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Viernes, 29 de marzo de 2024

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Crítica de cine: Una nueva amiga, de François Ozon

Texto: Jaime Fernández, - 15 ABR 2015 a las 13:33 CET

Laura y Claire son amigas desde la infancia. Por desgracia, Laura fallece al poco de dar a luz por algún tipo de enfermedad degenerativa y Claire se queda sola y desamparada, hasta que encuentra a una nueva amiga donde menos se lo esperaba.

El director François Ozon adapta, al parecer libremente, una historia de Ruth Rendell, autora conocida por estos lares porque fue la que también inspiró la película Carne trémula de Pedro Almodóvar. Tal y como está presentada por Ozon, la historia es una tragicomedia que mezcla la muerte con el humor, con situaciones disparatadas, con la reivindicación de la sexualidad libremente elegida, con el instinto de paternidad/ maternidad, con la amistad y con el sexo. El arranque de la historia recuerda a los primeros minutos de Up, la película de Pixar en la que de manera somera se nos presenta la vida de una pareja hasta que la mujer fallece. Aquí también vemos el devenir de una pareja de amigas desde la más tierna infancia hasta la muerte de una de ellas, con bodas de por medio, los primeros escarceos sexuales, los estudios, el deseo reprimido y la vida en general. Tras esos minutos iniciales la historia se desarrolla de una manera quizás un tanto previsible con los típicos malentendidos y engaños tan propios del cine francés como del español, a lo Lope de Vega. El único fallo del guión es que a veces parece demasiado recurrente y probablemente habría mejorado con unas cuantas escenas de menos.


En cuanto a la dirección Ozon se está especializando en hacer historias de amor y sexo al límite. Su anterior filme Joven y bonita iba sobre la prostitución voluntaria al más puro estilo Belle de jour, y el anterior a ese, En la casa, dejaba entrever una historia pasional entre un adulto y un adolescente. Aquí Ozon apuesta por el travestismo y por la dificultad de algunos seres humanos para elegir su propia sexualidad. La realización es bastante correcta, aunque quizás falla en aportar emotividad al momento en el que una canción, cantada por un travesti, intenta explicar lo que está pasando por la cabeza de los protagonistas.


Entre los actores, Romain Duris interpreta a un exagerado travesti que a pesar de eso a veces resulta bastante creíble. Junto a él, está Anaïs Demoustier, una actriz que es increíblemente guapa y que con su simple sonrisa y sus pecas encandila a cualquier espectador. Para entenderlo, su presencia es como la Audrey Tatou de Amelie, pero a lo bestia.

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