Institutos Universitarios

Noticias - Desarrollo y Cooperación (IUDC)

Día Mundial de la Cultura Africana y Afrodescendiente

23 ENE 2023 - 15:41 CET

DÍA MUNDIAL DE LA CULTURA AFRICANA Y AFRODESCENDIENTE

Por José Manuel Araya

El Día Mundial de la Cultura Africana y Afrodescendiente tiene como objetivo, invitar a los distintos actores que integran la Sociedad Internacional, Estados, iniciativas privadas, organizaciones internacionales, e individuos, a que fomenten la validación y promoción del patrimonio cultural, material e inmaterial, de los pueblos africanos.

Se indican, como campo de trabajo, tres espacios pertenecientes al mismo proceso de transformación social. El  primero de ellos, es  la invisibilización y desplazamiento de las prácticas culturales consuetudinarias africanas, en el propio continente;  el segundo, unido al primero, trata de la exclusión de los valores africanos en la construcción de la sociedad internacional Moderna. Y por último, como tercer eje, se señalan las relaciones de subordinación y explotación a la que se vieron sometidos los africanos y sus descendientes, en las sociedades foráneas a las que, forzosamente, eran movilizados.  

La elección concreta del 24 de Enero como fecha conmemorativa, obedeció a la aprobación, también un 24 de Enero, de la Carta para el Renacimiento de la Cultura Africana. En ella, los Jefes de Estado de la Unión Africana, reconocen la necesidad de situar los valores africanos, atendiendo a su diversidad, como lógica vehicular presente en las dimensiones políticas, económicas y sociales del continente. A su vez, dicho documento se enmarca como uno más, de los múltiples outputs, resultados de un proceso extendido de diálogos, interacciones e intercambios internacionales, que han reunido a distintos actores sociales desde principios de la década de los 2000, a raíz de la celebración de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, en Durban, Sudáfrica, en el año 2001.

Los reunidos en estos encuentros compartían una premisa común: la de que el propio concepto, y la promoción del desarrollo humano, debían incluir diversas miradas y modos de conocimiento sobre el mundo, que reflejaran la complejidad, historicidad y contingencia de las relaciones entre colectividades humanas. Ello implica, analizar críticamente los marcos de pensamiento y acción totalizadores eurocéntricos desde los que se construyó la Sociedad Internacional. Es imposible imaginar un desarrollo humano transversal, sin repensar las experiencias invisibilizadas, las innovaciones y las formas de entender lo social, procedentes del Sur Global. Sólo una visión  sintética de la dominación occidental, como opresión multidominio (política, epistémica, económica…), podrá sentar las bases para una comunicación social justa.

A partir de aquí, este escrito, tiene como objetivo abordar la genealogía, desarrollo y contradicciones de los procesos de transformación social que enmarcan las razones, discursos y actividades celebradas durante este día mundial.

Desde el siglo XV, han acontecido un conjunto de procesos sociales que han terminado por conformar dos dinámicas históricas,  la mundialización y la globalización, como dos segmentos operatorios, que, aunque diferenciados (Arenal, 2002),  comparten cierta relación funcional. Espacialmente, se ha producido una progresiva incorporación de las zonas del mundo a los modos de funcionamiento político-económico, hegemónicos en Europa y Norteamérica. La inclusión de las estas regiones en el sistema, implicó la adecuación de sus poblaciones y territorios a las necesidades de los actores sociales dominantes (las élites europeas), pasando a ser parte de esta estructura social, aunque en condición desigual. Las características y la intensidad de las interacciones, aunque enmarcadas en una dinámica social extendida, variaron cualitativa y cuantitativamente en función del bloque histórico construido.

El origen de estas transformaciones se encuentra en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, la conformación de Europa como centro del sistema, es relativamente novedosa (de unos dos siglos), y de ninguna manera se ajusta al discurso eurocéntrico característico de la modernidad (Dussel, 2018); por ejemplo, decía Hegel: ``La historia va del este hacia el oeste, y Europa es el centro y el fin de la Historia Universal´´. También en la misma línea, Enrique Dussel (2012) recoge este extracto de la obra magna de Kant, de 1794, ``¿Qué es la Ilustración?´´:  La Ilustración es la salida por sí misma de la humanidad de un estado de inmadurez culpable [...] La pereza y la cobardía son las causas por las que gran parte de la humanidad permanece gustosamente en ese estado de inmadurez". Esta visión ontológica, centrada en el excepcionalismo y la superioridad civilizatoria europea, tendrá enormes repercusiones en el devenir de los pueblos no occidentales.  Las tendencias al autocentramiento, y a una cosmogonía del mundo concéntrica, con epicentro en la propia sociedad, no son exclusivamente europeas ni mucho menos, mas el impacto de estas ha sido más intenso a nivel global, debido al expansionismo del sistema social europeo, que atraviesa el fenómeno de la mundialización.

