aburro", bromea, aunque hace apenas unos meses ni siquiera habría hecho el chascarrillo. Aunque su rendimiento académico no era malo, Edgar sufría un calvario diario para llegar a la universidad desde Torrejón de la Calzada, donde vivía con su familia. En transporte público, Renfe y Metro, tardaba unas 4 horas en llegar a la universidad. Eso el día que no había algún ascensor parado y se quedaba atascado en algún intercambio o, incluso, a poco metros de la Facultad sin conseguir salir de la estación de Ciudad Universitaria. El resultado es que había semanas que apenas llegaba a clase uno o dos días, y veces que cuando llegaba ya habían terminado las clases. Habló de la situación con sus profesores, con la oficina, el decano de Matemática e incluso el propio rector Andradas. "Este año vivo en el CM Santa Teresa, con una beca de alojamiento y tengo un asistente de tarde y noche. Es una maravilla, una chulada. Con ir todos los días a clase y enterarme de todo, ya no me hace casi falta estudiar", cuenta con una sonrisa que contagia a cuantos le miran. Edgar, de hecho, en muchas ocasiones logra las notas más altas de su clase.

 

Claro está, Edgar aún así siguen teniendo que superar dificultades cada día. Su mayor problema es que sigue sin poder escribir matemáticas, lo hace casi todo de cabeza, como le enseñó su profesor de 2º de Bachillerato. La Fundación Once está tratando de adaptar un programa que funciona a través de reconocimiento ocular, pero la adaptación al lenguaje matemático está siendo muy lenta.

 

Los exámenes los ha hecho en su mayoría de manera personal con el profesor. Él les dice lo que tienen que ir respondiendo. El hándicap es que sus exámenes son distintos a los de sus compañeros, ya que no los hace el mismo día, lo que supone que como le ocurrió el pasado año a veces puedan ser más difíciles. Ahora, este curso, en algunos exámenes ya puede contar con un asistente que escribe lo que él le va diciendo.

 

Algo relacionado con el espacio

En el futuro, además de comenzar Físicas como decía antes, su deseo es dedicarse a algo relacionado con el espacio. "No sé si en alguna empresa, veremos...", dice sin que nadie piense que no lo vaya a conseguir.

 

"Yo no soy un superhéroe como Edgar"

La sesión "Ponte en mi piel" la cierra Leopoldo, Leo, un gaditano que va en silla de ruedas, "pero nada más, yo no soy un superhéroe como Edgar. Mi único tema es que no puedo andar. Por eso paso del fútbol y me dedicó a cosas más estáticas". Cada dos palabras, Leo suelta una broma. Edgar lo sabe bien. Ambos conviven en el CM Santa Teresa: "Está todo el día quitándome la mano del joystick de la silla", se queja riendo el propio Edgar.

 

No encontrarse cosas por el camino

Como Aína, Leo antes de venir a la UCM estuvo en la Universidad de Cádiz. En su caso, ha venido para terminar Lingüística y Lenguas Aplicadas. "Lo mío no requiere de adaptaciones grandes, al margen de no encontrarme cosas por el camino". A día de hoy en la UCM sigue habiendo obstáculos. "Sé que es difícil con edificios muy antiguos. No son muchas cosas. A veces tengo problemas para moverme dentro de aulas, como alguna de informática; hay alguna tarima que no me deja llegar a la pizarra... Para el resto, me vale con sentarme en primera o segunda fila para evitar tener tíos de 1,90 delante".

 

Personas normales

Tanto Leo, como Aína, y también Manuel y Edgar dicen sentirse integrados en la UCM. La relación con los compañeros, como cuenta Aína, en un buen porcentaje "depende de nosotros mismos. Es importante nuestra actitud en el día a día con los compañeros. A ellos lo que les digo es que no tengan miedo a preguntar cómo nos pueden ayudar, aunque sin olvidar que somos personas normales. Los hay que no saben cómo manejarse con personas con diversidad, y les cuesta un poco más. Yo les digo que se tranquilicen y se comporten como lo harían con cualquier otra persona normal como nosotros", concluye Aína con una inmensa sonrisa.

 

Leo y Edgar antes de comenzar la sesiónManuel, junto a su perro guía, durante su intervenciónAína lo explica todo con una gran sonrisaManuel y Aína charlan con uno de los becarios de la OIPDAntonia Durán, responsable de la OIPD, charla con ManuelLa sesión se celebró en la sala Botella de la Facultad de Medicina
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