Eso rosa no es coca

La nueva droga llamada “cocaína rosa” rara vez contiene cocaína. No es la primera vez que sustancias ilegales llegan a la población con denominaciones erróneas, aumentando el riesgo de efectos indeseados relacionados con su consumo. Se reabre el debate sobre si se puede hacer algo más con las drogas ilegales aparte de prohibirlas.

 

La denominada cocaína rosa es un derivado anfetamínico con colorante  © Luis Sordo

La denominada cocaína rosa es un derivado anfetamínico con colorante/ © Luis Sordo

7 de julio de 2023. Las noticias sobre la aparición de una nueva droga llamada “cocaína rosa” fueron escasas hasta que se la relacionó con redadas en bares con personajes públicos involucrados. Fue en ese momento en el que la mayoría de los españoles supieron de su existencia. Pero llevaba meses circulando. Poco después de que esta sustancia se diera a conocer de manera masiva, comenzaron a salir los primeros estudios de su composición.

Rosa era, cocaína, no. Los análisis realizados por la ONG Energy Control en la puerta de locales nocturnos de coca rosa facilitada por sus consumidores, dictaminaron que esencialmente se trataba de derivados anfetamínicos mezclados con colorante rosa. Y aunque los efectos de las anfetaminas son análogos a los de la cocaína, no son las mismas sustancias, ni tampoco sus mecanismos de actuación. En definitiva, el consumidor compra cocaína, pero no es lo que recibe. Y lo que puede ser peor: espera unos efectos y obtiene otros.

Eso líquido tampoco era éxtasis

No es la primera vez que esto pasa. Con un antecedente muy vigente y en el que la confusión entre nombre y composición es más grave. El llamado éxtasis líquido, tampoco es éxtasis. Es en realidad GHB, sustancia con efectos opuestos a los que la palabra éxtasis (anfetaminas) remite. No aumenta la actividad, la reduce, por lo que las consecuencias de su consumo pueden ir más allá de efectos inesperados. José Pulido, profesor de Promoción de la Salud en la Universidad Complutense de Madrid afirma que “al no saber qué se está tomando, la persona pone en riesgo su propia salud o la de los demás. Desde sobredosis a accidentes de tráfico. Pero más allá de las consecuencias, se trata de que la gente sepa qué está consumiendo. Por más ilegal que sea”

El problema es viejo y las soluciones complejas. ¿Cómo actuar sobre lo que es ilegal? “Si una droga es ilegal, el mensaje desde las autoridades sanitarias es que no se permite su venta. Las instituciones no se responsabilizan del producto ni de los efectos derivados de su consumo,” explica el profesor Pulido. ¿Es esto lo máximo que pueden hacer los organismos públicos sobre las drogas ilegales? “La sensación es que podría darse algún paso más que prohibirlo”, remata Pulido.

Más allá de la prohibición

El ejemplo más claro de que no todas las actuaciones son la prohibición, son las políticas destinadas a reducir las consecuencias del uso de la heroína.  Palabras como intercambio de jeringuillas o suministro de metadona son medidas que se tomaron en relación a sustancias que son ilegales. Más allá de penalizar su venta, se decidió intervenir sobre aquellas personas que, a pesar de las recomendaciones de no consumir, no podían o no querían abstenerse. A todo ello se llamó “reducción del daño” y se hizo porque la heroína era un enorme problema de salud pública y había que hacer algo más que decir a la población que no la consumiera. Es decir, se asumió que a pesar de ser ilegal la población podía usar esta droga, y que las autoridades podían hacer algo más al respecto.

Reducir el daño a través de la información

La coca rosa ha aparecido. Se cree que no hace demasiado tiempo. Y al menos ya sabemos que no es coca. Desconocemos en cambio si la población que la compra recibe este mensaje. El grueso de la información sobre las drogas, sobre lo que provocan y los peligros que entraña su consumo recaen en esfuerzos de algunas ONG cuyas capacidades para comunicarse con la población son limitadas. Según Pulido, “no podemos pensar que toda persona que va a consumir una droga sabe dónde informarse correctamente sobre ella”. Quizá haya que dar un paso adelante en la divulgación desde las instituciones como se dio con la heroína con el reparto de jeringas estériles. Se trata de reducir el daño que puede provocar el uso de drogas por la desinformación a su alrededor.

El debate de si informar puede equivaler a incitar es cíclico. Quizá la novedad sea que ahora también se trata de dar información sobre nuevas sustancias.  Los efectos de la cocaína no están muy lejos de los de las anfetaminas, y eso ha podido evitar la aparición de efectos adversos que sí se han visto con el mal llamado “éxtasis líquido”. Pero hay decenas de sustancias en el mercado ilegal que se venden y se consumen sin que los usuarios sepan exactamente qué contienen. La pregunta es si las autoridades competentes pueden hacer más de lo que hacen.

 

Luis Sordo, el autor de este texto, es profesor del Departamento de Salud Pública y Materno-Infantil de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Con este trabajo ha recibido el primer premio del XII concurso de divulgación científica de la UCM en la modalidad de artículo de divulgación.


 

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