“Carlos III descubrió a los gobernantes el prestigio de la ciencia”

Conocido como “el mejor alcalde de Madrid”, el rey Carlos III (1716-1788) pasó a la historia como un monarca reformista, ilustrado e implicado en los problemas de su reino. El tercer centenario de su nacimiento ha querido sacar a la luz una faceta menos conocida: su interés científico. Miguel Luque Talaván, director del departamento de Historia de América I de la Universidad Complutense de Madrid, analiza el peso de la ciencia en el reinado de este emblemático Borbón.

Descargar en PDF Descargar noticia en PDF

 


Carlos III, niño, en su gabinete, óleo de Jean Ranc. Hacia 1724. / Museo Nacional del Prado.
Carlos III, niño, en su gabinete, óleo de Jean Ranc. Hacia 1724. / Museo Nacional del Prado.

MARÍA MILÁN | “La figura de Carlos III representa la entrada de España en la modernidad. Su reinado supone un antes y un después en política, ciencia y en la proyección exterior del país”, reconoce Miguel Luque Talaván, investigador y director del departamento de Historia de América I de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

El docente es comisario de la exposición Carlos III: proyección exterior y científica de un reinado ilustrado, que acoge el Museo Arqueológico Nacional (MAN) hasta el 26 de marzo, enmarcada dentro de los actos conmemorativos organizados con motivo del III centenario del nacimiento del monarca y que ha sido patrocinada por Acción Cultural Española.

Carlos III era hijo de Felipe V e Isabel de Farnesio, su segunda esposa. Su peculiaridad radica en los diferentes escenarios que gobernó: en 1731 fue nombrado duque soberano de Parma, en 1735 sería rey de Nápoles y desde 1759 hasta su muerte en 1788 reinaría España, tras suceder en el trono a su ‘medio hermano’ Fernando VI.

El rey dejó huella de su interés por las ciencias y las artes en sus diferentes reinados: desde el impulso y financiación de las excavaciones en Pompeya, Herculano y Estabia, diecisiete siglos después de la erupción del Vesubio (como Carlos VII de Nápoles), hasta la organización de más de cuarenta expediciones a diversas partes del globo (ya como Carlos III de España).

Ciencia al servicio de la Nación

Según Luque Talaván, el monarca “descubrió el prestigio que suponía todo lo científico para los gobernantes, porque entendía que el mérito y el servicio a la Corona no pasaban solamente por lo tradicional (servicios en la milicia o en la burocracia), sino que también era necesario el realizado desde campos tan diversos como la ciencia, la agricultura, la ganadería o la industria”.

Esta vocación científica despertó en su infancia, como retrató el pintor francés Jean Ranc en Carlos III, el niño en su gabinete (1724), donde se observa al entonces infante sujetando una planta en un gabinete real, la antesala de su pasión por la botánica.

Botiquín con medicinas del siglo XVIII. / Museo Hispano de la Farmacia UCM.
Botiquín con medicinas del siglo XVIII. / Museo Hispano de la Farmacia UCM.

En la exposición que acoge estos meses el MAN, se pueden observar más de un centenar de piezas procedentes de casi cuarenta instituciones españolas, italianas y británicas: desde obras de pintores como Goya, Ranc o Amigoni, hasta instrumentos científicos, restos arqueológicos mediterráneos y americanos o muestras de la cartografía del periodo.  

De la exposición, Luque Talaván destaca un botiquín de viaje de la colección del Museo de la Farmacia Hispana de la UCM. Esta pieza conserva parte de los líquidos y productos que solía llevar el personal de los barcos que partían hacia América y Filipinas en el siglo XVIII.

Elefante y ciervo albino en el Retiro

Sin salir de la capital, Carlos III construyó lo que los historiadores denominan el ‘eje de las ciencias’, tres hitos que son visita obligada en Madrid. El monarca trabajó de tal forma en la mejora de la capital que se ganaría para siempre el sobrenombre de “mejor alcalde de Madrid”.  

Primero llegaría el Real Jardín Botánico, diseñado por Francesco Sabatini y culminado por Juan de Villanueva. “Su objetivo, entre otros, era aclimatar las plantas americanas procedentes de las expediciones botánicas para su usoen medicina o en agricultura”, explica el historiador.

El segundo hito fue el Real Gabinete de Historia Natural, el germen de varios museos nacionales. Ubicado en un principio en el palacio Goyeneche, el monarca encargaría a Villanueva un nuevo emplazamiento al que nunca llegó por la invasión francesa y que hoy es el Museo Nacional del Prado.

Miguel Luque Talaván, en su despacho. / UCM.
Miguel Luque Talaván, en su despacho. / UCM.

Completa este eje científico el Real Observatorio Astronómico, cuyo objetivo era “conocer los astros y perfeccionar los instrumentos de navegación para que una monarquía que tenía una vocación universal contara con las mejores herramientas a su servicio”, describe Luque Talaván.

Siguiendo los usos de otras cortes europeas, el monarca poseía, además, una colección de animales de todo el mundo, como un elefante regalo del sultán otomano, el ciervo albino venido de las islas Filipinas, o la osa hormiguera procedente del Virreinato del Río de la Plata. Con fines más o menos científicos –entre ellos celebrar cumpleaños de los infantes o dar la bienvenida a embajadores–, Carlos III promovió un zoológico en el Parque del Retiro.

Así fueron los casi treinta años de reinado en una España que empezaba a abrirse a la modernidad, con la ciencia como una de las llaves de esa puerta.

 

La exposición Carlos III: proyección exterior y científica de un reinado ilustrado podrá visitarse en el Museo Arqueológico Nacional hasta el 26 de marzo.


  
Unidad de Información Científica y Divulgación
Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI)
Universidad Complutense de Madrid
uccucm@ucm.es
Tlf.: 91.394.6369
 Facebook OTRI      Twitter OTRI-UCM