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Vicente Vallés: “Putin es un personaje extremadamente peligroso y sin escrúpulos"

Por Manuel Tapia Zamorano

Mezclar ficción y realidad para entender mejor la controvertida figura de Vladimir Putin y su deseo de recuperar para Rusia su condición de superpotencia mundial. Esa es la singular propuesta de “Operación Kazán” (Espasa), una novela de espías y suspense con la que el escritor y periodista Vicente Vallés plantea además un recorrido por acontecimientos históricos que van desde la Revolución Rusa de 1917 hasta las recientes injerencias del Kremlin en las democracias occidentales.

En la mejor tradición del género literario de espías, Vallés, que se siente deudor de autores como John le Carré y Frederick Forsyth, ha tardado tres años en escribir una novela coral que cerró en diciembre de 2021, poco antes del estallido de la guerra en Ucrania.

En una entrevista por videoconferencia concedida a la web del Departamento de Periodismo y Comunicación Global (PyCG), este antiguo alumno de la facultad, acreditado como experto analista internacional, desvela las claves de su obra y traza un perfil de Putin, a quien define como “un personaje extremadamente peligroso, sin escrúpulo alguno, que no concede ninguna importancia especial a la vida de los demás”.

Foto: Carlos Ruiz/Contumnaz Estudio

 

“Operación Kazán” es una trama de espías y de novela negra, que tiene también una parte de novela histórica porque recorre los últimos cien años de la historia del mundo. En ella se dan cita los clásicos agentes de la CIA y del KGB, con sus particulares métodos de trabajo, y hasta aparecen dos jóvenes colaboradores del CNI español, fieles seguidores del Atlético de Madrid, que desempeñan un papel fundamental en el desenlace del relato.

Quienes leyeran “El rastro de los rusos muertos”, el anterior ensayo de Vallés publicado en 2019, verán en “Operación Kazán” una derivación natural de ese libro, dedicado a analizar las injerencias rusas en las elecciones norteamericanas que otorgaron la victoria a Donald Trump. Y quienes se acerquen a “Operación Kazán” sin esa lectura obtendrán una clara radiografía de Putin y su entorno, y de sus desmedidas ambiciones de poder.

¿Cómo surgió la idea de escribir “Operación Kazán”?

Cuando estaba en el proceso de elaboración de “El rastro de los rusos muertos” me planteé escribir “Operación Kazán”, con el argumento de qué ocurriría si a la injerencia real que se produjo en las elecciones norteamericanas de 2016 por parte de Rusia se le añadieran elementos de ficción: novelar una injerencia llevada al extremo.

“Operación Kazán” tiene una parte de ficción, es una trama de espías y novela negra, pero también tiene una parte de novela histórica porque recorre los últimos cien años de la historia del mundo. En esa parte de historia novelada he intentado ser bastante detallista con los lugares, personajes y episodios históricos que se relatan, y en los cuales viven los personajes de ficción de la novela.

¿Por qué en la literatura española hay poca tradición de novelas de espías? En su caso, tal y como ha confesado alguna vez, ejerció una gran influencia la lectura de “La verdad sobre el caso Savolta”, de Eduardo Mendoza.

“La verdad sobre el caso Savolta” me influyó mucho. Tiene una parte de suspense, de cierta intriga, y está situada en la Barcelona de principios del siglo pasado, un escenario diferente a aquel en el que suelen moverse las historias de espías de los grandes autores como John le Carré o Frederick Forsyth, que son quienes más me han influido.

La novela de espías tiene una gran tradición en el mundo anglosajón, y muy especialmente desde el ámbito británico porque allí se han escrito muchas novelas de espionaje sobre la Guerra Fría. Yo he sido muy aficionado a Le Carré, y muy especialmente a Frederick Forsyth, de quien he leído prácticamente toda su obra, y he visto las películas que se han hecho basadas en sus novelas. En realidad, “Operación Kazán” es para mí un homenaje a estos autores que me lo han hecho pasar también, con la diferencia de que ellos son unos maestros y yo solo un aprendiz.

¿Por qué los servicios secretos occidentales han actuado con tanta tibieza ante la más que constatada injerencia de Rusia en sus sistemas democráticos? ¿Por qué no han intervenido con contundencia y determinación?

Creo que no han sabido qué hacer ante ese hecho. Les ha sorprendido esa forma de actuar tan descarada por parte de Putin, empeñado en provocar problemas en aquellos países en los que ya de por sí existían problemas políticos y sociales por la polarización que se ha ido generando en los últimos años en las democracias y libertades de Occidente.

