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Fugitivo y eterno. Poemas a los ríos del mundo


Fugitivo y eterno. Poemas a los ríos del mundo

Madrid, Verbum, 2018

 

Los ríos son una de las figuras más recurrentes en la literatura. Los mitos fundacionales de muchas civilizaciones tienen que ver con estos exploradores de la tierra, que terminan evaporándose en la nada de la tierra desértica o hallando el mar, el misterio de lo insondable, que alimentan con su propia muerte. “¿Con qué estrellas siguen hablando los ríos que no desembocan?”, interroga el chileno Pablo Neruda en su Libro de las preguntas (1974). Y es que también son una metáfora constante para explicar las cosas que no tienen definición, los arcanos de la existencia. En esta antología hemos reunido poemas dispersos, sin ánimo de hacer un cómputo exacto, con la sola intensión de unir voces de ayer y de hoy, como quien acerca cauces, afluentes diversos.


El río Yaigtze

 

El río Yaigtze es una calle más de Nanjing,

una calle sin atascos, sin coches, sin la dictadura de las bicicletas,

sin la cuenta atrás que descubre el secreto de los semáforos.

 

Si se presta atención por encima de los coches madrugadores,

se puede escuchar el estruendo lejano de sus barcos de guerra

que mandó construir el gobernador durante la dinastía Gong Meridional,

la algarabía de la multitud a lo largo de su marea,

y el fuego de los dragones por encima de las fiestas improvisadas.

 

El río Yaigtze extiende sus brazos por la provincia de Jiangsu,

para terminar su andadura a las puertas de la ciudad de Shangai,

embrujo de un nombre que permanece intacto en el plato del misterio.