La virología responde a la nueva alarma de 2022: la viruela del mono

En los últimos meses no ganamos para sustos. No acabamos de salir de una crisis sanitaria y entramos de cabeza en otro sobresalto similar. Esta vez es la viruela del mono. Para las generaciones nacidas en la primera mitad del siglo XX la palabra viruela es suficiente para dilatar las pupilas en señal de pánico. ¿Debemos preocuparnos?

 

Los últimos datos de contagios a fecha de hoy se aproximan al centenar en 12 países. / Shutterstock.

Los últimos datos de contagios a fecha de hoy se aproximan al centenar en 12 países. / Shutterstock.

24 de mayo de 2022.

La viruela del mono es una zoonosis, es decir, se puede transmitir de los animales a las personas y, por tanto, sí que es preocupante. El agente causal fue descubierto en 1958 en monos para experimentación, de ahí su nombre. Infecta de forma natural a primates no humanos y a un gran número de roedores, incluyendo distintos tipos de ardillas, lirones, o la rata gigante de Gambia. El reservorio natural posiblemente es precisamente un roedor.

¿Qué lo produce?

Está producida por un ortopoxvirus (igual que la viruela humana), el MPXV. Se reconocen dos grandes grupos o clados genéticos, el Central de la Cuenca del río Congo, y el Occidental. El central, con una mortalidad del 10%, se considera más grave y transmisible que el occidental, cuya mortalidad es del 1%. El virus que está produciendo la alarma ahora en mayo es del clado occidental, y de hecho está muy relacionado con los brotes de 2018 y 2019 del Reino Unido, Israel y Singapur procedentes de Nigeria. El gran número de países en los que se han dado casos hace sospechar que MPVX esté circulando y difundiéndose ampliamente en Europa desde 2018. Esto debe confirmarse a través de búsquedas retrospectivas porque las infecciones por ortopoxvirus parecen estar siempre asociadas a sintomatología, siendo posible que haya habido casos por MPXV mal diagnosticados.

¿Es fácil la transmisión?

La transmisión a partir de animales, como lo descrito para EE.UU. y los perritos de las praderas, requiere contacto directo con la sangre, fluidos corporales, lesiones cutáneas o mucosas de animales infectados, y un factor de riesgo puede ser el comer carne mal cocinada. La transmisión entre seres humanos parece que exige el contacto estrecho con secreciones respiratorias, lesiones cutáneas o con objetos recientemente contaminados. Puede atravesar la placenta y producir aborto o el nacimiento de niños con viruela del mono congénita. A pesar de que se han infectado varios hombres homosexuales, se desconoce si se transmite por vía sexual, ya que podría haberse introducido accidentalmente en este colectivo y contagiado a varios de sus miembros.

Me ha salido una ampolla en la mano ¿me debo preocupar?

Normalmente, la incubación es de 6 a 13 días, aunque el rango puede ser de 5 a 21 días. El cuadro clínico se desarrolla en dos fases.

En la primera, que puede durar hasta cinco días, se puede presentar fiebre, intensos dolores de cabeza, de espalda o musculares. Un rasgo diferencial es la aparición de adenopatía (inflamación de los ganglios) que es dolorosa. Todo ello se acompaña de una falta grande de energía. La segunda fase, uno a tres días desde la fiebre, es la más característica y cursa con el desarrollo de una erupción cutánea que pica y duele, principalmente en la cara (95% de los pacientes), las manos y los pies (75%) y la mucosa oral (70%), aunque también puede aparecer en los genitales y en la conjuntiva. La erupción evoluciona hasta dar lugar a vesículas con líquido claro que pasan a pústulas con líquido amarillento y finalmente se encostran. Esta evolución es la típica de los poxvirus (pox viene de la palabra del inglés antiguo pocks, que define estas lesiones).

