Primeras huellas del laboratorio a un hogar

Las patitas de Pandora y Blanqui tiemblan al pisar, por primera vez, el césped; Turrón y Chinchán, con un mes más de experiencia que ellas, se alegran de reencontrarse con sus compañeros. A su alrededor, cuatro familias les miran con esa mezcla de emoción y nervios que caracteriza a la estampa típica de una adopción. Estos cuatro Beagles, completamente sanos, han formado parte de un proyecto de investigación de la Universidad Complutense de Madrid. Hoy se despiden, en un principio para siempre, del laboratorio y comienzan una nueva vida en un hogar.

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Rosana y Raúl abrazan a Blanqui por primera vez. / J. Sánchez.
Rosana y Raúl abrazan a Blanqui por primera vez. / J. Sánchez.

MARÍA MILÁN | Sábado de febrero, 12:30 horas. Alejada del bullicio de Madrid, la facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) debería estar tranquila, puesto que no es día de clase. Sin embargo, se ha acostumbrado en los últimos meses a que este momento de la semana sea el más emocionante (y agotador) de todos. Hoy, cinco vidas animales cambiarán para siempre. Y las de cinco familias que los adoptarán también.

Los protagonistas de esta historia se llaman Pandora, Blanqui, Chinchán, Turrón y Penny. Estos cinco perros de la raza Beagle tienen tres años de edad y una particularidad: desde que nacieron forman parte de un proyecto de investigación sobre leishmaniosis. Una vez terminado el experimento, inocuo para ellos, salen del laboratorio en busca de un hogar.

“No han visto jamás un pájaro o una hoja y menos un coche, al igual que muchas voces humanas juntas les asusta. Para ellos, todo es una amenaza y al principio no quieren salir”, describe Gustavo Domínguez-Bernal, investigador del departamento de Sanidad Animal de la UCM y uno de los artífices de estas adopciones.

En su primer contacto con el césped, Pandora tiembla y esconde el rabo. “Es muy miedosa pero cuando coge confianza ya veréis qué juguetona”, anima el doctorando Abel Martínez, colaborador de Gustavo, a Mari y a Daniel. Este matrimonio ha recorrido los 650 kilómetros que separan Caldas de Montbui (Barcelona) de Madrid para recoger a su nueva mascota. Pero no vienen solos, les acompaña su fiel Akira, otra Beagle que será de gran ayuda en la tarea de sociabilizar a Pandora.

En apenas cuarenta metros cuadrados de césped de la facultad, cercado para que los animales no se asusten, se concentra un cóctel de sensaciones, desde la desconfianza inicial de los perros hasta la emoción y los nervios de sus nuevos dueños, pasando por el alivio y la nostalgia de los veterinarios.

A la caza de una terapia contra la leishmaniosis

Todo comenzó en octubre del año pasado, momento en el que finalizaba el proyecto de investigación “Nuevas estrategias de vacunación e inmunoterapia frente a la leishmaniosis” que tuvo como protagonistas a veinticuatro Beagles.

Pandora, Blanqui y compañía nacieron y pasaron su primer año de vida en un animalario de Cáceres. Después, llegaron a las instalaciones del Servicio de Medicina y Cirugía Experimental del Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla (Madrid) para ser inmunizados frente a Leishmania infantum, el agente etiológico causante de la leishmaniosis visceral zoonótica en la cuenca mediterránea.

Los doctorandos Abel y Alicia han preparado a los Beagles para la ocasión. / J. S.
Los doctorandos Abel y Alicia han preparado a los Beagles para la ocasión. / J. S.

Esta enfermedad de transmisión vectorial, cuyo responsable es un insecto llamado flebótomo, tiene en el perro su principal reservorio. Además, es una zoonosis, es decir, que los humanos también pueden contagiarse. El objetivo del proyecto ha sido conseguir una nueva vacuna profiláctica frente a la leishmaniosis canina y otra terapéutica.