Aquello que se mundializaba, como ya se ha dicho, eran las formas de socialización noroccidentales, extendiéndose, por medio de distintas tipologías de dominación, algunas de  las múltiples categorías  de organización colectiva europeas (la estatalización, el mercado, o la racionalidad fundacionalista Ilustrada). Se constituyeron así, como marcos de acción y de contingencias universales, a los que los actores ajenos tenían que atenerse.  Por si esto fuera poco, muchos de los valores consuetudinarios europeos, normativamente justos, como la  mayor igualdad entre géneros (fomentada por la Iglesia Católica y por la reducción de la división sexual del trabajo, consecuencia de los cambios tecnológicos), no se aplicaron en los territorios anexados al sistema. Los intereses se encontraban en otros ámbitos.

El conjunto de pautas socializadoras conformó un “estándar de civilización” a alcanzar por los pueblos “no civilizados” o “bárbaros”, si querían estos ser aceptados en la sociedad internacional. Sóloexistía una manera de socialización válida, la acontecida bajo los principios organizadores europeos. La falacia del desarrollismo (Dussel, 2000), tan protagonista en el ``sistema´´ de cooperación para el desarrollo, es una buena muestra de ello: postula que únicamente, hay un modelo de desarrollo, el occidental, el cual debe ser imitado lineal y mecánicamente por el resto de las culturas humanas.

Eso sí, estas influencias exógenas europeas no eran asimiladas mecánicamente por la cultura autóctona. Se producía una relación de interdependencia (con distintos grado de simetría) en la que lo local transformaba con sus propias señas de identidad, y en la medida en la que  le es permitido, los cambios acaecidos. En el caso colonialista europeo (sobre todo anglosajón) los grados permitidos fueron casi nulos. Se formaba un filtro de resistencias  por el que transitaban las fuerzas sociales colonizadoras. Generalmente, estos conflictos y contradicciones, emergidos de las transformaciones impuestas, son escondidos e infravalorados por el relato canónico.

En el caso  de la colonización y conquista de las regiones africanas, sobre todo desde la Segunda Revolución Industrial y el inicio del control político formal del continente durante la fase imperialista liberal, los espacios habilitados para los modos de conocer el mundo africanos, fueron erradicados, subordinados e invalidados. La administración directa, la centralización y la asimilación, propias de este colonialismo imperialista, intensificaron estos procesos de invisibilización cultural.  El Decenio Internacional para los Afrodescendientes, de cuya reivindicación forma parte el Día Mundial de la Cultura Africana y Afrodescendiente, se enmarca precisamente, en un intento de recentrar los sistemas de creencias, cosmovisiones, prácticas y costumbres africanas en los patrones de interacción social, de los dominios de poder preponderantes: seguridad, conocimiento, producción….

Todo lo desintegrado, podría agruparse gruesamente bajo el constructo de identidad. Los actores sociales construyen su identidad y sus preferencias en los sucesivos contactos intersocietales con el resto de individuos y grupos, y con el contexto histórico-ecológico que envuelve a los mismos. Es un proceso genealógico e interactivo, en el que los agentes aprenden cual es la naturaleza y el funcionamiento de las relaciones humanas, y cuál es su espacio en él, qué es lo correcto, lo adecuado, lo esperado por otros, qué es un problema…Las fuerzas sociales occidentales moldearon, silenciaron y destruyeron,  por medio de la dominación y la hegemonía, los contenidos constitutivos de las identidades africanas consuetudinarias. Esto tuvo lugar durante mundialización de las formas europeas, de carácter radicalmente asimétrica. Subordinaron las practicas, conocimientos, y maneras de relación social que fueron encontrando a su paso.

La intensidad del cambio impuesto por los europeos fue tal, que implicó la desarticulación de las normas e instituciones locales, con la consiguiente destrucción  de los universos simbólicos que las sustentaban. Los espacios de comunicación inconmensurables, producto del contacto entre modelos de sociedad no equivalentes, fueron rellenados con violencias modernas y resistencias locales neutralizadas.

De esta manera, el conjunto de conocimientos, ideas, rasgos lingüísticos, sistemas intelectuales, y prácticas, de las colectividades humanas no occidentales, sufrieron una inhabilitación cuasi totalizadora, en su contacto con las concepciones eurocéntricas. El uso de categorías universalizadoras y atemporales por parte de estas,  derivó en la identificación isomórfica de la comprensión occidental del mundo, con la comprensión del mundo en sí. Se terminó por edificar, una sociedad internacional de carácter monocultural, autocentrada y restringida a la influencia de otras culturas y racionalidades.