Pero también hay un problema determinante en esta situación y es la gran injerencia se descubre en 2016 en las elecciones de Estados Unidos. Mi tesis personal es que Trump gana esas elecciones, no únicamente por la injerencia rusa, sino por otros elementos importantes que intervienen en esa victoria, pero también gracias a la injerencia rusa. Ese es un elemento más, pero es un elemento importante.

Gana las elecciones Donald Trump, que es un gran admirador del estilo de gobierno de Putin, con lo cual Occidente se encuentra frente a un país como Rusia y a un líder como Putin, que está realizando injerencias evidentes en sus procesos políticos -léase las elecciones norteamericanas, el Brexit y otros procesos políticos- pero no tiene al gran aliado americano para enfrentarse a esas injerencias, porque Putin consigue que Trump no sea su rival sino casi su admirador.

Hasta que no terminó el periodo de mandato de Trump, las cosas no han podido cambiar de otra manera. Y cuando eso ha ocurrido, al poco tiempo se ha producido la invasión de Ucrania. Y ahí sí nos hemos encontrado, por un lado, ante una Unión Europea que, por fin, en materia internacional, merece ese nombre de Unión, cosa que no ocurría en otros tiempos.

La Unión Europea ha hecho cosas maravillosas, como la moneda única y la apertura de fronteras, pero en su seno no había un gran acuerdo respecto a la hora de responder ante las grandes crisis internacionales. Por otro lado, la OTAN, que parecía una organización adormecida, de repente ha encontrado que sí tiene una utilidad importante en un conflicto de gran magnitud como el que se está produciendo en el corazón de Europa.

Yo creo que la entrada de Trump en el poder en 2016 fue determinante para poner un freno a la posible respuesta de Occidente a esas injerencias. Y su salida del poder ha resultado ser una ayuda para que Occidente se una en plantar cara a Putin.

Existe controversia respecto a la figura política de Putin y sus dotes de estadista. Unos le califican de advenedizo e ignorante y otros ensalzan su capacidad y su estrategia? ¿Cuál es su opinión al respecto?

Putin es un personaje extremadamente peligroso porque no tiene escrúpulo alguno, ni se concede a sí mismo la posibilidad de ponerse un límite, que es algo que suelen hacer las personas normales que tienen empatía hacia algo. Como no tiene ningún escrúpulo y no concede ninguna importancia especial a la vida de los demás -por supuesto sí a la suya, pero ninguna a la de los demás- el transcurrir de su mandato al frente de Rusia en los últimos 20 años ha sido una sucesión de asesinatos de periodistas incómodos, de políticos de la oposición, de espías que no se entregaban lo suficiente a la causa que él exigía, y por tanto eran considerados traidores, aunque no lo fueran. Estamos ante un personaje que, al no tener ninguna empatía ni escrúpulo a la hora de ejercer la violencia hasta sus extremos, es muy difícil de gestionar para quienes tienen que estar frente a él como negociadores.

Las personas normales, y desde luego los líderes de Occidente, pueden ser mejores o peores, más hábiles o menos hábiles, pero habitualmente tienen escrúpulos y unos límites que no se sobrepasan; tienen las leyes democráticas, que sí se utilizan y se desprecian por completo en Rusia. Al final, estamos manejando claves y bases muy diferentes con las que es muy difícil gestionarse. Si se me permite llevar esto a un ejemplo absurdo, esto es como si en un partido de fútbol cada equipo jugase con unas reglas diferentes: un jugador que hace un empujoncito es expulsado y otro que propina un plantillazo y rompe la rodilla al contrario no es expulsado.

Así es muy difícil que prospere un entendimiento entre dos bloques que tienen que ponerse de acuerdo sobre, al menos, los principios básicos: no se mata a las personas gratuitamente. Ahora nos estamos encontrando con ese líder completamente fuera de cualquier empatía o escrúpulo, llevando todo eso hasta las últimas consecuencias, que es la invasión a su país vecino, tratando de provocar la devastación y miles de muertes. Los países democráticos no suelen invadir nunca a ningún vecino, pero las dictaduras sí lo hacen. Y se está jugando con reglas muy distintas, y eso es muy difícil de gestionar

Si se diera la circunstancia de que tuviera que regalar “Operación Kazán” a Putin, ¿qué le pondría de dedicatoria?

