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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 29 de marzo de 2024

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Doris Salcedo, la artista que da voz a las víctimas de la violencia política

Un día antes de ser investida doctora honoris causa por la Complutense, la escultura Doris Salcedo ha mantenido una charla-coloquio con estudiantes en el salón de actos de la Facultad de Bellas Artes, dentro de las actividades de la cátedra Autric-Tamayo. La artista ha explicado algunas de sus obras más emblemáticas y ha reconocido que su trabajo se ocupa, "siempre, de los seres que han sido excluidos del ser humano, de aquellos que no tienen más que la vulnerabilidad de su propia piel, de aquellos a los que ni siquiera les protege el azul del cielo". De manera más concreta, ha asegurado que toda su obra gira "en torno a un único tema: la violencia política".

 

Esa inquietud por la violencia le surge de su origen colombiano, pero además porque tiene la "firme convicción de que eso es lo que define el ethos de nuestra sociedad contemporánea". Según Doris Salcedo, la guerra civil "arrasa toda la tierra", entendendo ese conflicto como una guerra en la que "ha desaparecido el frente de batalla, está en todas partes y el ataque puede venir de cualquier lado". Da igual que sean asesinatos en Pittsburg, en Bogotá, en Pakistán, "en los campamentos de migrantes de Texas donde se llevan a los menores por las noches... Las guerras civiles no declaradas tienen un elemento común, y es que la vida como tal está en juego y eso define la política".

 

Asevera Salcedo que desde esa perspectiva negativa ha producido toda su obra, y eso ha situado su trabajo "en los confines de una herida que permanece abierta". Confiesa que su obra parte de experiencias que no ha tenido personalmente, así que surge de un lugar que no le es familiar, que es al mismo tiempo ajeno y propio, que existe "desde una perspectiva insuficiente para contar una historia incompleta y fragmentada".

 

Cuenta que en sus trabajos siempre parte de algo concreto, del testimonio de una víctima, y que todo comenzó cuando estudiaba en Nueva York y regresó a Colombia y fue testigo del asesinato de la corte suprema en un acto violento por parte de la guerrilla y luego de la respuesta del ejército colombiano. En aquel atentado murieron unas 126 personas y ella estaba "a una cuadra de distancia", y lo presenció todo en los días de la toma, y entendió que tenía que ser testigo secundario, acercarse para comprender el horror de la guerra desde el punto de la víctima, así que empezó a viajar por Colombia y decidió que tenía que ser fiel al testimonio de cada víctima.

 

Añade Salcedo que, para ella, "la idea del artista como ser libre y creativo está totalmente sobrevalorada, los artistas tienen que estar al servicio de una sociedad y de todo lo que ocurre a su alrededor, y estar al lado de las víctimas, que son las que nos protegen, porque si no fueran ellos nosotros seríamos los que estaríamos en primera fila".

 

Considera además que el arte contemporáneo se ha ido transformando, ya no es individual, es colectivo porque siempre es una respuesta a algo que ocurre. Opina que "el arte es poético, no se impone como la publicidad, el que quiera acceder a él tiene que hacerlo voluntariamente, así que el arte siempre estará restringido y no puede afectar a la sociedad en su conjunto, no podemos esperar que toda la sociedad lea poesía, cada uno tiene la libertad de hacerlo o no".

 

Tras sus palabras iniciales, la escultora pasó a comentar algunas de sus obras más célebres.

 

Palimpsesto

Esta es una pieza que "busca llevar a cabo la tarea inmemorial del arte: nombrar, para que aquellos aspectos de la realidad que nuestra sociedad ignora puedan salir a la luz". En este caso se trata de nombres de refugiados que han muerto en el Mediterráneo, "son víctimas anónimas que deben ser nombradas, así que es necesario inscribir sus nombres para hacer presentes a los ausentes, materializando, haciendo real sus nombres, para suspender aunque sea temporalmente el silencio de sus muertes".

 

De acuerdo con Salcedo, la muerte de cada persona genera una ausencia, que requiere que nos responsabilicemos por los que ya no están, porque nuestra relación con ellos no termina con su muerte, sino que continúa, y lo hace como duelo. En este caso, sus nombres están "escritos con mares de lágrimas que nos hacen entender el resplandor y significado que cada nombre tiene para sus familias".

