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Jueves, 3 de octubre de 2024

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Entrevista con la catedrática de Geografía Histórica, Cristina Montiel: “La mayor parte de los incendios actuales son provocados por negligencia, no son intencionados”

El jurado nacional de los Premios El Batefuegos de Oro 2016, ha fallado las candidaturas a la decimocuarta edición, otorgando el Premio al mejor Avance Tecnológico al equipo de geógrafos integrado por los profesores Cristina Montiel (UCM), Eduardo Araque (Universidad de Jaén) y Luis Galiana (UAM), por su contribución al conocimiento de las causas de los incendios forestales y a la mejora de planes de prevención, a través de su trabajo sobre los incendios forestales históricos y la presencia del fuego en el territorio. Antes del acto de entrega de estos premios que se celebrará el próximo 24 de noviembre, de 19 a 21 horas, en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes de Madrid, hemos querido hablar con esta experta en la gestión histórica del fuego.

 

- De manera un poco más concreta, ¿por qué les han concedido El Batefuegos de Oro 2016?
- El premio se ha concedido por un tema en el que hemos sido pioneros en España y en Europa, que es el estudio de los incendios históricos, sobre los que casi no se sabía nada, y que tienen mucho que ver para entender las causas de los incendios actuales y en función de esas causas poder hacer planes de prevención para que sean eficaces. Se dicen muchas cosas sobre lo que pueden ser las causas de los incendios, y a una escala local y en un momento determinado son ciertas, pero con carácter general no, y eso desorienta los planes de prevención.


- ¿Cómo comenzaron a trabajar en estos temas?
- Los tres lo hicimos de una forma distinta, porque Eduardo Araque, el compañero de la Universidad de Jaén comenzó en los años noventa del pasado siglo, y los otros dos lo hicimos más recientemente, en concreto desde 2006. Araque empezó a trabajar sobre los incendios históricos en la Sierra del Segura, en Sierra Morena, publicó un libro muy interesante y a partir de ese trabajo el Ministerio le encargó un proyecto en el que, por primera vez, se empezaban a buscar documentos geohistóricos, para poder documentar y probar cuáles habían sido realmente las causas de los incendios.


- ¿Existen registros históricos sobre incendios?
- Las estadísticas son muy recientes, de hecho en España empiezan en el año 1968 y los incendios graves que conocemos hoy no empiezan a darse hasta finales de los 90. Para conocer qué pasaba antes de 1968, se hizo un encargo a Eduardo Araque, que empezó a encontrar algunas fuentes interesantes, y cuando los otros dos entramos en el proyecto europeo Fire Paradox (la Paradoja del Fuego) y empezamos a trabajar sobre las políticas de incendios en Europa y sobre las prácticas del uso del fuego, nos dimos cuenta de que el fuego no era necesariamente malo, de que siempre había estado en el territorio, de que el fuego era conocido y manejado por la población. Nos preguntamos entonces en qué momento dejó de ser bueno y empezó a ser malo, o si es que nunca ha sido malo hasta ahora, o es que los malos somos nosotros... Y con los documentos que se habían manejado hasta ese momento no se encontraban respuestas, porque eran documentos de la Administración y esta, muchas veces, acomoda las cosas a su interés propio.


