“En el momento en que se visibilizan las enfermedades raras, surge la investigación”

Las enfermedades raras celebran este año bisiesto su Día Mundial en la jornada que realmente le corresponde: el 29 de febrero. Su baja prevalencia complica su estudio y la gran mayoría no recibe las ayudas necesarias para su investigación. Por eso, proyectos como el recién lanzado BIND son tan excepcionales. Este proyecto europeo analizará, durante cuatro años, las afectaciones cerebrales en las distrofias musculares de Duchenne y Becker, dos enfermedades raras. En él, la participación española corre a cargo de Rubén Miranda García y Luis Miguel García Moreno, investigadores del Departamento de Psicobiología y Metodología en Ciencias del Comportamiento de la Universidad Complutense de Madrid.

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Rubén Miranda y Luis Miguel García Moreno en la Facultad de Educación. / UCM.

Rubén Miranda y Luis Miguel García Moreno en la Facultad de Educación. / UCM.

MARÍA MILÁN, 28 de febrero. – Este proyecto trata las distrofias musculares de Duchenne y de Becker. ¿Qué puntos en común y qué diferencias hay entre ambas enfermedades?

Rubén Miranda (R.M.): Son dos versiones de la misma enfermedad neuromuscular, pero Becker es más leve que Duchenne. En ambos casos tenemos mutaciones que afectan a un gen que produce una proteína llamada distrofina. En los casos de Duchenne hay una ausencia completa de la proteína y en los de Becker es una ausencia parcial. Esta proteína se expresa en músculo y cuando este carece de ella se debilita y se daña con facilidad, generando problemas motores y de fisiología muscular. Esto va a llevar a la pérdida de autonomía motriz de los pacientes y a complicaciones adicionales como afectación del músculo cardíaco y músculos respiratorios, entre otros. El desenlace suele ser una muerte prematura.

¿Qué esperanza de vida tienen los pacientes con estas distrofias musculares?

R.M.: La esperanza de vida en Duchenne está en torno a los 30 años y en Becker podemos irnos por encima de los 55 años.

Aunque se trata de enfermedades neuromusculares, la investigación se ha centrado más en músculo que en cerebro.  ¿Qué efectos provoca a nivel neurológico?

R.M.: El gen se expresa también en células nerviosas, en el cerebro. La ausencia de la distrofina va a provocar alteraciones diversas en distintas áreas cerebrales relacionadas con la función cognitiva: aprendizaje, memoria, emociones o conducta social. Por lo tanto, se observa en los pacientes alteraciones neuropsicológicas y de conducta. Hay factores que todavía se escapan a nuestro conocimiento, no tenemos aún las claves de por qué, por ejemplo, en un grupo tenemos trastornos del espectro autista y en otros trastornos obsesivos compulsivos o déficits de atención.

En esa búsqueda de alteraciones neurológicas surge el proyecto BIND (Brain Involvement in Dystrophinopathies). ¿Qué novedades reúne la iniciativa?

R.M.: En el proyecto vamos a desarrollar la caracterización de los déficits neuropsicológicos, saber el espectro de alteraciones que podamos encontrar en los pacientes y establecer las relaciones genotipo-fenotipo, tratar de asociar los diferentes perfiles neuropsicológicos y neuropsiquiátricos con el tipo y lugar de mutaciones observadas. Las alteraciones cognitivas asociadas a esta distrofia muscular ya estaban descritas por Duchenne pero pasamos muchos años sin prestarles atención.

¿Por qué?

R.M.: Entre las razones podría estar que la esperanza de vida es tan corta que la investigación se ha centrado en buscar la causa de la mortalidad y en la degeneración muscular, por eso gran parte de los recursos se han ido en esas líneas. Eso ha ayudado a que haya tratamientos y nuevas terapias que están incrementando la esperanza de vida. Pero, con ellos, aparecen otros problemas neuropsicológicos incapacitantes para llevar una vida normal. Esta no es la primera investigación en cerebro de Duchenne, pero es el primer esfuerzo a un nivel internacional donde nos ponemos en conjunto investigadores que llevamos años trabajando en distintos aspectos de la enfermedad.

¿Qué especialidades trabajaréis en este proyecto multidisciplinar?