 

Tabula rasa

Durante los últimos tres años la artista ha entrevistado a víctimas de violencia sexual y ha intentado comprender "cómo han soportado vivir en una sociedad en la que se ha normalizado la violación, que es un delito político, porque equivale a un asesinato en el que la víctima sigue con vida, pero su ser ha sido completamente destruido". Opina Salcedo que "en nuestra sociedad hay roles para cada sexo, a los hombres se les incita para que tomen lo que encuentran a su alcance, mientras que las mujeres son las que cuidan del otro".

 

Las cinco mesas de madera que componen la obra, conservan la forma de una mesa común, pero "son metáforas porque la materialidad misma de la madera ha sido astillada hasta el punto de que no hay certeza de que pueda servir como una mesa. Hay un gesto violento que las ha destruido, pero también un acto deliberado de reconstrucción, es un tira y afloja de fuerzas opuestas".

 

Explica Salcedo que "los muebles tienen una relación directa con nuestra vida cotidiana,  marcan la ausencia del ser que lo usaba, que ya no está ahí". Cuenta que los primeros muebles que usó fueron de viudas y viudos de la violencia política en Colombia, que se habían convertido en un recordatorio insoportable de la ausencia del ser querido.

 

Fragmentos

En 2016 se firmó un acuerdo de paz en Colombia para poner fin a la guerra que había durado más de cincuenta años. Se decidió hacer un monumento con las treinta y siete toneladas de armas que entregaron las FARC para hacer un monumento y se lo encargaron a Salcedo. Ella entendió que "era imposible monumentalizarlas, pero sí hacer algo como un contramonumento, porque el monumento es monumental y jerárquico, presenta una visión triunfalista del pasado beligerante de una nación, y en realidad los colombianos carecen de símbolos para hacer monumentos sobre una versión única de lo que sucedió durante este conflicto".

 

Se le ocurrió crear un espacio expositivo, donde el suelto está formado por las armas fundidas. De ese modo, "parados sobre este piso, todos los que visiten el lugar se encuentran en una visión equitativa, equilibrada y libre sobre el significado de la guerra". Colaboraron en el trabajo mujeres, víctimas de violencia sexual, que martillearon el metal durante semanas, participando en la creación de una obra de arte.

 

Ahora, cada año dos artistas invitados presentan su perspectiva en el espacio de Fragmentos, que reclama una memoria que está en permanente estado de transformación, porque "el arte nos permite pensar en un futuro donde lo incompatible coexiste pacíficamente".

 

Cuenta Salcedo que llevaba trabajando tres años entrevistando a cientos de mujeres para la  obra Tabula rasa, y de todas ellas seleccionó a un grupo de mujeres que habían sido violadas por grupos armados, así que tenían una relación muy directa con las armas, para elaborar Fragmentos. Entre ellas había "víctimas del Estado, de los paramilitares y de la guerrilla, y todas entendieron que el martillar ese metal era algo que iba a quedar y formar parte de la historia colombiana. Cada una martillaba una historia diferente, pero todas son mujeres muy humildes, y en las pausas para comer cada una narraba el hecho que estaba martillando y para muchas fue catártico y además vieron que para ellas, como mujeres pobres, el arte no era algo inalcanzable. Tenían perfecta conciencia de que esa falta de acceso al arte era un problema de clase, aquello fue una lección de vida extraordinaria".

 

De acuerdo con la autora "no se usaron las armas de los vencidos, porque la guerrilla de las FARC no estaba vencida. De hecho, podrían haber vivido en la selva cuantos años hubieran querido, pero tomaron la decisión de hacer un proceso de paz voluntario, de modo que fue una dejación de armas, no una entrega de armas". Salcedo asegura que es "una guerrilla multimillonaria porque controla buena parte del narcotráfico en el sur del país, y un ejemplo es que había 5.000 ametralladoras del año 2015 vendidas de fábrica de Estados Unidos, y eso da una idea de su poder económico".

 

Salcedo opina que en el proceso de paz no hubo vencidos ni vencedores, por eso es una obra que no se puede instrumentalizar por ninguna de las partes, a ninguna de ellas les gusta realmente, pero denota claramente un desprecio hacia la guerra, porque Salcedo no cree ni siquiera en la guerra de liberación, piensa que "la libertad se consigue a través de las ideas".

