¿Por qué Dante y su influencia, setecientos años después?

La figura y la obra de Dante Alighieri (Florencia 1265-Rávena 1321) están hoy en día más vivas que nunca y producen, no solo más estudios académicos que los de cualquier otro autor del canon internacional (incluidos gigantes como Cervantes o Shakespeare), sino también inspiración para una enorme cantidad y variedad de productos culturales, desde música, literatura comercial y artes plásticas hasta series televisivas, cine, cómic y videojuegos. Hoy, con motivo del Día del Libro y por el séptimo centenario de su muerte, descubrimos el porqué del magnetismo del padre de la Divina Comedia.

 

Actividad de colores en la Facultad de Bellas Artes. / María Marín.

Estatua de Dante en su localidad natal, Florencia. / Rhodan59.

Existe hoy en día un “Dante pop” que goza de gran implantación entre la juventud, y que convive con su tradicional influencia en escritores y artistas plásticos, y con el Dante académico que es objeto de un campo científico propio –dantismo, dantística o dantología– implantado con enorme fortaleza en el mundo anglosajón, en toda Europa (incluyendo la nórdica y eslava), en Latinoamérica y en Asia. Además, Dante ha influido decisivamente en algunas de las figuras clave del canon literario occidental, como Elliot, Pound, Borges, Valle-Inclán, Weiss, Brecht, Beckett, Montale, Pasolini, Primo Levi, Italo Calvino, y un largo etcétera, y ha producido la obra gráfica de genios como Dalí, Barceló y muchos otros.

Cabe, pues, preguntarse el porqué de esta popularidad y esta influencia en todos los registros sociales y medios expresivos de la cultura por parte de un autor cuya concepción del mundo –y por tanto muchas de las cuestiones que plantea­– y cuyos medios expresivos están muy alejados de los nuestros. En otras palabras, resulta intrigante que la obra de Dante, que es de gran dificultad literaria, filosófica y teológica, y que fundamenta su comunicación en elementos materiales muy concretos de su cultura local, siga fascinando la imaginación y el intelecto de lectores actuales de diversa condición e intereses.

La imaginación del lector, la diana de sus palabras

Por un lado, Dante utiliza arquetipos narrativos y temáticos de amplia difusión, que sirven para que hoy en día sigamos “colgando” en ellos, más allá del contenido de la obra original, nuestras propias fantasías y preocupaciones: el descenso a los infiernos; el viaje de aventuras, de formación e iniciático, con sus dificultades, peligros y pruebas; el amor por un ser sublime y lejano; el extravío en medio de la confusión y la pérdida; etc.

Actividad de juguetes adaptados. / M.M.

Primera página de la Divina Comedia. / Fivedit.

APor otro, los textos de Dante, y especialmente la Divina comedia, producen con las palabras imágenes o textos icónicos, que se sellan en la imaginación de modo “impresionante” y memorable, estimulándola así en la propia producción de imágenes.

Podemos decir que la “fortuna de Dante”, sobre todo fuera de Italia, no proviene tanto de su texto verbal, más allá de dos o tres expresiones que han pasado al acervo internacional (especialmente «dejad toda esperanza, los que entráis»), sino de su texto icónico, es decir, de las imágenes indelebles que ha dejado a la posteridad, en forma de escenas, de “momentos”, de gestos. No por casualidad la Divina comedia ha producido desde sus orígenes espectaculares miniaturas e ilustraciones, espoleando la fantasía de importantes ilustradores y pintores, como Botticelli, Priamo della Quercia, Stradano, Pinelli, Blake, Doré, Zuccari, Rauschenberg, Dalí, Barceló, Dell’Otto y muchísimos más.