Realmente, me costaría saber qué decir a este personaje, pero seguramente pondría en la dedicatoria: “Señor Putin, va a encontrarse usted con su propio espejo en esta novela”.

¿Ha pasado alguna vez por su cabeza el pensamiento de que, en función de lo escrito en este libro y otros anteriores, pueda estar siendo espiado por los servicios de inteligencia rusos?

Algunas veces me lo han preguntado y alguna vez lo he pensado. La propia investigación que he realizado para “Operación Kazán” y para “El rastro de los rusos muertos” acaba demostrando que las víctimas principales de Putin son rusos. Normalmente, la actuación vengativa del presidente ruso va concentrada en los rusos, por un elemento muy determinante que está en su mentalidad y en la mentalidad tradicional del espionaje soviético de la KGB, donde él se crio en los años setenta y ochenta. Lo que no se soporta es la traición, y la traición solamente la hacen los propios. Te traicionan los tuyos, no los ajenos. El listón de la traición suele estar muy bajo en los esquemas del KGB, ahora FSB, y por tanto de Putin. De manera que casi cualquier cosa que no sea la estricta sumisión a las órdenes se puede considerar una traición.

En su condición de experto analista en geopolítica e información internacional, ¿qué desenlace o escenario a corto o medio plazo vislumbra en relación con la guerra en Ucrania?

Es muy difícil saber cómo va a acabar. Cuando ya han pasado más de dos meses de la invasión, lo que está buscando Putin es conseguir algo, sin necesidad de que sea un gran objetivo, que le permita algún día salir por televisión para decir que ha ganado la guerra y ha cumplido sus objetivos. No sé qué es exactamente lo que quiere conseguir, pero cuando logre eso dirá que ha terminado la guerra y que la ha ganado.

En la ficción que describe en “Operación Kazán” el CNI sale bastante bien parado. ¿Están los servicios secretos españoles a la altura del resto de agencias internacionales?

El CNI está en la media de los servicios internacionales de inteligencia, al menos en Occidente. Hay mucha mitología a propósito de la CIA o del MI6 británico porque se han novelado mucho sus actuaciones, se han llevado al cine y todo el mundo conoce los éxitos en sus investigaciones.

Pero igualmente estos servicios de inteligencia han tenido sonoros fracasos. A la CIA le hicieron el 11-S y tampoco pudo encontrar armas de destrucción masiva en Irak. Fracasos como los de todos los servicios de inteligencia, porque no es fácil tener éxito en todas las operaciones de inteligencia. De la misma manera, el CNI ha tenido algunos éxitos y también habrá tenido sus fracasos. Y algunos éxitos y algunos fracasos no los conoceremos nunca porque precisamente, por la propia naturaleza secreta de estos servicios, muchas veces el gobierno español de turno habrá tenido que tomar una decisión gracias a la información que le suministraba el servicio de inteligencia, pero nunca nos habremos enterado de qué información fue esa, de qué agente la consiguió y de qué le sirvió al Estado para conseguir algo.

Muchas veces hacemos bromas en España como si nuestras cosas fueran peores que las de los demás. Pasa lo mismo con el Ejército español, que está perfectamente preparado como otros muchos de Occidente, y colabora en misiones en el exterior con el mismo éxito o fracaso que tienen los demás.

¿Qué cualidades debe tener hoy en día un buen espía? ¿Se está perdiendo esa idea romántica que se tenía del agente secreto?

Esa idea romántica se está perdiendo porque quizás teníamos una idea equivocada de cómo eran esos espías de hace 30 o 40 años. El trabajo sobre el terreno sigue siendo fundamental para un espía. No se puede hacer espionaje únicamente sentado en una silla frente al ordenador. Ahora bien, en estos tiempos no se puede hacer espionaje sin alguien sentado en una silla frente al ordenador.

Es verdad que ahora lo que se espera de un espía es que tenga una gran capacidad tecnológica y sepa aprovecharla en beneficio de lo que esté intentando conseguir, que es información. Cuando hablamos de espías, en el imaginario popular pensamos siempre en James Bond, el agente 007, una exageración propia de la ficción. Agentes de campo de ese tipo lógicamente siguen existiendo y van a seguir existiendo, pero la labor de investigación a través de las nuevas tecnologías es un elemento fundamental. Lo que une el antiguo estilo de espionaje con el nuevo es que los buenos espías deben seguir teniendo una gran capacidad de análisis de aquella información que consiguen y de saber qué hacer con ella.