 

Sumando ausencias

El 2 de octubre de 2016 hubo un referéndum en el que se votó en contra de los acuerdos para llegar a la paz y pocos días después Salcedo hizo esta obra como "respuesta a esa dolorosísima circunstancia, es una obra de duelo". De manera aleatoria se seleccionaron el 0,7% de las víctimas olvidadas, y 10.000 participantes cosieron mantos con los nombres para crear una enorme mortaja que cubrió la plaza de Bolívar, en Bogotá. De ese modo, la escultora trajo al presente esos nombres en el lugar donde los vivos hacen sus manifestaciones políticas.

 

A flor de piel

Esta es una obra en la que ha tratado de describir la muerte violenta, respondiendo con imágenes que se opongan al simbolismo habitual de la violencia. Para Salcedo es fundamental dilucidar cómo es posible presentar la violencia en una obra de arte, pero sin violencia. El asunto radica en que la revelación no tenga lugar, en que permanezca latente, justo lo contrario a la hiperrepresentación de la violencia a la que nos ha acostumbrado Hollywood. Opina Salcedo que, al contrario de lo que se cree, "la imaginación de un artista es la fuerza capaz de extraer de una ausencia, una presencia. Una presencia que se concreta a sí misma en el seno de la imagen".

 

Esta obra tiene que ver con la idea de que una herida no puede ser tocada y su génesis se da cuando "trata de imaginar cómo sería posible acercarse ante un cuerpo torturado para entregarle una ofrenda floral, para tocar lo intocable". Reconoce Salcedo que el proceso de esta obra fue un reto muy difícil, porque era "mantener un pétalo de rosa en un estado tal que no esté ni vivo ni muerto", y para ello tejió un sudario con pétalos de rosa, haciendo posible la idea de acercarse casi al punto de tocar.

 

Plegaria muda

Este trabajo es un recuerdo de las víctimas jóvenes desaparecidas que luego fueron abandonadas en fosas comunes. Sintió la imperiosa necesidad de inscribir la imagen de la fosa en esa obra, creando un lugar de memoria con un espacio para cada cuerpo. Es importante destacar cada túmulo de manera individual para reconocer el valor de cada vida perdida y la singularidad de cada tumba, y cada pieza es diferente y en ellas la vida prevalece en forma de vegetación.

 

Abismo

El espacio es una categoría fundamental de cualquier forma de poder y "la arquitectura del poder se hace explícita en este salón de un museo, que tenía un carácter absoluto y totalitario". Salcedo explica que esta es una obra que es el resultado de un estudio sobre las condiciones sociales que permiten la esclavitud contemporánea, de unos treinta millones de personas que están desposeídas y "ese muro de ladrillo que se hace desde arriba hacia abajo se detiene justo antes de que el espacio quede totalmente amurallado".

 

Shibboleth

Los peores momentos de la Historia vienen marcados por el espacio racial, así que esta "es una obra inoportuna, una intrusa, y su presencia parece el producto de un acontecimiento irracional, su aparición perturba como los migrantes, que son ampliamente percibidos como el foco único de la decadencia". La palabra viene de una historia bíblica en la que secuenta una masacre entre dos tribus de Israel, en la que para poder cruzar el río hacía falta pronunciar bien Shibboleth, "algo que luego se ha repetido en otros muchos lugares, como en Colombia donde los criollos debían pronunciar Zaragoza para no ser asesinados, o en la República Dominicana, la palabra perejil... El nombre, por tanto, hace referencia al morir cuando se intenta cruzar una frontera para salvar tu vida".

 

Concluye Salcedo, afirmando que "nada de esto es nuevo, porque el arte occidental ya definió una imagen radiante de los blancos en contra de la figura borrada de todos los demás pueblos, los demás no tienen rastros, son los desaparecidos y asesinados a lo largo de los siglos". Por tanto, aspira a que su trabajo pueda atravesar la Historia y traer al presente acontecimientos históricos olvidados.

La escultora Doris Salcedo flanqueada por Margarita González, vicedecana de Cultura de Bellas Artes, y Elena Blanch, decana de la Facultad de Bellas ArtesLos estudiantes llenaron el salón de actos de Bellas Artes para escuchar a Doris SalcedoImagen de Shibboleth, en la Tate Modern de Londres. Imagen: Nick GarrodDoris Salcedo explicó algunas de sus obras. En la imagen, hablando sobre Palimpsesto
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