Durante los dos años de trabajo con los Beagles, los veterinarios probaron dos protocolos de inmunización que, de momento, ex vivo, han proporcionado resultados muy prometedores, pero al no poder asegurarse si los animales están protegidos o no frente a las leishmaniosis, recomiendan aplicar todas las medidas tradicionales de control de la picadura del vector: uso rutinario de antiparasitarios externos vehiculados en pipetas o collares.

Una vez terminado el proyecto, también acaba la misión de estos perros. Como la opción del sacrificio estaba totalmente descartada, así como la de reutilizarlos para otros experimentos, los investigadores de la UCM tomaron una decisión: no parar hasta que cada uno encontrarse un hogar, aunque ello les quitara tiempo libre, horas de sueño, descanso y ocio familiar.

En la búsqueda y selección del adoptante ideal interviene de forma totalmente altruista Paloma, cuya difusión en Facebook con la página De Patitas en la Calle ha sido la herramienta más útil para encontrar a estas familias. “Llevo veinte años viniendo al Hospital Clínico Veterinario con mis perros, buscando adopciones cada vez que había algún dueño que los dejaba aquí. Con este proyecto hemos intentado encontrar personas que tuvieran claro que estos seres vivos van a formar parte de su familia”, cuenta.

El protocolo de adopción, dirigido al bienestar de los animales, consta de varias fases e incluye una visita al domicilio donde vivirán. “No se trata de regalar perros de raza sino de encontrarles una familia”, recuerda Paloma. Además, es requisito indispensable que se entreguen castrados, vacunados, desparasitados y con chip, aspecto del que se han encargado los veterinarios del equipo demostrando su implicación.

“Nuestra prioridad y preocupación son los perros. Lo que más nos importa es que ellos estén bien porque a las familias en principio no las conocemos”, reconoce Gustavo. Como investigador principal del proyecto, se encarga de explicarle a cada adoptante que la labor de sociabilización y enseñanza de estos perros es más complicada al tratarse de adultos que no saben ni hacer sus necesidades fuera del animalario donde han vivido. “El Beagle es un perro independiente, cabezón y que come todo lo que encuentra. Pero es muy bueno”, añade con cariño.

Media España en busca de un compañero

A media mañana, cuatro de las cinco familias que hoy acogen a los animales han llegado. Las de Pandora y Blanqui coinciden en que vienen de Cataluña y en que se enfrentan a dos hembras que nunca han salido, para las que todo es desconocido; las de Chinchán y Turrón, ambas de Madrid, recogen a dos machos que saben lo que es una casa o la calle, pues hace un mes fueron adoptados y, por desgracia, devueltos a los pocos días. “Para el perro, ese tipo de situaciones suponen un estrés y un trauma”, se lamenta Gustavo.

No hay un perfil concreto de familias adoptantes, si bien para este caso se prefieren aquellas con experiencia en el cuidado de perros y con niños más mayores, ya que al principio los pequeños son juguetones y ruidosos y pueden asustar al animal al no estar acostumbrados ninguno de los dos a la presencia del otro.

Este, sin embargo, no es el caso de Rosana y Raúl (Tarrasa, Barcelona), cuya niña de cinco años sabe lo que es convivir con un Beagle desde que nació. Vienen acompañados de Sugus, un macho de esta raza de doce años, muy tranquilo pero desde hace unos meses algo apagado por la pérdida de otra perrita que vivía con ellos. A partir de hoy, su misión será guiar a Blanqui.

“Estoy muy informada y tengo mucha sensibilidad por el tema de la experimentación animal. Una amiga me comentó esta iniciativa y no dudamos en sumarnos a ella. Sabemos que hay un periodo de adaptación para la perrita y para nosotros en el que aprenderemos a conocernos y respetarnos”, se muestra muy convencida Rosana.

Chinchán también tendrá un compañero de juegos: Chuvi, el otro perro de Begoña. Su primera adopción se frustró a los cinco días. Fue devuelto a la facultad y Alicia Mas, doctoranda que está desarrollando su tesis con Gustavo (junto con Abel) lo acogió un mes. “Nos da pena que se vayan porque al final entablamos un vínculo fuerte con ellos, pero nos da alegría ver que se van con muy buenas familias”, señala la joven, que se ha encargado hoy de lavar y poner guapos a los cinco protagonistas.