Para comprender, tanto la ampliación del sistema-mundo, como sus repercusiones en las relaciones humanas (una de ellas, la diáspora africana), se deben mencionar los cambios históricos que guiaron estas transformaciones. Dicho proceso de expansión, aunque con la participación de diversas dimensiones de poder, de carácter político, ideacional o científico-técnico,  tuvo como núcleo irradiador, las relaciones económicas capitalistas.

Surgió en Europa Occidental, en el siglo XV, una nueva forma de apropiación del excedente y de explotación de las fuerzas productivas, ya no basada en el tributo redistributivo, sino, en un nuevo entramado de relaciones políticas-económicas, basadas en el mercado y en la acumulación de capital (Wallerstein, 2011).  El capitalismo circunscrito a Europa Occidental no podía perdurar mucho tiempo, presionado por el aumento poblacional, la escasez de fuentes de energía, y la dificultad de obtener ventajas productivas, sin desencadenar una Gran Guerra Europea. La ampliación del sistema social capitalista era cuestión de tiempo y un producto orgánico de sus características intrínsecas: la competitividad entre propietarios, los rendimientos decrecientes del capital, la necesidades de materias primas…Debido a ello, incorporó progresivamente más regiones del mundo, con sus propios órdenes sociales, convirtiendo las interacciones entre la metrópoli y territorio dominado, en una relación centro-periferia. La potencia europea poseía derechos monopolísticos sobre los, según la lógica mercantil, recursos, allí ubicados: ecológicos, humanos, tecnológicos….

Estas presiones derivaron en una estructuración jerárquica de las distintas regiones sistémicas, en función de la división internacional del trabajo y el lugar de radicación de las actividades económicas de mayor y menor valor relativo . En esta estructura, los Estados se relacionan funcionalmente de un modo asimétrico, en el que las naciones centrales del sistema se apropian de una parte del excedente de producción de los estados semiperiféricos y periféricos. Se crea una relación de dependencia en la que  tiene lugar un proceso de intercambio económico desigual entre el centro y la periferia. La primera exportaría los productos y servicios más valiosos en ese momento histórico y la segunda recursos y bienes de valor más reducido(además de ser más volátiles, y limitados en la posibilidad de incorporar tecnología), debiendo adquirir los otros de los países centrales. En la periferia se localizan aquellos sectores más vulnerables que las economías centrales necesitan para incorporar a sus cadenas de producción y darles más valor, o aquellos que se encuentran en declive en el centro de la economía-mundo (y que se trasladan a la periferia atraídos por su mano de obra más barata y desprotegida).

 Este nuevo modelo de producción y distribución, trajo aparejado distintas formas de control del trabajo, adaptadas a la lógica articuladora del sistema, la acumulación de capital. Así, de acuerdo con las necesidades de las fuerzas sociales hegemónicas, se dividió a los distintos órdenes sociales que se iban incorporando a la economía mundo, en organizaciones y metodologías diferentes de regímenes laborales. La esclavitud es una de estas formas de control. En las primeras fases de la Mundialización, se empleó en mayor medida en los pueblos africanos, a los que movilizaron forzosamente hacia América. Esto fue  debido al agotamiento de la mano de obra indígena americana, a la relativa cercanía de las costas africanas con las áreas de explotación, y a que se trataban en ese momento, de sociedades fuera de la economía mundo, y con lo cual, su movilización humana no implicaba un coste demasiado elevado para el sistema. Esto fue así hasta que se produjo  la colonización política-formal de África en el siglo XIX, cuando el interior del continente africano accede al sistema-mundo. De esta manera, la diáspora africana (en sus  distintas etapas) puede explicarse, parcialmente, atendiendo a este fenómeno.

Las características de la esclavitud en el modo de producción capitalista han ido variando con el acontecer de los bloques históricos sucesivos, adaptando su morfología a la legitimidad social percibida en cada uno de ellos, hasta nuestro días ( donde en 2022 hay unos 60 millones de personas esclavas). Continúa siendo, en comparación con el resto de las tipologías laborales que han existido, el modo más restrictivo y denigrante de control social. No hay mayor dominación de un humano sobre otro.  Las clases de propietarios y gobernantes, sabedores de ello, descartaron la esclavitud como modo de control social para las actividades económicas relacionadas con la agricultura dispersa o la industria, donde se requerían de conocimientos técnicos y capacidad de innovación,  habilidades que no pueden desarrollarse en entornos tan asfixiantes para el existir humano como los que envuelven a la esclavitud.