Suele ser autolimitante y las personas se curan en dos a cuatro semanas. Dado lo relacionado que está MPXV con el de la viruela humana, las personas nacidas antes de los años 80 del siglo XX que recibieron la vacuna de la viruela están más protegidas. Puede haber complicaciones, sobre todo en niños, o relacionadas con estados de inmunosupresión, que hacen que la enfermedad revista mayor gravedad. Entre estas complicaciones están las infecciones secundarias, bronconeumonía, septicemia, encefalitis e infección de la córnea que puede degenerar en ceguera. Por el efecto directo del MPXV o por las complicaciones, la mortalidad en este brote parece ser del 3 al 6%, muy lejos del 30% que producía la viruela.

¿Cómo se trata?

Afortunadamente la experiencia que se tiene con la viruela viene en nuestro auxilio. Se dispone de un antiviral, el tecovirimat, aprobado por la Agencia Europea del Medicamento (EMA) en 2022 para su empleo en esta infección. Además, seguramente haya que administrar antibióticos para evitar las infecciones secundarias bacterianas. Todo ello, obviamente, bajo criterio médico.

¿Se puede prevenir?

Un aspecto fundamental al que todos debemos contribuir es identificar tempranamente los nuevos casos para romper la cadena de transmisión. Los contactos estrechos deben vigilarse durante 21 días, periodo máximo estimado de incubación. Además, se dispone de un suministro limitado de vacunas frente a la viruela humana, aprobadas en 2019 frente a la viruela del mono. Dado la baja disponibilidad, se suele recurrir a la estrategia veterinaria de “vacunación en anillo”, es decir, a aquellas personas con más posibilidades de haberse infectado, así como a los sanitarios. A nivel global sería fundamental limitar el comercio de fauna silvestre, que conlleva un alto riesgo de aparición de enfermedades emergentes.

Por tanto, la viruela del mono es un problema preocupante, sobre todo a la vista del elevado número de casos que están surgiendo. Pero nuestros conocimientos previos y las herramientas desarrolladas para erradicar la viruela nos hacen ser más optimistas que en otras enfermedades. De todas formas, con los virus siempre se debe aplicar la máxima de que ningún enemigo es pequeño.

 

Esperanza Gómez-Lucía es investigadora del departamento de Sanidad Animal y codirectora del grupo Virus Animales de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid. También es miembro de la Sociedad Española de Virología (SEV).


 

      
Unidad de Cultura Científica y de la Innovación
Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI)
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Un poquito de historia...

¿Cuándo dejó de ser “del mono” y pasó a infectar a personas?

 

El primer caso humano se identificó en 1970 en un niño de 9 años en la República Democrática del Congo. Desde entonces, se han ido detectando casos esporádicos en diversos países del África Central y Occidental, aunque se desconoce la auténtica casuística. En su mayoría han afectado a los habitantes de zonas cercanas a los bosques tropicales, aunque se ha observado un incremento en áreas urbanas. En 2017 comenzó un brote en Nigeria, que todavía está activo, y al que se asocian más de 500 casos sospechosos y más de 200 casos confirmados, con un 3% de mortalidad.  Este brote es importante porque se cree que los casos actuales están relacionados con él.

En 2003 la viruela del mono dejó de ser exclusivamente africana, ya que en seis estados del Medio Oeste de EE.UU. varias personas desarrollaron las pústulas características. El trabajo de los epidemiólogos puso de manifiesto que los más de 70 casos registrados habían estado en contacto con perritos de las praderas mantenidos como mascotas, y pudieron encontrar el origen en un criadero de animales que recientemente había incorporado varios roedores traídos de África, incluidas dos ratas gigantes y un lirón infectados por el virus causante. No se constató que hubiera transmisión de persona a persona.

Más recientemente, en 2018 y 2019, ha habido varios brotes, en su mayoría en personas de Israel, Reino Unido o Singapur que viajaron a Nigeria y al volver a sus países desarrollaron la sintomatología, contagiando a sus contactos estrechos. También hubo otros dos brotes en EE.UU. en 2021.