R.M.: Genetistas moleculares, biólogos celulares, histólogos, farmacólogos, psicólogos, médicos: somos un total de 19 grupos procedentes de 8 países europeos y Japón, que es país invitado.

Distrofina. / ProteinBoxBot.

Distrofina. / ProteinBoxBot.

Luis Miguel García (L.M.G.): Incluso nosotros somos un grupo interdisciplinar. Rubén se mueve más en el ámbito de la genética de la enfermedad y de los patrones de conducta en modelos animales y yo en el ámbito de la neuropsicología humana. Se trata de

combinar esos dos aspectos para hacer una evaluación lo más amplia e intensiva posible con estos pacientes y después ser capaces de hacer propuestas de intervención que tengan algún efecto positivo o paliativo con estos pacientes.

¿Qué resultado, dentro de cuatro años, os gustaría comunicar?

L.M.G.: Del proyecto BIND, entre otros objetivos a cumplir, esperamos poder resolver la relación genotipo-fenotipo respecto a la heterogeneidad de perfiles neuropsicológicos y neuropsiquiátricos que presentan los pacientes y hallar la mejor forma de evaluar y detectar los diferentes déficits cognitivos para diseñar estrategias de intervención. Como un paso más allá de BIND, nos gustaría poder confirmar que los pacientes responden a la intervención neuropsicológica y mejoran su nivel cognitivo. Nos encantaría encontrar este resultado, sobre todo en las etapas educativas.

¿Cómo surge la participación de la UCM en el proyecto?

R.M: Yo llevo quince años trabajando en la enfermedad en modelos animales y vinculado a uno de los equipos franceses que forman parte también del consorcio. Cuando surgió la oportunidad de esta gran aventura de coordinación a nivel europeo me plantearon la posibilidad de desarrollar algo en España, dado que tenemos una población de pacientes que no se había caracterizado previamente. Me pareció importante extender la investigación aquí centrándome más en los pacientes y no tanto en modelos animales. Uno de los grandes intereses del proyecto es que no se quede solo la cosa en la ciencia y en el laboratorio, sino llegar a las familias.

Porque ellas también son víctimas de la enfermedad

L.M.G: A esas familias queremos darle una orientación sobre cómo manejar la situación, qué tipo de dificultades pueden presentarse, a actuar cuando aparecen esos casos y a tener una cierta capacidad preventiva sabiendo cómo puede progresar la enfermedad. Eso, combinado con la atención clínica, creo que puede contribuir a que haya una mejor calidad de vida en el paciente y en su entorno que muchas veces son los que marcan la agenda y pueden distorsionar la estructura familiar.

El sábado se celebra el Día Mundial de las Enfermedades Raras. ¿Qué necesidades tienen este grupo de patologías, desde el punto de vista de la investigación?

L.M.G: La necesidad más inmediata, y que no cuesta tanto dinero, es la visibilidad. La distrofia de Duchenne es de las “privilegiadas” dentro de las enfermedades raras porque tiene una organización de familias detrás que se mueve mucho y porque, por su prevalencia, no es de las más raras. En el momento en el que hay visibilidad hay posibilidad de que surja la investigación, con más o menos medios. También, aunque esto es una utopía, tratar de sensibilizar a las instituciones para que faciliten la investigación, que no es solo dar dinero, es también reducir trabas burocráticas, facilitar el acceso a los pacientes y a sus familias y a poblaciones de riesgo.

¿Y al resto de la sociedad?

L.M.G: Hay que sensibilizar a la población de que solo con la investigación se progresa y que tenemos que colaborar todos. Esto a rasgos generales, pero si hablamos de la investigación en enfermedades raras en las que hay cinco o seis pacientes, ¿no tienen derecho esas familias a que les digan qué está pasando? Pero. ¿Quién invierte dinero ahí?

R.M.: En España falta implicación a nivel de sociedad, de que la gente se dé cuenta de que desembolsar una pequeña parte de dinero puede colaborar de forma significativa a que se incremente el número de proyectos.

L.M.G.: Esa sensibilización termina por presionar a las instituciones. Otro problema de base es que la investigación se sigue concibiendo como un gasto, cuando es inversión. Debemos considerar, y ser capaces de cuantificar, el retorno que supone para la sociedad el dinero invertido en investigación y en la formación de los investigadores.


 

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