Segunda parte: Segundo viaje a Italia, aposentador real y caballero de Santiago.
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[SEGUNDA PARTE: Segundo viaje a Italia, Aposentador Real y Caballero de Santiago]
Fuéle la fortuna [70v] tan favorable que todo lo que él disponía era muy bien recibido. Propúsole Su Majestad que deseaba hacer una galería adornada de pinturas. Y para esto que buscase maestros pintores, para escoger de ellos los mejores, a lo cual respondió: «V[uest]ra Majestad no ha de tener cuadros que cada hombre los pueda tener». Replicó su Majestad: «¿Cómo ha de ser esto?». Respondió Velazquez: «Yo me atrevo, señor (si Vuestra Majestad me da licencia), ir a Roma y a Venecia a buscar y feriar los mejores cuadros que se hallen de Ticiano, Pablo Verones, Basan, de Rafael d’Urbino, del Parmesano y de otros semejantes; que de estas tales pinturas hay muy pocos príncipes que las tengan, y en tanta cantidad como Vuestra Majestad tendrá con la diligencia que yo haré; y más, que será necesario adornar las piezas bajas con estatuas antiguas, y las que no se pudieren haber se vaciarán y traerán las hembras a España para vaciarlas después aquí con todo cumplimiento». Dióle su Majestad licencia para volver a Italia con todas las comodidades necesarias y crédito. Llegado que fue a Roma puso al punto por obra su intento, que le salió todo conforme lo deseaba, y en el tiempo que en Roma aguardaba la conclusión de las estatuas hizo, entre otros retratos, dos que fueron el de Su Santidad Inocencio 10 y el otro de la señora Doña Olimpia, [71r] cuñada del dicho Sumo Pontífice. Salieron estos dos retratos con tanta excelencia que admiraron a los que los vieron. Volvióse a Madrid. Presentó a Su Majestad lo ofrecido, de que se quedó tan servido que le hizo merced de aposentador mayor de Palacio, cargo de mucha importancia y honor. No dejó de proseguir en sus retratos y por eso no tuvo lugar de hacer historias, pero las pocas que hizo salieron de tal suerte que, no contentándose Su Majestad con las mercedes hechas, le quiso honrar nombrándole Caballero del hábito de Santiago, honra bien merecida para acabar sus días. Entró en su lugar un yerno suyo llamado Juan Baptista del Maço, también gran pintor, y en particular en figuras de poco más de a palmo, y en copiar cuadros del Ticiano fue singular.
Ambos dos fueron muy enemigos de la pintura al fresco por causa de no hallarse con ánimo de resistir semejante trabajo, por ser en extremo de obrar muy dificultoso y ser ejecutado con mucha prontitud y práctica habituada y el no poderse valer del natural, sino por el dibujo y gran consideración en las distancias. Reparó Su Majestad en que para adornar los techos, galerías, y bóvedas, había grande falta de pintores que pintasen al fresco. Para esto y para [71v] que se introdujese tal modo de pintura en España, por haber cesado por espacio de cuarenta años, mandó a Belazquez que enviase a Italia por dos famosos pintores. Escribió a Italia. Vinieron los pintores. Se dio luego orden que se pintase el salón grande que sale a la plaza, el cual está hecho con grande arte. Daba prisa Belazquez que se acabase esta obra, pero ellos pidieron a Su Majestad fuese servido de darles ayudantes para concluirla, y así se valieron de dos pintores famosos, que a poca práctica que tomaron los igualaron en bondad y en dibujo y colorido, y después acá se ha introducido de tal manera este modo de obrar que hace emulación a Italia. Estos dos pintores se llamaron los Colona. El uno murió en España y el otro se volvió a Italia con muchos medros, ambos a dos con reputación muy cumplida.
[Transcripción: Julio Manuel Cubero Bujalance]