Filología de laboratorio: ¿Qué entrañan las letras del flamenco?

Con la pena por bandera, al igual que su origen, sus letras entrañan misterio y han sido objeto de investigación de grandes nombres, desde Bécquer a García Lorca, pasando por Alberti o el padre de los hermanos Machado. ¿Qué cuenta el flamenco, que lo hace un género único? Hoy, con motivo de su Día Mundial, Fanny Rubio, filóloga y Catedrática Emérita de la Universidad Complutense de Madrid, relata cómo cuatro grandes figuras de los siglos XIX y XX trabajan con lo que los textos encierran y cómo los filólogos del XXI operan en un “laboratorio de las emociones”.

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La deforestación en la Amazonía es cada vez más evidente. / Natalia Segato.

El 16 de noviembre se celebra el Día Mundial del Flamenco. / Dolo Iglesias.

MARÍA MILÁN | Hoy, 16 de noviembre, se cumple una década desde que la UNESCO declarara el flamenco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Seña de identidad española en general, andaluza en particular, es una manifestación cultural que atraviesa fronteras.

“El flamenco y el pueblo gitano han sido patrimonio de la humanidad desde tiempos inmemoriales desde las primeras migraciones. El reconocimiento oficial por un organismo ajeno al propio movimiento es positivo, pues afecta a la enseñanza y a las posibilidades de investigación de las nuevas generaciones”, destaca Fanny Rubio, Catedrática Emérita del Departamento de Literaturas Hispánicas y Bibliografía de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Porque sí, también hay investigación -y mucha- en el flamenco, desde diferentes esferas. Con motivo de su Día Mundial, nos centramos en una en particular: las letras de sus poemas.

“El objetivo de la filología en el estudio del flamenco es ser el laboratorio de la palabra y de la emoción No creemos que un poema nazca de cero, sino que es el resultado del que lo escribe, el que lo inspira, el que lo lee, el que lo transmite y el que lo canta”, apunta Rubio.

Antes de los filólogos, fueron grandes poetas los que se pusieron manos a la obra en ese laboratorio de la palabra. ¿Quiénes fueron? Viajamos con la Catedrática de la UCM por los siglos XIX y XX y descubrimos nombres muy importantes.

La suspensión del tiempo y las formas de Bécquer

Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) es uno de los primeros poetas en el siglo XIX “que se da cuenta de la capacidad de las letras de los textos flamencos de nombrar y de tocar aspectos que no había tocado la poesía del Siglo de Oro o en el XVIII”, según Rubio.

Béquer define los temas de los textos flamencos: el grito, el dolor, la sensación de esperanza, la decepción, el suspiro, el recuerdo.

Uno de los hitos de la relación del sevillano con el mundo flamenco y poesía popular es cuando su amigo Augusto Ferrán le muestra una antología de cantares. “Bécquer se emociona con esta colección. Es un momento en el que él está decidiendo qué es poesía”.

Bécquer empieza a ver la evocación del paisaje en estos cantares populares y se da cuenta de que hay un elemento que no ha visto antes en España: la suspensión del tiempo, el reencuentro con la ciudad en la que ha vivido. En estos textos halla técnicas de revivencia y creación de atmósferas que le trasladan de su residencia en la capital, a su Sevilla natal. 

Los temas que el poeta señala en el ADN del flamenco son el grito, el dolor, la sensación de esperanza, la decepción, el suspiro, el recuerdo. “Ves, sientes y tocas la lágrima en la estrofa”.

En cuanto a la forma de materializar esas emociones, según Bécquer el flamenco lo hace “breve, seco, desnudo, libre y despierto”. No se detiene en explicaciones ni descripciones. “Es como un corte en el universo”, añade la filóloga de la UCM. 

Demófilo y la fonética

Un Machado – y no es ninguno de los dos poetas hermanos- es otro de los grandes investigadores. El padre, Antonio Machado Álvarez (1846-1893), más conocido como Demófilo, “marca lo que los hijos van a seguir a pies juntillas”, pues es uno de los grandes investigadores de estas canciones populares.

Existe una pérdida de productividad de trigo. / Pexels.

Placa dedicada a Demófilo. / CarlosVdeHasburgo

En 1881 recoge una “Colección de Cantes Flamencos”. El autor insiste en que estos textos permiten conocer la historia de un pueblo, y con él arranca el concepto de poesía popular que luego heredarían Rafael Alberti y Federico García Lorca.

Demófilo estudia la fonética de estos cantes flamencos y la identifica con la del andaluz, destacando “la predilección por unas consonantes y la aversión por otras”.

De nuevo, analiza las emociones de las letras y los temas principales: la muerte, la pena, el desamor, en definitiva, la tristeza.  “Además, coincide con Bécquer en que cuenta lo esencial, no se para en descripciones”, añade Rubio. 

Más tarde, en la generación del 98 el cante flamenco -que interpretan como folclore- no cala mucho, a excepción de los herederos de Demófilo -“Proverbios y cantares” de Antonio Machado o el “Cante jondo” de su hermano Manuel- o Juan Ramón Jiménez con “Rimas y Arias tristes”.

El auge del flamenco y su abrazo al surrealismo: Alberti y García Lorca

En 1900, continúa la Catedrática de la UCM, en la Exposición Universal de París se inaugura el pabellón de España con la actuación de un grupo de gitanos que canta cante jondo. “A partir de ahí, autores y compositores beben del flamenco: Isaac Albéniz, Federico Mompou, Manuel de Falla o Adolfo Salazar”.

En las primeras décadas del siglo XX se vive un auge de la letra flamenca y en este contexto destacan dos andaluces de una generación que pasaría a la historia, la del 27: Federico García Lorca y Rafael Alberti.

El primero, el poeta granadino, (1898-1936), ofrece en el centro artístico de Granada una conferencia en la que reivindica lo que él llama el “primitivo cante andaluz” como tesoro artístico “de toda una raza que va camino del olvido”.

En su manifiesto, la pena y la angustia son los temas principales de los textos y añade que “el cante jondo canta siempre en la noche. No tiene ni mañana ni tarde, ni montañas ni llantos. No tiene más que la noche, una noche ancha, profundamente estrellada. ¡Y le sobra todo lo demás!”

Enrique Andivia en el Real Jardín Botánico Alfonso XIII de la UCM. / María Marín.

La filóloga Fanny Rubio. / F. Rubio

Por su parte, Rafael Alberti (1902-1999), pronuncia en Berlín una conferencia en 1932 en la que insiste en que el cante jondo está emparentado con cantos orientales de Persia e India. Como sus predecesores, analiza las letras en las que encuentra, una vez más, la tristeza, la muerte y el desamor.

En Alberti hay algo que no está en García Lorca: introduce el surrealismo en la canción popular. “Es una gran proeza, posee un laboratorio de lírica popular”, alaba Rubio.

En definitiva, a lo largo de cien años, “Bécquer, Machado, García Lorca y Alberti se sienten identificados y ven más de lo que el poema escribe. Trabajan con el enigma de los cantos flamencos”, concluye la investigadora de la UCM. Gracias al trabajo de estos técnicos de laboratorio de la palabra y la emoción, los filólogos de nuestro siglo continúan descifrando el enigma con más duende de nuestra cultura.

 

 

 

Más información: Vídeo Poéticas del flamenco: de la investigación al tablao


 

      
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