De todos es conocida su condición de apasionado seguidor del Atlético de Madrid. ¿Era necesario incluir en el libro esa militancia rojiblanca que caracteriza a algunos de los personajes el libro?

Quizás no fuera indispensable, pero sí era bastante necesaria (risas). En todas las novelas hay un punto de autobiografía del autor que suele ser imprescindible incluir, aunque se trate de algún pequeño detalle. En este caso, esa intención ha ido un poco más allá de lo que yo pretendía porque la primera idea era simplemente que uno de los personajes, Pablo Perkins, tuviera como una de sus características personales la de ser hincha del Atlético de Madrid.

Pero como las novelas tienen vida propia, conforme vas escribiendo surgen cosas que no tenías previstas. Hubo un momento en el que yo tenía que crear una escena de riesgo en la que había que sacar en secreto a una persona de un sitio. Se me ocurrió entonces que un estadio de fútbol lleno de personas sería un buen lugar para que los personajes implicados pasaran inadvertidos entre la masa. Y ya que tenía que recrear un partido de fútbol de la Champions, por supuesto no iba a hacerlo con otro equipo que no fuera el Atleti.

En el libro los protagonistas entablan relaciones personales y amorosas, a pesar de las limitaciones que les impone su condición de espías. ¿Hay espacio en el mundo del espionaje, tan aparentemente hermético y carente de sentimientos, para esas relaciones afectivas?

Seguro que sí, pero deben de ser complicadas. En el caso de mi libro reconozco que el autor se toma algunas licencias literarias al incluir algún elemento de este tipo. Yo doy por hecho que todas las personas que trabajan en los servicios de inteligencia, sean de donde sean, tienen en su ADN saber guardar el secreto en cualquier circunstancia y ante cualquier persona, por muy cercana que sea. Aquellas operaciones que realizan quedan sometidas a un secreto que ni tú vas a contar ni la persona con la que estás relacionado te va a pedir que se lo cuentes. Eso es lo normal, pero somos seres humanos y los seres humanos somos imperfectos y tenemos puntos débiles que pueden ser aprovechados por los rivales para perjudicarte en tu labor.

“Operación Kazán” muestra un original sistema de comunicación entre los agentes Kuzmin y Perkins, que se sirven de dos ejemplares únicos del Quijote para intercambiar mensajes en función de las páginas y las palabras elegidas. ¿Ha contado en la elaboración del libro con información real sobre las prácticas de los servicios de inteligencia?

Esa peripecia de la que habla, de la compra de dos ejemplares idénticos de una muy antigua edición del Quijote, forma parte de la invención del autor, pero tiene que ver con un elemento que me contó alguien que conoce muy bien este mundo, y es que una buena medida de autoprotección en las comunicaciones de material sensible es el mundo analógico y prescindir del mundo digital.

Lo que utilizan los espías Kuzmin y Perkins para comunicarse es una clave analógica muy difícil de descifrar porque esos dos ejemplares del Quijote eran los únicos existentes y solo los tenían ellos.

Otra clave que he trasladado al libro es la utilización episódica en algunos momentos concretos de teléfonos móviles que no son smartphones, sino viejos teléfonos que no están conectados a internet. Y esto es así porque hace no muchos años asistí, junto a un grupo de personas, a una comida con el ministro del Interior, que en medio del almuerzo recibió una llamada telefónica. Contestó a través de un terminal Nokia de principios de siglo. Ante la sorpresa de los allí presentes, el ministro nos explicó que era la única manera medianamente segura de comunicarse porque con un smartphone había muchas posibilidades de que alguien accediera al teléfono.

Una de las principales responsables de la CIA afirma lo siguiente en el libro: “En Rusia nada funciona bien, ni la economía ni la sanidad ni el Ejército, pero son unos maestros en el arte del espionaje”. ¿Es valida esta afirmación en la actualidad?

Esta frase, que yo pongo en boca de una de las más altas responsables de la CIA, es una afirmación que a mí me trasladó textualmente un alto responsable de la CIA ya retirado, con quien tuve ocasión de hablar y que fue durante treinta años uno de los responsables de las operaciones de la CIA en Rusia.

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(Nota de la Redacción: La entrevista a Vicente Vallés fue realizada días antes de conocerse las noticias sobre el ataque a los teléfonos móviles del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la ministra de Defensa, Margarita Robles, a través del programa Pegasus).