- ¿Encontraron entonces otro tipo de documentos?
- Buscamos otros que se salieran de la esfera del ámbito forestal y que entrasen, por ejemplo, en la parte penal, porque los incendios son un delito, y empezamos a buscar documentos judiciales y policiales y los encontramos desde el siglo XVIII. También seguimos la pista de quién tenía la competencia para gestionar este asunto, si era la gobernación civil, la administración forestal, el intendente... Lo más fácil y lo que todo el mundo miraba era la administración forestal, donde están todos los incendios de los montes públicos, que son pocos, sobre todo a finales del XIX, cuando ya se habían desamortizado y se habían vuelto privados. Hicimos después un barrido de la Biblioteca y la Hemeroteca nacionales y encontramos todas las noticias que hay en periódicos y revistas sobre incendios. Tampoco aquello era suficiente, pero luego tuvimos la suerte de encontrar mucha más información en dos archivos históricos, el de Ávila y el de Cáceres. En este último, sobre todo, encontramos un archivo excepcional con toda la documentación de la Guardia Civil desde principios del siglo XIX, porque la Guardia Civil es una hormiguita, que deja constancia con pelos y señales de todo. A partir de ahí pudimos montar las hipótesis, intentamos extrapolarlo a las otras provincias y empezamos así a poder demostrar, aplicando criterios de geografía histórica, cuáles eran las causas reales de los incendios en unos momentos y en otros. Nos ayudaron mucho los jefes de servicio de los archivos y también la persona que estaba en el Ministerio, que era Ricardo Vélez, que durante cuarenta años fue el gestor del tema de los incendios y que fue el que creó la estadística y el servicio de defensa contra incendios durante el régimen franquista. Es un señor de una ideología muy conservadora, pero al mismo tiempo con una mente muy abierta y muy receptivo, y ha sido una autoridad en la materia en muchas instituciones internacionales. Él fue quien encargó el proyecto a Eduardo Araque, el que nos respaldó a nosotros e incluso el que nos propuso para El Batefuegos. Diría más, ha sido el que ha intentado que nuestros resultados se aplicaran, y creo que con este premio ha buscado, en buena medida, que se recupere ese espíritu de prevención, colaborando con la población, que se perdió hace cinco años.


- ¿Por qué cree que se perdió?
- Por un lado se han desmantelado las estructuras de la Administración. El Ministerio se ha vaciado de contenido y no ha habido una transferencia organizada hacia las administraciones autonómicas, que no se han dotado de recursos humanos con competencia y con experiencia, sino que cada vez hay menos funcionarios. Ahora hay muchos contratos de proletarización, temporales, y nadie asume responsabilidades ni compromisos, no hay ideas ni equipos. Las comunidades autónomas asumen que incendios va a haber y si tienen la mala suerte de que les toque se defenderán como sea, con unas actitudes muy a la defensiva, se han cerrado, no hacen apuestas de participación porque tienen miedo a que se les critique. Nosotros hemos creado una base de datos que es única en Europa, con unos 7.000 incendios encontrados, el más antiguo de 1.497, y con eso hemos podido documentar los momentos en los que ha cambiado el régimen del fuego y cómo han cambiado los incendios hasta llegar los que matan y que causan unos daños muy graves, como el de Guadalajara de 2005.


- ¿Por qué han cambiado los incendios?
- Los incendios en el ámbito mediterráneo tienen una componente esencialmente humana, porque los naturales de rayos, por ejemplo, son muy localizados, así que la mayoría de los incendios son sociales, y si la sociedad cambia, los incendios también lo hacen. Además de sociales son territoriales, porque el fuego está en el territorio y este tiene una componente física, espacial, y una humana, de cómo está organizado por el hombre. Los incendios han cambiado muchas veces en el periodo que estudiamos. Ha habido dos grandes cambios históricos, lo que llamamos pirotransiciones, a finales del XIX y en los años 50 del siglo XX, y luego uno o dos recientes, en época estadística.


- ¿Qué ocurrió a finales del XIX?

- El fuego siempre había estado presente en el territorio, y de hecho las sociedades lo utilizaban como un medio de vida para gestionar el territorio. En general había fuego, pero no incendios, era fuego controlado. Se les escapaba alguna vez, pero eran incendios como mucho de 15 hectáreas, porque todos los incendios grandes que hay antes de esa pirotransición o son por un rayo, en una zona no explotada, o porque se quería hacer daño, pero de todos modos, como la sociedad estaba muy organizada, esos fuegos se apagaban. A finales del XIX se cambia del antiguo régimen al liberal con una nueva organización administrativa en la que los vecinos quedan excluidos, porque por un lado se crea la autoridad política y por otra los vecinos, como en toda sociedad moderna. Con eso y con los conflictos de propiedad, y habiéndose privatizado los montes con la desamortización se crea un problema político y se rompe la comunicación con los que tienen el fuego, a los que ya no puedes controlar. Ahí ya empiezan a surgir los primeros grandes incendios masivos, a los que reaccionan los ingenieros para controlarlos, con lo que se crea un problema más al utilizar la coacción para intentar evitarlos, en lugar del diálogo.