El proceso despersonalización, y posterior reconstrucción dependiente de las categorías modernas, es sumamente traumático para los individuos y sociedades que atraviesa. Reduce al ser humano a su valor como fuerza de producción. Aunque la proletarización es una de las características centrales del capitalismo, en sus primeras etapas, estuvo restringida a las áreas centrales del sistema. La esclavitud, sí estuvo entroncada con otro de sus elementos estructuradores, la progresiva mercantilización de la vida social. Esta, ha variado en su grado y forma, siendo la esclavitud una de las tipologías más extremas.

A los seres humanos que vivián en estas regiones, se les anexaba como clase social sistémica, al mismo tiempo que se les negaban unos mínimos estándares de participación digna en el mismo, y la posibilidad, por supuesto, de abandonarlo. Algo así, fue lo que ocurrió en las sociedades nacionales fuera del continente africano a las que se incorporaron las fuerzas de trabajo esclavo y sus descendientes.

Dicha exclusión ha perdurado (por supuesto, con enormes transformaciones), hasta el presente. Un ejemplo de ello, se encuentra en el informe Ser Negro en la Unión Europea (2019), elaborado por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, que mostró como un 82 % de las personas que participaron en el mismo, situaban el color de la piel o su apariencia física como una de las  razones principales de su discriminación para el acceso al mercado laboral.

La lógica mercantil del trabajo sigue siendo el criterio ordenador de la movilidad y desplazamiento humano. Se permite el movimiento transnacional de las personas siempre y cuando, se ajuste a la coyuntura económica global, centrada generalmente, en la búsqueda de mano de obra barata y sumisa (debido esto último, a las múltiples constricciones vitales en la que se encuentran las personas migrantes). Resultado de ello, los modelos de gestión migratoria vigentes en el Norte Global  están basados en un discurso securitizador y defensivo, y en las necesidades del mercado laboral nacional, sin tener en cuenta, los requerimientos, ni de las personas migrantes, ni de las regiones que estos, se ven obligados a abandonar.

El capitalismo, en sus distintas morfologías históricas, ha transformado las relaciones sociales vigentes a su llegada con suma rapidez y efectividad, alterando, no sólo el plano económico, sino también,  el resto de los medios constitutivos de la estratificación social humana, ,  la condición (ideología) y el partido (política) y el poder militar (Mann, 1991). Eso sí, las relaciones no son unidireccionales, ni únicamente de tipo económico. Por tanto, se hace fundamental incluir categorías analíticas relacionadas con la dimensión ideacional e institucional del existir social. Por ello, se tratarán aquí,  pequeñas muescas presentes en el aparato epistemológico europeo. Para ello, se sintetizarán algunas ideas del pensador suizo, Gilbert Rist (2002), especialmente relevantes en nuestro campo de estudio.

Como suele ser habitual en los procesos de construcción identitaria, la gnoseología ilustrada, se asentó en la diferenciación de pares binarios: el desarrollo se vinculó con las prácticas sociales occidentales, y el subdesarrollo con todo lo demás que no encajase en los moldes noratlánticos, moldes que precisamente . Dicha conceptualización, aunque apoyada en el dominio técnico relativo en diversas esferas, adquirió un significado teleológico y metafísico.    Y condicionó  las formas de relación Norte-Sur de los siglos venideros.

De entre toda la cosmogonía occidental, una idea sobresale: la confianza occidental en el progreso asintótico (Bardi, 2022), enraizada con el capitalismo, como producción y consumo indefinido de bienes y mercancías.  El ``desarrollo´´ así entendido, se convierte entonces, en un marco cognitivo que establece las conductas adecuadas, los problemas a atajar, y los medios de solución. De este punto se derivan los dos principios que articularon el hacer de los actores en el ámbito de la cooperación para el desarrollo durante buena parte del siglo XX y XXI (Alonso et al. 2019), el de la diferencia y la convergencia. La diferencia, como división desarrollo-subdesarrollo se ha mostrado en la práctica, como un concepto de poca validez y fiabilidad, ante la diversidad de caminos que recorren las regiones y estados. Por su parte, el de convergencia como acercamiento progresivo de los estados subdesarrollados a los modos de vida desarrollados, se ha mostrado imposible de conseguir, no sólo por las contradicciones sistema en sí, sino por lo perjuicios que ello implicaría para las sociedades humanas presentes y futuras.

