Desde mediados del siglo XX hemos asistido, dentro del ámbito de las Ciencias cognitivas, a un rápido desarrollo de las Neurociencias. Sin embargo, los grandes avances y las rentables aplicaciones que de ellas se hacen no siempre han venido acompañadas de una reflexión crítica sobre sus presupuestos teóricos, ni sobre sus limitaciones o, lo que es más importante, sobre la proyección y aplicación de sus descubrimientos y planteamientos a otros ámbitos del conocimiento, disciplinas y saberes. Cuestiones como la reducción metodológica que implica el uso de “datos”, o la pretendida equiparación entre la mente y el cerebro son solo dos ejemplos de los presupuestos que estarían funcionando acríticamente en el ideario científico-tecnológico de las neurociencias.
Como caso paradigmático de esta proyección acrítica encontramos en la actualidad ciertas posiciones adoptadas dentro del movimiento transhumanista, cuyo fundamento se encuentra en los presupuestos de las neurociencias.