- ¿Crea eso más conflictos?
- Claro, porque los vecinos dicen: "primero me quitas la tierra, luego el control de esa tierra y después me dices cómo tengo que gestionarla, espérate a que se haga de noche". La situación cambia cuando entramos en el siglo XX, porque hay una relajación política, cambian las circunstancias socioecónomicas y a escala local los conflictos se empiezan a diluir porque se empiezan a asimilar los cambios, aunque no se hayan resuelto los conflictos. La realidad es que bajan la intensidad y el número de los incendios, en parte porque el territorio se sigue aprovechando y el combustible y las estructuras del paisaje son resilientes, es decir, tienen una capacidad de adaptación, de absorción del riesgo, porque además los montes mediterráneos son pirófitos y se recuperan.


- ¿Cómo cambia eso en los años 50?
- Tras la guerra civil hay un nuevo cambio político, vinculado a un cambio socioeconómico importante. Desde el Estado central se controlan todas las decisiones y se asume que hay que desarrollar el país, industrializarlo, urbanizarlo y toma una serie de decisiones a escala natural que tendrán un gran impacto sobre los recursos naturales, sobre todo sobre las aguas y los montes. Hace falta la mano rural para desarrollar la industrialización de las ciudades, se altera todo el sistema y además todo coincide con un cambio energético, porque se dejan de lado los combustibles de origen vegetal a favor de los combustibles fósiles, el petróleo y todos sus derivados. Se desarticulan las sociedades rurales, pierden sentido todos esos recursos que tenían un valor energético y la población pierde sus modos de vida, emigra y busca empleo en las ciudades. El campo queda abandonado y ya tienes el polvorín.


- ¿Crecen entonces los incendios?
- Aumentan los puntos de ignición con la mecanización, los tractores, el ferrocarril, y ya la población no acude a apagarlos, ya sea porque no les interesa o porque no hay población. La frecuentación de esos espacios comienza a ser por parte de personas con otra cultura y otro estilo de vida, así que cambia la relación de la sociedad con el medio desde mediados de los años 40. Los gobernadores civiles lo vieron y se tomaron medidas para evitar esa concentración de incendios, la mayor parte de ellos por negligencias, y no por intencionalidad como sí ocurre en la pirotransición del siglo XIX. Se crea entonces ICONA, copiada de Estados Unidos, que fue una estrategia de exclusión del fuego, que quizás era la única medida acertada. Ahora ya no lo es, pero con aquello se controlaron los incendios que primero surgieron en el medio rural y luego fueron forestales que todavía eran controlables. El problema es que no se atajaron las causas, sino que se crearon unos mecanismos para combatir y vencer la playa, pero no calcularon que el cambio socioeconómico iba a ser más fuerte que ellos, no se asimiló que había cambiado todo y que los espacios que no eran rentables se iban a abandonar porque la gente iba a querer vivir cada vez mejor.


- ¿Cuándo superó el fuego a esa estructura de extinción?
- El fracaso se evidenció de una forma estrepitosa a finales de los años ochenta. Por primera vez los medios de extinción quedaron sobrepasados, y eso es el concepto de gran incendio, que es aquel que supera las capacidades de los mecanismos de extinción. Ahora no se puede controlar con esas viejas políticas, porque ha cambiado el territorio y se te han juntado todos los problemas. El señor que se ha quedado en el campo se considera dueño y señor de hacer lo que él quiera y eso no se puede controlar a no ser que se cambien las estrategias, pero ¿quién dice que se ha equivocado cuando hay incendios por los cuatro costados y empieza a haber muertes, quién reconoce que se tienen que cambiar las políticas?


- ¿Qué estrategias habría que apllicar?
- Ahora ya no es "Todos contra el fuego", ahora es "Vamos a aprender a vivir con el fuego". Es regular el uso y la presencia del fuego, ver qué se puede quemar, cuándo y cómo para que no me queme yo. Hay que aceptar que hay que reintroducir el fuego, pero de una forma ordenada, porque ya no se puede luchar contra él, ahora hay que gestionarlo. Hay que elegir entre régimen de fuego o régimen de incendios. Si tienes el primero vas a poder controlar el de incendios, pero no viceversa. Además a finales de los años ochenta comenzaron a producirse los incendios de convección, los incendios explosivos.