Los modelos de crecimiento, producción y consumo vigentes no son sostenibles, ni desde el punto de vista intersocial, ni del medioambiental (Emmott, 2013). Uno  de los apuntes de Emmott, está centrado en señalar cómo  el capitalismo y la democracia liberal (instituciones eminentemente occidentales) con sus objetivos cortoplacistas y mercantilizados, imposibilitan hacer los cambios sistémicos necesarios. Por tanto, deben configurarse nuevas sendas de desarrollo, que incluyan, por supuesto, las miradas de otras culturas y partes del mundo.

A modo de cierre, se vinculará lo reivindicado por este Día Mundial con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Uno de los grandes principios articuladores de la Agenda 2030, es el de ofrecer una mirada integradora y holística entre los distintos espacios de acción, que muestres las interdependencias existen entes entre la política, la economía, la cultura o el medioambiente. Se intenta alejar de modelos que traten las problemáticas en cajones aislados.

Sólo recogiendo las ideas de diversas culturas y regiones, se puede conocer realmente el espacio social y las intersecciones existentes entre los medios de organización humanos. El respeto y la inclusión multicultural se podrían considerar como la base en la que se asientan los ODS, tanto en el plano conceptual, como en el aplicado. Por eso son tan importantes las reivindicaciones y actividades de este tipo de días, siempre y cuando se vinculen con una agenda transformadora, y no se queden en  compromisos superficiales o aparatos de compensación social centrados en las consecuencias, y no tanto en las causas que propician el estado actual de las cosas.

Sin embargo, esto no es una tarea sencilla en un sistema fundamentalmente desigual.

El periodo de interregno que estamos atravesando en el orden político mundial (Sanahuja, 2022), puede ser una buena oportunidad para revisar críticamente, reformar y transformar algunos de los ejes estructuradores de la Sociedad Internacional: capitalismo, liberalismo y colonialismo.

 

Referencias utilizadas en el escrito:

-Alonso, JA., Aguirre, P. y Santander, G. (2019). El nuevo rostro de la cooperación internacional para el desarrollo: actores y modalidades emergentes. La Catarata.

-Alonso, JA. y Ocampo, JA. (2011). Cooperación  para el desarrollo en tiempos de crisis. Fondo de Cultura Económica de España.

-Arenal, C. (2002). Mundialización, creciente interdependencia y globalización de las Relaciones Internacionales. Cursos de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales de Vitoria-Gasteiz.

-Bardi, Ugo. (2022). Antes del Colapso: Una guía para el otro lado del crecimiento. La Catarata.

-Dussel, E. (4 de Noviembre de 2018). Más allá de la Modernidad y del Capitalismo (Archivo de Vídeo). Youtube. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=KfMPhQZjhqk&t=1345s

-Dussel, E. (2012). 1492: El encubrimiento del otro. Buenos Aires: Editorial Docencia. Recuperado en línea: https://www.enriquedussel.com/txt/Textos_Obras_Selectas/(F)19.1492_encubrimiento.pdf

-Emmott, S. (2013). 10.000 millones. Barcelona: Anagrama.

- Mann, M. (1991). Las Fuentes del Poder Social. Vol I. Alianza Editorial.

-Rist, G. (2002). El Desarrollo: Historia de una creencia occidental. La Catarata.

-Sanahuja, JA. (Diciembre de 2022). Interregno: La actualidad de un orden mundial en crisis. Nueva Sociedad. Disponible en: https://nuso.org/articulo/302-interregno/

-Wallerstein, I. (2011). El Moderno Sistema-Mundo: La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI. Siglo XXI Editores.

 

Algunos documentos oficiales relacionados con el Decenio Internacional para los Afrodescendientes y el Día Mundial de la Cultura Africana y Afrodescendiente:

-Naciones Unidas (2001). Informe de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia. Disponible en: https://documents-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/N02/215/46/PDF/N0221546.pdf?OpenElement

-La Resolución aprobada por la Asamblea General A/RES/68/237 (23 de diciembre de 2013). Proclamación del Decenio Internacional de los Afrodescendientes. Disponible en: https://documents-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/N13/453/70/PDF/N1345370.pdf?OpenElement

-Unión Africana (24 de enero de 2006). Carta para el Renacimiento de la Cultura Africana. Disponible en: https://www.wipo.int/wipolex/es/text/202816

- Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (2019). Ser Negro en la Unión Europea. Disponible en: https://fra.europa.eu/sites/default/files/fra_uploads/fra-2019-being-black-in-the-eu-summary_en.pdf

Infografía día cultura africana

Día Mundial de la Cultura Africana y Afrodescendiente - 1

Todas las noticias »