Vocación política y pedagógica

Dante era muy consciente de este hecho. Sabía que si su obra, como era su intención, iba a cambiar las conciencias de los individuos, y por tanto su vida política, ayudándoles a conseguir la felicidad individual y colectiva, debía hacerlo incidiendo sobre la imaginación –y por tanto sobre los sentidos y los “afectos”– y no solo sobre la razón, es decir, a través de imágenes “impresionantes” y de palabras “adornadas” y no solo de conceptos abstractos.

Por eso, usa la literatura –en una magistral mezcla de poesía a todos los niveles (lírica, épica, satírica…) y de narración de aventuras (épica, histórica, artúrica, bizantina…)– y no solo la filosofía y la teología, a las cuales abarca y utiliza en su quehacer artístico. Y por eso también crea una imagen de sí mismo como profeta al que las imágenes que se le ocurren, y que luego transforma en palabras, le vienen dictadas por el Amor divino.

Si Dante se presenta como poeta y profeta es movido por una profunda vocación “política”, es decir, la de crear un texto que intervenga, produciendo efectos concretos e inmediatos, en la sociedad y en la historia a través de su influencia en las conciencias individuales. Por eso, especialmente la Divina comedia tiene una decidida intención pedagógica, pues está planteada como un Bildungsroman o novela de formación, en la que el lector o lectora va aprendiendo y transformándose, con una secuenciación didáctica perfectamente construida, a medida que sigue al protagonista en su viaje iniciático de las tinieblas a la luz, de la materia a la esencia, de la potencia al acto, y entiende cómo lo segundo se hace carne en lo primero.

Porque para Dante, como para los hombres y mujeres de su tiempo en general, solo se puede llegar a la felicidad individual y colectiva por medio del conocimiento, del cual el ser humano siente un deseo natural, intuitivo e íntimo, que lo impulsa en la vida a crecer y realizarse.

Alumnos de Tomelloso ante el microscopio. / M.M.

Dante dibujado por Botticelli. / Sandro Botticelli.

Férrea crítica al deseo capitalista

Si lo primero que mueve al ser humano a desear y, con ello, a perfeccionarse y llegar a la realización de sus propias capacidades (la felicidad), es el sentido de la verdad –de manera que se entra en un círculo virtuoso en que deseo y conocimiento, conocimiento y deseo se impulsan mutuamente–, el abandono de dicho sentido lleva a la perversión del apetito y al extravío del individuo. Se cae entonces en lo que Dante llama la cupidigia (codicia) en la que el ser humano desea insaciablemente sin pausa y sin dirección, y termina perdiendo la más mínima intuición personal del bien, el más mínimo criterio ético.

Dante está diseccionando, por primera vez en la historia, cómo funciona el deseo en el estado capitalista (que nace en Florencia y las otras ciudades comerciales de la Toscana justo en este período), en el cual las cosas y los seres pierden en la (sub)conciencia del ser humano su naturaleza de seres y de cosas y se vuelven mercancías, impidiéndole o dificultándole en grado sumo la percepción cabal de su valor de uso (su utilitas para la vida individual y colectiva), ahogado por su valor mercantil monetario.

De este modo, el error psicológico consustancial al capitalismo –que Dante ve venir porque aún no es capitalista– se convierte para Dante en error ético y político (y poético). Su obra trata de combatir, en los cuatro ámbitos (psicológico, ético, político, poético), dicho error de base, combatir la codicia por medio del conocimiento de la Verdad y del deseo del Bien –algo que, para él, el ser humano solo puede conseguir gracias al papel redentor de Cristo, la Verdad y el Bien hechos hombre vulnerable, violentado, oprimido–, y contribuir a conducir así al género humano a la felicidad.

Creo que son enseñanzas, u objetos de reflexión, imprescindibles en la encrucijada planetaria a la que nos está llevando la evolución de ese capitalismo que Dante, con justa ira, vio nacer ante sus ojos horrorizados.

 

El autor de este texto es Juan Varela-Portas de Orduña, investigador del Departamento de Estudios Románicos, Franceses, Italianos y Traducción. Área de Italiano.


 

      
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