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Amores canallas


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  • Sonia Villarroel
  • Luis Antonio de Villena
  • Pedro Víllora
  • Sergio C. Yáñez.

Amores canallas

(coordinación: David Felipe Arranz)

Madrid, Pigmalión, 2019

En este anuario del amor, octava antología que Pigmalión dedica a los desmanes de Cupido, más de medio centenar de autores —vates, comediantes, pendolistas, seductoras, preceptores y burlones—, convocados por David Felipe Arranz, han huido de toda dócil corrección. Así, aceptando el reto, cincuenta y dos temerarios han escrito estos Amores canallas, a veces con sangre, otras con vino y algunas –las pocas– con tinta, sobre los enseres y quebrantos de los amores trágicos, libertinos y perversos.

«Es mejor haber amado y perdido que jamás haber amado», escribió Tennyson. El lector encontrará en estas páginas un repertorio descarado y lleno de audaces propuestas que nace para decir lo que todavía no se había dicho del Amor: que su revés puede resultar tan seductor como su luminoso haz y que el desplante, la derrota, la insolencia, la profanación de su sagrado nombre y la comunión fatal e inversa de los amantes tal vez pueda arrojarnos más luz sobre su esquiva naturaleza que la más platónica de sus defensas.


Encuentros húmedos

(20 fragmentos de una historia olvidada)

 

1.

Se me llena la boca con tu nombre,

ese que me susurran a la espalda

mientras mis manos se pierden

buceando entre los cruces de piernas.

 

2.

Imaginar historias de piratas

cuando descubro una cicatriz en tu frente,

la de imaginarte, pecho al viento,

luchando contra quince gigantes

o saltando las verjas prohibidas de los huertos

que esconden tesoros príapeos.

Todo, menos imaginarte niño

que se hizo una brecha jugando

a las muñecas con sus primas en el pueblo.

 

3.

No hablar. No mirar. No pensar. No reír.

Dejar que la lengua dibuje sonrisas de saliva

que se confunden con los gemidos sonrosados

que vierten desconocidas pasiones blancas.

 

4.

No hablar. No hablar. No hablar. No hablar.

No perder el tiempo con las palabras

cuando detrás de una puerta te espera

una geografía desafiante de muslos insaciables.

 

5.

Gemidos que salpican las nucas

de calles desconocidas y de esquinas

en las que nunca hay una farola.

Los pantalones por los tobillos,

los calzoncillos por los muslos

y un grito ahogado en la garganta.

Unos dedos que te buscan, que te intuyen.

Unos dedos que terminan por encontrarte.

Debajo del agua caliente de la ducha

buscas caricias con los dedos mutilados.

Esas que te han negado, una y otra vez,

mientras tu cuerpo buscaba posturas

en que dar y recibir fueran sinónimos.

 

6.

Abrirme el corazón en canal,

el de dejar caer las verdades como puños

en la alfombra roja de las sonrisas,

la de mostrarme –de vez en cuando-

cómo soy,

para así mantener –por siempre-

mi fama de hábil optimista.

 

7.

Verte. Lo que se dice verte, no te vi.

Pero ahí estabas.

Como siempre.

Ahí estabas: cuerpo desnudo y abierto,

espaldas anchas y crema entre las piernas,

soñando con triunfar, una noche más,

-como siempre-

en la embestida del unicornio negro.

 

8.

Recupero mi pierna izquierda

y el lunar del centro de mi espalda,

un dedo y los restos de vacilantes pasos.

Salgo de la sombra sin reconocerme,

sin haber recuperado del todo

la satisfecha geografía de mi cuerpo.

 

9.

No dejar de escribir

mientras las cervezas cierran

los ojos de este día absurdo,

lleno de acentos mal colocados

y de sílabas que brotan

de la mediocridad hecha actriz,

que al recitar antes abre

las piernas que los labios.

 

10.

No hablar. No hablar. Por favor, no hablar.

Nada de nombres, de calles,

nada de trabajos ni de pistas falsas.

Dejar la vida junto a los zapatos,

las preocupaciones con los calzoncillos

olvidadas dentro de esas taquillas

que nos confunden con números.

 

11.

Cierras los ojos

porque no quieres ver.

Cierras los ojos

porque quieres imaginar

que es Ricky Martin

quien ha hecho de tu cuerpo

su juguete favorito.

 

12.

Repartir tarjetas

en blanco.

Tarjetas abiertas a todas las direcciones,

a todos los nombres y puestos.

Tarjetas que hacen realidad

nuestros más secretos deseos.

 

13.

Meter la cabeza

en todas los nidos de avestruces.

No dejar rincón sin saliva

ni esquina sin una huella.

Buscar

tus zapatillas amarillas

debajo de todas las mesas.

 

14.

Sentado en un sofá,

con una fría cerveza en la mano,

las yemas de lo dedos agrietadas de pasiones

y a lo lejos el ritmo bombeante

del jacuzzi en hora punta.

Pasarela de minúsculas toallas

que vuelven del todo innecesarias

estas disputas del sexo de los ángeles.

 

15.

Primero un dedo, luego otro… y otro.

Sentir cómo tu corazón galopa

al ritmo lento de mi muñeca.

 

16.

Dejar la mente en blanco.

No pensar. No pensar. No pensar.

Estirar los brazos.

Intentar tocar el cielo

Y no pensar. No pensar… no mirar.

No conservar al final de la noche

ningún recuerdo.

 

17.

Seguirte

por los pasillos del metro.

Recorrer la ciudad

siguiendo el rastro

impreciso de tu espalda.

Sentarme siempre a tu lado,

compartir el estruendo

de tus auriculares.

 

18.

Subir las escaleras entre velas aromáticas.

Escudriñar las esquinas más inaccesibles.

Dejarte ver en las puertas entreabiertas.

Estirar los brazos hasta llegar a tocarte.

Aguantar el primer escalofrío de la tarde.

Saber que hay días de mucha sequía

y otros en los que tu cuerpo es oleaje

donde vienen los marineros a bañarse.

 

19.

Esperarte.

Esperar que des el primer paso,

los nervios a flor de piel

en el segundo eterno

de saberte ángel

o descubrirte hábil demonio

que me condena al infierno.

 

y 20.

Esperar, lo que se dice esperar…

caminas por los pasillos estrechos

intentando acariciar en un descuido

las geografías furtivas de las esquinas.

Sin intentarlo. Sin conseguirlo.

De la oscuridad surge una mano

y la toalla celeste cae por tus piernas

sembrando el suelo de estrellas.