- ¿En qué consisten esos incendios?
- Tienen vida propia, son los que matan, son donde mueren los bomberos. No tienen nada que ver con el que siempre se ha conocido y del que sigue hablando la gente, que es el incendio topográfico, el de viento, que propaga con un frente. Uno convectivo es uno explosivo, que respira él mismo y que es un huracán de fuego inabordable e inasequible. Hay que evitar que ese incendio ocurra, y se puede hacer, pero para ello hay que conocer las causas y el territorio, hay que anticiparse, aprovechando las oportunidades y haciendo trabajo con la población, para que cuando ocurra estés preparado para que no te mate. Así de sencillo. O no tan sencillo, porque es un cambio de política que implica pasar de la política de extinción a la de prevención, que no lo está haciendo el Ministerio, porque no tiene competencias, pero tampoco las comunidades, porque no tienen equipo, ni estructuras estables, ni visión ni compromiso. Hay gente que sabe, inteligente y que trabaja en todas partes, pero en realidad los únicos que lo están haciendo bien son los catalanes.


- ¿Aparte de los factores sociales afecta el cambio climático en esos incendios?
- El cambio climático es incuestionable y eso significa que el comportamiento de los parámetros naturales es más radical, más extremo y más imprevisible, así que cuando tienes una situación extrema meteorológica vas a tener incendios, seguro. Eso, unido a los cambios sociales, va a hacer que esos incendios sean grandes y convectivos, tanto en España como en otros países europeos, incluidos Inglaterra, Escocia, la República Checa o Suecia. De todos modos el principal problema de los incendios es que tengas, o no tengas, las estructuras y el sistema de organización para evitar que se hagan grandes. El fuego está y seguirá estando, el riesgo son los incendios, y se convertirá en un peligro si no tienes una estructura que va cambiando según cambia la sociedad. Y si no quieres cambiarlo, te vas a morir, literalmente.


- ¿Cómo empiezan esos incendios convectivos, por pirómanos quizás?
- Pueden empezar por cualquier causa, así que más te vale aplicar una prevención social. Pirómanos ha habido siempre, pero la piromanía es una enfermedad y es algo excepcional, así que incendios por pirómanos hay uno o dos, y hasta donde yo sé ningún incendio iniciado por pirómanos ha provocado un incendio convectivo. La mayor parte de los incendios actuales son provocados por negligencia, no son intencionados, se producen por ejemplo porque alguien hace una barbacoa, como el de Guadalajara o el de Tarragona. También hay ámbitos donde hay incendios con un periodo de recurrencia, como en algunos lugares de Valencia, pero eso es régimen de fuego, no de incendios, y ahí hay que saber cómo gestionar el fuego, pero también se pueden gestionar los casos de negligencia siempre que se conozca perfectamente el territorio y se haya cambiado el sistema de organización, la política y la cantidad de conocimiento sobre el tema que tiene la sociedad.


- ¿No hay intencionalidad tampoco para especular?
- Es verdad que hubo ese tipo de incendios en los años sesenta y setenta para construir una urbanización o para recalificar diferentes terrenos. Era algo local y puntual, pero se podía generalizar bastante, no era tan extraño, pero ya ha pasado mucho tiempo desde entonces y la sociedad ha cambiado desde entonces a velocidad de vértigo y con ella los incendios. Por eso este premio nos ha hecho mucha ilusión, porque no se suelen reconocer estos trabajos sobre la prevención, que parece un sueño utópico por el que no se está apostando. La gente necesita todavía más tiempo para darse cuenta de que el problema que tenemos hoy no se resuelve con los sistemas del pasado, aunque se sigan dando las mismas aplicaciones, se sigan manejando los mismos tópicos, se sigue insistiendo e invirtiendo en más medios y brigadas de extinción, pero no en entender las causas y en aplicar prevención social y oportunidad territorial.

Cristina Montiel posa en su despacho del Departamento de Análisis Geográfico Regional y Geografía Física, de la Facultad de Geografía e Historia
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