Las cuatro familias posan de izq. a dcha: Chinchán, Pandora, Blanqui y Turrón. / J. S.
Las cuatro familias posan de izq. a dcha: Chinchán, Pandora, Blanqui y Turrón. / J. S.

El sentimiento de Alicia lo comparte Rocío. Ella hace un mes se llevó a Junior, otro de los perros del ensayo y ha cuidado estas últimas semanas a Turrón, también devuelto cuando solo llevaba tres días con su dueña. Hoy, con pena pero alivio, se lo entrega a Pilar y a sus hijos adolescentes. “Gracias a Rocío hemos quedado ya con Turrón, así que la fase del primer contacto la tenemos superada”, explica sonriente esta madrileña.

La responsabilidad de un miembro más

Por fin llega el momento del encuentro, y las reacciones son de lo más variadas: Pandora esconde el rabo pero deja que Mari le ponga el collar con delicadeza, Turrón se abalanza sobre Abel después de un mes sin ver a quien le cuidó, Chinchán observa todo y se acerca a Begoña y Blanqui, la más pequeñita y delgada, chupa la mano (y las salchichas) de Rosana, a quien le cuesta reprimir la emoción.

El pequeño parque para perros del Hospital Clínico Veterinario Complutense se llena de animales que juegan juntos, costando distinguir quiénes son los adoptados. Poco a poco, se dejan acariciar por sus nuevas familias, que están deseando firmar los documentos y llevárselos a casa.

Antes de ese momento, Mari, Rosana, Begoña y Pilar suben al departamento de Sanidad Animal con Gustavo, Alicia y Paloma. Allí, más tranquilos, proceden a darles las últimas explicaciones.

Gustavo les explica a Pilar, Rosana, Mari y Begoña los procedimientos realizados con los perros. / UCM.
Gustavo les explica a Pilar, Rosana, Mari y Begoña los procedimientos realizados con los perros. / UCM.

“Los primeros tres o cuatro meses, los animales van a estar en régimen de acogida y preadopción hasta que se adapten. Durante ese tiempo, el nombre que aparecerá en sus microchips por si se pierden es el mío”, les indica Gustavo, a lo que Paloma añade que la responsabilidad civil es de cada familia y les insiste en que “el perro no se devuelve en principio nunca, salvo que de verdad la convivencia sea imposible, aunque primero se prueba con un adiestrador”.

Además, les recuerdan que una vez se produzca la adopción, las familias de fuera de Madrid tendrán que darles de alta en sus colegios de veterinarios comunitarios. El director proyecto les describe en qué ha consistido este, en la vacuna y las nanopartículas que esperan diseñar a partir de los resultados y les recomienda sigan tomando todas las medidas de prevención oportunas frente a la leishmaniosis.

“No hay que obsesionarse pero es un riesgo epidemiológico que hay que tener controlado, sobre todo para niños y ancianos, no solo de vuestras casas, sino también de fuera”, incide Gustavo.

Les entregan el pasaporte de cada animal, con el nombre, fecha de nacimiento y todas las vacunas que actualmente tienen. Por último, firman los tres documentos: el documento de salida en preadopción, el contrato de acogida con preadopción y el compromiso de seguimiento del ensayo.

Son las 15.00 horas de esa mañana que comenzó tan emocionante. Se despiden entre ellos y de Gustavo, Alicia, Abel y Paloma, y cada familia se monta en sus coches, ya con sus perritos en brazos. A algunas les quedan seis horas de viaje, a otras bastante menos, pero a todas un proceso de aprendizaje por delante. “Es el momento de que estos perros se vayan y tengan su vida, que bastante han estado sin ella”, concluye Abel, satisfecho por el trabajo que han hecho, tanto dentro como fuera del laboratorio.


 

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