Sequía: una oportunidad para estar mejor preparados

Cuando el río suena, agua lleva (incluso en este contexto) y, cuando hasta el taxista en Madrid te habla de la sequía, es que los medios de comunicación han conseguido llevar el mensaje “hay sequía en España” hasta el último rincón. Las escasas lluvias de los últimos meses abren una ventana de oportunidad para hablar sobre gestión del agua, algo que normalmente es muy poco ‘sexy’ para la gran mayoría de la población. Aquí, damos cuatro pasos de la receta que mejoraría la gestión.

 

La receta para estar preparados de necesitar más agua o más embalses cada vez funciona menos. / Shutterstock.

La receta para estar preparados de necesitar más agua o más embalses cada vez funciona menos. / Shutterstock.

4 de mayo de 2023. Las noticias de estos días nos hablan de la sequía meteorológica, entendida como precipitación debajo de la media histórica, un fenómeno natural, inevitable y que existe en todos los climas.  Así que, sequías ha habido y habrá siempre - no se puede controlar cuánto llueve ni la temperatura – pero lo que se puede hacer es que nos pille preparados, y ahí es donde entra en juego la gestión del agua.

La receta que suelen darnos para “estar preparados” es casi siempre la misma: “necesitamos más agua” o “necesitamos más embalses”. Pero esta receta funciona cada vez menos, y menos que lo va a hacer cuando todos los escenarios de cambio climático apuntan a que en la península ibérica las temperaturas van a aumentar. Por tanto, ¿qué es lo que se puede hacer?

Planificación: el primer paso

Planificar es un trabajo de hormiguitas que luce bastante menos que anunciar obras de emergencia o la solicitud de millones en ayudas a la Unión Europea. De hecho, en los medios apenas apareció que el pasado 31 de marzo se publicaron los borradores de los Planes Especiales de Sequía (PES) para las cuencas intercomunitarias. Son ya la tercera generación de PES – desde que se aprobó su primera versión en 2007 – ya que periódicamente se revisan para ajustar y mejorar su funcionamiento. De la misma manera, el 87% de la población en las cuencas intercomunitarias vive en centros urbanos que cuentan con planes de emergencia para gestionar la sequía en el ámbito doméstico.

La planificación de la gestión de la sequía permite evitar daños mayores y hacer un uso racional de los recursos disponibles. Aunque la mayoría de la ciudadanía ni saben que existen, los PES son fundamentales para que los gestores del agua tengan un protocolo claro para establecer cuándo nos encontramos en sequía, en qué nivel de alerta estamos en cuanto a disponibilidad de agua, qué actuaciones hay que poner en marcha para alejar lo más posible la entrada en el siguiente nivel de alerta, etc.

Los PES son uno de los raros ejemplos de una sociedad que no tropieza dos veces en la misma piedra, ya que surgen de la gestión catastrófica de la sequía de los años 1991-1995.  Y realmente son algo en que España es pionera y un ejemplo reconocido de buenas prácticas a nivel internacional. 

Segundo, proteger las fuentes

Una gestión realmente eficaz de la sequía se hace cuando llueve, tratando de proteger el buen estado de los ríos, lagos y acuíferos, que actúan como “fábricas de agua”, usando las palabras del primer director de la Agencia Europea de Medio Ambiente, Domingo Jiménez Beltrán.

En España, más del 44% de los ríos y acuíferos están en mal estado, sea por problemas de contaminación sea por un uso demasiado intensivo de sus aguas. Esos números nos dicen de manera inequívoca que nos asomamos a este episodio de sequía con parte de las “fábricas de agua” deterioradas. Eso significa, entre otras cosas, que no podrán proveer todos los “servicios” que son capaces de generar de forma natural y que mejorar el estado de los ecosistemas acuáticos no es manía de ecologistas radicales (“para cuidar a los patos y a las ranitas”) si no un planteamiento muy pragmático y utilitarista (“para abastecer a los humanos”).

No vivir al límite

La sequía nos preocupa cuando puede generar un desequilibrio entre disponibilidad y demanda, es decir escasez de agua. Si explotamos los recursos disponibles al límite, no hay PES que nos salve de la escasez. El vivir al límite nos quita resiliencia

Estado actual de sequía en el pantano de Sau en Cataluña, España. / Shutterstock.

El profesor Ramón Llamas, catedrático de hidrogeología de la Universidad Complutense de Madrid, hablando de sequía solía citar el titular de un semanal alemán sobre la gestión del agua en España. El artículo en cuestión se titulaba “Dürre hausgemacht”, “Sequía fabricada en casa”, para remarcar que aquí las sequías meteorológicas ocurren y pueden ser severas, pero que las personas nos encargamos de que sus efectos lo sean mucho más, porque apuramos e incluso sobrepasamos la capacidad del sistema de proveernos de agua.

Por ejemplo, la sequía se “fabrica en casa” cuando se aumenta el regadío sin que haya recursos disponibles para atender a esas demandas. O cuando se deja que el recurso disponible se contamine. A la siguiente sequía el sistema estará todavía más bajo estrés y fallará antes, dejándonos en la escasez que hemos fabricado nosotros mismos por no saber o querer ponernos límites.

Reducir consumo, último paso de la receta

Por último, una gestión realmente eficaz de la sequía requiere reducir consumos. Puede ser a través de replantearse usos del suelo, pero también a través de buenas prácticas y mejoras técnicas. Por ejemplo, en la sequía de 1991-1995 se llegó a plantear la evacuación parcial de la ciudad de Sevilla por la imposibilidad de asegurar el abastecimiento. Actualmente, después de 5 años de sequía meteorológica, Sevilla sigue teniendo agua suficiente para su abastecimiento. ¿Por qué? Porque Sevilla consume 45% menos agua que hace 30 años, a pesar de tener un 15% más de habitantes.  

Lo ha conseguido gracias a la aplicación de medidas de eficiencia en el uso del agua (electrodomésticos más eficientes, sanitarios más eficientes…) y por reducción de fugas en las redes de distribución. Estas soluciones de ahorro, sin embargo, no tienen los mismos efectos en el regadío, donde pasar del riego por inundación al riego por goteo mejora la calidad de vida del agricultor y permite afinar más la aplicación de fertilizantes, pero no suele reducir los consumos en términos absolutos, ya que a menudo los volúmenes ahorrados son usados para producir más cosechas o regar más hectáreas. Es el llamado “efecto rebote” o paradoja de Jevons, por el cual la mejora tecnológica para ahorrar un recurso lleva a que el consumo de ese recurso aumente en lugar de disminuir.

Hay regiones (Cataluña, parte del Guadalquivir, Ebro y Guadiana) y colectivos (los ganaderos, los agricultores de secano, algunos pequeños municipios) que ya están sufriendo los efectos negativos de la sequía meteorológica. En otras regiones de España, sin embargo, los sistemas de explotación todavía no están en alerta. Ahí tienen una oportunidad de sembrar una buena gestión del agua que les permitirá estar más preparados si finalmente las lluvias tardaran en llegar.

 

La autora de este texto, Lucia De Stefano, es miembro del grupo de investigación Hidrogeología y Medio Ambiente de la Facultad de Ciencias Geológicas de la UCM.